17. 5. Llamaditas. Parte 2
Actualicé la primera parte de este capítulo el martes, en caso de que Wattpad aún no les haya notificado c:
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17. Llamaditas. Parte 2
Al volver Victoria, le platico a los dos lo sucedido desde que llegué a la casa de Omi, cuando recibí la supuesta cancelación de Luca y, en consecuencia, Omi y yo nos pusimos a follar en su yate y Luca llamó.
Se me crítica la audacia de contestar una llamada en pleno acto sexual, vuelvo a explicar mis motivos y procedo a relatar mi atropellada cita con Luca. De cómo pareció no importarle que haya estado con Omi, sus insinuaciones y la maratón de sexo de «reconciliación» que comenzó en el Corolla; el hecho de que intentó no dormir conmigo, la minifalda, las «condiciones» para ser su «amiga especial», The Winner Takes It All y, por último, la escena de celos con Omi.
—Ve con Omi a Tailandia —opina Victoria y, aunque en un primer término no miro a Pipo, sé que posiblemente esté pensando lo mismo yo.
Si Victoria quisiera a Omi, no me lanzara con tanta seguridad hacia él. O pudo tratarse de algo fugaz, si ya pasó; o quiere alejar la tentación.
—No —digo—. Acepté frente a Luca para no humillarme yo sola, para no darle de entrada una demostración de lealtad cuando para él solo soy su «amiga especial» —hago las comillas con mis dedos—. Pero, si durante la semana lo nuestro prospera, no iré a Tailandia.
—«Si lo nuestro prospera» —repite Pipo, pensativo.
—Durante el intercambio de palabras con Omi, Luca no pareció estar dispuesto a dejarme ir a Tailandia.
—«A dejarme ir» —repite Victoria, mordaz—. Allá abajo te molestó que la mamá de Gary cuestionara si Omi te dejaría ponerte una falda.
—Es diferente —señalo—. Ni Omi, ni Luca, ni nadie puede decidir si me pongo o no una minifalda, pero no quiero que Luca me deje ir a Tailandia... No quiero que Luca me deje ir —recalco.
—Tal vez ya te dejó ir —dice Pipo.
—No —digo, sirviéndome más Chardonnay—. No hubiera vuelto.
—A lo mejor quiere probarse cosas a sí mismo.
—Pues no lo va a conseguir —decido—. Hoy temprano, cuando me vi en el espejo de su baño, me prometí que le iba a recordar que a mí no me puede rebajar a una amiguita especial. Yo le enseñé este juego. Solo no debo perder el control... literalmente. De nuevo debo estar al mando.
—Ya no es tu asistente.
—Ya no. Pero sin problema volvió a llamarme «Jefa» cuando subí unas escaleras dándole vista total a mi entrepierna.
ȃl me ama.
—O solo te desea —dice Pipo para no permitir que me ilusione del todo—. Te extrañaba como amante. Tú misma lo dijiste: seguramente solo se acostó con mojigatas.
—Lo que sea. Pero no seré solo una amiguita especial —digo, molesta—. Volveré a ser lo que... era.
Estoy con mis dos mejores amigos, puedo llorar, ni Pipo ni Victoria me juzgarán. Pero no quiero. No puedo permitirme ser una presa si lo que quiero es salir a cazar.
Y soy buena cazando. La mejor.
—Volveré a ser lo que era para él —digo, conteniendo tras mis ojos las infinitas ganas de llorar.
Solo yo sé cuánto dolió que me bajara al nivel de sus otros acostones, no me llame «Ivanna» o que no me quisiera hacer Hot Cakes con flores.
—¿Qué harás entonces? —pregunta Victoria.
—Ver qué pasa en la semana —trato de explicar—, si le importa que me vaya con Omi o no, si...
Mi teléfono suena, interrumpiéndome. Y creyendo que puede ser Grisel, algún ejecutivo o el mismo Rodwell preguntando por la reunión de mañana, lo saco de mi bolso para apagarlo, pero no. Es Luca.
Es... Luca.
Respingo, les muestro la pantalla a Pipo y a Victoria y me apresuro a contestar.
—¿Sí? —No pretendo esconder mi sorpresa.
Mi tono es mitad expectativa, mitad regocijo. Luca llamándome. Me ignoró dos años.
—¿Qué tal? —dice—. Perdón por marcharme de esa manera.
—Totalmente comprensible —digo, procurando sonar tranquila al mismo tiempo que paso de una mano a otra el teléfono, pues Pipo no deja de suplicarme poner la llamada en altavoz.
Niego con la cabeza.
—El tipo me sacó de mis casillas —dice Luca.
—Es su especialidad.
Como me niego a poner el altavoz, tanto Pipo como Victoria saltan sobre mí para pegarse lo más que pueden al teléfono y así poder oír.
Los empujo hasta que me tumban de la silla y los tres caemos sobre la azotea uno encima del otro, junto con una copa de Chardonnay y el plato de embutidos.
—¿Qué fue eso? —pregunta Luca.
Le digo la verdad:
—Se cayó un plato.
—¿Ya... llegaste a tu apartamento? —pregunta ahora y Victoria, por su posición, consigue escuchar eso.
—Quiere saber si aún estás con Omi —gesticula con rapidez en mi dirección—, dile que no, que no estás en tu apartamento y que él solo imagine lo demás.
Y aunque Pipo no oyó, lo supone y apoya con un gesto afirmativo la noción.
Miro de él al teléfono, los segundos siguen corriendo con Luca esperando, y no digo nada de inmediato, me pongo de pie y... pienso.
Y tomo mi decisión:
—No, no he llegado a mi apartamento —digo y tanto Pipo como Victoria me quieren aplaudir—. Estoy con Pipo y Victoria... en casa de ella —agrego para desilusión de los dos.
Luca no dice nada en seguida, hasta temo que haya colgado, pero cuando veo la pantalla del teléfono el tiempo sigue corriendo.
Es de las respuestas más consideradas que le he dado, antes le hubiera gritado que no le importaba o, sin reparos, hubiera seguido con Omi.
—¿Tú dónde estás? —pregunto para darle la oportunidad de que ahora él me trate mal.
Incluso cierro los ojos, me mentalizo lo letal que será y espero. Pero los segundos siguen corriendo sin que Luca aún conteste nada.
—Alexa y yo jugamos Fortnite los domingos con Volován, Ensalada, Pastel de carne y otros chicos —dice finalmente y siento alivio.
Y, de ahí que, también sorprenda a Pipo y a Victoria cuando empiezo a caminar por la azotea y me alejo de ellos para poder hablar.
—Suena a juego mecánico en un parque de diversiones —le digo a Luca, más tranquila—, uno que marea mucho.
Él ríe en voz baja, tomando con humor el hecho de que seguro «Fornite» no es nada de eso.
—Es un juego en línea —corrige y por su tono sé que sonríe—. Juegas en equipo, debes cumplir objetivos y con eso subir de nivel.
—Si se la pasan tan bien como en los juegos del rol, como la vez que nos reunimos en la bodega, es entendible que les guste.
Luca tarda otra vez en responder; sin embargo, en este caso no es un silencio incómodo.
—Me alegra que tengas buenos recuerdos de eso.
—Brillé ese día como reina sanguinaria.
—Fuiste la estrella, exjefa. Facilitaste a todos sentir que de verdad estaban en la Rota.
—No sé si tomar eso como un halago.
Cuando llego al borde de la azotea me apoyo en la barandilla, me giro para poder seguir viendo la cubierta jardineada y de esa forma sigo hablando con Luca.
Pero, una vez más, los dos guardamos silencio.
Ni Pipo ni Victoria han apartado la vista de mí, me escudriñan como si me desconocieran, y, a la vez, esperaran respuestas. Victoria, en especial, gesticula en mi dirección que no olvide mi plan de intentar averiguar si a Luca le importa o no que me marche con Omi a Tailandia.
—¿Y a tus amigos no les importa que aún no regreses al juego por estar hablando por teléfono? —le pregunto para que no se sienta mal por terminar pronto la llamada.
—Escucha esto —dice con diversión, y de primero escucho una puerta abrirse—. Alexa, en cuanto termine aquí regreso a la partida.
—¡Púdrete mandril mononeuronal con implantes de silicona en el trasero!
Ahogo una carcajada.
—¿«Mandril mononeuronal con implantes de silicona en el trasero»? —repito, mientras al otro lado Luca vuelve a cerrar la puerta.
—Sí. Cuando está de buen humor soy un simio culón y cuando está molesta un mandril mononeuronal.
—«Con implantes de silicona en el trasero» —recalco.
—Sí. —Luca vuelve a reír.
—La lógica, según Alexa.
—La lógica y las relaciones interpersonales, según Alexa —rectifica.
»¿Y... a tus amigos no les molesta que estés al teléfono? —pregunta a continuación.
De vuelta viro mi atención hacia Pipo y Victoria.
—No. —Platican entre ellos en lugar de verme a mí—. De momento, nuestra única misión en equipo es acabarnos una botella de Chardonnay al mismo tiempo que una bandeja de queso brie, fruta y embutidos.
—Eso me trae a mí recuerdos —continúa riendo—. Pero ahora ya sé maridar vinos. Tomé un curso.
—¿En serio?
—En realidad vi vídeos en YouTube —aclara y es mi turno para reír—, pero Anette también me ha dado buenos consejos durante las galas de Chevalier, y, ya que lo mencionas, el Chardonnay, en particular, me gusta con salmón y camarones.
—Voilà —lo elogio y corresponde conteniendo otra risa. Con suerte hasta se haya sonrojado.
»Me encantaría que estuvieras aquí —agrego y de nuevo hay silencio. «Dile más», me animo—. De-de verdad te gustaría. Victoria tiene una cubierta ajardinada en su azotea, con bar y un asador para hacer barbacoas.
«¿Por qué lo digo nerviosa?»
Luca aún no dice nada.
—También hay una mesa... Bueno, el bar tiene una mesa, pero aparte está la que se usa para las barbacoas, esa es más amplia y... como no tiene techo puedes ver el cielo. Se ve maravillosamente cuando es de noche. Ves... las... estrellas.
«Habla más rápido», me recrimino.
—Es que el bar si tiene techo, por eso de que ahí están las botellas, algunos platos, vasos y la madera que utilizaron para hacerlo es fina.
»También hay plantas aéreas, cactus, lámparas...
—Tierra —dice Luca—. Por aquello de que es un jardín.
—Sí —digo, feliz de que haya contestado—, hay tierra y... —Pero pronto me doy cuenta de lo que intenta.
—Y hay sillas, supongo —agrega.
—Sí. Y piso —mascullo molesta, pero aún divirtiéndome—. Ya sabes, para caminar en las partes donde no hay tierra con césped y plantas.
—El césped y las plantas son importantes en una cubierta ajardinada —dice Luca con el mismo tono sarcástico, pero que detrás esconde una sonrisa.
Coloco entre mis manos el teléfono y finjo ahorcarlo.
Después, al volverlo a colocar en mi oído, escucho el tintineo que hace una cuchara al tocar vidrio y otra puerta abrir y cerrar.
—¿Qué haces? —pregunto, frunciendo el ceño.
—Maridando leche de almendras con Froot Loops. Tengo hambre.
—¿Leche de almendras? Guau.
Luca habla con la boca llena.
—Yo tomo de la normal, esta es de Alexa y solo esa le quedaba. Teníamos que ir ayer al supermercado. Cuando se dé cuenta de que me la acabé seré un babuino con almohadas en las nalgas.
—Entonces, ¿entre más enfadada está ella tú tienes más grandes las nalgas?
—Sí. Básicamente.
Vuelvo a escuchar el tintineo de la cuchara contra el vidrio.
—Te he visto desnudo —digo, arqueando una ceja—. No tienes tan grandes las nalgas.
—Pero mientras las tenga más grandes que ella seré un babuino.
Cubro mi boca para no ser escandalosa al reír, y creo que Luca hace lo mismo porque, al volver a dejar caer la cuchara contra el vidrio, el ruido es más escandaloso.
Miro a Pipo y a Victoria antes de continuar con la llamada, su interés de nuevo está en mí y claramente aún soy un dilema para ellos. No obstante, para limar asperezas y, valiéndose del formidable ángulo que tiene de mis piernas, Victoria saca su teléfono para tomarme fotografías.
Recuerdo que al bajar del Audi me sentí Kylie Minogue y le ayudo bailando Can't Get You Out Of My Head para que tenga aún mejores poses.
—¿Qué tal los Froot Loops? —le pregunto a Luca al mismo tiempo que bailo.
—Al menos me quitaron el hambre.
—Eso también dirá cualquiera que mire mis fotos en minifalda —digo, conforme.
Porque para estar realmente satisfechos, tendrían que poder tocar y ver lo que hay debajo.
—¿Qué fotos en minifalda? —pregunta Luca.
—Las que me está tomando Victoria mientras bailo Can't Get You Out Of My Head.
Al termino de decir eso, me coloco de espaldas a la cámara y con teléfono en mano finjo levantar algo.
—¿Y qué puedo hacer para obtener esas fotografías? —pregunta Luca, travieso, y eso buscaba.
—¿Qué propones? —Y, aunque dejo de posar, en mi mente sigo cantando Can't Get You Out Of My Head—. ¿Acaso no tuviste a la mejor maestra en negociación?
—De acuerdo. —Lo escucho volver a hacer girar la cuchara dentro del tazón de cereal—. Cenemos el martes. Te diría que mañana, pero los lunes son complicados para mí por no trabajar domingos y sé que tú tienes reunión de ejecutivos.
Me inclino hacia adelante al recibir aplausos por parte de Pipo y Victoria por lo bien que posé.
—Y después nos acostamos —le reclamo a Luca.
—¿Por qué lo dices como si no esperaras lo mismo?
«Este chico aumentó en un 500% la confianza en sí mismo», sonrío.
—Sin duda también quiero eso —digo, de acuerdo—. Pero es algo que beneficia a los dos. Tú tendrás mis fotos en minifalda, ¿cuál es mi ventaja particular?
—Elegir el lugar. —Lo dice tranquilamente.
«¿Ese es el valor que pongo a fotos mías en minifalda?», digo a mis adentros, mordaz. Pero al volver a ver a Pipo olisquear el Chardonnay la decisión está tomada.
—Trato cerrado.
—Quiero mis fotos —dice antes de colgar.
«Sí, aún tengo ese efecto en él», pienso, triunfante, con la confianza en mí misma igualmente aumentando un 500%.
—Pásame las fotos —le digo a Victoria al volver a la mesa.
—Cien a que se las envía a Luca —le dice Pipo.
—Me oíste decírselo —le recrimino.
—Doscientos —sube su apuesta y hago girar mis ojos.
—Pues Omi ya las tiene —dice Victoria y, volviéndome hacia ella, dejo caer abierta mi boca.
—Yo estoy en contra de prostituirte —opina Pipo, serio—. A menos no a un mal precio —agrega, malévolo, y vuelvo mi boca abierta hacia él.
»Tendría que ser, cuando menos, un viaje con todo pagado a Tailandia —sentencia.
—Así que, ¿qué decidiste luego de esa llamada? —me pregunta Victoria, pareciendo ansiosa de enviarle una foto de mi pasaporte a Omi—. ¿A Luca le importa o no le importa que te vayas con Omi a Tailandia?
—Lo sabré el martes —suelto, segura.
Y también les platico que Luca me invitó a cenar con la promesa de después acostarnos, dejándome a mí elegir dónde; y que no importa realmente dónde será, como el hecho de que el menú incluirá lencería, lubricante en gel, y vinos tintos y blancos, en especial el número siete y Chardonnay.
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Es hora de volver a subir la temperatura xD Y, como siempre, estaré dando adelantos en mis redes sociales ↓
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