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P9C1. Gracias

La vi.

Justo cuando todo hubo acabado, cuando por fin desapareció el dolor. Y al principio tuve miedo porque creí que era Olga. No, por favor, ella también no...

Pero luego la reconocí.

Y no sabía si creerlo. Y la duda me puso triste, porque me di cuenta de que casi había olvidado su cara. Pero ella entrecerró los ojos, y apretó los labios inclinando la cabeza, y me puso aquella mueca de fingido enfado y aquella media sonrisa. La media sonrisa que siempre me había puesto cuando me veía triste.

Y como tantas otras veces, hace ya tanto tiempo, esa mueca me arrancó la tristeza. Y como tantas otras veces ella lo vio y cambió la cara, ampliando su sonrisa hasta convertirla en lo más radiante y precioso del universo. Y me inundó de una alegría tan abrumadora que lloré. 

Lloré a pesar de que ya no podía abrir los ojos.

No consigo recordar, antes de eso, haber llorado nunca de felicidad. Era como volver a descubrir aquella sonrisa después de tantos años. Y aquel cabello negro, largo y un poco rizado, como el mío. Y aquellos enormes ojos grises. Mucho, muchísimo más bonitos que los míos.

Y quise ir hacia ella, e intenté llamarla. Y ella volvió a entrecerrar los ojos y alargó un brazo hacia mí, agitando la mano. Exactamente la misma cara y el mismo movimiento que cuando me hacía lo que tanto me gustaba: agitarme el cabello. E incluso movía los labios, como si me dijera lo de siempre «Aaaai cuca...».

Pero no oía su voz. Y su mano no me alcanzaba, no llegaba a tocarme. Y yo tampoco podía llamarla ni ir hacia ella. No podía moverme. 

Pero no hacía falta. Enseguida lo comprendí.

Y ahora he vuelto a verla. He pensado mucho en ella desde que pasó aquello y al principio la estuve esperando, pero sólo la he visto dos veces. No importa. Ya sé que ella está en su cielo y yo en el mío, y que aún no son el mismo. Y sé que poco a poco empezará otra vez a costarme recordar su cara, pero también sé que eso no es importante.

Gracias, mamá. Aún no puedo oírte, pero sé que has venido a decirme que ya puedo abrir los ojos tranquila, sin miedo a que aparezca él. Espero que algún día, cuando sea que me toque, podré acercarme a tu cielo para que vuelvas a agitarme el cabello. Tengo tantas cosas que contarte... 

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