14. Luca no quiere un Golden Retriever
Capítulo dedicado a bluhlane ¡Gracias por unirte al mame en lugar de al drama!
5,500 palabras tiene este capítulo y esta siendo publicado dos días antes de tiempo, así que de antemano agradezco de corazón sus votos y comentarios c':
*Leer el capítulo escuchando esa canción de Billie Eilish (multimedia) es otro nivel. La canción se llama Ilomilo por si no les aparece.
*se persigna*
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14. Luca no quiere un Golden Retriever
Para poder bañarme, cambiarme, peinarme y maquillarme otra vez y así llegar a la cita a tiempo, acepté que Omi me prestara su helicóptero y hace una hora aterricé en el helipuerto de un hotel a cuatro calles de mi edificio de apartamentos.
Dejé el Audi en casa de Omi y pedí un taxi, y pude pasar del estacionamiento y salir del edificio directamente por el vestíbulo, pero antes quise verlo.
Está aparcado en uno de los últimos lugares del estacionamiento, entre los que no están a la vista porque no se ocupan y si no preguntas parecen olvidados. Paso una mano por encima de la lona que lo recubre. Si la levanto un poco puedo ver la parte baja de sus neumáticos y el borde de su carrocería de acero color rojo.
Dejo caer la lona otra vez y regresando sobre mis pasos esta vez sí salgo del edificio por el vestíbulo.
En el camino repaso mentalmente las líneas que preparé. No me atreví a pedirle ayuda a Pipo, pero yo misma traté de preparar una disculpa convincente y material para desviar de ese tema la conversación:
«Ni lo conozco».
«Había bebido demasiado alcohol».
«Es sábado».
«Es tu culpa por no aclararme que no era una cancelación».
07: 11 P. M.
El taxi me deja frente a la entrada del centro comercial. Bajo de este con la cara alzada y manteniendo la espalda recta. Acomodo de mejor manera el bolso en mi brazo y agitando hacia un lado mi cabello avanzo hacia Café y letras.
Hay una entrada desde la calle, pero, como estoy segura de que Luca espera verme entrar por allí, para antes estudiar el terreno resuelvo entrar desde el centro comercial.
Me veo en el reflejo de los escaparates del Café antes de entrar. Me planché el cabello, me pinté los labios de rojo, me puse un vestido de lana color gris que cae sobre los muslos, más un bolso, cinturón, medias negras y botas altas de cuero.
La idea era venir por completo de cuero, no solo las botas, pero los planes cambiaron un poquitín desde hoy por la mañana.
El Café está lleno a la mitad, la mayoría con gente husmeando en libros, y Luca se halla sentado casi en el centro, solo en una mesa pequeña, revisando su teléfono móvil en una mano mientras con la otra pica con un tenedor un pie de queso. Tiene dos en el plato más un vaso de jugo de naranja.
Aún viste de traje, este es casi negro con una camisa blanca debajo, pero ya no trae puesta la corbata.
Repara en mí cuando me encuentro a un metro de su mesa. Despacio me ve de pies a cabeza de una forma que me hace sentir más confianza y con un gesto cordial se levanta de su asiento para recibirme.
—¿Cansada? —bromea y no puedo dejar de verlo.
Sobre todo porque sorprendentemente está sonriendo.
Y espero a que se retracte, le doy tiempo de hacerlo en lo que tomo asiento frente a él, pero no sucede, ni cuando termina de acomodarse en su propio lugar lo hace.
De modo que, sintiendo una punzada en mi estómago, intento contar hasta diez conteniendo lo más que puedo el enojo, pero de nuevo soy un volcán y mi rabia lava subiendo de mis intestinos a mi boca.
—¡Sí, y adolorida! —grazno—. ¡No tienes idea del tamaño de la tranca que me metieron! —agrego, ejemplificando con mis manos un espacio semejante al de mi antebrazo.
»¡Intenta pasar algo del tamaño de un plátano macho por un agujero del tamaño de un limón!
Luca arruga el entrecejo.
—¿Por qué? ¿No te lubricó? —Su calma solo me sulfura más.
—¡Como paleta de helado en pleno verano chorreando crema —le contesto—, pero de todos modos me dolió!
»¡Lo mismo la mandíbula! —agrego y Luca abre con asombro los ojos aún sin estresarse—. ¡Tuve que estirar lo más que pude mi boca! —La abro—. ¡Porque aquí me golpearon sus huevos! —digo, dando golpecitos con mis dedos a la parte superior de mi barbilla—. ¡Aquí!
—Ojalá mañana no tengas problemas con las amígdalas, exjefa —comenta Luca, «preocupado».
¿«Ex...»?
Me inclino sobre la mesa:
—No lo creo —hablo con los dientes apretados—, me sacó hasta los mocos atorados de resfriados que tuve el año pasado.
—Que considerado. —Luca coge de vuelta su tenedor para continuar comiendo su pie de queso.
—Y no te debo ninguna explicación por ello.
No deja de ver su pie.
—No te las estoy pidiendo.
Contengo el aliento.
«No, no me odia hasta GN-z11, con suerte sabe que existo y eso es peor».
—Me estaba satisfaciendo al punto de casi ponerme a mil —mascullo.
Luca alza la vista de vuelta hacia mí.
—Y sin embargo, cuando te llamé contestaste.
Aprieto mis manos.
—Fue un impulso —lo digo casi escupiéndolo—. Esperé cualquier muestra de vida por parte de ti durante dos años. Quería hablar. Y pensé que él iba a parar, usualmente eso haría alguien normal, pero de verdad lo estaba gozando.
—Eso oí. ¿Por qué se cambiaron del taburete?
—La cama era más cómoda y amplia —mascullo, mirándolo con odio.
—¿Estaban en un hotel? —Vuelve a su pie.
—Un yate.
—Uau. —Parece querer reír—. ¿Y a Marinaro no le molesta?
—Ya no estamos juntos.
Echa la espalda hacia atrás «sin poder creerlo».
—Lo último que supe es que se iban a casar.
—Terminamos casi de inmediato.
—¿Por qué?
Entrecierro mis ojos:
—Eso no te lo voy a contestar.
—De acuerdo. —Mete en su boca otro pedazo de pie—. Y el tipo de hoy, ¿es nuevo?
—Se llama Omi De Gea, en un tailandés deportista extremo, lo conocí el jueves por la noche en una cena.
—¿Y hoy ya se acostaron? —coge una servilleta de papel para limpiarse las manos— Te admiro, exjefa.
—¡Vete al diablo junto con mi orgasmo frustrado! —digo, molesta, y me pongo de pie de golpe dispuesta a marcharme.
¡No lo pienso soportar!
Sin embargo, se apresura a atrapar la mano que tengo apoyada en la mesa con la suya... dejándome sentir su maldito calor.
—Siéntate —pide, sin apartar sus ojos de los míos—. Pide algo —propone, llamando con un gesto de su mano a la mesera.
Vuelvo a tomar asiento sin dejar de verlo.
Luca libera mi mano y continúa comiendo. Lo hace diligente, ya está a la mitad del primer pedazo de pie.
Pero, demandando su atención, ni siquiera le doy tiempo de hablar a la mesera.
—No voy a ordenar nada —digo.
—Tráigale un pedazo de Red Velvet y un licuado de papaya. Eso le gusta —ordena Luca, restándole importancia a mi «rabieta».
Abro y cierro mi boca sin saber qué más decir.
Ni siquiera traje Post-It.
Él está como si nada.
—Perdón que no te esperé, tenía hambre; no tuve tiempo de almorzar, hoy tuve mucho trabajo —explica.
—Te va a dar gastritis si no comes a tus horas —digo, seria.
Él, de nuevo sonriente, mete una mano en el bolsillo de su saco y extrae de este un frasco con píldoras de Lansoprazol.
Miro del frasco a él con temor.
—Aún no es grave —asegura, sin perder el buen humor.
Espiro y trago saliva, fracasando en no parecer afectada. No me controlé y de nueva cuenta lo he arruinado. Alzo la cara, y con dolor que disfrazo de orgullo la desvío hacia un lado tratando de concentrarme en un punto lejano, fingiendo mal no sentirme una imbécil.
Fingiendo mal no sentirme de nuevo una imbécil.
Ya no le importo.
¿Esto... es en definitiva el adiós?
El temblor en mis labios me delata, mis gestos involuntarios y mis ojos llorosos, ¡puedo sentirlos! Desde antes que se marchara le gritan lo que mi boca no. No obstante, lo que diga no importa nada.
Ya no.
Cansada de mí misma, acomodo hacia un lado mi cabello sin dejar de ver en otra dirección.
—¿No me vas a preguntar por mi día? —pregunta Luca con calma.
—No —mascullo y ahí voy otra vez.
—Oh.
Parpadeo muchas veces.
—O mejor sí, pero no sobre tu día —decido, todavía hablando con los dientes apretados—. ¿Has tenido mucho sexo los últimos dos años?
Luca arruga el entrecejo.
¿Por qué?
¿Qué dije mal?
Él me preguntó por mi vida sexual, la cual ha sido vasta y polémica, y ahora yo quiero saber, aunque me duela, sobre la nueva chica que dibuja; a quien posiblemente ame y saldrán más tarde por la noche y hasta se van a casar.
Debe llamarse Kim, Cindy o Abi, y es estudiante de dibujo, maestra de preprimaria, enfermera de pediatría o hasta medallista olímpica.
Él pasa los fines de semana en casa de sus padres haciendo barbacoas, planean dónde pasar las vacaciones de verano, cumpleaños, Navidad y Año nuevo.
Él le regala flores y ella a él camisas.
Pasean juntos en bicicleta, nadan y en su sala tienen una fotografía practicando senderismo.
En unos años comprarán un Golden Retriever al que llamarán «Toby».
En alguna cena bromearán sobre qué nombres le pondrán a sus hijos, ella propondrá el nombre del papá de él y él el de la mamá de ella.
Entonces empezarán los planes de boda: él se lo pedirá en una cena con velas, ella dirá que sí y la fotografía de los dos mostrando el anillo llegará a dos mil Me gusta en Instagram, Facebook y en Twitter la citarán escribiendo #Goals.
Dos meses antes de la boda engancharán una casa de clase media alta que pagarán entre los dos durante veinte años.
En la despedida de soltera las amigas de ella se pondrá suéteres que digan «Squad de la novia».
Él le empezará a decir de apodo «Bambi» o «Mi estrellita».
El día de la boda todo será perfecto; la iglesia, la recepción y el trencito de baile que formarán sus amigos hasta la madrugada. Inclusive entre todos le pagarán a los del sonido para que los dejen bailar dos horas más.
... y llegará la noche de bodas. Él la entrará cargada a la suite del hotel, y no habrá nada nuevo porque ya lo habrán hecho mucho para entonces; pero, aun así, será mágico: pétalos de rosa, velas e incienso.
Él la pondrá en la cama y le sacará el vestido despacio, habrá risas e intercambio de anécdotas sobre la boda.
Y empezarán a hacerlo, primero con solo amor y después con deseo. Entonces él, para variar un poco, le pedirá que se deje dar por el culo y ella le dirá que no. Y ahí es cuando él recordará a su exjefa Ivanna Rojo, que, para ese momento, estará alcoholizada bailando solo en tanga en algún balcón de Tailandia.
—Define «Mucho sexo» —dice Luca, sacándome de mi ensoñación.
—Defínelo tú —devuelvo.
¿Y por qué sonó a reclamo? «Cálmate, Ivanna», me recrimo, «¡CALMATE O LARGATE!»
Tiene derecho a follar con otra. A volverse loco por otra. Lo tiene.
Pero Luca arruga aún más el entrecejo, pensando.
—Lo normal, supongo —contesta, pero estoy lejos de encontrar algún tipo de alivio.
—¿Has tenido muchas parejas?
No quiero oír, me duele, pero necesito saberlo. Me es imprescindible saberlo.
—Algo.
—Háblame de ellas.
Intenta recordar.
—Una vecina, una chica que conocí el año pasado en la universidad... Sí, tomé un par de cursos más en la universidad —me explica y me digo: «Sabía que había una universitaria»— y también una ex compañera de trabajo.
—¿Excompañera? —remarco «Ex».
—Sí. Las cosas no podían seguir igual luego de que me ascendieron, va en contra del reglamento, ella no lo entendió, me metió en problemas —Él esboza una mueca— y como gerente pedí que la trasladaran a otra tienda.
—¿Le hiciste eso a tu novia?
Luca no parece comprender a qué me refiero.
—¿Mi novia? —inquiere.
—Sí. Tus novias... tu novia.
—¿Quién habló de novias? —dice y me quedo helada.
La imagen de las barbacoas, el Golden Retriever, la foto con muchos Me gusta en Instagram y la de la boda, explotan como globo pinchado con alfiler en mi mente.
Hasta me remuevo en mi lugar olvidando la incomodidad que sentí al empezar a preguntar.
Y de nuevo no dejo de ver a Luca durante varios segundos, ni él a mí. Sin embargo, rompe sutilmente el contacto cuando le da un trago a su jugo.
—¿No sales oficialmente con nadie?
—No. —Hasta le causa gracia—. ¿Tú sí?
—No. Pero yo soy yo —Casi lo tomo como invasión de mi espacio personal.
—Pues tenías razón en que es mejor no involucrarse —explica.
Estiro mi espalda.
Y no sé qué cara hago, pero Luca se apresura a tranquilizarme.
—No pasa nada, exjefa. Estamos en la misma sintonía ahora —asegura y me apresuro a cerrar mi boca al notar que ni siquiera estoy salivando.
»Solo me preocupa tu orgasmo frustrado —agrega y que me parta un rayo.
Me vuelvo a sentar derecha en tanto lo sigo mirando comer de su pie.
—Entonces, ¿nada de citas, palabrería cursi, fotos de pareja en Instagram, regalitos de 9,99 o... dibujos?
Luca se muestra serio ante la mención de los dibujos.
—No.
Por fortuna la mesera regresa con mi comida, la recibo y me apresuro a partir en cuatro el Red Velvet y a darle un trago al licuado de papaya, y, con eso, ocupar en otra cosa mis ojos, mis manos... aunque no del todo mi mente.
«¿En serio no quiere un Golden Retriever llamado Toby?»
Luca no deja de mirarme manteniendo una chispa de satisfacción en el rostro, lo sé porque cada tanto levanto la vista hacia él.
... y pareciera estar... esperándome.
Como medida de escape, pues aún no sé qué decir, cada tanto giro la cabeza hacia los lados; pero ahí tampoco estoy a salvo: dos señoras sentadas en una mesa a mi derecha no dejan de esbozar expresiones de incomodidad al verme.
—Te escucharon —dice Luca con un susurro.
Dejo caer mi tenedor con enojo.
—Aquí tenía sus huevos —repito en voz alta palmeando la parte superior de mi barbilla en dirección de las señoras para su horror, y cuando me vuelvo otra vez hacia Luca él de nuevo está sonriendo.
—¿Qué? —sueno retadora—. ¿También quieres ahí tus huevos?
—Mis huevos ya han estado ahí, exjefa.
—Y quieres que se repita.
La sonrisa de Luca se ensancha.
Que me parta un rayo otra vez.
—¿Por qué me buscaste? —pregunto ahora.
—Esa pregunta tiene muchas respuestas.
—Te escucho.
En cuestión de segundos cambié mi actitud de exnovia llorona a negociadora.
—Primero, porque necesito tu experiencia —Mientras habla tiro de mis labios, sonriendo; pensando que quizá solo yo lo estoy malinterpretando, pero Luca me sigue casi de inmediato— laboral —remarca, los dos sin dejar de juguetear con nuestros propios pensamientos.
»No obtuve el puesto de Gerente de tienda sin ganármelo, estoy dándolo todo allí, por eso me inscribí a más cursos en la universidad y quisiera contar con más experiencia en administración.
—Dalo por hecho —prometo y asiente.
—Lo segundo es saber cómo estás.
—Bien, papá.
Luca ladea la cabeza hacia un lado.
—Lo digo en serio. Y lo tercero es...
Duda si hablar o no con la verdad o simplemente duda, pero no con la timidez que acostumbraba, ahora solo se limita.
—Quieres follar —digo en voz baja, muy baja, casi susurrando, pero mi actitud es de complicidad.
Cierra la boca con remordimiento.
—No quieres citas, cenas, Golden Retrievers o peluches de 9,99, quieres que te dejen dar por el culo.
—Siempre tan directa.
—Sí. Cuando se trata de sexo o negocios soy Tarzán en la selva.
—Estoy...
—Aburrido —termino por él, colocando mis manos sobre la mesa para entrelazarlas.
—Ivanna...
—Suficiente de mojigatas; quieres una zorra.
—¿Qué te hace pensar que solo salí con «mojigatas»?
Es mi turno de estirar el cuello y sonreír.
—No estarías aquí.
Luca se remueve en su lugar.
—Ya te expliqué para qué más te necesito.
—«Para qué más» —repito, saboreando las palabras en mi paladar—. Te aburriste —zanjo otra vez.
—Ivanna...
—Sabes de qué tamaño tengo mi ego, Mon Amour. Dilo o me largo.
Arqueo una ceja, y, cansado, pero al mismo tiempo creo que agradecido de que colabore con él, Luca gira los ojos hacia el techo y deja caer sus hombros.
—Está bien, me aburrí —admite—. Esa es una manera de decirlo —subraya y de nuevo vuelve su atención hacia mí, sonriente—. Aunque no tanto como para contestar una llamada antes de un orgasmo.
Y le quiero dar un puntapié, empujo con un movimiento limpio mi bota hacia él, pero sus manos se apresuran a sujetarla en cuanto esta toca su rodilla.
Luego, sin dejar de mirarme, tira de ella consiguiendo que me deslice hacia adelante sobre mi silla. «¡Luca!» Alcanza el cierre y comienza a bajarlo despacio, apoyando las yemas de sus dedos en el camino que el cierre deja hasta llegar a mi pie.
También tira de mi media insinuando querer romperla.
Me calentó y eso fue solo la bota.
Vuelve a subir el cierre de la bota y sutilmente deja caer mi pierna devuelta al piso.
Y aunque mi respiración se entrecorta, otra vez alzo una ceja.
—¿Y qué te hace pensar que tras desaparecerte dos años me iré a revolcar contigo a cualquier sitio?
...
Yo tengo las manos ocupadas. En mi brazo sostengo mi bolso, en mi mano izquierda un vaso con mi licuado de papaya y en la derecha el vaso de Luca con jugo de naranja. Por eso no me puedo «defender» cuando se instala detrás de mí para besuquear mi mejilla, oreja y cuello, y me abraza manteniendo mi espalda baja contra su entrepierna.
Caminamos de esa manera por el centro comercial. Sus manos van de mis muslos a mi culo, pasando por mis caderas, vientre, cintura y pechos. A estos los palpa sosteniéndolos uno contra el otro, mientras, gimiendo tranquilamente en mi oído, deja más besos húmedos sobre mi oreja.
Y un policía quiere llamarnos la atención, pero nos deslizamos hasta la puerta que escaleras abajo conduce al estacionamiento subterráneo y lo perdemos de vista.
Empezamos a bajar. Esa es la idea. Pero a mitad del camino Luca me coloca contra la barandilla de la escalera y me vuelve hacia él. Y pienso que me va a comer la boca a besos. Sin embargo, apenas rozando nuestras narices, lo que hace es pedirme su vaso de jugo de naranja para volver a beber de este.
Giro mis ojos hacia arriba y hago lo mismo con mi licuado de papaya en tanto gente que sale del centro comercial pasa de nosotros para bajar al estacionamiento.
—Prueba el mío —dice Luca sensualmente, ofreciéndome su vaso.
—Eso intento, pero estás ocupado bebiendo jugo —contesto.
—Hablo del contenido del vaso, exjefa —sonríe y cojo el vaso mirándolo seductora.
—Porque no es jugo —añade.
Y al beber lo confirmo. No, no es jugo de naranja, lo creí por ser de color amarillo, pero en realidad es un exquisito licuado de piña.
—Lucalicious —digo, fingiendo que quiero morderlo y tirando a un lado el vaso cuando me termino el contenido.
Dejando en claro que ahora es de tomar la iniciativa, se aproxima a mí para volverme a tomar por la cintura; sin embargo, cuando duda si besarme la boca o no, le empujo el pecho con mi mano y continúo caminando sola escaleras abajo.
En todo momento miro sobre mi hombro para comprobar que él viene detrás, por lo que me levanto la falda del vestido unos centímetros, bajo el cierre de una de mis botas dando un giro y al incorporarme contoneo aún más mis caderas al caminar.
Al llegar a las filas de coches que conforman el estacionamiento, Luca me vuelve a alcanzar por la espalda para colocarme contra una camioneta, allí se pega a mí demostrando que está listo, me levanta unos centímetros más el vestido, recorre mi muslo y tira con ansias del liguero que sostiene mi media.
«Sí, me puse ligueros para él... una nunca pierde la esperanza».
Lo dejo besar mi cuello, pero me zafo de él, paso de la camioneta y continúo avanzando entre los coches a modo de que los tacones de mis botas hagan mucho ruido al andar.
—¿En dónde está tu Audi? —pregunta.
—No lo traje —Me vuelvo hacia él con un mohín, pero al instante le vuelvo a dar la espalda para seguir avanzando.
Mi culo lo atrae como un imán.
—Entonces vamos a mi Corolla.
...
El coche de Luca está lejos del público, en un área especial para empleados del centro comercial, de ahí que sea oportuno por cuestiones de privacidad.
Me pide esperar y, cambiándolo de uno de los espacios del medio, mueve al Toyota Corolla hasta el último espacio en la fila; un recoveco aislado en un rincón, y este ahora tiene pared atrás del lado de la cajuela y también del lado del asiento del piloto.
Al estar listo, Luca baja del coche, cierra la puerta tras de sí y extiende su mano hacia mí, de pie a un lado esperándole. Tomo su mano y entrelazamos nuestros dedos.
A él mismo parece sorprenderle ese gesto tan íntimo. Nunca habíamos caminado de la mano. Al llegar a la parte trasera del Corolla, nos soltamos de las manos, dejo mi bolso encima de la cajuela y nos volvemos uno frente al otro.
Luca parece dudar otra vez.
Está seguro de qué hacer con mi culo, pero mi boca es una tentación para la que aún no parece estar listo, pero como yo aprendí que la mejor forma de deshacerse de las tentaciones es caer en ellas; yo misma tiro con coquetería de él y lo beso.
Pero comprendo el miedo apenas rozo sus labios.
Un beso es un gesto tan intimo cuando se trata de una persona que amas que al intercambiar de uno al otro el aliento le prendes con fuego rojo el alma.
En el beso de Luca hay desesperación, su lengua se mueve con urgencia y cada que tira de mis labios confirmo cuánto me extrañó. Del mismo modo me abalanzo a él con pasión y lo llamo «Mon Amour» con deseo.
Después me vuelve a recorrer con sus manos hasta llegar al borde de mi vestido y tira de este hacia arriba dejando al descubierto los ligueros de mis medias.
Los presiona con fuerza con sus dedos y después tira de estos hacia abajo, los dos al mismo tiempo, yéndose él con ellos.
Al llegar a las botas baja el cierra de cada una y me las hace quitar, pero las medias con los ligueros no las termina de bajar aún, por cómo las roza puedo ver que el encaje en mí le gusta. Sobre todo porque el que llevo puesto es de color negro y ése es su favorito. Creo que le recuerda a nuestra primera vez.
«Es especial para ti, Mon Amour», pienso, ofreciéndole cada pequeño hilo.
Empuja hacia arriba mi pierna derecha hasta colocarme en L y lo ayudo apoyando mi pie en la pared para ahora sí darle completo acceso a lo que más le gusta.
—De verdad espero que no estés cansada, exjefa.
—Rétame —le digo, animándolo a empezar.
Apoyándose primero en la pierna derecha, besa de mi rodilla hasta la parte interior de mi muslo, primero rápido y después llega lento al borde de mis bragas.
Moviendo su lengua en círculos, empujando en todo momento hacia arriba, Luca humedece con su aliento la superficie mis bragas.
—No me preguntaste si me bañe —gimo.
—Que me importa —dice, mimando con su lengua mi clítoris—. Pero huele a que sí —agrega, separándose un instante para sonreírme y yo a él.
—Ahora encárgate de que deje de ser así —ordeno.
—Dios, exjefa —dice, volviendo a su labor.
—Se supone que soy yo la que está cansada, Mon Amour.
No he terminado de decir eso cuando comienza a tirar hacia abajo de mis bragas, disfrutando del paisaje de mis piernas curvilíneas en el trayecto.
Bajo la que está apoyada en la pared para facilitarle el trabajo.
Se incorpora y guarda las bragas en el bolsillo del saco.
—¿Vas a hacer cosas sucias con ellas?
—¿Cuál entonces sería el chiste de guardarlas, exjefa?
Se acerca para volver a besarnos y me hace feliz que esta vez suceda por iniciativa de él. Sin embargo, aunque trato de que sean besos con amor, él estira hacia arriba mis labios volviendo este momento cada vez más erótico.
Manosea mi culo y, saboreando cuesta abajo mi cuello, mis pechos y caderas, vuelve a postrarse delante de mi vulva.
De nuevo apoyo mi pie derecho en la pared para que nada se interponga entre la guillotinadora y él.
Luca lame mi vagina con diligencia, tira de mi clítoris, succiona y en el recorrido de arriba abajo con su lengua vuelve a lamer haciéndome cosquillitas y a juguetear con su nariz.
Me recorre con deseo.
Me sostengo de las luces traseras y al tambalear me sujeto su cabeza, atrayéndolo hacia mí mientras sofoco en mi garganta pequeños grititos. Porque no es solo la forma en la que lo hace, sino que es él, mi Petite Souris.
Quiero llorar de felicidad.
—Continue comme ça bébé —suplico, y, aunque al principio se detiene, en adelante sus movimientos se vuelven más largos y lentos.
De ese modo lo sostengo contra mi hasta que me hace llegar.
Me deshago sobre él con espasmos que recibe gustoso.
Después alcanza mi mano, la acaricia y lleva a su boca para besar con dulzura el dorso.
Mi pecho sube y baja con jadeos. Es el gesto más dulce que ha tenido conmigo desde que volvió. Sin embargo, como si saliera de un trance, se termina de incorporar y de nuevo se comporta indiferente.
—Ya no más orgasmos frustrados, exjefa.
Tiro de él hacia mí para que me vuelva a besar.
— Je suis seulement a toi —prometo y sus ojos se abren ligeramente.
»Odias no entender —recuerdo y agrego—: Dije que sí, que ese fue un excelente orgasmo.
Luca se echa hacia atrás sin dejar de verme, lleva de vuelta mi mano a su boca, deposita allí otro beso que humedece mi dorso y con un golpecito a mis caderas me pide apoyar de nuevo el pie derecho en la pared.
«Ni me di cuenta de en qué momento lo bajé».
Baja la vista hacia sus pantalones y comienza a desabrochar el cinturón, lo hace rápido: tira de este, baja el cierre, los deja caer y se prepara para hacer lo mismo con su bóxer.
Y es como si me hipnotizaran.
—Yo...
Intento ir hacia ellos.
—¿Qué te parece si por esta vez nos saltamos eso? —me pide Luca, volviendo a tomar mi mano para acariciarla.
—¿Ya quieres estar dentro de mí? —Ahora es mi mirada la que lo hipnotiza a él.
—Y un muy largo rato si es posible.
—Cuanto quieras, Mon Amour —digo, apoyándome lo más posible al Corolla.
Luca parece intentar descifrar de qué manera ponerme.
Quita mi pie de la pared, lo vuelve a dejar allí, apoya su mano en mi culo para ponerme de lado y parece convencerse de que en esa posición es.
O no.
—Mejor vamos al asiento trasero —decide y asiento dejando que me lleve de la mano.
Dejamos la puerta abierta para mayor comodidad, me meto en el coche dejando mi culo al aire y lo escucho jadear con solo tocarme. No puede dejar de tocarme.
Se quita el saco para que me recueste sobre este, termino de subir la falda de mi vestido, me apoyo en mis rodillas y él tira de su pantalón y bóxer, deshaciéndose casi por completo de ellos.
Estoy en cuatro patas completamente a su disposición y me encanta. Lo extrañaba. Puedo escuchar su respiración apremiante y ni siquiera está dentro de mí aún.
«Oh, Luca. Ahora mismo otra vez eres un ratón».
Lleva sus dedos a mi vagina y comienza a frotarla. Va de esta al clítoris consecuentemente y ahora soy yo la que jadea.
Me muevo haciendo fiesta delante de su nariz.
También siento otra vez su lengua y eso me hace jadear más fuerte.
Mete primero un dedo y cerrando los ojos me sacudo al ritmo de este. Después dos y lo escucho terminar de hacer a un lado su pantalón y bóxer.
Me inclino hacia adelante apretando mis dientes, dándole el acceso que desee.
Luca me sujeta de un pie y la cadera y él mismo me coloca de la forma que le place: de lado, de nuevo con una pierna en el aire.
Siento el roce de sus dedos antes de que intente acceder, y después a él.
Colocándose a horcajadas sobre mi pierna izquierda se abre paso en mí de tal forma que me obliga a soltarme, estirar el cuello y flexionar hacia arriba las dos piernas. Me quiere completa y para mí es un placer.
—Como si... Como si no lo hubiéramos hecho en dos años —pido y pronto solo puedo inclinar la cabeza hacia un lado y gemir.
«Petite Souris».
Como si se tratara de una recompensa, Luca besa mi mano una vez que está dentro. Y empieza a moverse.
Sale y entra deslizándose por mi humedad. Los dos gemimos. Duele bajo mi cadera. Y es tan vasto que por más que me suelto la sensación de intrusión aún no se va, pero me abro e inclino de tal modo que no le queda otra que ir más adentro y eso me hace gritar.
Él me lo agradece volviendo a besar mi mano. Soy su yegua... de él sí.
—Je suis heureux! —Me sujeto lo mejor que puedo al asiento.
Luca levanta aún más mi pierna cuando está listo para aumentar el ritmo. Me sujeta de la pelvis, eso le facilita de mejor manera el acceso y en breve somos poco menos que un arpa humana.
Los creadores del Kamasutra estarían orgullosos.
Entre más aumenta el ritmo más fuerte se sacude con nosotros el Corolla. Y pronto estamos tan cerca que puedo sentir en mis nalgas rebotar sus testículos. «¡Sí, los tengo aquí, aquí, aquí!»
—Comme ça mon amor!
Pero enseguida mi atención se desvía a mi teléfono sonando. Se quedó en mi bolso y este sobre la cajuela.
—Tu teléfono —dice Luca.
Pero solo respondo con un gemido, volviéndome a concentrar.
—¿Es él? —vuelve a preguntar.
—No sé. Qué me importa —Lo digo con voz ronca y yo sola me muevo más rápido para que él también se vuelva a concentrar.
«¡Vamos!»
Pero Luca se detiene, sale de mí y luego del coche para ir por el bolso.
—¡Cómo te atreves! ¡Te voy a matar! —grito, enojada, con entrepierna palpitando, implorando volver a ser llenada.
Pero poco le importa, porque regresa sonriente y de esa forma saca el teléfono de mi bolso.
—Sí es el señor «Estábamos mejor en el taburete» —dice, mordaz.
—¡¿Qué edad tienes?! ¡¿Cuatro?! —lo regaño, alzando la cara del asiento.
—Veinticuatro... y él empezó —dice Luca y me entrega el teléfono un segundo después de que él mismo desliza dos dedos hacia arriba sobre la pantalla, contestando.
Después, levanta mi pierna y retomando la misma posición me vuelve a penetrar.
«Me lo hará pagar».
Estimula mi clítoris al mismo tiempo que aumenta otra vez el ritmo.
«Hijo de...»
—¿Ssssssí? —le contesto a Omi.
—Ivanna, ¿cómo va todo? ¿Estás bien?
—¡Aa-h!
—¿Ivanna?
—Sí-sí
Luca aumenta el ritmo y jadea. A mi no me engaña, está oyendo lo que dice Omi.
Y la humedad entre los dos es tanta que al contacto de su piel con la mía esta resuena.
—Oh, mi... Oh mi...
—¿Sí?
—... Dios.
Las tres toneladas de acero bajo nosotros se mueven como si fueran gelatina.
Dejo caer el teléfono sobre el asiento manteniendo mis ojos cerrados, de vuelta exultante y abandonada en el placer que me da tener a mi exasistente otra vez entre mis piernas.
Me pierdo en un montón de gemidos... todos míos, con Luca ralentizando el ritmo hasta que estalla en mi interior, inundándome. Después, sin dejar de moverse, me hace llegar mimando unos segundos más mi clítoris.
Me deshago en mil pedazos sobre el asiento soltando un «Gracias» en francés.
—Merci... —Lo digo lento, babeando y manteniendo los ojos cerrados.
Siento los labios de Luca sobre mi sien, y, respirando fuerte, pues él también está jadeando, deja ahí otro beso.
Entreabro los ojos para mirarlo tomar mi teléfono.
—Lo siento, amigo, está ocupada —le dice a Omi y cuelga.
Después se extiende sobre mí para abrazarme por la espalda y dejar más besos sobre mi sien.
—¿Tienes agendada el resto de la noche? —pregunta y como no puedo ni hablar de lo cansada que estoy solo niego con la cabeza.
—Perfecto, exjefa —susurra, volviendo a tirar de mis ligueros y yo del cuello de su camisa para que no deje de apoyarse en mí.
«Petite Souris».
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LA NOCHE NO HA TERMINADO.
Mientras tanto el team "Ojalá que Luca e Ivanna tengan un futuro separados", "Esta relación no es sana", "Esto no es correcto", "Luca merece más":
Solo les diré: Relájense. No se ahoguen en un vaso de agua antes de tiempo. Disfruten el viaje. Dejen las cosas ser.
En mi cuenta de Twitter estaré hablando de este capítulo.
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Cada voto es una dosis de frutifantástico entre Ivanna y Luca que nos espera en el capítulo 15. ¡Gracias por apoyar mi trabajo votando! ♥
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