Capítulo 1: Metanoia
Viaje que cambia la forma de pensar o sentir, la vida o la forma de ser de uno.
Athan Zeev llegó a la Isla Fel el 12 de enero de ese año. Había tocado fondo en su carrera, o así lo creía, y la Isla Fel parecía ser el mejor lugar para recomponerse y regresar a su trabajo en Corea del Sur.
La vista desde el avión alimentó en gran medida sus esperanzas. Las colinas verdes combinaban bella y armoniosamente con el mar y las pequeñas construcciones naranjas. No había grandes estadios ni edificios por todas partes, la naturaleza dominaba gran parte de la Isla.
Cuando el avión aterrizó, por alguna razón, Athan esperaba ver un gran cartel con su nombre y miles de globos de colores, pero la realidad se pintaba gris; lo único que encontró al bajar fue a su tía, Darya, tomada de la mano con un niño pequeño.
La relación con su tía era más que compleja. Aun así, en cuanto vio a su tía la saludó con una gran sonrisa, ella se limitó a llamarlo por su nombre y presentarle a su hijo, Peter. No le preguntó acerca del viaje, no lo ayudó con sus maletas, ni preguntó si tenía sueño o hambre, se limitó a decir:
–Si esas son todas tus cosas, vamos al auto, está afuera.
Camino a su casa, Athan olvidó todo el mal rato. Aún en el auto, la Isla seguía presentando paisajes verdes por todas partes. Lo único que Athan lamentó de ese viaje fue sentarse en el asiento de atrás.
–Es hermoso. –pensó en voz alta y por mala suerte, en su idioma natal.
–Tu padre... –Dijo su tía bajando el volumen a la canción infantil que sonaba en la radio. – ¿Alguna vez te habló de la Isla? ¿te mostro fotos o algo?
–No, nunca. –Respondió mirándola por el espejo. –Él casi no habla de este lugar.
–No me sorprende, fue muy feliz cuando consiguió ese grandioso trabajo en la fabulosa ciudad de Seúl. –El tono amargo lleno de envidia y rencor hizo que Athan guardara silencio. Además, no tenía cómo responder, él no sabía casi nada de la vida de su padre en la Isla.
Unos minutos más tarde llegaron a la casa de su tía, era una casita muy bella, tenía dos pisos, y un bonito jardín delantero. Un lugar muy bello para el mal ambiente que guardaría los próximos días.
Su tía lo condujo a la habitación del fondo del pasillo en el segundo piso, siempre en silencio.
–Instálate. –ordenó ella al entrar en la habitación.
Era pequeña, pero suficiente, en ella había una cama de una plaza paralela a la ventana, una pequeña mesa de noche con una lámpara alago vieja, la cama no tenía nada, sólo el colchón y al otro lado de ella había un pequeño mueble para la ropa.
–Tienes sábanas limpias sobre la cama, en este mueble. –dijo apuntando al sifonier. –puedes colocar tu ropa.
–Gracias.
–No agradezcas. Hay algunas reglas que debes seguir mientras te quedes en esta casa, que no sé cuánto tiempo será. –Athan intentó responder, pero ella no lo dejó. –Primero, mañana tienes tu primera reunión con el psiquiatra, salimos a las 7.00 am, no más tarde. En cuanto termines la sesión regresas a casa. Nada de salidas con chicas, ni amigos, nada de fiestas o reuniones. A lo que viniste, sin distracciones, ¿entendido?
–Sí, tía Darya.
–El internet se corta a las 9 de la noche, no puedes usarlo después de esa hora, lo desconectaré, la contraseña está en un papel en tu mesa de noche. ¿Alguna pregunta?
–No, gracias.
–Bien, si tienes hambre, la cocina está abajo, come sólo lo necesario, no te empaches. El baño está al otro lado del pasillo, lávate las manos y no dejes marcas de pasta en el lavado. Y por favor no rocíes demasiado ambientador al salir. Ah, otra cosa, tu inglés es bueno, trata de no hablar en coreano, es molesto.
–Está bien, gracias.
La señora no dijo nada más, salió de la habitación y cerró la puerta tras de ella. Atan se sentó en la cama, nunca se había sentido tan solo, extrañaba mucho su hogar.
Conectó su teléfono al internet de la casa y mandó un mensaje a su padre indicando que había llegado, estaba por enviarle el mismo mensaje a su madre cuando su padre le llamó.
–Hola, papá.
–Hijo, ¿cómo estuvo el viaje?
–Lindo, la isla se ve increíble.
–Ah sí... –dijo su padre con un suspiro. –allá todo es muy hermoso. ¿Cómo está tu tía?
–Como siempre...
–Bueno, no esperábamos que sea un ángel desde el primer día, ¿verdad? –Ambos rieron. De pronto el tono de voz de su padre se tornó triste. –Lo siento, hijo. Pero mientras estés en tratamiento necesito que alguien te cuide y me llame por si tienes otro ataque.
–Lo sé.
–Te haré una transferencia para que puedas salir con TJ.
–Gracias papá, pero la tía no me dejará ver a nadie.
–Bueno, yo no dije que le pidieras permi...–hizo una pausa abrupta, una mujer lo llamó desde el otro lado. –Debo regresar al trabajo. Llámame cuando te encuentres con el doctor.
–Está bien, adiós –colgó.
Athan se acercó a la ventana y observó los techos de las demás casas que iban colina abajo, alguno que otro edificio de pocos pisos a poca distancia y al fondo el hermoso mar, con aves revoloteando, cuando abrió la ventana apreció el aroma a humedad.
–Bueno, ¿qué tan malo puede ser este lugar?
La Isla no era desagradable en absoluto, como le había dicho su padre, todo ahí era hermoso. Lamentablemente no estaba con las mejores personas para mostrárselo y él comenzaba a arder en deseos de conocerlo mejor.
Tak Jay, mejor conocido como TJ, era originario de Corea del Sur, al igual que Athan, sólo que él había llegado a la Isla por razones diferentes a las de su amigo.
TJ esperaba a pocas calles del edificio donde Athan iba a terapia. Fumaba un cigarrillo barato, un hábito que nunca consiguió dejar. Athan lo reconoció en seguida, su pelo rojo y forma de vestir delataba que era un aspirante a cantante en su país de origen.
–¡Señor, está prohibido fumar! –le gritó.
TJ tosió con fuerza, mientras su amigo sólo reía mientras se acercaba a darle palmaditas en la espalda.
–¿Athan Zeev? Mira cómo has crecido. -dijo sarcásticamente, al tiempo que soltaba el cigarrillo. – Vaya, casi ni te reconozco. Déjame verte. -dijo TJ tomando entre sus manos el rostro de Athan. –Estás tan feo como te dejé. –rieron. –Y tus ojos siguen verdes, al parecer no terminaron de madurar. –Volvieron a reír.
–Sigues igual de idiota. – lo apartó con un pequeño empujón.
Abrazó a Athan, lo extrañó más de lo que había pensado. No se veían desde que Hye Ri, una chica de su agencia, lo demandara por acoso sexual, habían pasado ya dos años. La acusación era falsa, pero bastó para arruinarle la vida. Athan fue el único que siguió creyendo en la inocencia de TJ, pero eso no hizo más que darme mala fama a él también.
Ahora Athan estaba en la Isla, lo necesitaba, era el turno de TJ para apoyarlo y cuidar de él.
–¿Tienes hambre? ¿Ya comiste? Te invito algo si quieres.
–Vamos a un lugar tranquilo. Donde quieras.
–Sí, porque tienes mucho, muchísimo, que explicar. Adelante sube.
TJ abrió la puerta del auto donde se apoyaba e invitó a su amigo. Athan se quedó mirando el auto, intentando procesar la información.
–Ahora eres tú el que tiene mucho que explicar. –rieron y subieron al auto.
TJ rio con suficiencia y explicó que tenía un departamento, una novia y una carrera, pero Athan no pareció creerle. La vida no podía haberle sonreído tanto desde que llegó a esa Isla, ¿O sí?
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