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Capítulo V

Roberto había faltado a su media jornada laboral y no se sabía nada de él. Rafael mostraba algo de preocupación y lo había llamado durante gran parte del día pero sus llamadas no eran recibidas, así que se quedó en casa y no salió durante el día esperando alguna noticia de él. Ya era sábado por la noche y Roberto iba a llevar a cabo su cometido. Luego de haber descubierto la infidelidad de Rafael con Martín, su esquizofrenia lo dominó haciéndole perder la cordura estando sobrio pero lleno de rabia al tomar su auto sin que Rafael se percatara de nada. De antemano, Rafael ya conocía a Roberto debido a que ambos habían estudiado juntos en la universidad.

—Al fin, desgraciados... ¡Al fin, je, je! —reía con una voz extraña como poseído por un demonio mientras miraba el cuchillo con su mano izquierda y conducía. En ese momento, se estacionó viendo a Martín salir de su sitio de trabajo. 

—Hablamos después, mi amor. Te amo tanto, Rafael —decía Martín a través de su celular.

 —Sabes que yo también, cariño —dijo Rafael mientras respondía a la llamada del teléfono celular. 

En ese momento, Roberto se acercó a Martín empuñando la punta de su cuchillo en la espalda de él y con su gran fuerza lo alcanzó a tomar de los dos brazos, doblándolos hacia atrás. Martín se sentía asustado y muy nervioso tras sentir al ligre detrás de él sosteniendo un arma blanca.

—R-Roberto, vaya... ¿Qué sorpresa no? —dijo Martín al ver al ligre, sudando y temeroso. 

—Sí, vaya sorpresa ¿no? —respondió él con mirada maligna punzando más la punta del cuchillo en la espalda de Martín. 

—¿Q-Qué vas a hacer...? —preguntaba Martín lleno de miedo.

—Voy a acabar con todo esto de una vez por todas... Terminaré contigo, maldito animal —dijo gruñendo el ligre decidido y dispuesto.

—Roberto... no lo hagas. Cometes un terrible error. Me estás... lastimando —decía el felino sintiendo la punzada más profunda pero aguantando el dolor por temer algo peor.

—¡Cierra tu asquerosa boca! ¿Crees que es hermoso ver como te acostabas con Rafael mientras yo le daba sus comodidades? ¡Eres un desgraciado! —le gritaba el ligre estando muy enojado— Sube al auto. 

—¿Porqué?... por favor déjame ir... —Preguntó Martín.

—¡Sube al auto, dije! ¡Animal asqueroso! —insistía Roberto gritándole mientras aflojaba el cuchillo manchado con algo de sangre.

Martín estaba atemorizado mientras Roberto conducía y con un fuerte dolor en su espalda. Nunca pensó que los encontraría o descubriría todo. Sin embargo, estaba atrapado y no tenía más que hacer sino seguir las indicaciones de Roberto o perder la vida. De repente, Roberto se detuvo en un lugar alejado llamado "El Maizal". 

—Roberto... ¿qué hacemos acá? —preguntaba Martín mirándolo atemorizado.

—No te lo diré. Lo comprobarás jejeje —dijo el ligre con voz macabra. 

Y tomando el cuchillo, Roberto cortó el brazo de Martín haciendo que este gritase de dolor. Al oírlo gritar, Roberto lo tiró al suelo. 

—¡AAAAAAAAAHHHHHHHHH! ¡INFELIZ! —gritó el puma adolorido sosteniendo su brazo herido.

—Así que... te encantó acostarte con mi pareja ¿no? Pues... ¡SERÁ LA ÚLTIMA VEZ QUE LO HAGAS, BASTARDO! 

—¡ROBERTO NO! ¡NO LO...! 

Y sin pensarlo dos veces, Roberto clavó varias puñaladas en el pecho de Martín. Siguió lentamente desmemembrando sus dedos de la mano y decapitándolo puso fin a su vida, regocijándose al pasar sus manos llenas de sangre por su cara y lamer el filo del cuchillo saboreando la sangre de Martín. 

—Desgraciado... —dijo con ojos endemoniados —¡Vete al infierno! —gritaba mientras su mirada provocaba estupor y pavor a quién se le acercase.

Roberto reía neuróticamente mientras metía el cuerpo en una bolsa negra y lo dejaba en medio del campo abandonado, ensangrentado y desmembrado por completo haciéndolo casi irreconocible. Así, el asesino emprendió la huida y marchó a su casa conduciendo su auto. 

—Rafael, prepárate... hasta aquí llegaste... y es tu turno —dijo limpiando el cuchillo con su pañuelo blanco con rastros de sangre, relamiéndose aún los labios.

Empezaba a llover y en las afueras de la casa, las hojas de los árboles se agitaban rápidamente mientras el viento frío golpeaba la espalda de Rafael a través de la ventana entreabierta de la sala en la que se encontraba. Rápidamente, no podía ver nada porque de un momento a otro el clima cambió de un día soleado a una tarde oscura. La energía eléctrica se había ido y todo estaba a oscuras cuando de pronto vio que alguien se le acercaba.

—Por favor... Aléjese de mí —decía con voz temblorosa y el corazón acelerado alzando la mirada tras notar que alguien intimidante se le acercaba.

—¡Cállate! ¡Cállate maldito maricón! ¡Te acostaste con un bastardo y eso lo has de pagar! —Gritaba aquel tipo gruñendo y moviendo su cuchillo.

—Y-Yo no quise hacerlo... —tartamudeaba el tigre comenzando a correr por su vida imaginándose lo peor. 

Cada vez ese hombre se acercaba más y más con su cuchillo de carnicero después de haberse enterado de la infidelidad de su pareja. Poco a poco aquel hombre fue asomando su cara y Rafael pudo notar quién era.

—¡MALDITA SEA, RAFAEL! ¡YO TE SAQUÉ DE LA MISERIA EN QUE VIVÍAS! ¡TE DI DE COMER! ¡TE VESTÍ! Y... ¿Así me pagas? —gritaba y lloraba el hombre. 

—Roberto... Roberto b-baja ese cuchillo. Por favor, hablemos... te amo, te amo y te amaré siempre... —decía subiendo las escaleras rápidamente.

Rafael se sentía con el corazón en la garganta y observaba a Roberto con una mirada como si clamara misericordia. Él, sabía lo que ocurriría... Iba a morir asesinado por su traición, pero mantenía la esperanza viva de que eso no sucediera aunque era demasiado tarde.

 —¿QUÉ? JAJAJA —reía Roberto con una mirada psicópata sosteniendo el cuchillo cada vez más fuerte en su mano derecha —NO... JEJEJE... TÚ... ME ENGAÑASTE... 

—Te juro que no quise hacerlo... P-Por favor... No lo hagas... ¡AUXILIO! —gritaba el tigre temiendo por su vida.

—¡Cállate, estúpido traidor! ¡IRÁS AL INFIERNO CON MARTÍN!

Y sin pensarlo dos veces antes de que Rafael pudiera seguir corriendo, Roberto clavó el cuchillo en su espalda varias veces, traspasando pronto el costado izquierdo de su pecho hasta legar al corazón. Al ver como el tigre se desangraba, dio vuelta a su cara y la hizo trizas ayudado con el cuchillo e igual con sus garras filosas, enceguecido por la ira tras haber sido traicionado. Después de varios minutos y al ver tal ataque, volvió en sí sin darse cuenta de lo cegado que estaba. 

—Rafael... ¿Qué haces tirado allí? —preguntaba moviendo el cuerpo de Rafael qué, al mirarlo, tenía una expresión espantosa e irreconocible. Roberto se dio cuenta de todo viendo el charco de sangre que bajaba por las escaleras mientras observaba el cuerpo sin vida de su amado que lo traicionó por amor. Al darse cuenta de lo que había hecho, ató una soga en el árbol de manzanas que se encontraba en el patio trasero, ahorcándose así con una carta en la mano derecha escrita antes y el cuchillo ensangrentado en la otra mano, explicando las causas de lo acontecido.


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