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Capítulo 1


PROHIBIDO

"De pronto se deslizó por el pasillo, al pasar por mi lado sus sorprendentes pupilas de oro se detuvieron un instante en las mías. Debí morir un poco. No podía respirar y se me detuvo el pulso".

—La Casa de los Espíritus, Isabel Allende.


JUNE

—Puede besar a la novia —ordena el sacerdote.

Violet y Anton se envuelven en un beso increíble, como el de un cuento.

—¡Que viva el matricidio! —grito y el hombre vestido con bata me lanza una mirada de ofensa pura, pero lo paso por alto ya que es el día más feliz de la historia. Mi mejor amiga se acaba de casar con el amor de su vida.

Violet luce un hermoso vestido blanco de gasa muy discreto, por otro lado, su ahora apuesto esposo Anton, usa un traje gris refinado que, tengo entendido, es un regalo de su padre. En su mirada se nota lo estúpidamente enamorado que está de mi amiga y siento envidia, pero de la sana.

El detalle particular que ambos comparten es el mismo modelo de Converse Chuck Taylor violeta oscuros.

La temática de la boda tiene mucho que ver con ese color, es decir, es Ultra Violet. Las damas de honor lucimos un vestido de dicho tono, y nuestro caballero en cambio viste un traje gris parecido al del novio, solo que, a diferencia, no incluye una corbata violeta.

Somos pocos los que compartimos este gran evento, pero el número es lo de menos cuando nuestra felicidad hacia ellos es sincera.

En frente de la iglesia salto sobre Violet y le doy un gran abrazo, la sonrisa que tiene marcada en el rostro es contagiosa. Toda ella resplandece de manera espectacular la tarde de hoy. Es impresionante la forma en la que alguien puede cambiarte la vida después de todo.

Los demás se acercan para felicitarla y ella aprovecha para lanzar el ramillete de flores, objeto al que todos le huimos como si en realidad se tratara de una bomba nuclear.

Contrario a ellos, nadie siente el deseo por casarse aún, pero sobre todo yo.

Poco después posamos para las fotografías.

—¿No han pasado más de veinte minutos y ya engañas a tu esposo? —susurro contra su oído.

—¿De qué hablas? —me pregunta confundida.

—De tus ojos golosos mirando esa cámara. Nik debe sentirse abandonado en este instante.

Sonríe avergonzada.

—Jamás los traicionaré —asegura y de pronto la sorprendo mirando a Anton—. A ninguno de los dos.

Me remueve el alma notar el brillo en sus ojos.

Violet es fotógrafa de profesión, varios de sus trabajos ya son reconocidos alrededor del mundo. Está empezando a ser parte de la fama hasta el punto en el que, junto a su ahora esposo, pudieron financiar una luna de miel en París.

Estoy contenta de que todo en su vida haya resultado bien al final. Es decir, sus vidas estuvieron llenas de complicaciones, él siendo un nadador nacional frustrado, y ella, quien lo acosaba en secreto junto a Nik, su cámara fotográfica. Anton la descubrió y todo lo sucedido después fue una locura.

La fiesta es en casa de Wallas, uno de los caballeros de honor y quien resulta ser el mejor amigo del novio. El patio trasero posee espacio suficiente para los invitados y también tiene piscina.

Ellos querían algo medianamente sencillo, así que aquí estamos, cenando y riendo a la vez, prácticamente entre familia.

Más tarde los novios bailan mientras se contemplan como si en realidad ansiaran devorarse. Algunos nos unimos y, poco después, tanto la novia como yo nos encontramos en tal estado de ebriedad que terminamos sentadas en la orilla de la piscina, chocando nuestros hombros mientras chapoteamos con nuestras piernas, desentonando su canción favorita The fox de Ylvis tan desafinadamente, que Duncan en compañía de Anton tienen que acercarse para callarnos. No obstante, es el segundo quien no lo dice mediante palabras, sino que más bien, empuja a Violet al interior de la alberca.

—¡Oye! —protesta ella entre risas. Parece un cachorro mojado con su cabello violeta pegado a sus mejillas.

—El agua calla a los gatos desafinados —dice Anton y recibe un empujón por parte de Duncan, quien sin decir nada lo arroja de cara al agua de forma un tanto violenta.

Duncan tiene sus modos de tratar a Anton, eso sí, admito que no es nada cariñoso. En realidad, no muestra ninguna clase de afecto por nadie más que no sea su amada prima.

—Sí, y a los perros también. —Tiro de una de las piernas de Duncan, quien pierde el equilibrio y termina uniéndoseles.

Anton, Violet y yo reímos a carcajadas mientras Duncan sale a flote, pero mi risa se pasma al ser consciente de su profunda mirada contemplándome con cierta ansia vengativa.

Siempre tuve muy en cuenta lo exótico que es. Tiene rasgos asiáticos muy marcados ya que nació en Japón, aunque por parte de su padre tiene descendencia americana. El color de su cabello es azabache y cae por encima de su rasgada y penetrante mirada marrón casi negra. Recientemente sé que se hizo un par de tatuajes, lo que me parece sorprendente ya que está finalizando su doctorado en medicina. ¿Les tienen permitido hacer esas cosas?, y aunque así fuera, nadie puede decirle qué hacer. Se manda por sí mismo.

Tiene buenos puntos físicos a favor, pero de igual manera tiene otros tantos que hace tiempo me aclararon que, por más apuesto que sea, no es para mí. Existe una gruesa línea marcada entre ambos que nos separa y remarca la palabra: PROBLEMAS.

Duncan es un saco lleno de ellos.

Primero que todo es gigoló, centenares de mujeres han pasado por su cama y está con ellas sin ningún tipo de compromiso. No queda más que pensar que tan solo presta sus servicios sexuales.

Segundo, es el primo de mi mejor amiga, por lo que sé bien, la familia está prohibida.

Tercero, es el mejor amigo de Jake, mi novio actual.

Cuarto, la única persona por la que realmente muestra preocupación es de Violet.

Quinto, es agresivo, pero claro que no con las mujeres, sino contra todo lo que, según él, le parece injusto.

Usualmente está metido en alguna pelea. No se lo piensa dos veces, tan sólo suelta el golpe y le otorga a su oponente una visita al hospital en el que trabaja, sitio en el que no puedes saber si en secreto habrá de recetarle algún laxante, viagra, o Dios sabe qué otro medicamento peor de ridículo.

Si lo tienes de enemigo, te perseguirá hasta el infierno.

Por suerte nuestra relación siempre ha sido neutral.

Todos los momentos que he pasado con él han sido porque me he visto involucrada en algún asunto violeta. Así como también puedo estar segura que no se habría acercado de no haber sido porque su prima se encontraba sentada junto a mí a orillas de la piscina.

Rápidamente intento sacar las piernas del agua, pero entonces logra atrapar mi tobillo. Me revela una sombra por sonrisa y tira de mí, haciéndome tragar agua con cloro.

Salgo a flote, tosiendo como demente.

—¡No puede ser! —expongo completamente incrédula y furiosa a la vez.

Mi vestido, peinado y maquillaje, todo está arruinado por su maldita culpa.

—¡Vuelve aquí gilipollas! —grito al notar que se aleja como si nada hubiera pasado.

Intento perseguirlo, pero me resulta difícil correr en el agua.

—Ah, no. Tú no te escapas. —Me sumerjo y, tomándolo de los pantalones es que lo alcanzo un momento antes de salir, hundiéndolo y trepándome sobre él—. ¡Muere! ¡Muere! ¡Muere! —Intento ahogarlo. Al comienzo no se resiste, pero inesperadamente me toma de los brazos y me arrastra bajo el agua.

Intento zafarme y en el proceso apenas consigo enfocar su rostro. Lo sorprendo recorriéndome entera y me toma tiempo descifrar lo que ha llamado su atención con exactitud.

Mi vestido se ha subido, exhibiéndole gran parte de mi figura en ropa interior.

Clavo las uñas en sus brazos y su rostro termina convirtiéndose en una mueca de dolor que me libera.

Cuando ambos salimos a la superficie, la sentencia de muerte que dictan mis ojos se queda corta ante su burlona mirada.

Cuánto me gustaría darle una patada en los testículos, pero sé bien que, antes de que mi pie consiga aplastarlos, él lograría apartarse.

Todavía no entiendo cómo es que Duncan y Jake mantienen una buena amistad si prácticamente son dos polos opuestos.

Y hablando de eso...

Desplazo la mirada en busca de mi novio.

¿En dónde se habrá metido esta vez?

Encuentro a la parejita de recién casados besándose y seguramente manoseándose bajo el agua, siendo mi señal para salir de la alberca, así como para el resto la de volver a casa.

Mientras subo por la escalerilla siento como si el agua me jalara, aunque en realidad es mi vestido pesando el doble.

Cuando empiezo a exprimir la tela, una figura cruzando en frente de mí me frena en seco.

Ahí, en lo que siempre advertí como su escualidez, la camisa blanca se adhiere a sus músculos de forma inesperada. La tela se ha vuelto transparente hasta el punto en el que consigo notar el tatuaje que tiene en el antebrazo. Parece una frase, pero creo que está en japonés, por lo que no consigo entender nada. Violet me dijo que se había tatuado el nombre de su hermano, pero cuando pregunté al respecto ella no pudo contarme más detalles.

Por otro lado, sus pantalones son otro caso muy aparte, pues no solo sacan a relucir sus piernas fibrosas y un trasero apretado, sino también el paquete situado justo en frente que ni siquiera sabía que tenía.

Por primera vez pierdo el control absoluto de mis ojos. A decir verdad, jamás hice un esfuerzo por mirar. La palabra prohibido la tenía estampada en plena cara.

Siento que estoy cometiendo un pecado.

Fielmente creía que los asiáticos la tenían pequeña, y no porque lo diga yo, sino porque la ciencia los puso a encabezar la lista de los penes más pequeños.

Pero tal parece ser que en este caso es todo lo contrario.

Ese pepinazo probablemente son dotes de los genes de su padre americano, y solo Dios sabrá si a lo mejor también resulta tener raíces afroamericanas.

Creo empezar a entender el porqué de su tan afamada gloria de gigoló.

Y maldita sea la curiosidad que no me permite apartar la mirada. Sé que estoy haciendo mal, pero también resulta que jamás he visto tanto de él como esta noche.

—Cuidado con lo que miras, enana —me dice al fijarse.

Parpadeo.

¿Enana?

De repente siento mi cara arder.

¿A quién demonios le está llamando enana?

Está bien, lo reconozco. Tampoco esperaba otra cosa. Hace ya tiempo que insinuó, sin palabras, pero dejando muy en claro, que nuestras posibilidades eran nulas ya que soy la mejor amiga de su prima. Claramente me ve de esa forma. Además, por mi parte tampoco es que me hubiera visto interesada hasta el punto de recorrerlo con la mirada tan descaradamente. Tengo las cosas claras, es sólo que todo esto fue inesperado.

Me acerco desafiante, reconociendo que es muy alto en comparación a mí.

Paso por su lado, no me resisto, y entonces le doy una nalgada.

Eso, por llamarme enana.

Sonrío.

Qué bueno que Jake no está cerca, o no sé de qué manera se habría tomado mi broma.

—Enana, pero coqueta —revelo con un guiño mientras sigo mi camino hacia el interior de la casa de Wallas, deteniéndome un instante para levantar mis Converse del suelo y sintiendo, un segundo después, su mirada sobre mi espalda.

Aparentemente no soy la única a la que le gusta mirar de más.


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