13. «Dandan, Dandan, DandanDandanDandan»
Dedicado a SonhsyMurodeRodrigue . Gracias por siempre comentarlo todo. Lo aprecio mucho ♥
5,000 palabras tiene este capítulo fogoso. Denle mucho amor c:
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13. «Dandan, Dandan, DandanDandanDandan»
08:14 A. M.
Apenas desperté hace diez minutos. Pero, a diferencia de otros fines de semana, no salgo inmediatamente de mi cama. Decidí dejar el trabajo pendiente para mañana, hoy no puedo pensar en ninguna otra cosa que no sean las dos citas que tendré por la tarde.
En particular, la de Luca. ¿De qué quiere hablar? Parece obvio al recordar la novela gráfica «La loba», pero ¿y si no es eso?
¿Y si es eso y algo más?
¿Y si también quiere hablar sobre nosotros?
Ayer no hubo ni tiempo ni oportunidad para hablar. Luca tuvo la consideración de no desviar la atención de mi madre, además de que casi siempre hubo más gente a nuestro alrededor... o tan solo los dos sentimos que no era el momento adecuado.
Me despedí de mis amigas pensando en eso, me vine al apartamento, me hice un té y revisé mi correo. Más tarde me entretuve abriendo los obsequios de Babette, cené, me preparé para dormir y por fortuna no tarde en conciliar el sueño.
Anoche no soñé nada, y, a diferencia de otras noches, sentí que descansé; sin embargo, al abrir los ojos pensé en el correo. En si Luca dio alguna pista de que este sea cierto.
¿Hoy será el día en el que intente volver conmigo? ¿Lo pondría en duda? ¿Lo aceptaría?
Me extiendo sobre mi cama King Size hasta alcanzar el segundo cajón de mi mesita de noche, busco dentro y saco la caja de mi teléfono. Aún tiene en el interior los auriculares, pues solo escucho música en mi coche o, por otro lado, cuando me encuentro en el apartamento dejo sonar libremente el teléfono. Pero hoy quiero utilizar los auriculares.
Busco en Spotify «El Festival de la autocompasión de Ivanna Rojo» y escucho la primera canción. En mi cama hay cinco almohadas. Dejo dos bajo mi cabeza, me coloco de lado y entierro mi cara en la tercera al mismo tiempo que la abrazo con fuerza.
No dejo repasar en mi mente el correo o lo que dijo la enfermera sobre el deterioro de la salud de Babette. Luca tiene razón en que debo reunirme con los doctores para hablar en específico de eso.
Just gime me a reason
Just a little bit's enough
Just a second, we're not broken,
Just bent and we can learn to love again...
En minutos vuelvo a dormirme.
Abro de golpe los ojos cuando mi teléfono no deja de tintinear.
Tengo mensajes de Omi, Michelle y Victoria.
Le bostezo a la pantalla y los reviso con un ojo abierto y uno cerrado.
Omi: ¿Hay algún inconveniente si almorzamos en mi casa?
Omi: Tiene una vista envidiable: el lago de Ontiva.
Los mensajes son de hace media hora.
«¿El lago de Ontiva?», paso una mano sobre mi cara, pensando. «Eso es saliendo de la ciudad».
Ivanna: Pensé que almorzaríamos comida tailandesa.
Omi contesta rápido.
Omi: Un chef que acaba de inaugurar un restaurante a la orilla del lago me envía lo que le pida.
Omi: Oportuno porque antes utilizaba como Delivery mi helicóptero. Iba y venía con comida de un hotel del centro.
Hago girar mis ojos.
Ivanna: ¿Y no podías simplemente... contratar a algún chef?
Omi: Le quitas la diversión a la vida, Ivanna.
Ivanna: Son casi dos horas de camino.
Omi: Puedo pedirle a alguien que vaya por ti o, mejor aún: yo mismo ir.
Ivanna: No. Prefiero llegar por mi cuenta. Es solo que tengo un compromiso a las cinco en el CC. Pradera.
Omi: Si sales de aquí a las tres, llegarás a . Aunque eso sería menos tiempo conmigo! Déjame pensar.... ¿Ese centro comercial tiene helipuerto?
Ivanna: Llegaré en mi coche y me regresaré en mi coche, Omi.
Ivanna: Como sea gracias.
Omi: Bien. Pero entonces ven más temprano. No nos quites tiempo juntos.
Ivanna: De acuerdo.
Omi: Te envío mi ubicación. Llámame o escríbeme de tener alguna complicación.
Salgo de la cama a las 09:32 A. M, pero solo para detenerme una vez que reviso el mensaje de Michelle.
Michelle: Luca me escribió para preguntarme si tienes el mismo número de móvil o si le puedo dar el nuevo. Dijo que al googlear solo le aparece el corporativo, pero los dos sabemos que no lo utilizas, ¿le doy el nuevo?
También lo envió cuando estaba dormida.
Michelle: Como no respondiste rápido y asumo que la cita que mencionaron Victoria y tú anoche es con él, decidí darle el número.
Michelle: Mi experiencia en el tema también me indica que no te molesta que lo tenga.
Ivanna: Hiciste bien, Michelle. Gracias.
¿Luca me llamará o escribirá en el transcurso del día? La sola idea me da en qué pensar.
Me quito la pijama, desprendo los auriculares de mi teléfono y dejo reproducirse a todo volumen el festival de la autocompasión en lo que me ducho. Al terminar, vuelvo a exprimir mi cabello, alcanzo mi bata y estoy por salir cuando la música es interrumpida por una llamada de Victoria. No respondí sus mensajes de «Llámame».
Pongo en altavoz la llamada.
—Te dije que me llamaras al despertar —me recrimina.
—Desperté tarde y luego me entretuve respondiéndole mensajes a Omi de Gea.
Segundos de silencio.
—¿Cambió la cita?
—Sí. Dijo que será en su casa.
—¿La de la ciudad o la del lago?
Suelto una risa seca:
—Claro, tiene más de una.
—Pues compró mi Centro de estética.
—Sí. Haces bien en recordarme eso —Termino de salir de la ducha con Victoria en el teléfono.
...
Como la reunión será a la orilla de un lago, en mi armario elijo un vestido strapless azul cobalto que combinaré con sandalias con tacón corrido del mismo color, una cola de caballo y poco maquillaje.
—Mándame foto de cómo te ves —me pide Victoria y me tomo una frente al espejo.
Trato de posar como supermodelo.
—Perfecta —dice al verla.
Aunque no hace falta pues no tiene arrugas, aliso el vestido con mis manos.
—Para Luca será un vestido nocturno más sexi.
—Ese vestido strapples es sexi —opina Victoria.
—Pero estoy tomando más en cuenta el lugar que a la persona. Con Luca utilizaré cuero, medias con encaje y tacones de aguja. Quiero que se le pare con solo verme.
—¡Ivanna! —ríe Victoria.
—Otra vez lo quiero dentro de mí. Y tal vez no me atreva a decírselo —me echo perfume—, pero sí que se lo demostraré.
—Eres una puta —me acusa.
Arqueo una ceja.
—Con él; sí.
—¡Me encanta!
»Sin embargo, para no ir tan desesperada puedes descargarte con Omi. Dudo que se niegue.
Cojo mi bolso, las llaves del Audi y mi teléfono todavía en altavoz.
—No lo sé.
—Luca no lo tiene que saber. Ni siquiera la Perrera. Nadie. Ayer conseguimos evitar el tema de las citas. Es algo que solo tú y yo sabremos.
—Bien dicen que cuando quieres descubrir los secretos de una mujer solo debes meterte a la charla de WhatsApp con su mejor amiga.
—Sin duda. —Victoria suelta otra carcajada.
Me deslizo fuera del apartamento a las 10:28, bajo en elevador hasta el estacionamiento y meto mis cosas al Audi.
—Te escucho más relajada —le digo a Victoria cuando bromea sobre si Omi o Luca la tendrá más grande—, y eso me alegra. No te he visto bien las últimas semanas y como he estado distraída tampoco te he preguntado qué pasa. ¿Gary empezó algún otro tratamiento? ¿Necesitan dinero?
Escucho a Victoria caminar. Como la conversación ahora es sobre ella buscará más privacidad.
—Mi suegra y mi cuñada están de visita.
—¡Oh, Victoria! —Con eso dijo todo.
También baja su tono de voz:
—Y, como siempre, están insoportables.
—Sobre todo tu cuñada —mascullo, al recordar lo que me ha platicado.
—Sí. Y como ellas están con Gary, antes de saber de las citas te iba a pedir que hiciéramos algo hoy, pero...
Iba a encender el Audi, pero me detengo.
—Puedo cancelar todo con los dos. No me importa.
—No, Ivanna. Tú necesitas follar.
Suprimo una risa.
—Y tú salir de ese nido de víboras —devuelvo—. Hagamos algo hoy, que sea día de chicas.
—Me quieres lo suficiente como para sacarme de aquí y yo a ti como para no permitir que renuncies a un pene, o a dos —Las dos nos carcajeamos—. ¿Ves por qué somos mejores amigas? Pero por mí no te preocupes. Llamaré a Michelle.
»Además, mi suegra quiere que hagamos pasteles para la fundación. Los prepararé al estilo de tu abuela. ¿Recuerdas cuando los hacíamos con ella?
—Victoria, si necesitas dinero...
—Solo ven por un pastel.
—Te llamaré al terminar la reunión con Omi.
...
Hubiera llegado sin necesidad de la ubicación por GPS. La casa de Omi, estilo cabaña y rodeada de pinos, es una de las primeras y más grandes a la orilla del lago.
En la entrada entrego mi identificación a un guardia de seguridad, paso de la reja, sigo un camino empedrado y estaciono frente a una cochera con espacio para cinco vehículos. Dentro hay un Porsche, un Mercedes-Benz y un Lexus. Y desde esta posición , tal como aseguró Omi, también puedo ver un helipuerto sobre el que reposa con moderno helicóptero gris con negro.
Gesticulo un silbido.
—Llegaste.
Interrumpo mi fiscalización del sitio para saludar a Omi:
—Hola —Lo saludo con un beso en la mejilla—. ¿Y el Lamborghini? —pregunto, señalando la cochera.
Omi De Gea, vestido con unos vaqueros desgastados, una camisa blanca semi abierta y gafas oscuras, se vuelve hacia una mujer de pie detrás de él. Una anciana de ojos negros con forma de almendra y parpado amplio, vestida de traje y, como característica singular, un cabello canoso a rape.
—Lo dejó en casa de su amigo Joe —le dice ella.
—¿Se lo regalé? —le pregunta Omi.
—No. Pero acordaron que estaba demasiado ebrio para manejar y nosotros fuimos por usted.
—Cierto —dice Omi, volviéndose otra vez hacia mí—. Eso fue lo que pasó... Pero hay más —señala la cochera—, y más —Ahora un lugar lejos—: Llévate el que quieras.
—Y en serio tienes un helicóptero —Mi tono es de felicitación al desviar la vista hacia el helipuerto.
—Sí, el Delivery —Omi lo ve como si en lugar de una maquina fuese un cachorrito.
—¿Y no hay ninguna otra razón para que tengas uno?
Una vez más Omi se vuelve hacia la mujer con el cabello a rape.
—No lo sé. Tida, ¿por qué tengo un helicóptero?
—Su amigo Arthur le preguntó por qué no tenía uno —contesta Tida con familiaridad.
—Cierto. Esa es la razón —concuerda Omi.
Señala con un gesto el camino por el que vino y camino a su lado en torno a la entrada de la casa.
—Ivanna, ella es Tida —me presenta a la mujer que, manteniendo la espalda recta, camina tres pasos detrás de él—. Es mi jefa de seguridad, mi voz interior y consejera... Si escuchas a alguno de mis amigos decir que es mi niñera; ignóralos.
—De acuerdo.
Omi rasca con desinterés su cabeza.
—Y Tida, ella es Ivanna, una amiga y la futura señora De Gea —me presenta a mí.
Manteniendo una sonrisa en los labios niego con la cabeza:
—Debo ser la tercera o cuarta mujer a la que le dices eso en lo que va del mes.
—Déjame hacer puntos. Si no me le hubiera escapado a Tida ayer que te llevé los globos, eso habría salido bien —asegura Omi.
—No fue para tanto.
—No me gritó como si no hubiera sido «para tanto» —le dice Omi a Tida—, y sabes mejor que nadie que no estoy acostumbrado a que alguien me grite.
—Yo te grito todo el tiempo —le dice Tida.
—Tida, tú no eres los demás.
Por la forma afectuosa con la que Omi le habla a Tida cualquiera pensaría que en lugar de ser su jefa de seguridad es su abuela. Pero el comportamiento de labio superior rígido de Tida descarta la idea enseguida.
...
Aunque por fuera la casa parece una imponente cabaña, desde la sala de estar hasta los pasillos, por dentro el estilo es rustico moderno.
Omi me guía por el sitio señalando cada cosa que sea digna de apreciar, como fotos suyas en competencias o sus trofeos, y, a partir de eso, puedo comprobar que gran parte su fortuna proviene de patrocinios o asociaciones con marcas del tipo bebidas energéticas, antitranspirantes, gafas de sol o suplementos deportivos y de equipo. La popularidad de Omi en ese medio le permite comercializar con su imagen.
—Has ganado un sinfín de competencias —lo felicito.
—Sí, algunas.
Al menos con eso es modesto.
Desde muy joven practica buceo, kayak, senderismo, ciclismo de montaña, escalada, rápel, parapente, paracaidismo y salto base.
—También organizo competencias —me explica—. Suelo aparecer con frecuencia en ESPN, periódicos y revistas deportivas.
—No es mi medio —justifico, pues hasta ahora sé de él.
Los pasillos de la casa de Omi son exhibiciones de él mismo. Pero sé de primera mano que, como todo ganador, merece y debe fanfarronear. Por ello, en gran parte de las fotografías de premiación levanta su dedo medio e índice separados.
—Una «V» —señalo.
—Sí, la «V» de victoria —sonríe Omi, instalándose junto a mí para hablarme él mismo de cada foto.
...
El recorrido termina en una alberca con vistas al lago. Bajamos unas gradas, caminamos por un muelle de madera que tiene acceso a dos yates y motos de agua, y, al final de este, llegamos hasta una pérgola que tiene dentro un bar y una mesa con bancos a su alrededor.
En la mesa hay bebidas.
Al llegar, Omi tira de un banco para invitarme a tomar asiento en este, lo hago dejando mi bolso a un lado y él hace lo propio en el que está frente a mí con Tida situándose a su costado. Me enfadaría por encontrarse aquí alguien más, por no tener privacidad, pero hay algo en Tida que me tranquiliza.
—El jueves no empezamos con el pie derecho —dice Omi, señalando con un gesto las bebidas. Me está invitando a tomar la que quiera— y ayer la libré un poco gracias a las rosas, pero hoy me aseguraré de que todo salga bien.
—De acuerdo. —Me cruzo de piernas.
—Mi nombre es «Omi», que significa «Magnifico», y es por eso que mi madre lo eligió —se presenta.
—La señora De Gea solo no quería un nombre común, del significado se enteró años después —dice Tida.
—El día que nací los doctores dijeron que era el niño más fuera de lo común que hayan visto —continúa Omi.
—Porque nació en Tailandia en una clínica que hasta esa fecha no había recibido a ningún niño occidental —continúa también Tida y, con mis manos apoyadas en mi barbilla, miro de uno a otro sonriendo.
—Se dijo que mi llanto despertó a las sirenas.
—Lloraba tanto que le rogaron a su madre que se fuera esa misma noche del lugar.
—Tenía la salud de un príncipe.
—Estuvo así de morirse —Tida alza una mano y separa a milímetros de distancia su dedo índice y el pulgar.
—Desde niño tuve un paladar exquisito.
—Era alérgico a la lactosa.
—Y mis cuidados requirieron de personal calificado.
—Una enfermera para que no muriese y alguien que velara por su seguridad , o sea; yo.
Contemplo a Tida boquiabierta, a toda ella la miro con nuevos ojos a partir de ahora, pues lo último significa que conoce a Omi desde que este es un bebé.
—Pero nada me detuvo —Omi alza la cara con orgullo—. Mi primer contacto con lo extremo fue a la temprana edad de un año.
—Su papá lo tiró de cabeza a una alberca por error.
—Y toda mi vida fui un niño prodigio, entregaba las tareas mucho mejor que cualquier otro de la clase.
—Le pagaban tutores.
—Con el pasar de los años del mismo modo demostré tener habilidades para muchas cosas.
—Se cambió de carrera tres veces. Tenía harto a su padre.
Niego con la cabeza sin dejar de sonreír.
—Y es que lo mío siempre fueron los deportes.
—De eso no hay duda —apostilla Tida.
—Al morir mis padres me hice cargo de mí mismo —continúa Omi.
—Heredó su fortuna.
—Murieron ahogados. Paseaban en un yate cuando ella cayó accidentalmente al mar y él saltó al mismo destino cuando intentó rescatarla.
Tida guarda silencio esta vez.
Omi bebe de un Gin tonic.
—Y esa es a grandes rasgos mi historia, Ivanna Rojo.
—Tu padre componía canciones infantiles —recuerdo.
—Sí. Pero la del dinero era mi madre. Era inversionista en Asia y, por su parte, el oficio de mi padre le permitía trabajar donde quisiera. Por eso la mitad de mi vida estuvimos en Tailandia.
Miro a Tida salir de la pérgola sin necesidad de que Omi se lo pida. Parece saber ella misma cuál es el momento adecuado.
—Las canciones de mi padre se popularizaron cuando él murió —continúa Omi—, entonces vinieron las regalías. Sin embargo, al principio me sostuve gracias a mi madre. Y de ella aprendí de negocios. Por eso ahora también invierto.
—¿Inviertes en qué?
Mi primera elección en cuanto a es un Martini; pero este tema, en particular, me interesa.
—Aplicaciones. Conozco gente —dice Omi y del mismo modo me platica cómo empezó.
Pasamos el rato hasta que llega la hora de la comida y nos sirven diez platos diferentes de comida tai. Omi me invita a probar de cada uno mientras me platica una que otra historia familiar relacionada a ellos, da opiniones sobre su sabor y sobre los ingredientes de los que están hechos.
Y me siento identificada porque tiene el mismo sentido de pertenencia con Tailandia que el que a veces yo tengo con Francia. Y esa es una mezcla extraña.
Seguimos conversando, riendo y bebiendo, pero entre la hermosa vista al lago y la insistente sugerencia de pasear en yate, recuerdo que tengo otro compromiso y reviso la hora mi teléfono. 2:29 P. M. Pero también tengo un mensaje de WhatsApp de un número desconocido.
—No me digas que ya te vas —me recrimina Omi al verme con mi móvil en mano.
Pero no. Definitivamente aún no me marcho.
El mensaje es de Luca, lo sé sin necesidad de tener registrado el remitente.
Lo siento, surgieron complicaciones, no podré llegar a las cinco.
No puedo dejar de ver el mensaje enviado por un número que empieza con un 5 seguido de un 4.
Trago saliva, releo dos veces más y doy otro trago a mi margarita.
Ya bebí dos Martini, dos Cosmopolitan, un Gin tonic y con esta también serán dos Margaritas. Pero justo ahora no parece suficiente y necesito el primer Whisky doble.
—¿Qué te pasa? —me pregunta Omi y no puedo contestar nada.
No sin verme ridícula.
¿Qué le digo? ¿Cómo me justifico? «Sí, oye, me acaban de cancelar una cita que he esperado dos años».
Dejo caer mis manos y el móvil con estas, y acomodo mi cola de caballo hacia un lado.
«Canceló».
Muevo mi banco, primero hacia atrás y luego hacia adelante.
¿Y, de no reunirnos hoy, cuándo lo veré otra vez? ¿Y con qué pretexto? ¿Con qué ejercicio mental me torturaré hasta entonces? ¿Con cuál? Porque tampoco dejo de pensar, ¿realmente tuvo complicaciones o solo se arrepintió?
—Ivanna, ¿qué te pasa? —insiste Omi—. Estabas bien y de pronto te fuiste abajo.
«Abajo»
Alzo la barbilla negándome a soltar una sola lágrima pese a sentirme devastada y Omi frunciendo su ceño estudia mi expresión.
—Si necesitas irte...
—No me voy a ir —zanjo.
—Mucho que mejor entonces —Al igual que yo se acomoda de mejor manera en su banco y hace tamborilear sus dedos sobre la mesa, esperando.
Desvío la vista más allá del lago enfadada conmigo misma por ilusionarme y avergonzada por la forma en que lastima mi orgullo tal indiferencia.
...
Las puntas de los dedos de mis pies rozan el agua del lago formando líneas horizontales, tengo mi atención puesta en ellos y en lo que ocurre alrededor de la popa del yate, como: garzas descansando a un costado de la playa u Omi De Gea metiendo y sacando la cabeza, fingiendo que es un tiburón.
Inclusive imita a la perfección el sonido de la película, el «Dandan, Dandan, DandanDandanDandan», y en cada oportunidad se cerciora de que me hizo sonreír.
Le tomo fotografías con mi teléfono a él y a las garzas.
—También recrearía la aparición del monstruo del lago Ness —dice, nadando de espaldas—, pero lo que utilizaría como su cabeza no te parecería gracioso.
Al instante se vuelve a cerciorar de que la paso bien:
—Al menos sonríes —dice.
—Te esfuerzas.
Omi nada hasta la popa del yate, toma entre sus manos mi pie izquierdo y comienza a besarlo desde la planta hasta el tobillo.
Cojo la margarita que dejé a un lado y hago caer un trago sobre mi rodilla que él atrapa con su lengua.
Cuando termina nos miramos unos segundos. Después contemplo su pecho tonificado, su estómago plano y la parte superior de su Speedo. Me echo hacia atrás para que apoye las manos y suba al yate.
Entramos al camarote del yate besándonos, yo con vestido y él solo con el Speedo.
La humedad de su cuerpo con olor a bronceador de coco me enciende cada vez más.
Lanzo mi teléfono a la cama cuando el me gira para darle la espalda. El camarote con cubierta de madera tiene ventanas a lo largo y casi su totalidad lo ocupa una cama, pero hay un taburete acolchonado frente a esta y Omi me pide apoyar ahí las manos.
En esa posición baja la parte superior de mi vestido dejándome con los pechos al aire, los masajea mientras frota su Speedo contra mi culo midiéndonos.
Al chico le gusta lento.
Cambiamos de posición. Ahora él se sienta en el taburete y yo me arrodillo frente a este.
Quiero subirme de vuelta el vestido, pero me detiene con su mano y me ayuda a sacármelo por completo.
—Que vista —halaga.
—Soy copa grande.
Ahora la única ropa puesta son mis bragas y su Speedo.
Apoyo las manos en sus rodillas y le paso la lengua.
Él echa la cabeza hacia atrás mientras lucha contra las ganas de sujetar los bordes del taburete o mi cabeza.
Le bajo el Speedo hasta sacárselo y lo empujo a un lado. Ya no lo necesitamos.
—Eres una mujer desinhibida.
—Sé lo que me gusta.
Su pene es grueso desde la base hasta el cuello, con una cabeza grande.
Se lo estiro hacia arriba.
Omi se sienta más cómodo y comienzo a chupar hasta el punto de intentar tragármelo todo. Tiro de él y paso mi lengua a lo largo.
Succiono despacio hasta que, cada vez más excitada por el tamaño que está tomando, vuelvo a bajar.
Es todo un espectáculo verla en todo su esplendor.
—Me duele la boca —digo, masajeándola.
—Y no solo eso te va a doler, mi amor —promete Omi, tendiendo su mano para ayudarme a incorporarme; y enseguida volver a pedirme apoyar las manos en el mismo taburete.
Pero antes tengo algo que demandar.
—Mírame —lo hace y soy ruda al hablar—: quiero que lo hagas duro y rápido. Y de que, pese a eso sea bueno, depende que vuelva a pasar.
Omi lame sus labios:
—Así será.
Sintiendo que ahora yo misma huelo a coco, coloco mis manos sobre el taburete con anticipación. Omi frota mi culo y me da una nalgada que me hace jadear.
Apoya las yemas de sus dedos en mis tobillos y despacio recorre mis piernas hasta llegar al borde de mis bragas. Lo imagino apreciando mi culo cubierto con delgado encaje azul.
Me da otra nalgada.
—¿Qué vas a gritar la siguiente vez? —mascullo sonriente, retadora—. ¿«Quién es mi yegua»?
Omi mueve hacia arriba mi culo antes de volver a nalguearme otra vez.
—¡¿Quién es mi yegua?! —grita complaciéndome y echo mi cabeza hacia atrás, riendo.
—Eres una mujer emocionante, Ivanna.
—No tienes idea.
Me hace separar las piernas empujándolas por la rodilla y se sienta en el piso de madera de cara a mi vulva.
Si este momento no era lo suficiente erótico, ahora lo es.
Pasa un dedo por la telita que aún me recubre, se acerca y aspira mi olor. Después posa su lengua por encima y la mueve de forma vertical, lo hace lentamente, como si debajo hubiera una exquisita paleta.
Exhalo alto y abro más las piernas.
Omi mueve hacia un lado mis bragas y de ese modo continúa lamiéndome. Empiezo a gemir por la nariz. Hace mucho que no me hacían sexo oral. Peor aún, hace mucho que no tenía sexo. Casi seis meses. El último fue Giacomo cuando vino de visita en noviembre.
Abro mi boca cuando la lengua de Omi se introduce en mí. Primero lento y después con movimientos acompasados. Va de mi interior a mi clítoris por pausas.
Dejo de apoyarme en el taburete para agarrarle de la cabeza al necesitarlo más cerca. Y de ese modo lo empujo contra mí al mismo tiempo que siento la parte baja de mi espalda entumecerse.
Estoy tocando el cielo ahí dentro.
—¡Ah! —exclamo, pero aún no llego. Lo hago segundos después, cuando la energía retenida en mi espalda baja se libera con espasmos a través de mis brazos y mis piernas.
—Sí. Esto necesitaba —digo, dejándome caer de espaldas sobre el taburete y la cama.
—Medalla de oro para Omi De Gea —bromea Omi estirándose encima de mí y río con los ojos cerrados.
En esa posición nos volvemos a besar en lo que él me saca las bragas.
—¿Ya no te duele la boca?
—Bien.
La siguiente posición es misionero, con mis piernas rodeándole las caderas y mis brazos su cuello. Acaricio y beso con agradecimiento el contorno de su barba.
Sujetándolo con su mano, sacude su pene en mi entrada para excitarme más, pero lo aleja para volverlo a preparar: nos separa y busca en el cajón de su mesa de noche un condón.
—Así que estás preparado —sonrío.
—Siempre, Ivanna —jadea, seguro; aunque después su voz se agudiza—: Dios que esté aquí, por favor. Por favor.
Llevo una mano a mi cara, riendo.
—¡Bingo! —Al encontrarlo lo alza como a uno de sus trofeos.
Se lo pone conmigo mirándolo expectante y me pide chupar sus dedos para ensalivarlo con estos.
Omi vuelve a acomodarse entre mis piernas y empieza a introducirse en mí con lentitud. Echa la cabeza hacia atrás y los músculos de su cuello se tensan.
Me empuja hacia la cabecera de la cama, forzándome a voltear la cara para hundirla en una de las almohadas. Aprieto mis dientes, pero disfruto como nadie de este dolor, es embelesante. El entumecimiento en la parte baja de mi espalda regresa y casi solo de eso soy consciente.
Omi consigue terminar de hundirse y me deja acostumbrarme a él.
—¿Qué tal estás? —pregunta.
—Me están temblando los dientes.
Omi tira de mi barbilla para que lo mire y me vuelve a besar.
—Me encantas, Ivanna —dice.
Y casi no puedo moverme, pero consigo arquear mi espalda deseosa de empezar a ser taladrada.
Y lo hace.
Y es un dolor que me obliga a respirar por la boca. Pero me encanta.
—Me encantas, Ivanna —repite y lo sujeto de los brazos alentándolo a moverse más.
Apoya una mano en mi cintura y la otra en la cabecera de la cama, y me empuja tanto que casi estoy sentada contra esta, que tampoco deja de chirriar sobre el piso de madera.
Él se restriega en mi obteniendo cabida total.
Puedo sentir cómo aumenta mi humedad... y cómo el dolor se va para dar lugar a un chapoteo hipnotizante.
Y estoy por completa extasiada, subiendo a la cumbre más alta del placer, cuando a un lado de mí la pantalla de mi teléfono se enciende anunciando una llamada.
Y la pienso ignorar, pero el número no lo tengo guardado y empieza con un 5 seguido de un 4.
«¡LUCA!»
Levanto la cara y me apresuro a alcanzarlo.
—¿Sí? —contesto con un gemido.
—¿Es broma? —escucho a Omi regañarme, pero, lejos de acabar, solo aumenta el ritmo.
—Lu-Lu-Luca —digo.
—I-Ivanna —suena confundido—, solo te llamaba para explicarte que saldré tarde. No puedo a las cinco, pero si a las siete... ¿Te parece?
Mi cabeza no deja de golpear la cabecera de la cama.
—Sí-Ah-sí-sí.
—Creo que estábamos mejor en el taburete —dice Omi, jadeando, mientras yo solo puedo mirar del techo a la pantalla de mi teléfono con los segundos de la llamada corriendo.
»¡AH, IVANNA! —gime Omi como una hiena y yo le sigo con un nuevo espasmo que no puedo controlar.
—Bueno, te dejo porque escucho que estás ocupada —masculla Luca y justo en ese momento Omi descarga.
Echo mi cabeza hacia atrás gesticulando con todas mis fuerzas: «¡Mierda!»; sin embargo, atrapada en el jaleo, no puedo hablar hasta que Omi me suelta.
—No, ya no —le digo a Luca, sudorosa, yo misma jadeando y como puedo saliendo de la cama...
Pero Luca cuelga.
—¡Wow! —resopla Omi extasiado, mientras yo me divido entre volver a ponerme las bragas, rabiar por mi orgasmo frustrado o lanzarme por una ventana.
«¡BRAVO, IVANNA; BRAVO!»
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Todo lo que muchas/os temían que pasara; PASÓ.
Si piensan que la cita con Luca está cancelada; no. Es el siguiente capítulo.
Twitter: TatianaMAlonzo (Ahí comento avances, mis impresiones -a veces mientras edito el capítulo- y doy spoilers y exclusivas durante toda la semana)
Instagram: TatianaMAlonzo (Comparto edits/gráficos/memes de La jefa y de mis demás historias)
Grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros (los lectores comparten memes y se arman buenos debates... ya me imagino los post luego de esto )
Cada voto es una descarga de tensión sexual entre Ivanna y Luca que nos espera en el siguiente capítulo. ¡Gracias por apoyar mi trabajo votando! ♥
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