Capítulo 15
El jorobado se acercó rápidamente a un par de mesas y agarró una pila de libros con las manos.
—Lo siento, hace batante tiempo que no hay visita y ésto está bastante desordenado —dijo con paso apresurado.
Un libro cayó al suelo, y al ver que el jorobado no podía agacharse a recogerlo Jim se acercó y lo recogió.
Frunció el ceño al leer el título.
—¿La... la... sensual doncella argoniana? —preguntó entre tartamudeos Jim—. ¿Éso que significa?
Annie y Pixa se miraron incómodas.
Matt se acercó rápidamente y puso el libro en lo más alto de la pila de libros del jorobado.
—La soledad —dijo Matt tragando saliva—. Significa la soledad.
Jim abrió la boca para seguir preguntando, pero Pixa le dirigió una mirada severa y le hizo un gesto para que se callara.
Al instante siguiente apartó la mirada.
"¿Qué le pasa a esa chica?" Pensó desconcertado.
El día anterior le había parecido la chica más tímida del mundo (dejando de lado los golpes con la pala), y ahora... había sufrido un cambio drástico.
¿Tenía cambios de personalidad o qué?
—Los libros son la única compañía que tengo —dijo el jorobado—. No hay que menospreciar ninguno.
Matt miró hacia otro lado y Jim tragó saliva.
—Entonces —dijo Jim— ¿Cómo encontramos el Necronomicón?
—Directo. Muy bien —dijo el jorobado—. Así me gusta.
—¿Y?
—No puedo deciros la localización exacta del Necronomicón directamente... pero sí que puedo decírosla con un acertijo.
—¡Genial! —gritó Annie sarcásticamente—. ¿Y mi hermano?
—Junto con el libro —dijo el jorobado encorbándose más—. Y ahora... dejadme deciros el acertijo. Prestad atención, puesto que no lo repetiré.
***
—Donde la gran perla plateada reluce con mayor intensidad, los no-vistos pájaros de hierro surcan el cielo.
Allí, bajo la tutela de su rumbo, deberéis surcar el mar con el capitán de la fantasía marina, dejando atrás las bastas tierras de lo fantástico.
En vuestra odisea, deberéis derrotar criaturas temibles y temidas, alcanzar las estrellas submarinas, y encontraros con el gigante de la isla desierta.
Deberéis hacer una última detención, en la isla en la que para un joven será la de la redención. Deberéis encontrarlo y reclutarlo, como el tercer miembro de los buscadores, junto a su compañera marina y a su defensor, y, así, ser el quinteto revolucionario. ¡Pero cuidado! Porque alguien de confianza os traicionará.
Id, id y volad. Vuestra primera parada en el monte de la perla plateada será.
***
Jim se quedó boquiabierto.
El jorobado había recitado las palabras con una rapidez y una labia increíbles.
Mientras, Matt tragaba saliva, pálido.
Jim no se había dado cuenta, pero los versos habían dejado muy claro que él y Annie estaban excluidos de aquél viaje. Además de que alguien los traicionaría.
¿Cómo?
¿Por qué?
¿Cuando?
No lo sabía.
Annie se espolsó el polvo mientras miraba con detenimiento los apuntes de Matt acerca del supuesto acertijo.
Pixa, por el contrario, miraba al jorobado con el ceño fruncido.
—Ya sabéis los pasos a dar. Ahora, id a vuestras habitaciones, y reponed fuerzas. Mañana el genio os enviará al monte de la perla.
Jim abrió la boca para preguntar acerca del servicio (se estaba meando) cuando el jorobado chascó los dedos.
Al instante siguiente estaban en dos habitaciones separadas por un biombo de papel.
—Guau —dijo Pixa al ver la decoración.
Estaban en dos habitaciones, una masculina y otra femenina. Y ni podían ir a la otra.
¡Los habían separado!
Pixa y Annie estaban juntas, a regañadientes. No se llevaban demasiado bien.
Mientras, Matt y Jim estaban asimilando lo que acababa de suceder.
—Alguien nos traicionará... —musitó Matt—. ¿Qué crees que significa?
—Ni idea —contestó Jim sentándose en la cama inferior de la litera que había en una pared de la habitación.
A Jim le pareció oír un gritito al otro lado del biombo.
—Ése jorobado nos ha metido aquí, supuestamente hasta mañana —dijo Matt—. ¿No se supone que deberían haber cosas pata recuperar las fuerzas? Comida o algo por el estilo.
—Yo desearía comer algo —susurró Jim, que había visto que su mochila no estaba.
El guante de piedra seguía inmóvil.
Cuando Matt abrió la neverita de mano que había allí, un hombre vestido con una túnica y con un gorro (y que aparentemente no tenía piernas, solo humo) salió disparado y empezó a revolotear por la habitación.
Parecía el genio de Aladín y la lámpara maravillosa.
—¡¿Pero qué...?! —gritó Matt.
—¡Ése vocabulario! —regañó el genio.
—Increíble —musitó Jim.
El genio se detuvo al oír a Jim y le dirigió una mirada interesada.
—¿Un niño con la marca del buscador? ¡Qué cosa más rara! —farfulló el genio.
—Lo dice el que vuela y es de color morado —dijo Jim mirando al genio.
—Fué una maldición chico. No soy morado porque quiera —dijo el genio mirando alrededor—. Pero volviendo a lo que íbamos; ¿Alguién ha dicho deseo?
Jim levantó el brazo.
—No me extraña. Los buscadores siempre desean cosas... mirad a Hércules. Ése sí que era un explorador. Y deseaba mucho.
—Tengo hambre —dijo Jim—. Y me encantaría ir al baño.
—La comida no cuenta como deseo —dijo el genio haciendo aparecer dos bolsas de papel con el logotipo de la empresa McDonald.
Por el "plop", también habían aparecido al otro lado del biombo.
—¿Y el baño? —preguntó Jim.
El genio miró a Jim y señaló una puertecita situada al lado de la litera.
Jim salió corriendo como una exhalación y entró al baño.
***
Cenaron en silencio.
Estaban fatigados, cansados, tanto física como mentalmente, y necesitaban comer y dormir.
—Mañana nos iremos de aquí —dijo Matt aún con trozos de su CheeseBurger en la boca.
—Supongo —contestó Jim.
—Supones bien buscador. Mañana os enviaré al monte de la perla, para que la encontréis y luego sigáis los pasos de la profecía.
—Oh. Genial —susurró Matt.
Jim bostezó y escuchó la respiración de las chicas al otro lado del biombo de papel.
—Me encantaría saber cómo volver a casa —dijo Jim para sí.
—Éso es fácil —dijo el genio—, tienes que cumplir la profecía.
—¿Y quién dice que tenga que ser yo? Prefiero volver a...
Jim se detuvo.
Casi dijo: "Prefiero volver al orfanato".
—La profecía dice que alguien nos traicionará. Quizá seas tú —dijo Matt mirándole de reojo.
—Oh, venga ya —exclamó Jim—. ¡Tú ni siquiera formas parte de ella!
Unas palmadas en el biombo hicieron que se callaran.
—¡A dormir joder! —gritó Annie.
Matt y Jim se miraron, y luego se fueron a dormir.
Mientras, el genio se quedó observando a Jim.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro