Capítulo 5
Necronomicón.
Esa palabra le retumbaba a Jim en la cabeza.
—Tu hermano era científico... entonces hay una civilización cerca. ¿En qué país estamos? —preguntó Matt.
La chica miró de mala manera a Matt y suspiró.
—No hay ningún país chico, sólo colonias en esta isla. Y como no nos vayamos... las malditas Selkies os van a comer con patatas. Y no hablemos de las sirenas.
Jim se giró instantáneamente al oír lo último. ¿Quién se los iba a comer?
—¿Qué, quiénes? —preguntó.
—Mitad mujer, mitad foca —dijo la chica aclarando—, yo estoy a salvo pero en esta playa hay para ellas un Buffet de hombres. Por vuestro bien será mejor que nos vayamos.
Matt miró el mar, haciendo visera con la mano y al instante giró la cabeza hacia la chica y asintió.
—No me apetece saber que hemos dormido rodeados de... máquinas de matar —dijo Jim.
La chica puso los ojos en blanco.
—¿Que habéis hecho qué? —preguntó estupefacta.
Matt no pudo responder debido a que una calavera aún con carne salió lanzada del mar para acabar en la playa, a sus pies.
—¡Vámonos! —gritó la chica en español.
—¡A sus ordenes señora!
No hacía falta saber español para saber que se iban.
La chica, junto con todos los hombres entraron al bosque seguidos por Matt y Jim.
—¿Hacía donde vamos? —preguntó Jim mientras respiraba ruidosamente por la boca.
—A la colonia —dijo la chica poniéndose a su lado—, nuestra colonia base.
***
El bosque era en realidad una jungla. Una muy espesa que casi no dejaba pasar la luz del sol.
Jim sabía que habían países con junglas desmesuradamente grandes, así que supuso que estarían por la zona, lo cual dejaba una lista de países cercanos... África, India... no, India no. No habían llegado tan lejos.
Debían estar en alguna isla cercana a África.
Al caminar por un camino de hojas secas, un escalofrío le recorrió a Jim la espina dorsal junto con una terrible sensación de que alguien le estaba echando el aliento en la nuca.
Miró hacia atrás y no vio nada. Volvió la cabeza al frente y por un instante le pareció divisar algo detrás de un árbol. Algo... ¿o alguien? le había estado observando a escondidas desde detrás de un árbol.
Jim gruñó y acortó las distancias con Matt.
—Dado que os hemos rescatado lo menos que podéis hacer es presentaros, ¿no? —dijo la chica al ver a Jim moverse entre los árboles.
—Matthew Lupper a tu servicio —dijo Matt con una referencia.
—Jim... Trapper.
—Encantada de conoceros. Mi nombre es Annie Lewinsky, pero mis amigos me llaman Ana.
Jim sonrió y se chocó contra una señal de metal que no vio en un costado del camino.
Estaba en el suelo notando cómo la sangre le fluía por la nariz cuando vio lo que ponía en la señal.
Originalmente ponía algo como... Waukesha, pero alguien había escrito encima, cambiándolo a Wauhellsha.
Menudo nombrecito.
Matt corrió a socorrer a Jim. No eran muy amigos que digamos pero... habían sobrevivido los dos a un naufragio.
Matt ayudó a levantarse a Jim. En cuanto vió el cartel algo chascó en su cerebro, un recuerdo del pasado... de cuando el vivía en ese pueblo.
***
Tenía doce años.
Recordaba ese día perfectamente, debido a que era su cumpleaños.
El 31 de Mayo.
Iba por una carretera un poco demacrada montando su bicicleta nueva. Hacia tan sólo unos minutos había salido de su casa para "estrenar" su regalo de cumpleaños.
El bosque estaba a ambos lados de la carretera.
Los abetos adornaban el lugar, dándole un aspecto... misterioso a ese sitio.
El perfume natural invadía el lugar, y Matt lo aspiraba profundamente.
Era todo sencillamente perfecto.
Pero, como decía su padre, no todo era perfecto en la vida.
Una rueda de la bicicleta reventó a causa de un cristal y Matt salió volando al asfalto.
De repente, en el medio de los árboles, un hombre alto y desgarbado y con un traje elegante salió corriendo a gran velocidad y agarró a Matt al vuelo.
Y entonces Matt pudo ver su cara.
O más bien, su no-cara.
Era una sensación extraña, ese hombre tenía cara, pero Matt tenía que concentrarse y apretar los ojos para poder verla. Si no, una especie de borrón le cubría los rasgos faciales.
Su aspecto habría asustado a cualquier adulto que hubiera pasado por allí, pero Matt, en su inocencia infantil, pensó que ese hombre había demostrado ser bueno al salvarlo.
El hombre depositó suavemente a Matt en el suelo y lo acarició en la cabeza, acto seguido se acuclilló y sacó un tercer brazo, atrallendo hacia el la bicicleta de Matt.
Al rato, el hombre se la devolvió completamente arreglada.
Matt sonrió de oreja a oreja y se montó en su bicicleta mientras el hombre se puso de pie. El hombre tocó la bicicleta de Matt y señaló una carretera secundaria que separaba en la que estaba y una que se perdía en la lejanía.
Matt sonrió otra vez y se dirigió por esa carretera, sin imaginarse que al cabo del rato encontraría en el suelo a una pobre niña, agonizando y pidiendo ayuda, que había sido apuñalada por su mejor amiga.
Lo más raro de todo fue que no expresó emoción alguna, simplemente se la quedó mirando, y le preguntó:
—¿Quién te ha hecho eso?
***
Matt se puso pálido. Había rememorado esos momentos en su cabeza, la visita de aquel hombre que lo había ayudado, y al final, la visión de una niña ensangrentada en el medio de la carretera.
—¿Matt? —preguntó Jim mientras se limpiaba la sangre con la manga de la chaqueta.
—¿Qué hace esto aquí? —preguntó Matt señalando con un dedo tembloroso a la señal.
—Sencillamente un día no estaba y al siguiente estaba aquí, perfectamente encajada en el suelo —dijo Annie mientras se acercaba hacia ellos.
—No es posible... —susurró Matt.
—¿Qué pasa?, ¿habéis olvidado que nos persiguen unas chicas come-hombres?
Jim se espabiló, intentando mover a Matt del sitio.
—¡Annie! —gritó uno de los hombres con un tatuaje en el hombro.
Un segundo después una criatura humanoide, con la piel grisácea y unas garras que centelleaban con cada movimiento, le rebanó la cabeza de un corte limpio a aquél hombre.
—¡Por santo dios, corred, corred por vuestras vidas! —gritó Annie al echar a correr.
Matt salió de su trance y agarró a Jim por el cuello de la chaqueta.
Mientras tanto, la criatura seguía rebanando cuellos y cabezas.
Y nadie sabía si seria el siguiente.
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