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Los tres eran compañeros de clase.
Esa mañana Suni había visto a Kwan y a Haneul hablando con su grupo de amigos.
Hanuel se quejaba de que su vida era muy monótona y quería experimentar un poco de aventura, había visitado muchos países de Europa en las vacaciones de verano, pero nada le parecía fascinante. Si viste una ciudad la viste todas ¿O no? Estaba cansada de los hoteles de cinco estrellas y el servicio de excelencia, ella quería algo que le diera sabor, miedo, quería aventura, deseaba revelar los secretos del más allá.
Las clases comenzaron y su conversación se interrumpió. Sentada sola en su pupitre, con la cabeza oculta en un libro que fingía leer, Suni había escuchado toda la conversación e incluso había participado más de una vez, pero solo en su cabeza.
Estuvieron comentando sobre lo paranormal en la clase de literatura y cuando el profesor los dividió en grupos para platicar sobre El fantasma de Canterville Haneul dijo que no creía en fantasmas. Kwan afirmó que él sí creía y le gustaría ver uno porque no les tenía miedo, sus amigos se rieron y respondieron que no querían hablar con vivos, mucho menos con muertos.
Suni recordó que, en el sótano de su casa, donde solía albergar un pequeño jardín de invierno alimentado con abono y reflectores, protegido con una barrera de cortinas de plástico y flanqueado con repisas repletas de especias, donde catalogaba fragancias y creaba sus jabones, allí, en lo profundo de una caja antigua, había encontrado un juego de ouija de los dueños anteriores.
Ella no había tenido grupo para hablar sobre El fantasma de Canterville por eso había consumido el tiempo imaginando que invitaba a Kwan y Haneul a su sótano para involucrar un poco de aventura en su vida. Pero ellos estaban rodeados de sus compañeros de clase y no tuvo las agallas, las grandes multitudes la ponían nerviosa y la hacían sentir vulnerable.
Por esa razón cuando salió de la carnicería con la grasa de animal en un paquete y vio a la pareja caminando por la calle, tomada de la mano, no tuvo mejor idea que detenerlos e invitarlos a su casa a jugar.
Y Kwan y Haneul no tuvieron peor idea que aceptar su invitación.
Como diría mi tía Beatriz, donde hay amor no hay ideas ¿O era donde hay corazón no hay cabeza? Bueno, no importa lo que decía.
Los tres tuvieron una sucesión de malas ideas.
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