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17. Llamaditas

Hola otra vez c:

Capítulo dedicado a LunnaDF, mi querida Araceli Samudio, GRACIAS por tenerle tanto cariño a Ivanna y a Luca. 

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17. Llamaditas

Me siento una estrella de la música pop bajando del Audi con mi bolso, botas y esta minifalda puesta, poco menos que Kylie Minogue en su época dorada, pues con unos cuantos tragos encima hasta bailaría Can't Get You Out Of My Head más tarde en mi apartamento. Si bien, yo, vicepresidenta de Doble R, en lugar de toparme con admiradores, hoy desfilo por la acera de una silenciosa calle de un barrio de clase media.

Al llegar a la puerta principal de la casa de la esquina, la de paredes de ladrillo y portón negro, pulso el botón del intercomunicador y una voz familiar contesta «¿Quién?» al otro lado.

—Yo. Ivanna —digo, saludando a la cámara con mi dedo medio, y en consecuencia al «saludo» le sigue una risotada.

No improvisé, ella está al tanto de que vendría; de hecho, acabamos de colgar, y sé que ya está corriendo hacia la puerta.

—¡Maldita puta! —salta a abrazarme Victoria al abrir. Y solo a una amiga de verdad le sonreirías de vuelta luego de llamarte de esa manera. Sobre todo si tiene razón.

En el camino contesté sus mensajes pendientes de WhatsApp, no lo hacía desde anoche antes de llegar al café, y ahora sabe que, además de Omi, me revolqué con Luca y no tengo ni una pizca de culpa

—No merezco otro recibimiento —digo—. Esperemos a Pipo porque hace un minuto dijo que ya está cerca.

Como si fuera posible, a Victoria eso le emociona aún más. Desde que enfermó su esposo Gary no recibe muchas visitas de camaradería, la mayoría son de familia, personal médico o amigos de Gary que vienen a apoyar.

Victoria está relegada a atender.

Pipo aparca su coche cerca del mío y al llegar a la puerta saluda con un beso en cada mejilla a Victoria. Trae con él una botella de Chardonnay, quesos y embutidos, de todo lo suficiente como para distraernos con el chismorreo unas horas.

Para grata sorpresa nuestra, al pasar del vestíbulo Gary nos espera con la intención de saludarnos. «Hoy debe sentirse bien». Está sentado en su silla de ruedas, y, tras de él, viendo de mala manera mi minifalda, se encuentran su madre y su hermana.

Victoria ya me había advertido que están de visita en su casa, es lo mismo cada que deben recaudar fondos, y podría dar una buena razón por la cual no les caigo bien, pero la realidad es que tampoco me he esforzado en conseguir lo contrario. Desde que reanudé mi amistad con Victoria ella misma me puso al tanto sobre lo antipáticas que pueden llegar a ser, y, por lo tanto, no me preocupo en disimular mi desagrado.

No son las primeras, las únicas o las últimas a las que no les caeré bien. Para mí la noticia es que se dé lo contrario.

—Linda minifalda, Ivanna —elogia Gary con amabilidad.

Pero antes de que me acerque a saludar, pues él y yo sí tenemos una buena relación, Victoria retiene mi brazo y con disimulo susurra cerca de mi oído «Eres novia de Omi».

«¿Qué?»

Casi doy un traspié pues no comprendo, pero no dejo de sonreír para no dejar entrever nada, y por fortuna Gary no se percata.

—Dile a Omi que gracias —dice casi inmediatamente cuando me inclino sobre su silla para saludarlo.

Me obligo a no parpadear o dejar de sonreír, y de ese modo me vuelvo hacia Victoria exigiendo una explicación. «¿De qué le tengo que dar las gracias a Omi?»

—Cuando vino hoy por la tarde compró todos los pasteles —dice Victoria.

—¡Compró todos los pasteles! —repito fingiendo celebrar, y mirando constantemente de ella a Gary, pero enseguida viro hacia Pipo con un claro grito de «Ayuda» en el rostro.

Pipo comprende y se apresura a saludar con un apretón de manos a Gary.

—Omi. Sí. Amamos a Omi —señala, uniéndose a la conversación.

—Vino en un coche lujoso y mucho personal de seguridad —dice la mamá de Gary, mientras la hija trata de disimular con una sonrisa más falsa que la mía su molestia.

—Él es así, un fanfarrón —digo.

—Y ese Audi negro es de Ivanna —les dice Gary con insistencia, dando a entender que no es la primera vez que lo aclara hoy.

«¿Qué diablos?». Una vez más me vuelvo hacia Victoria, necesito tener claro en qué me está metiendo, pero su atención está en Gary.

—Ayer estuvimos juntos y dejé mi coche en su casa. Hace un rato me lo devolvió —explico, señalando la puerta en caso quieran ir a corroborar que el coche está de nuevo conmigo.

—La ayuda que Omi da es en representación de su fundación —dice Victoria a todos y mi sonrisa se ensancha.

«¿Fundación? ¿Cuál fundación?»

—Omi lleva un par de años aportando donativos a la investigación de la esclerosis múltiple y al tratamiento de los enfermos —agrega, viéndome con agradecimiento—. Es un gran ser humano.

—Sí. Lo ves y te acuerdas de Jesús —digo, tratando de disimular mi sarcasmo.

—Hace un minuto aseguraste que es un fanfarrón —masculla la hermana de Gary.

—Pero ¿acaso no debió ser Jesús más fanfarrón con lo que hacía? —salta opinar Pipo, procurando llamar la atención de todos.

»Sanaba enfermos —empieza.

—Convertía el agua en vino —lo secundo.

—Y soltaba unos discursos que ¡Guau! —alaba mi amigo—. Cuando participé en la obra Jesucristo superestrella me hacían llorar. «Si he de morir, que se cumpla todo lo que tú quieres de mí. Deja que me odien, que me claven en su cruz » —canta Pipo para contextualizar.

—Y menos mal te deja usar falda —agrega la madre de Gary.

—«Te deja» —repito riendo, sin ganas de contestar algo más al respecto. Porque si lo hago...

—Victoria me dijo que anoche también te ibas a reunir con Luca —me pregunta Gary cambiando el rumbo de la conversación al notar mi molestia. Y yo misma le hablé de Luca. El punto es, ¿por qué Victoria lo mencionó si iba a meterme en este embrollo?

—Sí —digo, nerviosa, y dirigiendo otra amplia sonrisa a Victoria.

—¿Y a Omi no le molesta?

—No. Estoy saliendo con los dos —resuelvo.

—¿Con los dos? —repite la hermana de Gary.

—Sí. Me aburría horrores y decidí que lo mejor era salir con ambos.

—¿Y estar aburrida es una razón para salir con dos tipos? —pregunta la madre.

—¿Acaso hay otra? —digo yo, genuinamente.

—Demasiado deseo sexual —dice Pipo—. Esa es la razón por la que yo salía con dos tipos.

Victoria echa la cabeza hacia atrás riendo, y Gary, del mismo modo, lo toma con humor, de manera que las muecas de desagrado por parte de la madre y la hermana sobran. Más aún, porque ellas preguntaron.

—Y si me aburro puedo conseguir un tercero —agrego cuando las veo emprender la retirada—. ¡¿O están insinuando que no puedo con un tercero?! —les pregunto a Pipo y a Victoria fingiendo indignación—. ¡¿No puedo con un tercero?!

—Claro que puedes con un tercero, Ivanna, y hasta con un cuarto o quinto —trata de «tranquilizarme» Pipo.

—Desde luego que puedes —dice mordaz la madre antes de desaparecer de nuestro campo de visión, y Victoria, cansada de las dos, quiere contestarle, pero tiro de su brazo para evitarlo.

No me importa lo que su suegra o cuñada piensen de mí. Ni ellas ni nadie.

—Me esperarán en la cocina para platicar —le dice Gary a Victoria y ella asiente.

»Me da gusto que te esté yendo bien en todo, Ivanna —me felicita, despidiéndose. Después se despide de Pipo y, empujando la silla, Victoria le ayuda a ir a la cocina con la madre y la hermana.

—«¡Si he de morir, que se cumpla todo lo que tú quieres de mí. Deja que me odien, que me claven en su cruz!» —canta Pipo del musical Jesucristo superestrella, convencido de que la madre y la hermana de Gary todavía pueden oírle.


...


Como no es la primera vez que venimos, no esperamos a Victoria y subimos a la azotea a preparar la mesa. Allí, ella y Gary tienen una cubierta ajardinada con bar y espacio para hacer barbacoas. La utilizaban con frecuencia antes de que él enfermara, incluso antes de que necesitara una silla de ruedas, pero ahora es nuestro lugar para platicar cada que vengo. No obstante, al subir Pipo y yo tampoco comentamos nada del tema «Omi» sin dar primero a Victoria la oportunidad de explicarse. Es extraño que me pida «encubrirla» en algo. Ella ama a Gary, lo he visto, vendió su centro de estética por él.

Es mejor persona que yo, Pipo o cualquiera.

—¿Qué demonios? —le pregunto en cuanto regresa con una copas.

Victoria, o, para mí, mi incondicional «Tori» o «Toria», deja caer los hombros.

—La madre y la hermana de Gary no ven bien que sea amiga de Omi —explica—. En su cabeza, un hombre y una mujer no pueden ser amigos.

—¿Un hombre guapo, adinerado, éticamente casi Jesucristo y una mujer guapa no pueden ser amigos? —apostilla Pipo.

—Una mujer guapa casada —agrega Victoria.

—¿Y qué tiene que piensen eso? —digo.

—Nada. Pero alteran a Gary —sigue explicando—. Y él ya tiene suficiente con la esclerosis. Además, Omi vino a saber de ti.

—¿Y de verdad tiene una fundación? —pregunto.

—¡Sí! —Victoria se altera—. ¡Y de Esclerosis múltiple! ¡¿Qué tiene de raro?! ¡Y me ha dado dinero! ¡¿Y qué tiene de malo?! ¡Tú me has dado dinero! ¡¿Él no puede por ser hombre?!

—No he dicho eso —digo, levantando las manos para que se calme.

Y agrego:

»A-además, me acosté con él y te lo dije. No estarías tan tranquila si ustedes dos tuvieran algo, ¿o sí?

Victoria se deja caer en una silla, nos sirve Chardonnay a los tres, bebe de su propia copa y enseguida empieza a preparar canapés con los quesos y los embutidos.

—Estoy cansada —dice—. No puedo tener un amigo sin que los demás piensen mal.

—Nosotros no pensamos mal, ¿verdad, Pipo? —digo, volviéndome hacia a Pipo, pero él está ocupado olisqueando el Chardonnay.

—Y dices que quería saber de Ivanna —dice Pipo al terminar de beber.

—Sí. Quería devolverte el Audi y no contestabas tu teléfono —me dice Victoria a mí.

—Estaba con Luca —justifico.

—Sí. Me dijo eso y vino a averiguar quién es. Dice que te oyó follar con Luca.

Alzo los hombros.

—Y qué. Luca también me oyó follar él. Están a mano —resuelvo sin dar importancia y Pipo comienza a carcajearse—. ¿Qué? —digo, sonriéndole.

—Eres una cerda —dice Victoria, empujando la copa con Chardonnay en mi dirección para que también beba—. Y salud por eso —agrega para que brindemos. Y eso hacemos. Los tres.

»Y salud por eso —vuelve a decir, sirviéndose más Chardonnay y apretando los labios al mismo tiempo que contiene las ganas de llorar.

—¿Qué te pasa? —pregunto.

—Fue un día largo. Iré por otro plato para colocar ahí los embutidos —justifica, incorporándose para enseguida volver a bajar a la cocina.

—¿Qué opinas? —le pregunto en voz baja a Pipo cuando Victoria se marcha.

Pipo termina de olisquear por segunda vez su copa con Chardonnay, se incorpora y camina hacia la alacena del bar para sacar de allí un plato y seguir acomodando él mismo los embutidos.

—¿Acaso un hombre guapo, adinerado, éticamente casi Jesucristo y una mujer guapa casada no pueden ser amigos? —pregunta Pipo como respuesta y, olisqueando yo misma mi Chardonnay antes de beber de la copa, solo lo veo colocar sobre el plato los embutidos. 


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7u7

En mi cuenta de TikTok (Me encuentran como TatianaMAlonzo) dejé vídeos míos imitando a Ivanna y de la canción «Oso, Oso» de Pru para que sepan cómo suena con entonación D: Y de antemano gracias por también seguirme allá ♥

Twitter: TatianaMAlonzo 

Instagram: TatianaMAlonzo 

Grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros 

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