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22. Muy lindo en Instagram lo que posteas, pa' que yo vea...


Dedicado a MarVelest, ¡GRACIAS por todo tu apoyo y cariño! c':

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22. Muy lindo en Instagram lo que posteas, pa' que yo vea...

Como yo cargo a Sherlock, Luca empuja por mí la puerta doble de la clínica veterinaria, y aunque todavía no la tengo enfrente, desde mi posición puedo ver que la boca de la doctora es una línea recta.

«Mierda».

—¡Cuánto tiempo! —la saludo a ella y a su asistente.

—Una semana —contesta a secas.

«Entonces lo recuerda».

—La perra —digo a modo de disculpa y dejando a un lado el orgullo para suplicar ayuda—, otra vez está sacando en excremento el doble de su peso.

Sherlock aprovecha para apretar la mandíbula al expulsar la siguiente plasta.

—¿Qué comió? —pregunta la doctora tomando a Sherlock de mis manos para revisarla y viendo de Luca a mí con censura.

—Quesos —dice Luca por los dos, ya que se ha visto involucrado y además aceptó parte de la culpa—, o al menos eso la vimos coger de la mesa.

—¿Y la dejaron? —La doctora arroja en un cesto de basura el papel y flores que traía como pañal Sherlock y continúa regañándonos—. ¿O qué estaban haciendo que no la detuvieron? —critica.

Luca y yo abrimos la boca sin decir nada.

—Bueno... —Él vuelve a intervenir por los dos.

»Meditando —agrega al recordar lo que le dije yo al bedel del edificio y junta las manos en posición de oración.

»Eso es, estábamos meditando y... no podíamos distraernos con nada.

—Menos mal no es un bebé —vuelve a criticar la doctora con enfado y claramente sin creernos.

Llevo una mano a mi cintura.

—No la tendría conmigo si fuera un bebé. —Retiro la mano de mi cintura y ahora levanto mi dedo índice—. Preferiría tener yo la diarrea de tratarse de un bebé.

La doctora se cruza de brazos mientras Luca tira de mi brazo para que no siga hablando.

—Lo que Ivanna intenta decir es que un bebé es demasiado responsabilidad y por lo mismo ella prefiere concentrar su atención en Sherlock —explica.

—Sí. Y por eso la tiene aquí con diarrea —insiste la doctora.

—Dirijo una gran empresa y fundé una propia —digo, molesta, y Luca se vuelve hacia mí arrugando el entrecejo—. ¿Está insinuando que no puedo cuidar a un perro o a un bebé? Soy una gran negociadora y empresaria.

Señalo a Sherlock.

»Ayer la llevé a que le hicieran grooming, le pusieran esos lazos rojos en las orejas, y sí —levanto las manos con culpa—, tal vez anoche olvidé darle de comer, pero eso solo me ha pasado —cuento con mis dedos— dos veces.

»Y no es para tanto, a diferencia de una perra poodle, un bebé llora cuando necesita comer.

—Ivanna... —Luca vuelve a intentar callarme.

—Menos mal los bebés solo lloran cuando necesitan comer —le dice la doctora a su asistente con sarcasmo y solo consigue enfadarme más.

—Está insinuando que no puedo cuidar a un bebé —le digo a Luca.

—No puedes —dice él entredientes e indicando con un gesto de su mano que debo parar ya.

«¡No!»

—También he cuidado al hijo de mi amiga Simoné —digo, esta vez cruzándome yo de brazos—. Un crío de ocho o diez años, ahora no recuerdo, que tiene esta altura —suelto mis manos para colocar una a la altura de mi pecho— y está obeso. Y precisamente por eso mismo, cuando la niñera quedó mal y Simoné me lo encargó, le preparé una ensalada de quinoa para comer. ¡Ah, ah!

—Claro. Y porque todo lo que un niño obeso quiere es una ensalada de quinoa —me regaña en el oído Luca para volver a intentar que me calle.

»Y sí, de hecho no se la comió y empezó a gritar «¡Esto es para conejos!», ¿y qué hice?

—No digas «Lo ahogué en el jacuzzi» —dice Luca, cerrando los ojos.

Le dedico un gesto de «¡Ay, por favor!»

—No lo hubiera podido cargar hasta el jacuzzi —le hago ver.

»Le pedí una pizza vegetariana —sigo contando a todos al mismo tiempo que Luca vuelve a arrugar el entrecejo y la doctora continúa atendiendo malhumorada a Sherlock—. ¿Y se la comió? No. ¿Entonces qué hice? —pregunto y no espero respuesta—. Pude ponerlo a correr en mi máquina de ejercicio elíptica, a subir y bajar escaleras o patrocinarle yo misma un entrenamiento militar, ¡pero no! ¿qué hice en su lugar? —Me señalo—. Reaccioné y me dije «Ivanna, tú no eres su mamá, no es tu problema», así que le compré el tipo de pizza que quería para que se callara.

—Y se calló —repite Luca dando por zanjado el tema.

—Pero el punto es —insisto— que pude dejarlo sin comer y no lo hice.

Luca lleva una mano a su cara.

—Una gran madre en potencia sin duda alguna —masculla la doctora.

Esta vez llevo las dos manos a mi cintura.

—Sí. Porque en primer lugar, yo no tendría un hijo obeso.

—Porque olvidaría darle de comer —contesta el asistente de la doctora y esta ríe.

Sin embargo, cuando quiero volver a contestar, Luca me vuelve a coger del brazo para llevarme a la salida.

—Dejaremos a Sherlock en observación, iremos aquí cerca a desayunar y volvemos —les dice y no parecen contentos—. Agregaremos una buena propina —promete y al menos relajan su gesto.

Al salir por la puerta escuchamos a Sherlock volver a ladrar, y, cuando me vuelvo para también pelear con ella, me percato de que tiene los ojos vidriosos, dejó caer las orejas y llora. Cree que la voy a abandonar. Le digo que no tardaré, que solo se quedará un rato y tomando esta pequeña escena con humor Luca vuelve a tirar de mi brazo para que salgamos.

—Sabía que en el fondo se quieren —dice.

—Así suele pasar conmigo —digo, todavía enfadada por las insinuaciones de la doctora—: me odian, pero luego me extrañan.

Luca frunce los labios al tomárselo a título personal, sonriendo le aprieto una mejilla para hacerle ver que bromeo y buscamos algún restaurante cercano.

...

En el restaurante pedimos lo de siempre, él unos Hot Cakes y yo una ensalada de frutas, además de repartirnos un par de aspirinas para aliviar la resaca. Que no es tanta comparada a otras veces, pero si hay sed, cansancio e irritabilidad.

Luca vuelve a bromear con que es más difícil sobrellevar la resaca después de los treinta y le aviento una servilleta.

—No es justo que me criticara de esa manera —me vuelvo a quejar de la doctora.

—Pudiste simplemente reconocer tu error de no haberle dado comida a tiempo a Sherlock, que de todas formas hubiera encontrado la manera de robar quesos y después admitir que cuando repartieron el instinto maternal estabas haciendo fila para pedir un whisky.

Alzo una ceja en dirección a Luca.

—Era un whisky doble.

»Por nada más haría fila —agrego moviendo mi cabello hacia un lado y Luca se suelta a reír.

Como Luca termina de comer antes que yo le digo que pidió muy poco.

—No estoy acostumbrado a desayunar —dice—. Antes mi mamá me ponía comida. Ahora, como me desvelo jugando PlayStation con Alexa o Roy, con tal de dormir más me levanto con el tiempo justo para llegar a Chevalier.

—Por eso tienes gastritis —lo regaño y Luca solo sonríe—. Podrías pedir que todos los días te lleven algo de comer a la oficina. En ese centro comercial hay de dónde escoger.

—No siempre fui gerente de tienda —me recuerda—, así que no siempre tuve el presupuesto para hacer eso, y con el tiempo se volvió costumbre.

—Presupuesto —señalo, seria—. Solo necesitas otra fuente de ingresos. En los negocios eso es importante: no tener una sola fuente de ingresos. Recuerdo que dibujabas. —Aprovecho para sacar el tema procurando mantener un tono natural—. ¿No terminaste ninguna novela para ofrecerla a alguna editorial?

Pues hasta ahora sigue sin mencionar nada sobre La loba.

—No —niega y saco mi codo de la mesa—. Solo me concentré en crecer en Chevalier. Por eso los cursos que tomé en la universidad fueron sobre administración.

—Pensé que al enviarte con Clarissa los dibujos de tu papá...

—Sí. Y gracias por eso. Pero no... No seguí con lo del dibujo.

Devuelvo la atención a mi comida. «¿Por qué miente?»

—¿Tú si tienes otra fuente de ingresos? —pregunta a continuación y sé que puso atención a mi comentario sobre haber fundado mi propia empresa.

—No —miento yo también, pues, si no confía en mí, yo tampoco en él del todo. Debo ser precavida—. Pero estoy en eso.

—¿Ah sí? —Su interés se incrementa.

—Conocí a Omi porque compró el Centro de estética de Victoria y quiero recuperarlo para yo ser la dueña —sigo mintiendo... a medias—. Pero él no me lo quiere vender.

Luca piensa en ello.

—Recuerdo que Rodwell puso a ese lugar como cuenta imposible. Siempre me pregunté por qué.

Enderezo mi espalda.

—Ahora que lo mencionas...

No lo había pensado y, olvidando mi comida, me distraigo pensando en eso.

Y esa, además, es la razón por la que yo tengo gastritis: sin excepción le doy prioridad al trabajo.

—Omi ya había comprado el lugar para entonces —pienso en voz alta—. Rodwell quería tener un acercamiento con Omi.

»Omi tiene mucho dinero y contactos —le digo a Luca que solo fuerza una sonrisa.

Para no quedarme con la duda, busco mi teléfono para llamar a Omi y preguntarle, pero al instante vuelvo a ser consciente de la presencia de Luca.

—Adelante —dice, aunque sin dejar de sonreír con lío—. Negocios son negocios.

—No, no hay prisa —vuelvo a guardar mi teléfono—. Como sea, me dice a cuentagotas la información para poder... —También dejo ese comentario al aire, dadas sus connotaciones o malas interpretaciones.

—¿Para poder verte? —termina por mí Luca reacomodándose en su asiento—. Eso tiene mucho sentido.

»Y por eso se verán hoy en la noche —agrega y le hago ver que no sé de qué habla—. Se ofreció a darte uvas en la boca y terminar de comer contigo los fiambres, ¿no? —me recuerda de mala gana.

—Cierto —digo, dudosa—. Pero no es un hecho.

—Sí lo es —dice Luca, revisando la hora en su reloj—. Tienen mucho que platicar sobre el viaje a Tailandia.

—Eso tampoco es un hecho —aclaro, para volver a llevar esta conversación a donde quiero.

—¿Ah no? —Luca no me cree.

Le dije a Victoria y a Pipo que mi intención es que Luca me pida no ir, que él quiera pedírmelo, pero no lo veo probable.

—Todo puede pasar, ¿no?

—Él mandará por tu pasaporte para conseguirte la visa tailandesa hoy mismo. Te quiere allí —zanja Luca, tensando su sonrisa.

Pero si yo misma le digo que no iré, sabrá que es por él, que aún lo espero y que no quiero tener una relación abierta.

Tal vez solo encuentre un pretexto para no ir. Omi sabrá entenderlo.

—Y tal vez allá acepte venderte el salón —insiste Luca y ese, al igual, es un buen punto.

Porque de querer recuperar el salón de Victoria, de intentar volver a negociar con Omi, negarme a ir a Tailandia no es una opción. Aunque podría citarlo para hablar eso y preguntarle por Rodwell.

—También quieres saber si Rodwell lo contacto e intentó hacer negocios con él —dice Luca, poniendo atención a su teléfono para no verme directo a los ojos—. Así que; sí. Debes ir a ese viaje.

»Revisa tu cuenta en Instagram —me dice enseguida Luca, cambiando de tema y aún con la atención en su teléfono.

Busco de vuelta mi teléfono, los desbloqueo, entro a Instagram y lo veo entre las solicitudes que tengo de seguidores. Como mi cuenta es privada no puede seguirme y por ende tener acceso a mis fotos sin que lo apruebe. Presiono «Confirmar» y lo sigo de vuelta para también poder ver sus fotos. La última es una captura de pantalla de Spotify con la canción «Hawái». Le comento «¡Ay, cállate!» y sé que ya recibió la notificación porque comienza a reír sin dejar de ver su teléfono.

—También te comenté una fotografía que pusiste de Sherlock —dice, volviendo a dejar el teléfono sobre la mesa y al ver el comentario que dejó le lanzo otra servilleta.

»¿Qué mejor manera de afianzar nuestra amistad que esa? —dice, otra vez sonriente—: seguirnos en redes sociales. En especial, en Instagram.

—Sí —digo a secas porque no quiero solo su «amistad», pero se niega a hablar lo que pasó entre nosotros, reduciéndolo en importancia a una mala experiencia que le enseñó a no involucrarse más allá del sexo a pesar de sus actitudes contradictorias.

«¿Dónde vi eso antes?», pienso con sarcasmo.

...

Por más que intento concentrarme en asuntos de Doble R, ver a Sherlock jugando de un lado a otro en mi oficina con los otros arreglos que envió Omi y tener abierto el correo electrónico de «Alguien leal a la jefa» dificulta la tarea.

—Nos avergonzaste frente a Luca —le digo a la perra deseando que hubiera alguna fotografía de Rodwell cerca para que dejara excremento sobre ella. Porque, aunque tengo mucha responsabilidad de lo que me pasa, Rodwell también.

Y puede que la tenga otra vez.

«Sabe que todavía le interesa Luca y este continúa resentido con usted; por lo que, tras una provechosa negociación, Luca accedió a participar en una treta contra usted (en una nueva treta contra usted): Buscará acercarse, le hará creer que quiere volver; pero, a cambio, le pedirá demostrar que su amor por él ahora sí es más importante que Doble R, pidiéndole que acepte el 30% de las acciones que le ofrece Rodwell sin rechistar (ellos saben que usted quiere la mitad).

De lograrlo, una vez usted firme, Luca se reirá en su cara, la dejará y Rodwell le dará dos millones de dólares en compensación».

Termino de releer el correo y echo la cabeza hacia atrás, pensando.

«No tiene sentido».

Luca está haciendo lo opuesto a lo que indica el correo. Lo opuesto. No ha intentado congraciarse conmigo. Ni siquiera quiere mencionar a Rodwell o a Doble R.

¿Y si el mismo Lionel envió este correo a sabiendas de que volvería a ver a Luca para que automáticamente lo rechazara? Por la madre de Luca o Clarissa pudo enterarse que nos volveríamos a ver.

«¡Pero sigue sin tener sentido!», me digo molesta por no entender nada. Lionel no gana ni pierde nada si yo vuelvo con Luca. A menos que Linda o Clarissa le pidieran interponerse. Ellas me odian.

Pero ¿por qué arriesgarse a que yo, molesta por él tramar una nueva «treta» contra mí, me enojase y no acepte su oferta? Él quiere que acepte su oferta. A menos que me la ofrezca con la intención de que no la acepte.

Pero eso sigue sin tener sentido. No quiere que me marche. Me necesita en Doble R. Eso quedó claro en la anterior competencia por el puesto de vicepresidente y su enfado por yo no estar dando el 100% de mi potencial.

Lo mismo pudieron enviarlo Linda o Clarissa con la intención de sacarme de sus vidas para siempre, además de temer que le vuelva a hacer daño a Luca. Tiene sentido, sobre todo porque, Linda en particular, tiene fuertes motivos: Prácticamente la separé de su hijo.

Ellas, por otro lado, tienen acceso a la foto familiar que «Alguien leal a la jefa» adjuntó en el correo. Nadie más.

¿Nadie más?

«¿Alexa?», me digo, removiéndome en mi lugar. Ella del mismo modo pudo tener acceso a la foto y Luca dijo que me tiene en alta estima. Sin embargo, ¿al punto de traicionar a su amigo y revelarme el plan que trama en mi contra?

«¡Pero Luca no ha dado señales de querer hacer nada de eso!», me digo, frustrada. Luca no quiere volver conmigo. Por su actitud, en muchas oportunidades hasta pareció desear que lo odie.

—Sospecho de todos, menos de ti —le digo a Sherlock—. A pesar de que, por encima de todos, eres quien más se está cagando en mi vida.

En eso estoy cuando tocan mi puerta tres veces, sacándome de mis pensamientos.

—Soy yo, jefa —dice Grisel al entrar—. ¡Ay, pero si aquí está otra vez esta hermosa princesa! —exclama feliz al ser recibida por Sherlock saltando en dos patas y la carga.

—Otra vez la llevé a la veterinaria —reconozco.

—¿Le vuelvo a lavar las patas en el baño de intendencia? —pregunta Grisel, revisando a Sherlock y le resto importancia.

Salen más caros mis tacones Weitzman o Miu Miu que mandar a limpiar los sillones del Audi.

Grisel me trae papeles para firmar y un té.

—La vi tensa —dice, entregándome el té.

Bebo un sorbo y lo dejo en el escritorio.

—Quiero que veas algo —digo con más urgencia y me giro hacia el teclado y mouse de mi ordenador para salir del correo y entrar a la página de Amazon.

Busco «La Loba de Luca Bonanni» y en cuanto la tengo en pantalla se la muestro a Grisel.

—¿Ya es Best seller? —pregunta, devolviendo a Sherlock al piso para poder poner más atención—. Sé que en todo Doble R la siguen comprando mucho en formato físico y digital.

—No tengo idea —digo, encogiéndome de hombros—. Pero el punto es que Luca no me quiso decir.

Grisel se sorprende.

—Pensé que me buscó para eso y no. Le di oportunidad para contarme y dijo que solo estuvo concentrado en el trabajo que ya tiene.

—Pero ¿por qué no querría decírselo? —cuestiona Grisel.

—Para todo hoy es un sinsentido, Grisel —digo, mentalmente cansada. Porque encima sigo siendo la única que sabe del correo.

—Pase lo que pase, ni siquiera Luca tiene derecho a hacerle daño, jefa —asegura—. Sobre todo, porque usted ya dejó el pasado atrás y sus intenciones son buenas.

Me muestro cabizbaja y Grisel señala con un gesto de su mano mi oficina.

—Más cuando tiene otros pretendientes —sonríe, cómplice para cambiar de tema y ayudarme a pensar en otra cosa—. ¿Sabía que en Doble R tampoco dejan hablar de esto?

»Hasta el señor Rodwell quería saber quién las envió —me chismorrea en tanto no dejo de pensar qué haría de saber que fue Omi De Gea, el millonario con el que, según mis conclusiones y las de Luca, quiso tener contacto hace años. Y aún me gustaría saber para qué.

¿Es posible que ese y no Luca sea en realidad el nuevo caballo de Troya?

...

Como tengo trabajo propio pendiente, a la hora de salida cojo a Sherlock y soy una de las primeras en llegar al estacionamiento subterráneo de Doble R. Aun así, como a la hora de ir casa realmente no importa quién sea presidente o vicepresidente, coches aparcados alrededor del Audi se apresuran a tomar la delantera en la fila hacia la salida.

Para no estresarme, para distraerme reacomodo a Sherlock en el asiento del copiloto, bebo agua de una botella que encontré en el piso del asiento trasero y reviso mi teléfono.

Tengo un correo del empresario brasileño.

«Debo trabajar en eso hoy».

También tengo un mensaje de Omi avisando que ya tiene mi pasaporte con la visa, uno de Pipo preguntando qué tal me fue con Luca y cómo está Sherlock, y un tercero de Victoria, lo mismo preguntando por Luca; si me pidió no ir a Tailandia o si no lo hizo y finalmente tomé mi decisión.

Y quiero esperar para responder a todos, al entrar al tráfico me aburro horrores y a pesar de tener a Sherlock hoy conmigo será difícil encontrar en qué más distraerme.

Aunque Luca me da suficiente material al entrar a Instagram...

Respingo y aparto cabello de mi cara debido al nerviosismo. Hace una hora publicó cinco fotografías en compañía de una chica. Dos en una sola publicación y tres más aparte. En la primera parecen estar comiendo juntos, en la segunda ella lo besa en la mejilla y en la tercera, cuarta y quinta... En la tercera, cuarta y quinta pasean como si fueran la pareja perfecta.

Aparto la vista de mi teléfono, temblando.

Fue su idea seguirnos hoy en Instagram. O, al menos, seguirme él a mí y yo de idiota lo seguí de vuelta.

Con mis hombros todavía temblando, llevo una mano a mi boca y lloro.

Quiso que viera esto.

Fue intencional.

Aprieto los dientes y me armo de valor para volver a ver mi teléfono y leer los pie de foto de cada publicación.

«Gracias por estar ahí cuando te necesito, eres la mejor».

«Cuando estamos juntos somos besos y caricias». #PasandoElDíaJuntos

Eso no es algo que le pondrías a una amiga.

«Vuelve a decir que eres mi otra mitad».

En las fotos etiqueta a la chica de cabello negro como «Laura M.»

«Ella es una de las mojigatas», me digo, restregando lágrimas de mis ojos. La ex compañera de trabajo, la universitaria o la vecina o... alguien más. A las que no les di tanta importancia.

Me río de mí misma.

¿#PasandoElDíaJuntos? Me mintió. Él no fue a trabajar. Cuando lo dejé cerca del centro comercial regresó a su apartamento para cambiarse y salir con ella.

«Pero ¡qué importa ahora!», vuelvo a llorar.

Hasta la última extremidad de mi cuerpo duele y estoy hecha un mar de lágrimas.

Hasta Sherlock saltó del asiento del copiloto para apoyar sus patas delanteras en mi regazo e intentar lamer mi cara. La cojo para abrazarla y vuelvo a temblar.

Luca quiso que viera esto.

Fue completamente consciente de lo que hacía.

Me quiso lastimar. 


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En la cuenta de Instagram de Luca: LucaBonanni93, están las fotos que describe Ivanna. Pueden seguirlo allá a él y a Ivanna como Ivanna.Rojo.Los dos publican constantemente en sus cuentas, avisan de noticias y cuando hay capítulo ♥

Y a mí:

Twitter: TatianaMAlonzo (Allá comparto adelantos)

Instagram: TatianaMAlonzo (Contenido extra de esta y todas mis historias)

Grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros (Para el desmadre)

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