De tu cuello a tu ombligo debe haber un camino que, de poder ser descubierto, seguro que lleva al paraíso.
Pero hay lugares tan inescrutables como tu cuerpo y, tu corazón, barrera prohibida, queda lejos de mi alcance.

Sin remordimientos mordería cada rincón de ti que me diera la vida y, de besarte solo a ratos, haría nudos con tus abrazos. Supongo que es normal que dijera que quepo de sobra entre tu carne y tu costilla pero, ¿para qué?

Las oportunidades perdidas se desploman como pompas de jabón que a duras penas logran tocar el suelo…
Yo me niego a que tú seas una oportunidad perdida. Me niego. Porque, ¿qué hubiera sucedido de no haberte conocido?

Eres imposible, pero no innamable. ¿Me lo tengo que inventar? Sí.
No puedo definir de otra manera el no poder amarte. Y es inevitable. No hay nadie que haya nacido para no ser amado.

La mala suerte es que tenga el corazón equivocado, que no respire del mismo aire, que no tenga un nudo atravesado… que la flecha de Cupido no se te haya clavado, que nuestros polos nacieran cambiados…

Que el centro de la diana fueran mis sentimientos y no tu piel de pecado… mala suerte de haberte hallado en la vida errónea, en el polo opuesto, el cuerpo incorrecto, el mundo del otro lado.

Nacimos para encontrarnos pero no para amarnos. Dicen que del amor al odio hay solo un paso pero, ¿dónde está el de la amistad al amor? ¿Y al odio?

Creo que sé la respuesta: no hay paso más odioso que el que está cerca de lo amado pero no puede ser dado.