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Contratada, necesitamos de usted


Era una mañana lúgubre, el cielo con su tono grisáceo y la fría brisa que lo acompañaba, una leve llovizna; todos los que habían estado presentes se iban retirando del lugar, solo quedaba un hombre con su hijo de tres años el cual cargaba en sus brazos; con sus ojos desbordantes en lágrimas miraba como el amor de su vida estaba siendo cubierta por tierra. Siendo un hombre muy adinerado no tenía por qué molestarse en sostener un paraguas, una persona se encargaba de esa labor. - Hasta siempre mi amor. - fue lo último que le dijo y dejó una rosa blanca.

- Es hora de irnos, señor. - dijo su sirviente, él solo dio la vuelta para luego subir al auto junto a su hijo; que por aquel clima se quedó dormido en el asiento especial para niños, Shindou Takuto, de treinta y dos años, había perdido a su amada esposa a causa de una enfermedad que terminó con su vida. Ahora no sabía que hacer en una mansión inmensa, solo él y lo único que ella le dio, su pequeño hijo, el único recuerdo de ella.

Pasaron unos años, Shindou estaba pensando cómo educar a su hijo, ahora con sus recientes seis años cumplidos; no quería enviarlo muy pronto a la escuela pues quería protegerlo por ser el único recuerdo de su esposa.

Pidió a su asistente contactar con la mejor agencia de institutrices, ella hizo una llamada y en seguida buscarían a varias candidatas para el puesto y seleccionarían a la perfecta para el puesto.

Shindou salió de su oficina que se encontraba en la planta baja de la mansión, en ese momento su hijo estaba al pie de las escaleras algo adormilado, recién se levantaba y estaba en pijamas, con su mano izquierda sostenía un oso de peluche y con la otra frotaba su ojo para así despertar.

- Papá... he tenido otro mal sueño. - dijo con una voz algo quebrada pues algunas veces sus pesadillas se hacían presente en la noche.

- Oye ¿qué vamos a hacer con eso? - subió rápido para abrazarlo y reconfortarlo- Solo son sueños, no pueden hacerte daño, lo sabes muy bien. – Dijo mientras se separaba de él.

- Pero es que son muy reales y me da miedo.

- Bueno, olvídalo ya... tengo algo que decirte.

El miró a su padre muy curioso. - ¿Qué es lo que me vas a decir?

- Tendrás una institutriz para que te de clases, es hora de aplicar.

- ¡Pero papá, es que yo quiero ir al colegio como los demás!

- Eso lo sé, pero por ahora prefiero que sea de esta manera.

- ¡No es justo! - el niño se enoja y se va corriendo a su habitación.

Shindou solo puede dejar que se le pase en unas horas el enfado, regularmente era así, podía ser de lo más cariñoso y de repente mostraba una actitud muy rebelde. Tanto que la última niñera solo lo soportó un mes.

Llegó a su habitación y empezó a patear lo que tenía a su alcance, pegarle a sus animales de peluches gigantes, lo que fuera para desquitarse, luego tomó la fotografía de su madre y se sentó en el piso junto a su cama. – Mamá, me haces falta yo solo te quiero devuelta- comenzó a derramar algunas lágrimas. – Si estuvieras aquí seguro todo sería diferente.

En tanto una mujer acababa por pasar una ruptura amorosa, le dio los mejores años de su vida y al final le valió todo los momentos que ella le dedicó, por que descubrió que la engañaba con otra mujer; una que por tener atributos bien definidos se lo quitó de las manos, fue lo peor para ella.

Yamana Akane de treinta años, muy trabajadora, algo tímida, las personas que la conocían sabían cuan dulce y tierna era la muchacha, ayudaba siempre en lo que podía y esa tarde recibió un mensaje pues la estaban solicitando en la agencia, desde hace mucho deseaba impartir clases a alguna familia que necesitara de su sabiduría, había tenido una educación prestigiosa y necesitaba ganarse la vida, ahora más que nunca ya que sus padres no estaban con ella, había decidido comenzar desde cero y ellos le mandaban para pagar su alquiler de aquel departamento pero no le era suficiente y ansiaba encontrar una plaza.

- ¡Espero que esta vez sí! - tomó su chaqueta y bolso, se puso los zapatos y salió de casa para ir a la agencia. Al llegar la guiaron a la oficina principal.

- Felicitaciones Yamana, has sido seleccionada para dar clases al hijo de una de las personas más importantes de Japón.

- ¿Qué? Pero ¿por qué yo? Solo me bastaba con una familia no muy importante, pienso que hay mejores que yo para eso.

- Yamana, en la prueba que hiciste probaste ser muy paciente, no muchas pasaron eso pues sus caracteres son rígidos y claro, debes de ser firme y paciente, además tienes un alto promedio. Te asignaron a la familia Shindou. Aunque si no quieres, puedes ceder tu puesto a otra.

- No, está bien, lo tomo, necesito el dinero y alejarme de mi doloroso pasado. - dijo con algo de timidez y mirando al piso.

Se le especificaron instrucciones que debía seguir pues tendría que mudarse a aquella mansión, preparó todas sus cosas, al fin no eran muchas pertenencias las que poseía.

La asistente de Shindou había informado que pronto arribaría la institutriz, él solo ordenó que arreglaran una habitación para ella y que cuando llegara se le dieran las instrucciones.

Subió y fue con su hijo que se encontraba en su pieza jugando solo, tocó. - ¿Se puede?

- Adelante. – dijo y su padre tomó asiento en el sofá de la habitación para decirle que las cosas cambiarían un poco.

Suspiró pues sabía como era su hijo. – De ahora en adelante tendrás a una institutriz que cuidará de ti y te dará clases.

- Pero es que son amargadas y muy regañonas, igual que en una escuela, pero es que aquí estoy siempre solo y si fuera a una tendría compañeros.

- Oye, que no te he enseñado a juzgar a una persona antes de conocerla, aunque por lo que he escuchado si son amargadas...- dijo mientras transformaba su voz imitando a algún monstruo o algo parecido y le hacía cosquillas a su hijo.

Llegó el día esperado para Akane, dejaría todos sus malos recuerdos atrás, se dedicaría a enseñar las lecciones a un niño pequeño y olvidarse del amor, para ella eso había quedado atrás después de su última relación. El viaje en auto fue tranquilo, imaginando cómo serían los dueños de aquella mansión y su hijo, cuando ya se iba acercando se sorprendió por la magnífica mansión, no podía dejar de admirarla.

Por fin el auto se detuvo, justo por la ventana de una de las habitaciones de arriba el joven miembro de la familia miraba, resignado volvió la cortina a su posición y fue a sentarse en el sofá y esperar lo que le deparara el futuro de hoy en adelante.

Akane se maravilló con el jardín bien cuidado y la fuente de la entrada, en eso llega la asistente del señor Shindou para darle la bienvenida. – Yamana-san la estábamos esperando.

- Yamana Akane, un placer. - Dijo con una reverencia, en tanto se encargaban de sus cosas, la asistente fue a darle un pequeño recorrido.

- Para empezar, el señor le ha otorgado un pequeño adelanto- le entrega un sobre a la castaña. – y este será su sueldo. – le muestra la cifra.

Ella se sorprende pues no esperaba mucho. - No esperaba que fuera demasiado.

- El señor Shindou, ha puesto lo justo, además usted cuenta con un currículo excelente, aunque no me imaginé que fuese tan joven.

- Pues la juventud es lo de menos, soy muy responsable y trabajadora.

- El horario de las comidas es este, tiene que ser puntual en el comedor, al señor no le gusta que se retrasen.

- Disculpe, pensé que comería con los de servicio.

- De ninguna manera, usted es alguien importante además tendrá que vigilar al niño Shindou.

- Bueno y ¿cuándo los conoceré a todos? - preguntó con su tono gentil.

- El señor Shindou ha salido esta mañana a trabajar, vendrá en la tarde para la cena. En tanto en unos momentos le presentaré a su alumno.

- Disculpe ¿y la señora de la casa?

- Oh, mejor que lo sepa antes, lastimosamente falleció hace unos años, al señor Shindou no le gusta que la mencionemos mucho, solo está esa pintura de ella- La mujer señala con su mano justo en la pared donde estaban las escaleras, una pintura de una mujer elegante.

- Lo siento mucho, no debí de preguntar. – La chica aprecia la pintura. - Pues era muy hermosa, debió de amarla demasiado.

- No tiene idea de cuanto la amaba, pero ahora iré a buscar al niño.

Akane solo tomó asiento en lo que la mujer iba por el pequeño. Ella entró a la habitación y el niño estaba recostado en su cama pensativo mirando el techo- Tu institutriz ha llegado, quiero presentarlos.

- Pues no quiero. - se sentó en la cama y se cruzó de brazos, el solo hecho de pensar en una vieja amargada lo enfurecía, aunque bueno se tendría que aguantar los regaños de su padre si no obedecía. – Bien pero que sea rápido.

- Bueno, pero por favor, sé amable, recuerda que tu madre está contigo.

- Ya que- dijo para ir tomado de la mano de la mujer, al bajar Akane estaba tan ansiosa que se levantó y le dedicó una dulce mirada acompañada de una cálida sonrisa al niño.

El chico no dejó de mirarla, sorprendido de que no fuese lo que imaginaba y más por que su aspecto no la hacía verse como las típicas mujeres que se habían encargado estos años de su educación, aquellas mujeres de aspecto agrio y siempre altivas.

- Yamana-san él es Shindou Hiroshi. - La asistente se dirigió al niño- Hiroshi ella es Yamana Akane, tu nueva institutriz.

- Hola, Hiroshi espero que nos llevemos bien de ahora en adelante. - dijo la castaña, para el chico, era la voz mas suave y dulce que había escuchado.

- Hola- el niño no estaba muy seguro, algo dudoso, extendió su mano, ella la correspondió, aunque fuese algo fugaz pues primero tendría que ganarse la confianza de él.

- Bueno supongo que querrá descansar antes del almuerzo, la guiaré a su habitación. - Los tres caminaron, pero él fue a la suya, en tanto la nueva habitación estaba muy organizada y solo necesitaba desempacar y acomodar sus cosas. - Ordenaré que la ayuden, no se preocupe.

- Muchas gracias- Agradeció todo lo que hacían por ella, estando sola tomó una caja donde estaba el material para la enseñanza, incluso la libreta para las calificaciones y reportes. Lo tendría a la mano para comenzar con él al día siguiente que sería lunes.

Contó con la ayuda de una sirvienta, terminó de acomodar todas sus cosas, tocaron a su puerta- Adelante- dijo mientras se peinaba.

- Con permiso, he de entregarle una lista que debe de seguir, referente al horario del niño.

- Bien, me haré cargo. - Faltaba poco para el almuerzo, Akane muy educadamente caminó hasta la habitación del chico y tocó, él chico la dejó pasar. – Pronto servirán la comida, por favor necesito que laves tus manos.

- ¿Si no quiero? - la miró desafiante, ella lo pensó.

- Si no lo hace le hará mal y no querrá enfermarse, aunque los gérmenes pueden vivir muy felices en un entorno desagradable. - dijo sin más, él chico se miró las manos con desagrado y fue al baño a lavarse.

Ella muy paciente se acercó e incluso le mostró una forma para lavar correctamente las manos, luego pasó la toalla y lo guio hasta el comedor y tomaron asiento junto a la asistente del señor.

Ese mismo día Akane iba logrando ganarse un poco su confianza o por lo menos que obedeciera, pasó la tarde contándole una historia en el jardín de la casa.

- Me ha gustado la historia, aunque recuerdo que mamá me las leía y en verdad quisiera que estuviese aquí.

- Pero si nuestros seres queridos que fallecen siempre nos cuidan, aunque no lo puedas ver solo tienes que creer que ahí están. - dijo ella, mientras miraba al cielo.

- ¿En verdad lo cree? - preguntó.

- Si, por eso supongo que heredaste muchas cosas de ella, incluso tu nombre significa muchas cosas buenas, aunque supongo que tu carácter rebelde no va mucho con el.

- No me gustan los cambios y papá me obliga a quedarme aquí, yo quiero ir al colegio como los demás... - el niño se iba quedando dormido. – En verdad extraño a mamá.

Akane solo cerró el libro que antes leía, la brisa acariciaba sus cabellos gentilmente, ella solo se dedicó a darle caricias, luego hizo que lo llevaran a la cama, ella misma se encargó de quitarle los zapatos, luego en lo que él dormía se dispuso a preparar material para empezar.

El tiempo pasó y el niño despertó con algo de sorpresa, recordaba haber estado en el jardín y sentido una cálida caricia en sus cabellos. - ¡Mamá! - fue lo que dijo para levantarse e ir corriendo a la habitación de su institutriz, abrió y se acercó a ella algo exaltado.

- ¿Ocurre algo? - preguntó mientras cerraba una de las cajas que había en la habitación.

- He soñado con mamá, sentí su suave mano... tal vez ella quiere...

- Ella quiere cuidar de ti, seguro es tu ángel guardián- Ella se puso a la altura del niño. - Las personas fallecidas no pueden volver al mundo terrenal.

- ¿Qué es terrenal?

- Bueno, para hacértelo fácil, no pueden volver a la vida porque ya no pertenecen a este mundo.

- Pero yo la sentí – sus ojos comienzan a humedecerse.

- Oye, pero sabes a algunos se les otorga la oportunidad de venir a cuidar de sus pequeños- ella posa su mano en la cabeza del pequeño y le da una delicada caricia.

Secó sus lágrimas y le propuso un juego, fue por unos títeres y con su imaginación armaron los escenarios e inventaron historias. Luego jugaron a las escondidas en las que se turnaban, perdieron la noción del tiempo y llegó la tarde, ella no lo encontraba y bajó las escaleras, distraída en el juego no se percató que en ese momento llegaba el señor de la mansión.

Algo confundido y curioso por la mujer que se encontraba como si buscara algo, decidió preguntarle- Disculpe ¿se le ha perdido algo? - no sabía si enojarse o reaccionar de la manera más tranquila posible, pero vamos parecía como si de una ladrona fuera buscando tesoros ocultos en la Mansión.

Ella ya estaba desesperada por no encontrar al niño- Si, se me ha perdido...- ella voltea y queda sorprendida- Lo s-siento tanto. - hizo una reverencia a modo de disculpa.

Escuchar esa voz tan dulce y ver su rostro tan tierno, hizo que sonriera amable- Shindou Takuto, dueño de esta Mansión.

- Yamana Akane, señor, soy la nueva institutriz de su hijo, encantada.

Entre ambos hubo cierta mirada, tal vez por que a él le pareció tan amable y linda, perfecta para cuidar a su hijo; además que no aparentaba ser una mujer amargada, todo lo contrario, era una mujer de apariencia dulce y delicada.

El niño aparece corriendo- ¡Padre! - Dice muy feliz para lanzarse a los brazos de él.

- Hiroshi, mi pequeño, espero que no la estés haciendo pasar un mal rato- dijo para separarse del abrazo.

- Nos estábamos divirtiendo. -dice el pequeño, luego se aleja más y ella lo acerca pues ya lo había atrapado.

- Su hijo queda en buenas manos, si nos disculpa ya casi es hora de la cena.

Akane con Hiroshi van arriba para que se asee las manos y de paso ella igual, se miró en el espejo y sus cabellos lucían algo desordenados dado a que estuvo muy ocupada haciendo de niñera.

De cierto modo por fin conocía al dueño, pero al mirarlo por primera vez sintió un estremecimiento interno.

Al ir al comedor, solo estaban ellos cuatro sentados, él señor y su hijo, la asistente y la institutriz, cenando de lo más tranquilo. Shindou podía deducir que la apariencia de la joven no era más de veinticinco aproximadamente, todos aquellos modales que iban acompañados de gráciles movimientos, pero para él no era más que una simple empleada más.

Para cuando fue de noche él tenía muchas llamadas entrantes y no tenía tiempo para el chico, Hiroshi trataba de que por lo menos le fuese a contar un cuento y que le arropara, pero estaba demasiado ocupado para hacerle caso en ese momento.

- Pero... padre- dijo, su voz se perdió en la conversación, era como hablarle a la nada.

Akane viendo aquella lamentable escena tomó la mano del niño- Oye tu padre está ocupado, tal vez mas tarde...

El chico se soltó con furia de la mano de ella y salió corriendo a su habitación. Shindou solo volteó un momento y la pobre y desconcertada Akane solo hace una reverencia ya que se retiraba y no quería molestar, ella fue tras el niño.

Al llegar lo encontró hecho una bolita mientras lloraba- Oye, no te pongas así, tu padre está algo ocupado, seguro luego tiene tiempo para dedicarte.

- Siempre está ocupado y son pocos lo momentos que tiene para estar conmigo. - Se incorpora y Akane con un pañuelo seca sus lágrimas.

- Tu padre te ama mucho y se esfuerza por darte una buena vida, mira que tienes todo lo que cualquier niño desea.

- Es que me siento solo, no me deja salir de esta inmensa mansión, quiero ir a jugar y conocer a más niños, lo necesito a él y que vaya conmigo a dar un paseo o hacer un día de campo. - Ella intenta darle un abrazo para reconfortarlo, pero él no se lo permite- No necesito de su consuelo. Usted no es mi madre y solo es mi maestra.

- Bueno, yo solo...- suspiró- Es hora de descansar, mañana tienes lecciones. - dijo así sin más, después de todo era cierto, solo lo cubrió con la manta y apagó la luz- Que pases buena noche. - dijo y luego se retiró a su pieza.

Se dejó caer en la cama muerta, trabajar con niños no era fácil y menos sin experiencia, pensó que sería fácil pero la realidad era otra. Solo se fue a tomar un baño relajante y se acostaría a dormir.

En tanto aún en el despacho se encontraba Shindou con su asistente, habían terminado las llamadas, y él solo podía dar un masaje a su sien con sus dedos de lo estresado que estaba.

- Por fin, es demasiado tedioso esto. - dijo, su asistente solo se acercó a él y lo abrazó.

- Pero ahora podemos hacer algo más divertido- sus dedos caminaron por encima de la camisa hallando fin en sus labios.

- Creo que paso por ahora.

- Vamos, aunque me estoy impacientando por que se lo cuentes a tu hijo.

- Sabes que no lo tomaría bien si lo digo así.

- Pues, Hiroshi me quiere, aunque no me vea con esos ojos. Pero olvidándonos de él un momento... pues.

Al estar un poco agotado mentalmente ella era capaz de manipularlo a su antojo, las pocas luces del pasillo hicieron un escenario perfecto para aquello, ella muy sutilmente había logrado convencerlo para una aventura, pero no era el momento ni el lugar para que la nueva integrante de la mansión estuviese y apreciara aquella escena, verlos pasar tan acaramelados eso y que no notasen su presencia ya que cuando ella iba a salir de su pieza escuchó risas, solo se aguantó y esperó con la puerta entreabierta a que llegaran a su destino, el cual era la habitación de él.

- No imaginaba que tendrían un romance- dijo con aires de decepción, aunque no tendría por qué, pero hacía que su corazón se estrujara internamente.

Cuando Shindou ya estaba rendido en su cama, su asistente solo se dedicó a acariciar sus cabellos.

- Oye...- lo llamó y solo escuchó un sonido de afirmación emitido de él, ya que trataba de seguir despierto y escucharla. - Cuando nos casemos, podemos enviar a Hiroshi a un internado en Europa, conozco uno muy bueno y no tendrías que preocuparte de que tu mayor tesoro le pase algo.

- Lo pensaré- dijo, pues en verdad ella estaba logrando sus objetivos.

Era de mañana, Akane logró dormir lo suficiente, solo lo suficiente pues lo que vio la noche anterior fue impactante y más si se lo ocultaban al pobre Hiroshi.

Shindou muy temprano, antes del desayuno solo pasó a su despacho a hacer algo de lo que no se había hecho cargo. Revisar el expediente de aquella joven, lo que lo sorprendió mucho fue la edad y que como antes no lo aparentaba en absoluto. A comparación su asistente solo tenía veintitres años y lucía más madura.

- A esta se le ha pasado el tren- dijo refiriéndose a la castaña.

Akane ya estaba lista y fue a despertar al niño- ¡Buenos días! Es hora de levantarse.

Solo recibe un sonido de molestia por parte del menor, ella insistió. Luego lo tenía lavando sus dientes y preparándose para bajar a desayunar.

Ella misma se encargó de ayudarlo a vestir, ya que él pequeño requería de ayuda para algunas cosas que sus sirvientas hacían por él, pero para Akane le era satisfactorio impartir sus conocimientos y ayudarlo a aprender, con lo básico para la vida como lo era vestirse.

- Y ¿qué tal si hablo con tu padre para que te dé permiso de ir a jugar al parque en mi compañía?

- Mi padre jamás me dejaría, pero puede intentarlo- dijo sabiendo la respuesta.

- Bueno, nada pierdo con hacerlo.

En el desayuno Hiroshi comenzó a jugar con su comida, tratando de llamar la atención de su padre, algunas piezas de comida volaron a ciertos lugares, Akane viendo lo maleducado que se estaba portando decide pararlo con su mano.

- Por favor no haga eso.

- Bien. – se cruza de brazos.

- Hiroshi, si no tienes hambre...- Shindou chasquea sus dedos y una sirvienta retira el plato del chico. - Sabes que no me gusta que se desperdicie la comida, además si no comerás por lo menos te quedarás en silencio.

Mas tarde después del desayuno, el niño se quedó haciendo unas cosas que Akane le ordenó, en tanto ella fue al despacho de él.

Tocó la puerta, Shindou la hizo pasar, para fortuna de ella la asistente no estaba.

- ¿Qué puedo hacer por usted, Yamana? - La volteó a mirar.

- Disculpe, quisiera pedirle un favor.

- ¿Un favor?

- Si es sobre Hiroshi, es que lo veo tan triste que recomiendo si no le molesta, que lo deje ir a jugar al parque en mi compañía para vigilarlo.

- Definitivamente no, aunque tenga supervisión no dejaré que salga, su protección está primero, además soy alguien importante y muchos querrán aprovecharse de eso, por lo cual debo protegerlo. Y no quiero hablar del asunto, tiene estrictamente prohibido sacarlo de aquí.

- Bueno, como usted diga, no le quito más su tiempo, pero antes trate por lo menos de pasar más tiempo con él, arregle su agenda y hágale espacio. Con permiso- ella se inclina levemente y se retira.

Akane en tanto iba por el pasillo- Se me ocurre una idea- sonrió en tanto iba a la habitación de Hiroshi.

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