Había dos cosas que me preocupaban en ese lugar.

 La primera era que el Nivel de Picos estaba repleto de animales que tenían bien merecido el infierno. Paraíso y averno son destinos para todas las especies y tipos de vida, no te creas tan importante por ser humano. Había gatos meones, llamas que escupían, palomas cagonas y perros que mordían cuando bajabas la guardia.

 Al ser animales no tenían que picar rocas como nosotros, pero cavaban con sus propias patas casi todo el tiempo.

 La segunda cosa que me preocupaba era mi hermana. Selva. Ella seguiría siendo sobrina de mi asesino y no quería que en algún momento él pensara que estaba enferma y la matara como había hecho conmigo.

 Tenía que regresar a la tierra de los vivos y advertirle. Pero, así como es imposible escapar de tu sombra, de la tristeza y de la virginidad si te gustan los trucos de magia en la secundaria, no había salida de Nivel de Pico.

 Nivel de Pico era un corredor oscuro de roca que nunca terminaba, a veces se torcía, en otras ocasiones había derrumbes o se descubrían cavernas enormes pero la cueva, parecía no tener fin. No podía escapar de los corredores. Ya me había olvidado lo que era el calor del sol, el frío de la nieve, el sabor de la buena comida, los cosquilleos de un abrazo, la frescura de una ducha y la risa que provoca el verano.

 Estar en ese lugar era un peso con el que cargaba como mi eterna juventud con acné. Ah, sí, mi apariencia no cambió nunca.

 ¿Algo peor que una eternidad desnudo y cojo? Sí. Sí, claro, yes, oui, ja, sim, por supuesto.

 Sobre todo, cuando tu condena eterna interfiere con S.D.O.M.O.C.A.P y no me refiero a extraterrestres, me refiero al Sindicato de Demonios, otros Monstruos Oscuros, Condenados y Almas en Pena.

 Ellos tenían un plan y su plan fui yo.