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Capítulo 19


REGALO DE CUMPLEAÑOS

"Si buscas la perfección nunca estarás contento".

—Anna Karenina, Leo Tolstoy.


JUNE

—June. —Algo cálido y duro se agita debajo de mí. Me parece que vuelve a repetir mi nombre, pero esta vez con mayor desesperación.

Abro los ojos y lo que veo me deja helada. Al parecer dormí con alguien que no es Jake.

¿Duncan?

—Pero qué diablos... —suelto en voz baja. Todavía tengo la voz adormilada y el dolor en las sienes me propina una cachetada de realidad. Mi brazo y mano también arden, rematando mi incomodidad. Para este momento mi alma ya ha empezado a dejarme, huyendo lejos de mi cuerpo, abandonándome a mi suerte.

Recuerdo fragmentos de lo ocurrido anoche y deseo morir. A pesar de todo no sé cómo es que Duncan me dejó dormir a su lado, porque eso fue lo que ocurrió, ¿cierto? No existe modo en el que él y yo... Vigilo que todavía esté vestido y yo con una camiseta... Solo con su camiseta y mi ropa interior. Pero no termina ahí porque también estoy abrazándolo cual osito de peluche.

—¡Ay Dios! —Me aparto rápidamente. Levanto mis prendas manchadas del suelo y avanzo a la puerta mientras lo contemplo de reojo. Debo escapar antes de que despierte—. Con cuidado, no armes un alboroto...

Me recuerdo que por mi bien y el de mi madre todo esto está prohibido. Por la paz entre ambas, mi trabajo es mantener a Duncan lejos, así que está prohibido, sí, ¡terminantemente prohibido! Prohibido tocar, prohibido mirar... Además, yo estoy con...

Casi estoy a punto de alcanzar la puerta justo cuando otro recuerdo fugaz me asalta.

Terminé con Jake, y en el día de mi cumpleaños.

—¡Diablos! —maldigo en voz baja.

—June...

Freno en seco y, asustada, volteo en cámara lenta.

¿Es esto una película de terror? ¿Por qué está llamándome entre sueños? ¿Por qué sueña conmigo? ¿Por qué Violet permitió que algo así sucediera?

Duncan cierra los ojos con fuerza y sus labios tiemblan, poco después su cabeza se mueve un poco, casi como si estuviera negando. Abre la boca y desplazo la vista hasta sus mejillas, sitio por el cual una gota cae hasta perderse en la almohada.

El asunto me descoloca hasta el punto en el que dudo de mi propia realidad.

¿Duncan llorando en sueños? ¿El ninja loco, gigoló y japonés del infierno?

Seguramente en su estado inconsciente quiero asesinarlo porque se remueve y vuelve a implorar por mí.

Retrocedo un paso, hasta que puedo tocar el pomo de la puerta con la mano.

¿Debería hacer algo?

Esto es preocupante, verlo así es realmente alarmante... Es como si en sueños él fuera lo opuesto al Duncan que conozco, como si en realidad fuera vulnerable a lo que sea que asecha su cabeza, y lo más inquietante de todo: está soñando conmigo, porque ha repetido mi nombre un par de veces.

Empiezo una lucha con mi consciencia. Una parte de mí quiere huir sin ser vista mientras la otra me dice que no puedo ser tan hija de puta y dejarlo así, de algún modo me hace sentir culpable.

La segunda termina ganando por lo que me acerco con cuidado de no hacer ruido. Me inclino sobre él y apenas rozo su hombro con el índice.

—June... —Me acerco un poco más para escuchar lo que dice—. No... mueras...

¿Pero qué cojones?

Hundo el dedo con mayor fuerza y por fin abre los ojos. Lucen como si un huracán nos hubiera bañado.

Asustada empiezo a retroceder y él se abalanza para tomar mi muñeca mientras se incorpora sobre el colchón y mantiene los ojos muy abiertos, contemplándome como si quisiera comprender qué demonios estoy haciendo en su habitación.

Espero a que diga algo, sin embargo, el silencio se profundiza tanto que decido tomar la iniciativa.

—Estaba a punto de irme, pero empezaste a...

Pero toda esa confusión que siento por él avanza un poco más, tornándose agobiante. Sus ojos por primera vez no reflejan frialdad, sino miedo, miedo verdadero ilustrándome que todavía no está del todo despierto.

De inmediato intuyo, no es buena idea decirle que segundos atrás pronunciaba mi nombre entre sueños, al menos no ahora que tiene los ojos llorosos y acaba de despertar confuso.

Me preocupa, y mucho. Parece un niño muerto de miedo que se hace de la mano de su madre porque está a punto de echar a llorar. ¿Qué le ocurre? Está temblando.

—¿Qué estabas soñando? —pregunto y es como si mis palabras de repente funcionaran como un interruptor que termina de abofetear a la bestia.

—Fuera. —Su cara se transforma en una mueca y me suelta, pero estoy tan desconcertada que debe insistir. —Te dije que salieras—. Me toma del brazo bueno y me guía hasta la puerta de su habitación. Apenas empiezo a reaccionar cuando cierra a mis espaldas, rematando mi aturdimiento.

Permanezco durante unos segundos de pie, tratando de procesar todo lo que acaba de pasar.

—Oh, ¿Qué tal anoche? —Violet sale de la puerta contigua y me codea, sacándome del trance. Viste la misma ropa de anoche, aunque luce desalineada.

—Raro...

—Ajá... —Entrecierra los ojos y me ve con sospecha.

—No mal pienses, no pasó nada. Él es muy extraño —aseguro—. ¿Tienes algo de ropa?, las mías tienen pastel, y de no ser por el olor dulce que despiden, podría asegurar que parecen estiércol.

Avanzo hacia el baño.

—Aquí ya no queda nada. —Me sigue—. Pero podemos pasar por nuestro apartamento y te daré algo.

—¿Qué usaré hasta mientras? —pregunto y Violet regresa la mirada a la habitación de Duncan—. Ni loca. No le pediré nada a él.

—Es su apartamento, y a menos que quieras salir de esa forma o con tu bonito vestido de granja embarrado de humus...

—Vale, pero tú se lo pides.

—¿Desde cuándo te volviste tan cagueta June?

La puerta de la habitación del susodicho se abre y aprovecho para levantar el tono de mi voz para que me escuche decirle:

—Es él... Es muy raro. —Ahora parezco una cría todavía más inmadura.

—Ya... ¿Qué son estas chispas que veo? —Violet voltea para ver acusadoramente a su primo, quien en cambio intenta no devolverle la vista.

—¿De qué chispas estás hablando? —pregunto.

—De esto. —Nos mira a los dos y en verdad no comprendo a lo que quiere llegar, así como, puedo estar segura, su primo tampoco tiene idea—. No me molesta si Duncan y tú...

Estoy segura que ambos sufrimos una clase de conmoción que nos sacude.

—¿Estás loca? —inquiere Duncan.

—¡Ni en sueños! —protesto, encerrándome en el baño del pasillo.

—No bromees. —Desde el otro lado de la puerta escucho que Duncan le pide, y el tono de voz que emplea al hablar con su amada prima deja en claro que ella posee todos los beneficios de su afecto. Es un gran cambio a cómo se comporta con el resto del mundo.

—No lo hago. Y si es por mí, ni se preocupen. Eres mi primo y June mi mejor amiga, qué más querría yo que ser fotógrafa en su boda.

Mi mandíbula se desencaja.

—Estás loca.

—Ahora que me lo planteo... ¿Qué tal luces en traje?

—No pienso casarme Violet.

—Eso es lo que dices ahora, pero cuando te guste alguien de verdad, no querrás dejarla ir. Ni siquiera verás como posibilidad separarte y más bien buscarás la forma de estar lo más unido posible a esa persona.

De pronto siento que algo en mi pecho escuece, pues inevitablemente me encuentro pensando en Jake.

Niego con la cabeza.

Alguien que me golpee.

Después de lo ocurrido anoche, será mejor que lo olvide por completo. Un hombre que es capaz de lastimar a una mujer no vale la pena. Jake tuvo muchas oportunidades y las desperdició, no puedo seguir esperando ser su primera opción por al menos una sola vez.

—Absurdo. Estoy casado con mi trabajo y no necesito más —asegura Duncan.

—Poner por delante el trabajo es lo que hizo tu estúpido amigo y ahora míralo, seguramente no consiga el perdón de June.

—Pero todavía se puede casar con su doctorado.

Suena un golpe en seco y Duncan suelta una queja.

—¡Necio!

—Ridícula.

—Gigoló.

—Eso duele cuando viene de ti.

—La verdad siempre resulta dolorosa, primo. Y espero que no se quede en palabras, porque un corazón roto, ni la medicina más cara del mundo lo puede remediar.

—Por eso lo evito.

—Porque eres cobarde.

Creo que en algún momento se empezaron a alejar, pues dejo de escuchar con claridad.

Minutos después Violet llama a la puerta con un conjunto deportivo de Duncan que consta de un abrigo negro y unos pantalones grisáceos que más bien parecen pijama, además de unas sandalias rosas.

—¿Tiene un gusto especial por los objetos floreados? —Contengo la risa.

—Esas son mías, las encontré en mi antigua habitación.

Ya sabía.

—Gracias.

Violet se empieza a alejar y la llamo. Voltea de regreso hacia mí, la tomo de la mano y la meto al baño.

—¿Qué...? —No dejo que termine de preguntar cuando me lanzo para abrazarla—. Por Dios, hija. Estás en ropa interior.

—¿Y eso qué?

—Nada. —Me devuelve el abrazo y hago un esfuerzo por no echarme a llorar—. June... —Su voz se quiebra y empiezo a negar con la cabeza.

—Te extrañaba idiota, me dejaste abandonada durante mucho tiempo. —Abre la boca y me adelanto diciendo—: ¡Hoy es tu viaje! Más te vale traerme un bolso de París con mi sobrino en su interior o te cortaré la garganta.

Empieza a reír a la vez que sus mejillas se encienden de un color rojizo.

—Bueno... Lamento decir que uno de ellos ya está en camino, aunque puede que no sea muy rápido como para regresar con nosotros dentro de un mes, es decir, quizá tarde otros ocho... Sumados en total unos nueve...

Existen un par de segundos en los que puedo jurar que mi cabeza sufre un atropello de información.

—¿Qué? Espera... ¡Qué! No hablas del bolso, ¿cierto?

—No sabía que los bolsos tardaran específicamente nueve meses en hacerse. —Niega con un gesto y empiezo a gritar, por lo que Violet tiene que lanzarse a taparme la boca—. ¡Apaga la sirena ambulancia!, íbamos a decírselos al volver del viaje, pero tú eres tú así que...

—¡Oh por Dios Violet! —La abrazo con más fuerza de la requerida. Termino disculpándome—. No le hice daño ¿cierto?

—No, yo creo que no. —Se acaricia el vientre con suavidad y casi muero de ternura.

—Diablos, no puedo creerlo. ¿Cuánto tiempo?

—Cinco semanas.

—Y adivino, si es hombre le pondrán...

—Nicholas.

—¿Alias Nick?

—Obviamente, aunque eso Anton no lo sabe todavía.

Las dos nos echamos a reír. Violet no tiene remedio.

—¿Y tu trabajo...?

—No hay problema, tampoco es que deba esconderme en los vestidores de hombres, específicamente dentro de una taquilla para sacar fotografías en secreto.

—Cierto, esa época terminó. Ahora todos los mejores músculos del planeta posan para ti.

¿Se puede tener un mejor regalo de cumpleaños que este?

Yo pienso que no.

¡Voy a ser tía por un demonio!


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