Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

96


Así es como el día anterior a la charla, un domingo, a primera hora, Jenell tocó la puerta de mi departamento. Bueno, al ser una cámara decorada no tenía puerta ni timbre, solo era una gruta ancha y vagamente circular en mitad de un pasillo de roca. Ella agarró una piedra y la tiró al suelo repleto de patos. El proyectil cayó en la cocina.

Me desperté por el chillido de los animales, había estado soñando con adolescentes en un sótano que giraban una botella. Me bajé de la hamaca sin tumbar ni despertar a Leviatán y caminé lentamente hacia afuera, sorteando patos y agitando las manos para disipar las plumas que siempre planeaban por el aire.

Ella estaba en un corredor de la caverna, lo que equivaldría a la vereda del vecindario o una calle de suburbios. Leviatán había dibujado pitos en todas las rocas como si fuera la puerta de un baño de secundaria, lo hacía porque siempre me había molestado y para alguien que amaba decorar era irritante tener que apreciar algo así.

Jenell estaba vestida con un atuendo que se veía sumamente incómodo, una de sus torturas era siempre estar maquillada, bien peinada, arreglada, con tacones y vestidos ajustados, a veces la hacían caminar en una calle donde todos le gritaban groserías y la acosaban. Para mí se veía hermosa con ese atuendo, para ella se veía patriarcal.

Su demonio sabía hundir el dedo en la herida, pero ella prefería esa tortura a las físicas.

Los domingos solía usar pantalones y camisas, pero era muy temprano y todavía no se había cambiado.

Metió la mano en sus pachos.

—Tengo unos regalitos para ti.

—¡Jenell! —retrocedí—. Somos amigos.

Su expresión me hizo saber que en ese momento estaba insultándome mentalmente, alejó la mano de sus pechos, pero cargaba un frasquito de vidrio negro, era idéntico al que atesoraba Leviatán. Lo colocó en mis dedos y los cerró sobre la superficie tersa del recipiente.

Me miró con ojos ansiosos.

—Las encontré allá abajo, es la tercera hora de un domingo, Asher. Nosotros somos libres de hacer lo que queramos desde la primera hora, en la madrugada siempre bajo sola a la ciudad sin ustedes y busco cosas para quedármelas y no compartirlas.

—¡Oye! Eso es egoísta...

—Despierta, idiota, no estás en un campamento de verano, es el puto infierno, no voy a compartir lo que encuentre.

De repente noté que estaba repleta de polvo y tenía las manos sucias. Yo cargaba una linterna, pero, como todo lo que estaba en el infierno, no servía, la luz parpadeaba intermitente.

—Hoy encontré algo útil en la tienda de películas. —Recordé que había una tienda con películas en casetera, pero ninguna había sido rebobinada y veías el final al reproducirla, eso era una tortura genuina, hace más de ochenta años no visitaba aquel sitio—. Era algo de valor, escondido en el sector de películas de anacondas y tiburones.

—Si solo hay películas de anacondas y tiburones aquí.

—Sí, pero en el sector de películas de tiburones cómicas, encontré algo útil ahí.

—¿Es posible encontrar algo útil ahí?

—Sí, había un frasco idéntico al que tiene Leviatán. Estaba vacío, pero puedo llenarlo.

Me soltó las manos y me permitió ver lo que abandonó entre mis dedos.

—Sí lo noté. —El frasquito rodó por mi palma, para siempre blanca, sin broncearse ni curtirse.

Apoyó una mano en mi hombro, se sostuvo como si yo fuera un poste, levantó un pie, se quitó su tacón izquierdo y agitó el zapato hasta que cayó una bolsita de plástico del tamaño de una billetera. Dentro había pastillas, no provocaron ningún sonido al caer como si siempre hubieran estado en el suelo.

—Son ibuprofenos, vencidos y sabor anís, pero se ven como...

—La medicina de Leviatán.

Ella sintió, se volvió a agarrar de mi hombro, se calzó el zapato y se apartó de mí mientras limpiaba su mano en la falda voluminosa como si se le pudiera pegar una enfermedad rara. Juntos colocamos las pastillas en el recipiente.

Sentía que cargaba algo muy peligroso, como una granada.

—Mételas en su saco y tira las verdaderas, hoy diremos muchas cosas que lo hagan sentir, sentir tristeza, así las ingerirá. Se le irá el efecto de las verdaderas. No podrá neutralizar su compasión. Tal vez si siente lástima por ti mañana puedas tener una oportunidad y no te obligue a hablar de tu muerte.

Recordar que al día siguiente tendríamos la gira de charlas me sentó mal.

—Es un plan muy inteligente.

—¿Qué esperabas? ¡Soy yo!

Alcé la mirada, todavía estaba soñoliento y no podía creer lo que estaba sucediendo. Miré hacia el interior del departamento repleto de pájaros olorosos y ruidosos. Leviatán nunca dormía de enserio, los demonios no duermen, seguramente creía que me había levantado para tomar aire, se me acababa el tiempo.

Era peligroso, si me atrapan saboteando la cordura de mi torturador seguramente me mandarían a la Cámara Máxima de Tortura (la C.M.T) y me harían sufrir hasta que no volviera a ser el mismo.

Pero no encontraba otra manera, no podía hablar de mi muerte, no quería y ya nadie haría con mi vida cosas que yo no quisiera. Como dice el cuervo de Poe...

—Nunca más —musité.

—Nunca más —repitió Jenell.

No sabía nada de ella, la llamaba amiga para no sentirme solo, pero éramos más extraños que otra cosa. Lo único que sabía de Jenell era su muerte, que le gustaba la jardinería y Edgar Allan Poe, el único escritor hombre a quien soportaba.

Aunque los pájaros me traían malos recuerdos le preguntaba mucho por su poema favorito: El cuervo. Eso parecía ponerla feliz.

En los versos se cuenta la historia de un hombre que sufre porque se le murió su novia. Él quiere olvidar, pero no puede y el recuerdo, si no lo pierde, lo volverá loco. Es como un niñato caprichoso que llora porque quiere dulces y luego llora porque le duele el estómago, ya que, el protagonista se debate entre el dolor de olvidarla y el dolor de recordar a su amada. Esta como en un callejón sin salida: lo único que le depara el futuro es dolor. Luego viene un cuervo, se para en su puerta y repite «Nunca más» todo el tiempo como un portero averiado.

Lo increíble del relato, o al menos increíble para Jenell, es que el hombre sabe que el cuervo no responderá otra cosa, pero igual le sigue preguntando y hablando.

Ella había dicho que eso podía representar cómo a veces intentamos cosas que sabemos que fracasarán, a veces conocemos el final de todos nuestros planes.

Sentía lástima por Jenell, ella tenía ideas increíbles de literatura, política y arte que nadie había escuchado en su vida por ser mujer, solo pudieron ser escuchadas por un muchachito muerto de diecisiete.

Tener ideas y que no puedan oírlas es como no tener nada.

A veces entendía que estuviera tan llena de odio. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro