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—Quitemos a este vago de aquí, sería el colmo que él saltara al portal y fuera al infierno... antes de tiempo.
—¿Eso puede pasar? —inquirí prestándole atención al vagabundo.
—Sí —respondió sujetándose distraídamente los cuernos—, mucha gente fue al infierno y regresó, como Orfeo, Dante Alighieri, Teseo y Michael Jackson.
—¿Es broma?
Él se rio.
—Claroque sí, estoy bromeando, en realidad Teseo no pudo regresar.
Me incliné y comencé a dibujar un círculo en el suelo con tiza que Leviatán había robado de una estación de paso. Leviatán caminó hasta el vagabundo y trató de despertarlo a gritos, pero parecía...
—Parece noqueado, como si algo lo hubiera golpeado y desmayado —observó Suni, clavando nuestros pies sobre el suelo y abrazándonos, no quería dibujar la invocación.
Leviatán resopló.
—Lo único que golpeó a este hombre fueron siete botellas de tequila barato.
Suspiré cuando vi que la tiza se resbaló de los dedos de Suni y se cayó sobre el húmedo piso, se empecinaba en cruzarse de brazos. La idea de llamar a un muerto la ponía nerviosa, aunque no quería admitirlo porque trataba de hacerse la valiente; la realidad era que estaba acobardada y echaba de menos a su halmeoni, pasar horas en el sótano y acosar a Kwan en la calle, cosas de adolescente.
—Parece mi tía Berta en las fiestas de Navidad —Reí al notar la inconciencia del vagabundo, recogiendo la tiza, recuperando el control del cuerpo y dibujando un pentagrama—. Aunque ella estaba un poco más despierta y siempre cuando se embriagaba solía coquetear con los vecinos, quitarse el sostén o conspirar acerca de los ovnis.
—Me alegra que los mortales festejen así el nacimiento de Cristo —se alborozó Leviatán al escuchar que mi tía perdía la dignidad.
Agarró al vagabundo de los brazos y lo arrastró al otro extremo del callejón como si fuera un cadáver, el hombre ni siquiera se revolvió en sueños. Lo dejó en mitad de la acera y regresó al estrecho pasillo.
—¿Él existió? —pregunté y nos abrigué el cuello con la campera de Suni, era una noche fresca—. Digo... si existen los ángeles, él tuvo que existir...
—Sí, pero no fue como lo pintó la Iglesia.
—¿Cómo era entonces?
—Un pacifista, el primer hippie de la historia con la única diferencia que él sí se bañaba y no se drogaba —hizo una pausa y regresó limpiándose las manos en su ajado pantalón de ejecutivo—. Era un santucho, un nene de bien, una cremita. Aunque para ser justos un demonio una vez trató de corromperlo, fue Satanás, pero no consiguió mucho, el tipo ese pudo haber inventado la campaña: «No means no»
—¿El rey del infierno trató de corromperlo? —inquirió Suni.
Yo ya conocía la historia, Satanás le ofrecía tres tentaciones y le pedía que lo reverenciara, pero Jesús se negaba en varias ocasiones diciendo que solo adoraba a Dios. Leviatán se rio falsamente.
—No es el rey del infierno. Es uno más del montón. Los únicos tan tontos como para perpetuar la monarquía son los humanos y los ángeles.
—¿De verdad era hijo de Dios? —pregunté.
Leviatán se encogió de hombros.
—Teniendo en cuenta la biblia todos somos hijos de Dios. Incluso yo. Pero no sé, nunca conocí a Dios —explicó con indiferencia, pero sabía que la respuesta le dolía, pateó una lata y la miró rodar hasta el final del callejón—. ¿Recuerdas Nivel del Pico en donde nadie sabía qué hacía o por qué habían sido condenados ahí y abandonados en esa caverna? Bueno, para los demonios todo el infierno es Nivel del Pico. Se dice que hace millones de años éramos ángeles que decidimos revelarnos, no lo sé, nadie tiene recuerdos de ello, tal vez nos los robaron porque no se puede pasar la aduana de cielo a la tierra con recuerdos.
—¿Aduana de qué...? —inquirió Suni, pero deposité un dedo en sus labios, con la otra mano sostenía la polvorosa tiza y dibujaba uno de los picos de la estrella.
Leviatán nunca me había contado nada de eso, tenía que aprovechar cada segundo de información porque de otro modo me quedaría con la duda para la eternidad.
—Vi algunos ángeles, pero no me dirigen la palabra, es como si no me vieran.
—Pretenciosos —murmuré.
—Me gusta pensar que antes era un ángel —confesó él—, quiere decir que hay algo bueno en mí, por pequeño que sea. Me pregunto, también, si los ángeles se pueden convertir en demonios ¿Por qué los demonios no se pueden convertir en ángeles? Debería haber algo más que la maldad definitiva. Un retorno. El camino de ida tiene dos direcciones ¿O no? La vuelta y la ida. El viajero está parado justo en el medio. Puede volver por donde vino —Levantó un hombro para aparentar apatía—, no puede ser que cuando te tires al vacío simplemente caigas, tiene que haber algo más esperándote. Tiene que haber algo más para todas las almas rotas.
Ojalá hubiera algo más, pensé con pena.
Él se había quedado mirando el vacío, de repente giró sus numerosos ojos hacia nosotros, a Suni casi se le patinó la tiza de sus temblorosos dedos. Le daba mucho asco, no la culpaba, la cara del demonio no era una que vieras en portadas de revistas de moda, tal vez sí en la crónica de un diario.
Leviatán carraspeó como si tuviera algo atorado en la garganta y se alisó los pliegues de su traje hecho jirones con indiferencia.
—Así que no, no nos regimos por una monarquía, no existe un demonio que lo gobierne todo, somos una comunidad en donde hay cargos más importantes que otros, pero en donde casi todos somos iguales. Lo único que nos gobiernan son las reglas —Me observó lúgubre y juguetonamente como si fuéramos cómplices de un secreto inalcanzable—, y nosotros acabamos de romperlas a todas.
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