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12. «Je voulais juste te dire que tu me manques»


Dedicado a Adrianna_Guzmat la primera (comprobado) que mencionó (grupo de Facebook) la teoría del cambio Alex-Alexa ♥

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12. «Je voulais juste te dire que tu me manques»

La Perrera no deja de tomar la película de todo lo que hace Luca, pero cuando soy consciente de que nuestro comportamiento es intrusivo y lo mejor será ocuparnos en algo más; Luca, posiblemente sintiéndonos a las cinco encima de sus hombros, se voltea hacia nosotras y nos descubre.

Al instante, las cinco viramos hacia otro lado maldiciendo.

—Busquemos algo más para hacer —decido y por fortuna mis amigas hacen caso.

No quiero que Luca se sienta asediado. Por lo que, tomando el mando le pido a la Perrera darle su espacio y yo misma me entretengo dándole las gracias a las enfermeras por el tiempo que nos dieron. Babette tuvo una tarde bonita y por lo pronto nada me importa más. No obstante, como si de un imán que solo tiene efecto en mí se tratara, en cada pequeña oportunidad que tengo regreso mi atención hacia Luca.

Hizo a un lado la bola de nieve y le pidió dos frascos de pinturas a un mimo para él seguir pintando flores sobre las mejillas de Babette.

Le habla con complicidad mientras lo hace, bromea de muchas maneras con ella, y, pese a que desde mi posición no alcanzo a leer sus labios, sí atesoro en mi mente la imagen de los dos riendo.

Como pronto serán las seis de la tarde, Simoné, Lina y Michelle me ayudan a empezar a desmontar todo, mientras Victoria, que, a diferencia de las demás no ignoró del todo a Luca o a mí, se instala detrás de mi oído señalando el espacio entre nosotros.

—Deja de verlo así —susurra con un tono travieso.

Esbozo una mueca de «Ahora no molestes».

—¿Así cómo? —mascullo, sin querer mirando de nuevo a Luca.

—Con cara de «Embarázame, por favor embarázame» —ríe Victoria.

Trato de golpearla con mi codo en lo que ella entra saltando a mi campo de visión.

Y, alarmada de que haya podido escuchar, me giro hacia Luca disimuladamente, pero no nos está viendo.

—Lo dije en voz baja —objeta Victoria, pero la vuelvo a callar.

Y como si lidiar con una amiga no fuera suficiente, Simoné también se asoma al tiempo que Victoria vuelve a hablar.

—Oye, y viste bien —señala Victoria y las dos miran a Luca—. Ese traje es Chevalier, ¿cierto? Dijiste que no tiene dinero.

—Tal vez su situación cambió —deduzco, pero no quiero volver la vista hacia Luca por temor a que otra vez nos pille espiando—. En apariencia es el mismo, pero él es diferente... En aquel entonces, yo misma le compré uno de sus primeros trajes.

—¿Le compraste uno sus primeros trajes? —repite Simoné con sorpresa—. ¿Es decir que solo eso debo hacer para conseguirme uno igual?

Suelta una risotada, seguido de un «Estoy bromeando» y me cruzo de brazos.

—Por supuesto que con dinero puedes conseguirte uno «igual» —Me cuesta decirlo—. Que logres que te ame ya es otra cosa.

De nuevo no despego mis ojos de Luca.

—Seguro aún siente lo mismo por ti, Nana —trata de consolarme Victoria. Pero Simoné, al igual que yo, duda.

—No. Claro que no —Dejo caer los brazos sin hacerme ilusiones y una vez más le doy la espalda.

—Pero ¿al verlo de qué tiene ojos Ivanna, Simoné? —le pregunta Victoria a Simoné, para cambiar de tema.

—De «Embarázame, por favor embarázame» —ríe estruendosamente Simoné, y me giro para comprobar que esta vez sí atraen la atención de Luca y las vuelvo a callar.

La risa tipo carraca de Simoné da un buen motivo a las enfermeras para recordarnos que ya debemos partir. De tal modo que, en lo que la perrera me sigue ayudando a ordenar todo, voy por Babette para ayudarla a regresar a su habitación. Sin embargo, y no Luca y otra enfermera ya se hacen cargo de eso.

Me despido de Grisel al pasar las seis de la tarde, encamino a parte del personal e invitados al estacionamiento, y, como es ya mi costumbre para dar así por terminado el día, regreso a la habitación de Babette para despedirme de ella.

La encuentro procurando ser calmada por una enfermera que quiere ayudarla a sentarse en un sofá pese a que Babette no quiere.

—Que se recueste en su cama hasta que sea la hora de la cena —sugiero, pero al terminar de entrar a la habitación me doy cuenta de que Luca y otra enfermera están quitándole los cobertores a la cama.

—Cuando la vestimos para su fiesta se orinó sentada en la cama —me explica la enfermera que ayuda a Luca—. El personal de intendencia tuvo que haber venido ya a la limpiar, pero seguramente estaban en la fiesta.

Me acerco a la cama con preocupación.

—No traspasó el colchón —me dice Luca—. Es solo cosa de cambiar las sábanas.

Intenta que me tranquilice.

Pero miro a Babette con temor. La incontinencia es ahora habitual y ya no puede caminar sola.

Mientras que la enfermera que ayudaba a Babette a sentarse se marcha la otra percibe mi inquietud y me informa más cosas:

—Se nos complica porque ya casi no dice ninguna palabra en español —empieza—. Parece solo recordar el francés. Aunque puede que de todas formas no importe, ya que los pacientes con Alzheimer suelen padecer de demencia, y, en la mayoría de los casos, lo que dicen no tiene coherencia —Babette contempla con ojos vacíos la bola de nieve con Paris dentro y mis recuerdos con ella todavía bien tiemblan—. Ya solo come alimentos triturados —prosigue la enfermera— y respecto a las incontinencias...

—¿Cambiaría algo hablar esto ahora? —interrumpe Luca a la enfermera y me vuelvo hacia ellos—. ¿No le parece que lo mejor sería que citaran a Ivanna un día en específico y le explicaran todo más despacio?

—Sí. Por supuesto —concuerda la enfermera, apenada. Al percatarse de que no estoy del todo bien—. Quisiera...

—Ya puede retirarse —Luca es tajante y esta asiente, abandonando por fin de la habitación.

Forzándome a no llorar, escasamente encontrando mi voz, con Luca sin verme directamente me dirijo a él con gratitud.

—Gracias.

Esboza un gesto afirmativo restándose importancia. Y parece querer marcharse, pero regresa al notar que vuelvo a hablar.

—Por lo de hace un momento... por el mural... por la bola de nieve, por venir... Por todo —concluyo.

—Fue en placer.

Le pido ayudarme a terminar de cambiar los cobertores y después a ponerle ropa cómoda a Babette, y ni siquiera lo duda. Cada uno la sujeta con cuidado de un brazo para llevarla a la cama y allí voy y vengo buscando en su armario una pijama, medias de lana y un gorro, en tanto Luca le saca con cuidado el vestido de fiesta.

Babette parece ajena a todo. Le ponemos la pijama, las medias y el gorro sin que diga nada y después la recostamos sobre la cama en tanto ella aún sostiene la bola de nieve.

—Hay frío —musito, cogiendo otro cobertor para también ponérselo encima junto con la muñeca de «Ivanna».

Luca cierra la ventana y pone la calefacción.

—Las dejo solas —comienza a despedirse al terminar.

—No. Yo también ya me voy —digo—. Ella necesita descansar.

Luca asiente con la cabeza, me despido de Babette con un beso en la frente y empiezo a salir. Él hace lo propio besándole las manos sin que consiga hacerla soltar la bola de nieve. Me da ternura verlos.

—Ni siquiera querrá abrir sus demás obsequios —digo al salir pero Luca no contesta, al igual que yo solo observa a Babette desde la puerta.

»¿Siempre te reconoce? —me atrevo a preguntar al cerrar la puerta y estar ya los dos solos en el pasillo.

—No —Luca saca del bolsillo su teléfono para buscar algo—. Hoy fue una agradable excepción.

—Gracias otra vez. —Veo que no deja de poner atención a lo que sea que mire en su teléfono—. Iré a recoger cosas que faltan —digo y me giro para caminar de vuelta al salón para otra vez darle su espacio.


...


En el salón solo hay dos cajas con obsequios. La perrera los dejó creyendo que se quedarían de una vez con Babette; sin embargo, por consejo de su médico, y aunque provienen de nuestras amistades, primero debo revisarlos y traérselos de uno en uno.

Cojo la primera caja. De esta sobresale un oso de peluche envuelto en celofán y de otra bolsa una almohada color celeste con vuelos. Aun así, cuando estoy por alcanzar la segunda caja, Luca aparece en mi campo de visión y con un gesto de su mano me pide entregársela para enseguida colocar la segunda encima.

Esperaba que ni siquiera me dirigiera la palabra y ahora me ayuda a cargar cajas.

Nos encaminamos en silencio hacia el estacionamiento, los dos viendo al frente, aunque, por mi parte, enviándole cada tanto miradas furtivas que parecen no incomodarle. Pero, con todo y eso, no intenta hacerme conversación.

Se está presentando ante mí como un caballero que no se baja del caballo.

La voz alegre de Alexa nos advierte que ya estamos cerca del estacionamiento. Luca sonríe al escucharla y, con ello, confirmo que ese es un buen puente hacia él, uno seguro; de modo que, decido cruzarlo.

—Alexa parece estar bien —comento.

Luca alza una ceja.

—Tiene sus momentos.

—¿Las cosas marchan bien con su mamá?

Este no parece ser un tema fácil.

—No hablan.

Miro con pesar a Luca y esta vez sí me regresa la mirada.

—Gracias por ser amable con ella allá dentro —dice—. Le importa mucho tu opinión.

—Lo tomaré en cuenta —prometo.

»¿Qué pasó con Roy? ...si se puede saber.

Luca deja caer los hombros.

—No estoy muy seguro. Y creo que ni siquiera ellos tienen la certeza —Por segundos vuelve a ver hacia el frente y luego a mí—. Tendrías que escucharlos para tratar de entender.

—Suena complicado —comento.

—Solo sé que un fin de semana en el que dormía plácidamente fui despertado por dos portazos, uno provino de la puerta de la habitación de Alexa y otro de la puerta principal; seguido por el botón de Replay siendo violado por la cantidad de veces que sonó ese día The Winner Takes It All de ABBA a todo volumen en nuestro apartamento.

»Y sigue sonando.

—¿Alexa es tu roomie? —pregunto con sorpresa y Luca asiente. Los dos bajando las gradas que llevan al estacionamiento.

Alexa platica con Pipo a un lado del camino y la perrera, instaladas frente al coche de Michelle, disimulan muy mal no estar prestándonos atención. Verán como un avance que Luca me ayude a cargar cajas, para ellas seguro es un gesto que demuestra su interés en mí, pero porque apenas lo conocen.

No quedan muchos coches en el estacionamiento, de modo que Luca repasa con la mirada cada uno; buscando. Busca uno en particular.

Le indico hacia dónde avanzar y parece confundido. En esa dirección no hay ningún coche deportivo color rojo.

Me causa ternura verlo desconcertado. Es como si por primera vez desde que llegó yo estuviera a cargo de la situación.

Llegamos al Audi, abro la cajuela y acomodo dentro las cajas con Luca repasando con sorpresa el coche. «Hoy es un día de sorpresas».

Aprieta los labios y gira la cabeza hacia la derecha, pero la regresa enseguida, y vuelve a repasar el Audi desde las llantas hasta el capó, como si quisiera enjuiciarlo.

Recupero una botella de agua que dejé en la cajuela, la abro para darle un trago y con ello me tomo mi tiempo para hablar.

—Es un Audi A3 Sedan 2016 —le presento el coche a Luca—. Creo que ése es el modelo.

Él no parece convencido.

—¿Y el Maserati? —dice por fin y me siento como si me preguntara de un familiar perdido—. Solo tenía pintura encima, ¿cierto? No era un daño irreparable.

—No, pero decidí cambiarlo.

Dejo casi anonadado a Luca, con la duda está instalada, y es claro que quiere preguntar más, pero una risotada de Alexa nos distrae durante unos segundos.

—Bonito traje —elogio para que ya no pregunte por el Maserati.

Luca, todavía con la mente en otro lado, se observa a si mismo.

—Sí... es Chevalier.

—Te acostumbraste a ellos.

Parece confundido con mi comentario.

—¿Trabajas en un lugar importante? —continúo preguntando.

—Sí. —Es escueto al contestar.

—¿Y te llevas bien con tu jefe?

—Jefa —corrige y ahora soy yo la que otra vez está sin palabras.

...y parece disfrutarlo.

«¡No te quedes callada; dí algo!»

—Espero que no sea una arpía a la que le guste ponerte las manos encima.

—Es un poco arpía durante las reuniones al final de cada quincena —sonríe.

—¿Ah sí? —Levanto mis cejas.

—Pero me ha subido dos veces el salario, así que... —Luca, todavía sonriendo, deja su último comentario al aire.

—Porque sin duda te quiere poner las manos encima. —insisto un poco celosa, pero procuro que suene a broma.

Luca arruga el entrecejo, aún tomando con diversión mis comentarios.

—Es una posibilidad, supongo.

—Y espero que, pese a ser arpía, sea responsable —prosigo, con Luca atento a cada una de mis palabras— que no te deje el trabajo solo a ti

Sin duda le causa gracia que le monte una nueva escenita de celos.

—La conoces —dice de pronto, callándome.

—¿La conozco? —No puedo creerlo.

Y de pronto el nombre «Ingrid» viene a mi mente, la más odiosa de mis ex amigas que además pretendía acostarse con Luca.

No obstante...

—Trabajaste con ella —agrega Luca, desconcertándome todavía más.

«No trabajé con Ingrid».

—Anette —aclara, finalmente.

—¿Anette? —Siento que me vuelve el alma al cuerpo. Hasta sonrío—. ¿La «vieja» Anette? —Él asiente pareciendo recordar algo agradable—. ¿Trabajas en Chevalier?

Vuelve a esbozar un gesto afirmativo.

—Y me hacen un descuento especial por los trajes —se vuelve a señalar a si mismo—, porque solo puedo vestir de esos.

Me siento descansada.

—He visto a Anette un par de veces más desde que te fuiste y nunca me dijo nada.

—Le pedí no decir nada a nadie —aclara Luca, musitando, pero sé que solo se refiere a mí—. Empecé como auxiliar administrativo y ahora soy Gerente de tienda.

—Felicidades —digo ampliando mi sonrisa—. Me hubiera enfadado con Anette si aún siguieras como auxiliar.

—Gracias.

Tanto él como yo queremos decir algo más, incluso nos interrumpimos el uno al otro buscando tener la oportunidad de querer hablar primero, pero Alexa, que ya terminó de hablar con Pipo se aproxima para saludar.

—¿Y el Maserati? —pregunta.

—Ya no está —le contesta Luca con un tono que no sé interpretar.

Y está viéndome. Sin embargo, yo estoy distraída con Pipo, que me hace una seña indicando que me esperará con la perrera.

—¡¿No está?! —repite Alexa.

Al volverme de nuevo cambio de tema:

—De verdad me dio gusto verte, Alexa —insisto.

—Igualmente —Se empieza a despedir de mí con un beso en la mejilla—. Ahora, si me disculpas, debo irme —Mira la hora en su teléfono y luego a Luca—. Y no sé si... —Señala un coche a su derecha.

Creo que Luca la llevará, o ella a él, o irán juntos a alguna otra actividad.

—Sí. Dame dos minutos —le pide Luca.

—Ese Toyota Corolla plateado 2010 es de Luca —me dice Alexa, todavía señalando su derecha.

—Alexa —Le llama la atención Luca.

—¿Qué tiene que lo sepa? —se defiende ella—. No será un Maserati o un Audi, pero estás muy orgulloso de él por ser tu segundo coche, el primero fue también un Toyota del año 2004 —Lo último me lo dice a mí.

—El primero que compré yo era del 89 —digo con una mirada tranquilizadora a Luca para que no regañe a Alexa—. Felicitaciones.

Luca asiente.

—Dos minutos —Le repite a Alexa, indicándole con un ademán esperarlo en el coche.

Ella, ofendida, lo ve de arriba abajo antes de marcharse.

—Simio culón —la escuchamos mascullar cuando está lejos un metro.

Luca pasa una mano sobre su cara con hastío y yo miro hacia otro lado sonriendo.

—¿Tienes libre mañana por la tarde para ir por un café? —dice, repentinamente... y sin titubear, y de ese modo recupera mi atención.

Y entiendo que lo que quiere es hablar.

«Mañana por la tarde», pienso, cambiando el peso de mi cuerpo de un tacón al otro. «Quedé de almorzar con Omi de Gea, pero esto sería después».

—Si quieres y puedes —agrega Luca al ver que tardo en contestar.

«Bien ahí, Ivanna, recupera un poco de tu orgullo», me felicito a secas.

—Claro —decido—. ¿A qué hora y dónde?

—¿Te parece bien a las cinco en Café y letras? Es librería y café —explica—. Yo trabajo en la tienda Chevalier de ese centro comercial. De ese modo, solo salga... y nos juntamos.

Nunca lo vi en ese centro comercial. Pero tampoco entro a las tiendas de Chevalier por ser ropa de alta costura para hombre, así que...

—Sí —coloco un mechón de mi cabello detrás de mi oreja
. Me parece bien.

Él vuelve a asentir.

—Te veo mañana entonces —se despide y sé que no intentará darme ningún beso en la mejilla o la mano porque enseguida se empieza a girar hacia su coche y avanza.

—Je voulais juste te dire que tu me manques —digo y se detiene, ve durante tres segundos al frente y después se vuelve a girar hacia mí. Lo hace lentamente—, c'est tout —termino, con sus ojos otra vez en los míos.

Luca no dice nada, me mira en silencio y yo tampoco reacciono. En mis ojos hay dolor y creo que por eso mismo es la primera mirada genuina que le dirijo.

Sacude su cabeza apenas, su expresión también denotando congoja, pero como no quiero que me diga nada por compasión me obligo a reaccionar.

—Ss-sé que te molesta no entenderme —me apresuro a explicarle—. Así que, lo quise decir es «Gracias otra vez por ser atento con mi mamá» —Luca ni siquiera intenta parpadear en tanto yo es lo único que hago además de hablar por pausas—. Gracias... de verdad.

Su gesto se relaja, incluso sonríe ligeramente y saca un par de llaves de su bolsillo para jugar con ellas.

Camina dos pasos hacia mí, abre y cierra su boca y vuelve a regresar; sin embargo, se decide por fin y acorta la distancia entre los dos para tomarme de los brazos. Lo hace con caballerosidad. Y de esa manera deposita un beso en mi mejilla.

Al separarse de mí, esta vez sí se apresura a retirarse y no vuelve a ver en mi dirección. Pero me dejó sin aliento, con el fantasma de sus manos en mis brazos y en mi mejilla el de sus labios. Fue un beso rápido, en apariencia carente de significado, ya que así besarías a tu madre. Pero yo no soy su madre ni él mi hijo, éramos amantes y mi corazón latiendo a prisa y mis ojos a punto de desbordarse me lo están recordando.

Éramos amantes.

Camina hasta su coche con pasos firmes, entra y lo enciende sin todavía volver la vista hacia mí. De ese mismo modo se apresura a moverlo hacia atrás, gira el volante en dirección a la salida y sale del estacionamiento.

No dejo salir el aire que retengo hasta que veo las luces traseras de su Toyota Corolla desaparecer. Llevo los nudillos de mis dedos a mi nariz y cierro los ojos exigiéndome no gimotear.

Respiro hondo.

Ayuda que cuatros pares de tacones y uno de zapatos corran hasta mí.

—¡Ivanna! —Victoria es la primera en alcanzarme—. ¡¿Estás bien?! ¡¿Todo está bien?!

No sé qué energía se percibió de lejos, pero está preocupada.

—Sí —me apresuro a hablar, mirándola. En todo momento procurando de lucir calmada.

—Bueno; ya pasó —dice.

—No. Mañana lo vuelvo a ver.

—¡¿Qué?! —Victoria deja caer su boca.

—Almorzaré con Omi de Gea y por la tarde tomaré un café con Luca. Tengo dos citas en un mismo día.

Creo que Victoria necesita electroshock.

—O sea que mañana sí o sí vas a follar —anuncia, ya con Michelle, Simoné, Lina y Pipo rodeándonos.

Los cuatro ahora están boquiabiertos.

—Pues no sé —le digo a Victoria, con el resto de mis amigos por igual demandando una explicación.

No saben de Omi ni de la cita con Luca.

—Mañana vas a follar, Ivanna —repite en mi oído Victoria, mucho más emocionada que yo.

Más emocionando que yo.

Que yo que... aún intento asimilar la corriente eléctrica que dejó un cálido beso en mi mejilla. 

«Je voulais juste te dire que tu me manques».


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Solo diré: AHORA SÍ QUE EMPIECE LA DIVERSIÓN. Muajajajajajaja!

Lean el siguiente capítulo en público bajo su propio riesgo.

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Cada voto es una dosis de Frutifantástico que nos espera en el Capítulo 13 . ¡Gracias por apoyar mi trabajo votando! ♥

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