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Capítulo 8

—¡Jim! —gritó Matt—, ¿qué ha pasado?, ¿donde estabas?

—Emm... —musitó Jim.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó Matt a Annie.

—Nada —dijo Annie mirando a Jim—, o al menos, nada malo.

Jim se rascó la cabeza, desorientado.

—¿Que me ataque un monstruo de piedra no es algo malo? —preguntó Jim.

Matt lo miró extrañado.

—En primer lugar, es un Gólem, y tiene sentimientos. En segundo lugar, estás de una pieza, por lo que no eres un "perdido".

—¿Un perdido?

Annie se acercó con paso rápido a Jim y le levantó el collar de debajo de la camisa sucia.

—Ésto es el símbolo de los perdidos. Una... una... "tribu" —dijo entrecomillando con los dedos— que vive en el interior de ésta isla y se aprovecha de sus criaturas.

Jim abrió los ojos de par en par.

—¡Venga ya! —gritó Jim—. ¡Éste colgante me lo dio mi padre antes de morir!

—¿Antes de morir? —preguntó Annie susurrando—. Qué interesante... ¿no será que...?

Alguien aporreó la puerta desde fuera.

—¡¿Qué pasa?! —preguntó Annie desde la silla.

De repente la puerta se abrió, dejando caer algo hacia el suelo como un peso muerto.

Un hombre.

Aunque lo más raro de todo no era el por qué tenía varias orejas en su calvicie. Lo más raro de todo era que tenía un osito de peluche encima de la espalda que tenía un cartel en el que ponia:

Ayudadme.

Matt se acercó al osito de peluche.

Ya estaba a punto de rozarlo con las yemas de los dedos cuando un puñal blanco salió volando y le atravesó la cabeza al muñeco.

Jim había lanzado el puñal.

—¿Qué?, ¿por qué has...?

—Es ésto —dijo Jim levantando la esfera roja—. Ésto es lo que... "me ha dicho" que esa cosa era peligrosa.

Annie lo miró asombrada.

—¿Encima de que has pasado la prueba, te ha dado un regalo?, este Gólem es cada vez más raro... —exclamó mientras cogía dos sables piratas del siglo XV de la pared.

A lo lejos empezaron a oírse gritos.

—¿Qué pasa? —preguntó Matt.

Annie se asomó por la puerta, luego la cerró y la atrincheró desde dentro.

Estaba pálida.

—Nos atacan...

—¿Qué?, ¿Qué nos ataca? —preguntó Jim limpiando su puñal de relleno de peluche.

—Nos atacan los perdidos.

***

—Cuidado con ese pie —exclamó Jim al notar la suela del zapato de Matt en su cara.

—Lo siento —profirió Matt, aunque el eco del túnel hizo que a Jim le doliera la cabeza y que no entendiese la respuesta.

Habían pasado unos veinte minutos desde que Annie había quitado la alfombra del salón y habían bajado por un túnel hecho para utilizarlo en caso de emergencia.

Pero ahí estaba el problema.

Era solo para utilizarlo en caso de emergencia, así que la comodidad no se habia tenido en cuenta al construirlo, y el espacio entre el suelo y el "techo" no superaba el medio metro y tenían que ir arrastrándose.

¡Bum!

Otra explosión.

¡Aaaaargh!

Otro grito desgarrador.

—¿A donde conduce éste túnel? —preguntó Matt.

—Conduce a un bunker humano —respondió Annie, que iba delante de todos.

—¿Hace falta remarcar la palabra humano?, ¿es que hay bunkeres no-humanos en este sitio? —preguntó Jim.

Annie no respondió.

Pasaban los minutos, y el ambiente era demasiado agobiante.

Barro se adhería a la ropa, gotas de agua les caían en los ojos al mirar al frente, arañas y algunos insectos que se habían instalado allí les saltaban a la cara...

Hasta que al final un puntito de luz apareció en la distancia.

—Creo que he muerto. Está todo oscuro y veo una luz al final del túnel —exclamó Jim.

—Que gracioso —masculló Annie.

Matt avanzó un poco cuando de repente Jim lo agarró del pie.

—¿Qué...? —empezó a decir Matt.

—No me fio —dijo Jim—, no me fio de esa chica.

Annie no les oyó.

—Nos acaba de salvar —dijo Matt.

—¿Y no te parece extraño que empiece a decir chorradas de mi y que, casualmente, nos ataquen unas personas que tienen como símbolo mi colgante?

Annie seguía sin oírles.

—Pues... —masculló Matt.

—¡Ya casi hemos llegado! —gritó Annie un par de metros más adelante.

Matt dejó su respuesta en el aire y siguió avanzando por el estrecho túnel.

***

—Uf —emitió Matt al caer a un suelo de cemento desde medio metro de altura.

La caída en si no le había hecho mucho daño... había sido más el impacto.

—Éste sitio está mucho más sucio que cuando lo vi por última vez —susurró Annie.

Estaban en una habitación rectangular, con unas paredes de color gris rugosas y desconchadas que demostraban haber estado mucho tiempo ahí abajo.
La estancia estaba escasamente amueblada; había un par de sillas, una mesa, un armario... y una puerta muy oxidada que daba la impresión de hacerte contraer el Tétanos con sólo tocarla.

—Espero que el bunker esté detrás de esa puerta —dijo Jim mientras salía reptando del agujero que estaba en el centro de la pared.

—Ésto es el bunker chico.  Y detras de esa puerta solo hay hombres cocodrilo. Nos quedaremos... un tiempo, y saldremos a buscar supervivientes —dijo Annie mientras posaba las manos en su cintura.

Matt sacó la piedra extraña de su bandolera de cuero y la miró con atención ahora que tenía tiempo.

—No entiendo qué haces con esa piedra —dijo Jim al sentarse en una silla.

—Si es lo que creo que es, ésta piedra es increíblemente poderosa —dijo Matt mientras limpiaba con un cepillo la superficie de la roca verdosa.

—¿Puede ser algo parecido al Símbolo amarillo? —preguntó Annie.

Matt asintió, y al ver la cara de extrañeza de Jim, añadió:

—Es un objeto de un relato de H.P. Lovecraft.

Jim asintió sin saber de qué hablaba Matt y se puso a examinar su daga de hueso.

—Entonces esa piedra tiene... poderes mágicos —dijo Annie mientras se acercaba lentamente a Matt.

—Sí, aunque puede que no, no aseguro nada —dijo Matt.

Jim se acordó de el guante que le había dado aquel hombre llamado "Tooth", lo sacó de él bolsillo de su chaqueta y se lo puso.

Era como un guante normal, descartando los pequeños bultos que asomaban en los lugares donde, en la mano, se localizaban los nudillos.







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