P8C18. Esa enorme mansión
Cuando llegamos ya me lo había imaginado. La misma entrada que había visto el día anterior, y ahora ya sabía dónde estaba. Y tras ésta un camino y una gran plaza redonda frente a esa enorme mansión. La del viejo.
El coche se detuvo frente a la puerta.
─Voy a avisar al viejo ─Dijo el negro ─. Diego, que no se te vaya la mano, pero coño, vigila bien que no se te vuelva a escabullir...
El conductor se rió por lo bajo, y el tal Diego bajó y le abrió la puerta al negro para que saliera. Y se asomó para mirarme cuando el negro hubo salido. Ponía tal cara de cabreo que me quedé acurrucada dentro.
─Putitaaaa... ¿sales o te salgo? ─Me dijo.
Salí muy despacio. Él estaba justo en medio, con una mano en la puerta abierta y la otra sobre el coche, y cuando estuve fuera lo tenía casi rodeándome con sus brazos. Me moví un poco a un lado y apreté la espalda contra el coche. Él cerró la puerta y apoyó ambas manos sobre el coche, casi tocándome los hombros. Sin espacio. Sin escapatoria. Me miraba con cara asesina.
─Por favor... no se te vaya la mano... ─Susurré, sollozando otra vez.
Él levantó una mano y me la apoyó con fuerza en un hombro. Se me escapó un grito. Luego acercó su cara. Su nariz casi tocaba la mía, y el aliento le olía a chicle de menta. No sé si a alguien podría parecerle guapo, pero a mí me daba asco.
─Pues a ver si te portas bien, puta.
Ya no veía frente a mí a un hombre con una mirada fría, veía directamente a un asesino; y me sentía tan impotente que le odiaba. Con todo mi ser. Y no sé porqué lo hice, no lo controlaba yo. Era tan fácil... De puro miedo, aparté mi cara a un lado y le volví a dar un rodillazo. Esa vez mucho más directo.
Y entonces sí que gritó. Y cuando se inclinó violentamente hacia delante, de puro reflejo yo también me agaché. Su cara golpeó con fuerza contra el coche, impidiendo que cayera sobre mí. Sin pensarlo, me escabullí hacia un lado y eché a correr otra vez.
─¡Joder! ¡Coño, cogedla! ─Aún oí que gritaba el negro. Mierda ¿no se había ido?
Nunca había corrido tanto. Dejé el coche atrás y pegué un salto contra los setos que bordeaban la plaza. Los atravesé volando y caí al otro lado. Estaba oscuro pero lo veía por las luces de la casa, era el mismo prado de césped que ya había recorrido.
Me levanté y seguí corriendo, pero pronto vi a otro hombre a mi izquierda, no muy lejos, que corría hacia mí enfocándome con una linterna. ¡Mierda! estaba corriendo paralela a la mansión y aquel otro hombre pronto estuvo detrás de mí, persiguiéndome. El edificio era inmenso y me dirigía hacia el lado opuesto al que estaba el coche. Y era como si el miedo me impulsara, podía correr cada vez más rápido y estaba dejando al tío atrás.
Al final del edificio estaba el porche que quedaba frente a la piscina. Al llegar giré y me metí en él, cruzándolo a toda pastilla, pero justo antes de doblar la siguiente esquina frené en seco y miré. Era la parte de detrás de la casa. Había un patio con grava, iluminado por un par de farolas, con un surtidor en medio. Pegada a la pared de la casa una hilera de arbustos, después una puerta y frente a ella dos hombres más. ¡Ostras, y el de detrás a punto de llegar! Me tiré de cabeza detrás de los arbustos y me quedé quieta.
Había corrido tanto que el que me seguía aún tardó un poco. También venía de cruzar el porche, pero pasó la esquina y no se detuvo hasta unos metros más allá. Estaba jadeando.
─Dónde se ha metido... la... muy...
Los dos de la puerta se le acercaron... ¡Mierda! ¡Estaban al otro lado de los arbustos, apenas a dos metros de mí!
─¿La... habéis... visto?
─No ¿Ha pasado por aquí?
Entonces sonó una radio. La llevaba en el cinturón uno de los de la puerta.
─"¿Ha aparecido por atrás?" ─Sonó. Y aunque fuera en la radio reconocí la voz. Era el negro.
─No, por aquí no la hemos visto ─Contestó el hombre.
─"¿Cómo que no? ¡Joder! ¿No iba para allá?"
─Espera ─Dijo el hombre, y le pasó la radio al que me perseguía.
─Hola Habib, soy el Toni.
─"¡A ver! ¿No ibas tú tras ella?"
─Es que corría mucho la hija de puta... la he visto entrando en el porche.
─"¡¡Pues mirad en la piscina, coño!! ¡Como se os escape os cortaré los huevos!"
─Tranquilo, que hay gente vigilando fuera. No podrá salir sin que la veamos... la encontraremos.
─"Más os vale que sea rápido. Y sobre todo ni una palabra al viejo. Quédate tú aquí y que vayan ellos, ahora vengo."
¡Mierda! ¡Y yo allí, junto a ellos! Pero mientras hablaban se habían movido un poco hacia el lado de la piscina. A gatas, entre los arbustos y la pared, me fui moviendo muy despacio hacia el lado opuesto, hasta que se terminaron. Estaba casi tocando la puerta, que estaba abierta, cuando oí unos pasos en la siguiente esquina de la casa. ¡Mierda, el negro!
Lo único que tenía era la puerta. Y aún a gatas, salí de los arbustos y me metí dentro.
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