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Capítulo 28, Una visita al hospital

Lo prometido es deuda dicen por ahí. Louis tomó un día para cumplir su palabra y llevó a Azul a visitar a su madre. Camino a la clínica iba tomada de la mano con su mentor por un lado y del otro por su hermana Miranda.

—Tu madre ya está mejor.

—Sí, está mejor —asintió Louis—, ya le hicieron los estudios y todo salió muy bien.

Los tres entraron a la clínica, era un lugar muy grande y a pesar de ser un hospital se sentía mucha paz, habían cuadros de colores en las paredes quizás para animar a los pacientes, la señora Fernández se encontraba en la sala de espera sentada en una silla de ruedas viendo televisión con un montón de pacientes más. Su aspecto era diferente a como la recordaba Azul, se veía alerta y feliz, su cabello castaño ya tenía indicios de vejez pero estaba muy bien arreglado en un perfecto moño alto, sus ojos eran muy parecidos a los de Louis, solo un poco más claros y sus largas pestañas le daban un toque más dulce.

—Hola mamá, —dijo Louis abrazando a su madre por detrás.

—¡Louis! Volviste... y con dos hermosas señoritas.

—Hola señora, es un placer me alegra verla despierta —animó Azul con una gran sonrisa.

—¿Cómo está? es un placer conocerla —saludó Miranda—, se ve muy bien.

—Ash me halaga, con está bata de hospital me veo horrenda —se inclinó un poco para alcanzar a Azul—, estas son manos de pianista ¿no? ¿sos Azul?

—Sí, mi nombre es Azul —respondió con entusiasmo.

La señora Fernández sonrió —Louis me ha hablado mucho de vos, incluso Robert habla sobre tu música ¿Cómo hiciste para enamorar a mis dos hijos? Louis no habla nunca y Robert no deja entrar a nadie a su vida.

Azul sonrió apenada —pues todo pasó mientras usted dormía.

Los chicos cayeron a carcajadas, la señora Fernández también sonrió plácidamente —me asegurare de no descuidarme otra vez —dijo acariciando su coronilla.

Robert se dirigía a la sala cuando observó a Azul conversar con su madre, dió saltos de alegría hacia ella, bruscamente la tomó de la mano y la arrastró hasta otra habitación.

—¡A-Azul!, ¡Azul! —Tartamudeó excitado—, allí esta, mira allí el gran piano.

Azul aturdida por el jalón intentó ubicarse, comenzó a sobar su mano que casi había sido arrancada por su inquieto amigo —¿Qué sucede Robert? ¿Por qué estás tan entusiasmado?

Louis se acercó para corregir a su pequeño hermano —¡oye! Debes ser más cuidadoso con las chicas, casi le arrancás el brazo —se puso en cuclillas para examinar a la nena—, ¿estás bien? —preguntó.

—Sí estoy bien —respondió Robert.

—No a ti, le pregunté a Azul.

—Estoy bien Louis, Robert solo está... Ah... Emo-cio-na-do de vernos, creo, —dijo dudosa mirando el arrepentido rostro de Robert.

—Lo siento —se disculpó el chiquillo.

—Lo siento Azul, Robert le dijo a todos los pacientes que conocía la mejor pianista de la ciudad y está muy emocionado por eso —explicó la señora Fernández acercándose apoyada en Miranda.

El pequeño susurró al oído de Azul, —tocarás el piano, los niños del pasillo quieren oírlo.

Azul sonrió ante la inocencia y cariño por parte de Robert, aunque se sentía nerviosa, la cara de felicidad de su amigo la animaba, despacio se acercó al piano, se sentó y sus ojos recorrieron el pequeño espacio, algunos pacientes se encontraban alrededor.

La favorita de Robert "claro de luna" resonó en el lugar, las notas salían casi sin esfuerzo de aquella desgastada caja gigante, gozosa de sentir sus cuerdas vibrar de nuevo con la ayuda de esa alma joven.

Todos los pacientes comenzaron a acercarse, algunos salieron de sus habitaciones para deleitar el hermoso sonido, incluso algunas enfermeras y doctores se juntaron animados por el  estruendo mágico que generaba dicho instrumento.

Los niños se sentaron en el piso en la primera fila aplaudiendo y riendo emocionados porque Robert les había dicho la verdad. Al terminar los pequeños solicitaron otra canción a lo que Azul no pudo negarse.

Al salir de la clínica la pequeña tenía una extraña sensación de satisfacción, felicidad, euforia no sabía siquiera como llamarlo, se sentía realmente bien al ver a esas personas que no conocía felices de escucharla, su corazón estaba agradecido de haber compartido la música con esas almas que quizás estaban pasando por un mal rato; momentos de angustia debido a cual sea el motivo de su estancia en la Clínica, se alegraba de haber dado un poco de ella para ayudarlos a sentir felicidad aunque sea un segundo.

**

Los encuentros con sus padres biológicos se había hecho muy frecuentes pero, ya no era incomodo, Azul incluso se sentía excitada por ir a verlos cada semana, sin embargo nunca faltaban los problemas.

Una de las tantas veces que sus padres se reunían con Azul, conoció a Sebastián, un chico alto y delgado, un poco intimidante, vestía unos jogeer oscuros y una camiseta con una calavera impresa en ella, llevaba gorra que usaba hacia atrás y no parecía muy amigable, sus ojos eran de un tono marrón oscuro y estos mostraban ira.

—Hola Azul, él es tu hermano mayor —presentó la señora Ávila al chico.

El encuentro con Sebastián no fue algo agradable para el señor Smith quien acompañaba a su hija en esa ocasión, estaba molesto con la mujer frente a él por presentar al chico sin previo aviso, sintió que era demasiado brusco y no sabía cómo iba a tomarlo su pequeña. Sebastián era 5 años mayor que Azul e hijo de ambos, tanto de la señora Ávila como del señor Guzmán.

El señor Smith aunque estaba molesto decidió tomarlo con calma y se sentaron a charlar en una heladería en el centro de la ciudad.

La señora Ávila no paraba de halagar las habilidades de su extraordinario hijo, les decía que debía llevarse bien en el futuro y un montón de cosas más que para Azul no tenían importancia, el joven no hablaba mucho pero cada que decía una palabra era sobre lo increíble que era su vida.

El señor Smith recibió una llamada del trabajo, pidió permiso para atender el teléfono —Un segundo. Esperá aquí Azul, es importante, —le dió un beso en la frente y salió del local.

En ese preciso momento alguien gritó —N° 14 por favor.

—Ah somos nosotros —contestó su madre dejando a los chicos solos para ir a atender el llamado de la heladería.

—Así que sos... Azul —comentó Sebastián con una malvada sonrisa.

Nota: hello como estan? espero que les guste, no olvides votar y comentar si te ha gustado.

Los quiero Bye, nos vemos en la próxima ocasión, besitos. 

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