91
Hay preguntas que en vida siempre me había hecho y nunca había podido responder como ¿Si Pluto y Goofy son perros porque uno habla y camina como humano y el otro no? ¿Aplaudir es solo pegarte a ti mismo porque algo te gusta? ¿Por qué los jerséis de lana se encogen al lavarlos, pero las ovejas cuando llueve no?
Pero ahora tenía más preguntas en las que pensar y todas me las hacía Leviatán.
Estaba acostumbrado a responderlas escuetamente, con monosílabos y cuando me hallaba cansado asentía con la cabeza o negaba con el dedo. Lo más inquietante de todo era que tenía una libreta en la mano y anotaba mis respuestas, de seguro era material para más torturas, pero algunas preguntas me ponían inquieto como:
—¿Te dan miedo los pepinos?
—No.
—¿Qué piensas del feudalismo?
—No sé.
—¿Qué fue antes el huevo o la gallina?
—Tú, seguramente.
—¿Argentina devaluará más su moneda para pagar sus deudas?
—Qué sé yo.
—¿Qué es más fuerte el diamante o el titanio?
—Tu vieja.
Aunque trataba, cada vez estaba menos dispuesto a ignorar sus conversaciones, resultaban entretenidas. Y vaya que no quería, de verdad no quería, pero estaba amistándome con él. Era mi única compañía de lunes a sábado y no era tan mala.
A ver, que no soy tonto, sentía que caía en su trampa, que poco a poco bajaba las defensas, pero no podía evitarlo.
No soy el primero que cae en una trampa tan evidente, Eva de seguro supo que había algo raro en una serpiente que habla y que está particularmente interesada en darte consejos. Esa perra loca estaba consciente de que nada bueno saldría de sostener una conversación con la serpiente, pero estaba sola, qué otra cosa iba a hacer. De seguro Eva estaba cansada de hablar solo con Adán y oír los chillidos de los animales, porque, literalmente, vino una serpiente parlante y sin muchos líos la convenció de que era buena idea desobedecer a Dios. Eso, damas y caballeros es estar desesperado por compañía.
Leviatán sabía que la soledad se alimentaba de mí, como un parásito o una sanguijuela, pero en lugar de quitármela se aprovechaba de ella para que fuéramos amigos. Estrujaba la herida.
Al menos había logrado que ya no lo odiara, pero tampoco le tenía cariño, aún. Qué puedo decirte, el niño hacía bien su trabajo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro