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Capítulo 3 • Trato

Realizar un trato era un opción poco viable, la mayoría de villanos no tenían palabra o un gramo de honor, pero casos desesperados requieren medidas desesperadas.

Carlos no sabía si confiar en las malas lenguas de la Isla de los Perdidos, pero siendo su única alternativa decidió hacerlo. Se dirigió con pasos inseguros y titubeos hasta la dirección que le habían dado. Era su única opción. No se sentía lo suficientemente cercano al grupo para pedirles ayuda, sin embargo estaba desesperado por ayuda.

El castillo de las Gangas, hogar de Maléfica y Mal. Las dueñas de toda la Isla de los Perdidos. Maléfica lo echaría a patadas en cuanto lo viera, Mal por otro lado, se reiría de él y después lo patearia.

La puerta tenía un sucio letrero que decía: "ABIERTO". De hecho pudo ver a Mal sentada en una silla dando vueltas con puro aburrimiento en su rostro. A veces olvidaba que la casa de Mal y su madre era también una tienda de viejos artículos de magia y baratijas que de nada servían en la Isla.

Abrió la puerta y la campanilla sonó. La pelimorada se giro para verlo. No mostró ninguna reacción a su llegada.

Carlos se sintió repentinamente presionado. La fiereza en la mirada de Mal lo ponían nervioso pese a ser su "amigo".

- Vine... Vine a pedirte un favor.

- ¿Vas a comprar algo?

- N-no

- Entonces largo - volvió a darse la vuelta, dándole la espalda con el respaldo de la silla.

- Pero yo...

- Yo no hago favores, cachorro - le dijo y volvió a girarse, está vez con el dedo índice cruzando sus labios indicando silencio y señalando al techo. Movió la mano para llamarlo y que se acercara -. Te veo en el callejón en diez minutos - le susurro despacio en la oreja. El pequeño seguía confundido pero obedeció sin problema y fue al callejón para esperar con paciencia la llegada de la pelimorada.

Pasaron los diez minutos y Mal todavía no llegaba, se cuestiono por un minuto si ella realmente pretendía escucharlo o simplemente lo dijo para deshacerse de él. Recordó el sobrenombre absurdo con el que Mal lo bautizo algún tiempo atrás. Su estómago se revolvió, definitivamente de todos los insultos que podían herirlo ese era el peor.

Finalmente, pasado un tiempo Mal llegó con su mochila colgando de uno de sus hombros.

- ¿Qué necesitabas?

- ¿En verdad vas ayudarme?

La pelimorada se encogió de hombros y después le respondió con tranquilidad.

- Eres de mi pandilla, no ayudarte me haría mala líder.

Por un instante Carlos se sintió reconfortado. Recapacito que la actitud previa de Mal seguramente era por tener a su madre presente en casa.

- Gracias Mal. Tú... ¿Podrías darle un susto a alguien?

La ojiverde levantó una ceja e inclino la cabeza sutilmente.

- No entiendo

- Oliver, el hijo de uno de los secuaces de Medusa me tiene manía y esta comenzando a fastidiar mi trabajo ¡también hace bromas pesadas sobre mi casa! Si mi madre ve el desastre que él causa y yo no limpio ¡me convertirá en su nuevo abrigo de piel!

- Cruella volvió a irse al spa por lo que veo - se burlo Mal, pero tosió falsamente y trato de corregirse -. Así que Cruella no está y necesitas defender tu casa. Bien, puedo encargarme de él.

- Cuándo dices "encargarme de él" te refieres a ¿qué?

- A que no vuelva a molestarte

- ¡No, no, no, no quiero que lo lastimes, solo quiero que lo asustes!

- Pff, busquemos a Evie y Jay.

- En serio quiero que solo lo asustes, no que le hagas algo malo.

- Esta isla necesita aprender que meterse con mi pandilla es meterse conmigo.

Ahora Carlos comenzaba a creer que pedirle ayuda a Mal no fue tan buena idea como le parecía hace unos minutos.

(***)

Carlos les mostró que la casa estaba nuevamente embarrada de huevos podridos y bolsas de basura.

Mal analizó las condiciones de la casa y simplemente se sentó en el suelo, cerca del portón de hierro oxidado y rechinante.

Jay miró extrañado las acciones de Mal, así que decidió dar una vuelta por la propiedad y vigilar que el bromista no estuviera cerca.

Evie se quedó con Carlos repitiéndole que mientras Mal lo considerara de la pandilla podía estar tranquilo y sentirse seguro.

Paso un tiempo y Mal visualizo una sombra que se asomo por el horizonte y al hacer contacto visual se escondió en la oscuridad con velocidad.

- Sal ahora, Oliver - lo llamo con un tono se voz suave -. Es mejor que no me hagas esperar.

El chico sacudió los arbustos y salió, cargando en sus manos cartones de huevos listos para ser usados como munición contra la casa de Carlos. Mal llamó al chico de cabello blanco.

- ¿Y-yo?

- Rápido - lo llamo con más fuerza -. Esta es tu prueba.

- ¿E-eh?

- ¿Crees que estar en mi pandilla es gratis? Demuestra que vales algo y defiende lo que es tuyo.

Oliver fue empujado por Mal para que quedara frente a frente con el más chico. Lo sostuvo de ambos brazos, dejándolo a total merced del pecoso. Los huevos que Oliver cargaba cayeron al suelo salvándose solo algunos pocos.

¿Prueba? ¿Desde cuando se tenía que hacer una prueba para ser de una pandilla como la de Mal? El simple hecho de que ella te hable sin insultarte ya era una muestra de que pertenecías a su grupo.

- Vamos, no puedo proteger a alguien que no pertenece a mi grupo - libero uno de los brazos de Oliver.

Sintió que su garganta se cerraba. Él no tenía la valentía de Mal, la fuerza de Jay o la resistencia de Evie, se sentía sin una sola pizca de audacia.

- No hay remedio, no tienes lo que se necesita. Por un momento realmente creí que serias útil aunque sea para defender tu casa. Vete a casa Oliver.

Justo después de que Mal lo soltara, Carlos tomó la chaqueta del chico y lo jalo con tanta fuerza que rasgo su prenda.

- ¡No quiero volver a verte cerca de mi casa, no permitiré que sigas burlandote de mí! - tomó uno de los huevos salvos y lo estrelló en la cara del chico -. ¡Si vuelves a acercarte a mi casa voy a destruirte!

Mal e Evie se mostraron asombradas por la acción del peliblanco. Por un segundo, Mal mostró que estaba orgullosa del muchacho.

- Ya lo oíste, idiota. Lárgate o toda la pandilla te destruirá - dijo la ojiverde tomando el hombro de Carlos -. No quieres meterte con los hijos de los peores villanos que hay en la Isla ¿cierto?

Oliver tragó saliva con dificultad, asintió, pero rápidamente negó con la cabeza. Se limpio lo mejor que pudo el huevo crudo y maloliente de la cara y se echo a correr tan lejos como pudo de la mansión DeVil.

- ¿Querías darle un susto no? Te aseguro que de ahora en adelante nadie va a molestarte - sonrió Mal revolviendo el cabello de Carlos -. Excepto, yo, claramente.

El pequeño respiro aliviado. Realmente pertenecía a una pandilla.

(***)

Jay llegó de nuevo al portón, ya había anochecido por completo y no encontró rastos del bromista por ninguna parte. Antes de darle su reporte a Mal se percato de que ya no había nadie ahí. Ni siquiera las luces de la mansión estaban encendidas. Miró en todas direcciones buscando el rastro de sus amigos.

- ¿Chicos?

Silencio total. Jay maldijo y comenzó a caminar hacía su casa, refunfuñando y maldiciendo.

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