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28. Algo tan simple llamado «Esperanza»


Dedicado a lokxvosxd ¡Gracias por confiar y creer en Ivanna! ♥ Dejé el mensaje que compartiste en Multimedia. 

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28. Algo tan simple llamado «Esperanza».

IVANNA

Soy recibida en el apartamento con incansables ladridos por parte de Sherlock, paso del vestíbulo y la perra me rodea para que no ose ignorarla. Y no es que sus ladridos provoquen precisamente miedo o sean estridentes, ¡no!, en realidad suena más aterrador el chillido de un perro de juguete, pero es demandante: «¡Dame atención!»

—¡Sí, ya sé que te dejé sola demasiado tiempo! —me doy por enterada avanzando hacia la cocina para servirme un vaso de agua.

«No fue tanto tiempo».

Hago mis cálculos: al salir de Doble R traje a Sherlock al apartamento, me cambié de ropa y fui a Cashba, y, a partir de entonces, Sherlock estuvo aproximadamente dieciséis horas sola.

«¡Dieciséis horas sola!».

Dejo a un lado el vaso y ya ni bebo nada.

—¡Mierda, mierda, mierda! —exclamo corriendo hacia donde dejé su agua y comida.

«Al plato de la comida le queda una cuarta parte del contenido y al del agua la mitad», compruebo, sintiendo alivio.

Sherlock, sin embargo, no deja de ladrarme.

—¡Cuando sea así coges el teléfono fijo y me llamas a Doble R o a mi móvil para recordarme que debo traerte de comer! —le hago ver—. ¡Sobre la nevera te voy a dejar un Post-it con los números!

Y, cansada, me siento en el piso junto al plato de comida de metal con una huellita grabada en el centro y eso la calma, pues enseguida consigue instalarse sobre mi regazo para lamer mi cara.

—Sí, yo también —le digo, rascando con cuidado detrás de sus orejas todavía adornadas con listones color rojo.

Sujeto contra mi pecho a Sherlock para seguirla acariciando y, aunque apenas lo evadía, de manera inevitable mi mente vuelve a allí, al «consejo» de Luca de aceptar la oferta de Rodwell.

Suspiro con pesadez. «El correo dice la verdad». Mi corazón no puede romperse más.

Es tanta la conmoción que ni siquiera he conseguido llorar como se debe. Tengo atorado en mi garganta un grito de pena y otro de rabia, los dos luchando entre sí, queriendo salir de mí al mismo tiempo.

Luca me ha sorprendido.

Casi choqué dos veces el Audi contra otros coches en mi trayecto hacia el apartamento, mi atención está divida, mi cabeza es una grabadora repitiendo una vez tras otra las palabras de Luca y lo que dice el correo.

«¿Por qué?»

Agacho la cara para depositar un beso sobre la oreja de Sherlock.

«Yo sé por qué».

—Yo sé por qué —me repito e incorporo para ir a ducharme.

Me siento demasiado cansada. Aunque recobro un poco de fuerzas cuando, al entrar a mi habitación, lo primero que veo es tres de mis mejores zapatos desperdigados sobre la alfombra, uno Jimmy Choo y dos Miu Miu, los tres mordisqueados por pequeños dientes de perro.

—¡Tan aburrida no estuviste! —le digo a Sherlock.

Cojo los dos zapatos Miu Miu, uno es color gris y el otro corinto.

—¡¿Ni siquiera pudieron ser dos del mismo par?! —le reprocho a Sherlock, que no deja de mover su cola, todavía feliz de verme.

»Es mi culpa por dejar abierto mi Walking Closet —reconozco, cerrándolo—. Ahora me tendré que comprar más zapatos —añado, disimulando una sonrisa traviesa que pone aún más feliz a Sherlock.

Al salir de la ducha me dejo caer en mi cama con la bata de baño aún puesta.

—Debería estar llorando pero aún no lo puedo creer —le susurro a Sherlock cuando se recuesta junto a mí.

»Aún no lo puedo creer —repito.

Cojo una almohada y la acomodo bajo mi cabeza, pensando.

«¿Luca aceptó dinero para ser parte de una nueva treta contra mí?»

«Quizá me tiene tanto resentimiento que hasta lo hubiera hecho de gratis».

«Me odia hasta GN-z11 con corrimiento al rojo». Y, meditando eso, me giro hacia Sherlock para señalarle la lágrima que sale de mi ojo izquierdo.

—¿Ves? Ahí está —Mis labios tiemblan de dolor al hablar—, ya salió otra lágrima.

Aun así, todavía exhausta, pronto me quedo dormida.

Despierto lo que parece muchas horas después. No había dormido casi nada en dos días, he ido rápido esta semana, esta... vida.

Con un solo ojo abierto, suelto un bostezo largo y vuelvo a acomodar mi cabeza sobre la almohada teniendo cuidado de no despertar a Sherlock, que aún duerme tranquila acurrucada junto a mí. Lo he intentado y sin importar que la deje en su cama, salta de vuelta a la mía y duerme conmigo.

...

Más tarde, de regreso en la cocina, busco dónde dejé mi bolso y saco mi teléfono. «14% de batería». Lo conecto al cargador, le sirvo más comida y agua a Sherlock y para mí preparo jugo natural.

Una vez que le doy dos tragos al jugo y siento su frescura en su garganta, cojo mi teléfono para revisarlo.

Llamada perdida de Pipo. Seguramente para preguntar por mí y Sherlock. En especial por Sherlock.

Llamada perdida de Rodwell.

Llamada perdida de Michelle.

Llamada perdida de Michelle.

Llamada perdida de Michelle.

Llamada perdida de Michelle.

Llamada perdida de Michelle.

Llamada perdida de Michelle.

Llamada perdida de Lobo.

Llamada perdida de Rodwell.

Llamada perdida de Grisel. Y, por lo tanto, de Doble R.

Llamada perdida de la doctora de Babette.

Llamada perdida de Michelle.

—Primero Michelle, segundo Grisell y tercero Pipo —decido—. Porque si lo de Babette fuera una emergencia, me hubieran intentado llamar más veces y además lo hicieron a las nueve de la mañana, en horario de chequeo general a los pacientes. No es una emergencia —me convenzo, rehusándome a poner mi cabeza en eso cuando apenas acabo de despertar.

«Aun así, tengo que devolver la llamada o ir».

Michelle contesta al segundo timbrazo.

—Ivanna, he estado intentando localizarte.

No suena desesperada, pero sí cansada.

—¿Qué tal la resaca para todas? —pregunto, de nuevo bostezando.

—Pues sé de todas... excepto de una —dice Michelle, directa.

—¿«Excepto de una»? —repito.

Pero lo que dice a continuación me supera:

—Sí. ¿Victoria está contigo?

—¿Conmigo? —Salto en mi lugar y repaso lo último que recuerdo de Victoria.

«Estaba con Omi».

No sé qué contestar a Michelle, me tomó por sorpresa y ahora no dejo de repetir «Este, bueno y Ejem», sin saber qué más decir y lo nota.

—¿Podrías venir al Centro de estética? —me pide y ansiosa por saber qué ocurre ya estoy corriendo de vuelta a mi habitación—. Pero no entres... Solo avísame cuando llegues.

...

Cepillo su pelo, acomodo de mejor manera los lazos rojos en sus orejas y decido llevar conmigo a Sherlock por algo tan «simple» conocido como: «culpa». Ya la he dejado mucho tiempo sola. Además, no tengo pensado ir hoy a Doble R.

No sé si debe a que el Audi se ve sucio o a mi estado de ánimo, pero cuando regreso al estacionamiento del edificio mis ojos se deslizan hacia el lugar junto al Audi, donde se encuentra otro coche cubierto por una lona para que nadie intente rayarlo o poner sus dedos sobre él.

Me aproximo como si de un imán se tratara y, tal como lo hice el día que me reuní con Luca en la cafetería, tiro hacia arriba de la lona y alcanzo a ver un neumático con un tridente en el centro y una fracción del acero color rojo parte de la carrocería.

—Aún no —me digo, devolviendo la lona otra vez a su lugar y subo al Audi. No obstante, devolviendo mi atención al cajón de estacionamiento de junto, vuelvo a bajar y con Sherlock en manos regreso al apartamento.

Cuando regreso al estacionamiento, además de a Sherlock, traigo conmigo una cartera de cuero rojo que contiene un permiso de circulación, una tarjeta de propiedad y un seguro contra accidentes de tránsito que también he mantenido actualizado. Eso, un par de llaves, las dos cosas, al igual que el neumático, marcadas con tridentes; símbolo de Neptuno, el equivalente a Poseidón en los dioses romanos.

Dejo los papeles en el Audi y manteniendo en mi mano las llaves busco al bedel del edificio.

—Quiero pedirle un favor —le digo al encontrarlo y me da toda su atención—: el coche que está estacionado junto a mi Audi —explico—, lleva ahí un rato —No he dicho que quiero aún y al señor ya le brillan los ojos—, sé que usted sabe de autos, ¿podría revisarlo, conseguir que encienda, limpiarlo por fuera y por dentro, y, en general, preparármelo para que lo vuelva a utilizar?

»No está averiado, cuando lo dejé allí acababa de salir del taller, pero no lo he vuelvo a encender desde entonces.

Sonrío al ver el entusiasmo en los ojos del señor

—¡N-no tenga pena, señorita, yo me encargo! —salta, feliz, y no deja de ver con emoción el logo del tridente cuando le entrego la llave.

—Le pagaré bien si hace todo con sumo cuidado —prometo y él vuelve a asentir.

Diciendo a mi afuero interno que el cambio será lento, que el Audi ha sido un aliado leal y que no lo tengo que reemplazar de inmediato e incluso los puedo rotar, regreso a este con Sherlock, subimos y tipeo un mensaje en mi teléfono para avisarle a Michelle que ya estoy saliendo para allá.

Al llegar al centro de estética, tal como me lo pidió ya dos veces Michelle, me quedo dentro del Audi, le aviso que ya llegué y espero. Platicaremos aquí dentro.

Ella sale minutos después cargando con un pequeño botiquín de Primeros auxilios.

—¿Eso para quién es? —le pregunto cuando sube.

—Una de las chicas que trabaja con nosotras me lo dio para llevarle ibuprofeno a Victoria. Le dije a todo el personal que voy para su casa.

—¿Iremos a casa de Victoria? —le pregunto confundida a Michelle.

—No, ella no está allí —ríe por lo bajo Michelle.

—¿Dónde está entonces? —pregunto, porque, hasta dónde sé, Michelle no lo sabe.

—Está allá adentro con el personal de la estética —dice Michelle sin dejar de sonreír y sigo sin entender.

»Eso me dijo a mí cuando le pregunté —agrega mi amiga, sacando su teléfono para mostrármelo y, en efecto, en el último intercambio de mensajes con Victoria, hoy jueves a las siete de la mañana, Michelle muy enojada le pregunta dónde está y Victoria le contesta que pasó la noche en casa de ella para no tener que conducir «un poco» pasada de copas y que de allí se irán al trabajo juntas.

Mis ojos saltan de la conversación en el teléfono a Michelle al mismo tiempo que recuerdo su enojo la noche anterior.

—Eres su tapadera —concluyo, boquiabierta—. Su... cómplice.

—Ya no —niega Michelle, señalando con enojo su teléfono para referirse a la conversación—. Hace mucho esto no pasaba.

—¿«Hace mucho»? —repito.

Quiero que me explique.

—Sí. Más o menos un año y medio.

—¿Y cuándo empezó?

—¿Cuándo vendió Victoria el Centro de estética? —se pregunta Michelle.

2014 —recuerdo—. Es decir que esto, esporádico o no, lleva de tres a cuatro años.

«Victoria se mete a la cama con Omi desde 2014».

Otra cosa que apenas puedo creer pero que tiene sentido ahora.

No puedo cerrar mi boca.

—Explícame todo a detalle —le pido a Michelle.

—¿Y perderme la satisfacción de ver a la misma Victoria intentando justificártelo? —dice con escarnio Michelle—: No, Ivanna. Que te lo cuente ella.

—¿Y por qué me lo quiso endosar a mí? —inquiero, molesta—. Porque hasta el último momento, hasta ayer que se vieron cara a cara en Cashba, Victoria no dejó de insistir en que me marche con Omi a Tailandia.

—Tailandia de día, Tailandia de noche —masculla Michelle como si recordara algo que es todo menos divertido.

—¿Qué?

—Y eso que te lo platique Omi —insiste.

—¡Casi me acosté con él, Michelle! —suelto—. ¡Fue bastante atropellado el momento, pero alcanzó a hacerme un oral y... Dios! —No sé si estoy enojada o avergonzada. Lo decido mientras veo a personas pasar frente al Audi—. ¡Lo conocí por Victoria! ¡¿Por qué hizo eso?! —insisto.

—No sé —Michelle alza los hombros preguntándose lo mismo—. Cuando Simoné está a dieta y la comida que pedimos trae carbohidratos, se apresura a dármelos para evitar caer en la tentación,

—Bueno, esto tiene un poco de sentido. Pero, aun así, Victoria me tiene que explicar —empujo la bocina del Audi con enojo—. Tiene mucho para explicarme. ¡Debió avisarme antes de presentármelo! ¡Y-y-y... pobre Gary!

—No hasta que sepa.

»Pero ser engañado con un deportista tailandés con abdomen plano mientras lucha contra la esclerosis múltiple no será algo fácil de procesar.

Niego con la cabeza. No puedo creer lo que está haciendo Victoria.

—Victoria le dijo a Gary que Omi es mi novio —recuerdo—. Gary me felicitó por la fundación que Omi tiene para los enfermos de esclerosis múltiple.

Michelle ríe a carcajadas.

—¡No es gracioso! —le reprocho.

—¡Sí lo es! —dice Michelle—. ¡Sí lo es porque no has escuchado lo peor! —Dejo caer aún más abierta mi boca «¿Lo peor?»—. No tienes idea de lo mentirosa y manipuladora que es tu mejor amiga, Ivanna.

»Es una verdadera perra.

—Se ha sacrificado mucho por Gary —la defiendo.

—Nadie ha dicho que no. Pero, ¿eso le da licencia para hacer lo que quiera? Ella misma lo reconoció hace año y medio cuando se detuvo.

—Y puede que nos estemos apresurando —digo—. A lo mejor solo platicaron. La misma Victoria nos lo dijo a mí y a Pipo: «¿Acaso no pueden un hombre guapo multimillonario y una mujer guapa casada ser solo amigos?»

Michelle alza las cejas.

—Tal vez era una pregunta retórica. Pero sí, hasta anoche, era verdad. De nuevo solo eran... amigos.

—¡Dios, Victoria! —repito, aún si poder creerlo.

»Y anoche Omi estaba desesperado, cantamos canciones de despecho juntos.

Michelle vuelve a señalar su teléfono para referirse otra vez a la conversación.

—Seguro ya está bien.

—Tal vez solo hablaron —insisto, pero Michelle es escéptica.

Para ella Omi ya rellenó como dona de feria a Victoria.

—¿Y cuándo volverá a su casa?

—Hoy por la noche —Eso también lo dice segura—, nunca pasa más de dos noches fuera, excepto cuando se fue con él a Tailandia.

Vuelvo a girar la cara para darle toda mi atención a Michelle. Parece disfrutar que me lleve sorpresa tras sorpresa. «¿A... Tailandia?»

—Te dije que no has escuchado lo peor —insiste.

¿Y... quiero escuchar lo peor?

Hago la pregunta en mi cabeza al mismo tiempo que recibo una nueva llamada de la doctora de Babette. Sin poder evadirla de nuevo, le digo a Michelle que tengo que contestar y ella coge del asiento trasero a Sherlock para jugar las dos mientras.

—¿Señorita Rojo? —dice al otro lado la doctora.

—Sí, Dra. Vargas soy yo —contesto rápido pese a estar nerviosa.

—Necesito que nos reunamos cuanto antes. De preferencia con su mamá presente. ¿Puede estar aquí en una hora?

—Sí, yo... voy enseguida para allá —digo preocupada y Michelle lo nota.

—Aquí la espero.

La doctora cuelga y yo, asustada, alejo despacio mi teléfono.

—¿Tu mamá? —me pregunta Michelle y asiento.

Trago duro.

—Y no quise regresar la llamada hoy más temprano —admito con culpa—. No pensé que...

—Tenías una platica pendiente con ellos —me recuerda.

Y eso me calma un poco porque sí, quedamos en que me hablarían a detalle sobre el estado actual de Babette: la incontinencia o que solo quiere hablar francés. Lo iban a hacer el día de su cumpleaños, pero la Perrera y Luca lo evitaron alegando que no era el momento.

—¿Te puedo dejar un rato a Sherlock?

No he terminado de decirlo cuando Michelle ya me dijo que sí.

—¿Y tú cómo estás? —pregunta ahora—. ¿Qué pasó con Luca? ¿Resolvieron lo de Laura?

¿«Y tú cómo estás»?

No he hablado con nadie sobre el correo y, por ende, lo que me dijo Luca hoy. No es fácil. Pero me escudo en Laura para justificar enteramente mi tristeza.

—Conocí a Laura.

Michelle respinga en su lugar.

—Me tocó llevar a Luca a Urgencias por dolor gástrico y cuando regresamos ella lo estaba esperando.

—¿Y-y... qué pasó?

—Nos presentamos.

—¿Le gritaste? ¿Le armaste un numerito? —pregunta Michelle al tanto de mis antecedentes con Prudemencia.

—No —la tranquilizo—. No me ha dado motivos para ser hija de puta con ella.

—Me alegra oír eso, Ivanna —me felicita Michelle, por fortuna la más sensata de mis amigas. Porque si me aconsejaran Pipo, Victoria, Lina o Simoné...

—Pero, hay algo —continúo y Michelle asiente como señal de que me está escuchando—: Tiene una hija y ella le dice «Papá» a Luca.

Como puede, Michelle se desliza hacia mi lugar para darme un medio abrazo. Y como tiene a Sherlock en las manos esta también aprovecha para volver a lamer mi cara.

—Me dolió —admito—. ¿Será eso una señal de lo fuerte que es su relación?

Michelle alza la cara riendo y otra vez mira al frente:

—Luca acostándose contigo varias veces esta semana es la única señal que necesitas para saber qué tan fuerte es su relación —se burla Michelle.

»Pero si Laura quiere a Luca de la misma forma que tú, ella también debe tener miedo.

«No», pienso. «Porque, a diferencia de nosotros, en su relación no hay desconfianza, resentimientos y culpas». Pero no se lo digo a Michelle. 

—Y lo más gracioso es que la niña se llama Isabella —le sigo contando a Michelle, aunque preparándome para encender el Audi, pues debo reunirme con la doctora de Babette en una hora—. Ése era el nombre de la esposa de Marinaro, el tipo del que fui amante mientras su esposa estaba enferm...

No termino de decirlo y Michelle no necesita adivinar el por qué.

—Pero lo nuestro fue diferente —me apresuro a agregar—: Marinaro ya no amaba a Isabella, estaba con ella por lastima.

El brillo burlón en los ojos de Michelle no cambia.

—Y-y-y Victoria no está con Gary solo por lastima —continúo—. ¿O sí?

Me da miedo la respuesta de Michelle, pero esta no llega, se limita a seguir mirando mi nerviosismo con humor.

—Pero yo no amaba a Marinaro —me sigo defendiendo—, por eso no llegamos a más, y Omi claramente ama a Victoria, anoche todos lo vimos; lo que quiere decir que su situación es...

Otra vez me detengo antes de decirlo. No... lo pensé.

—... mucho peor —termina por mí Michelle—. Su situación es mucho peor.

Michelle baja del Audi llevándose a Sherlock con ella para que pueda irme ya.

—Pero eso no es todo —dice antes de despedirnos—. Si Omi y Victoria hicieron algo más que hablar, él hoy recuperó algo que hasta ayer no tenía.

»Esperanza.

»Y te digo algo, Ivanna —mi amiga suspira—, por algo es que hace año y medio Victoria le quitó eso. Le quitó la «esperanza».

»Cierra el trato de venderte a ti el Centro de estética y no vayas con él a Tailandia... sobre todo de día —termina Michelle. Porque cuando quiero saber más, hace que Sherlock me diga adiós con una de sus patitas delanteras y se gira para caminar de regreso a la estética.

«¿En qué diablos me metió Victoria?»


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Sé que sus impresiones son muchas D:

Todos esperaban que Ivanna reaccione de una manera y está reaccionando de otra. Y aún no sabemos por qué pidió vacaciones (lo sabremos en el siguiente capítulo)

En el siguiente capítulo también leeremos a: Babette, Omi, ¿Luca? (ya verán el porqué de los signos de interrogación) y "alguien" a quien extrañan mucho. MUCHO ♥

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¡Gracias por apoyar mi trabajo votando, hoy CADA VOTO es una pulida que le darán a "ese" carro rojo que espera paciente en el estacionamiento que lo vuelvan a arrancar c: 

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