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5. Fútbol americano

What about a hit? What about a hit of your look

Start to shake, start to shake with your hand

What of a click? What of a click, are you a freak?

You turn and face me, maybe this time I choose

There is something about you

MIÉRCOLES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2019

De forma fantástica y casi en contra de todo pronóstico, Benjamin sobrevivió el sábado a la fiesta de Abby. No tengo la más pálida de como hizo para atreverse a tomar alcohol, y menos que menos, reconocer que tiene cierto interés en mi enamorada. Realmente pensé que no me haría caso. Eso es muy Ben. Cuando una idea se le mete en la cabeza, lo más probable es que se encasille y cierre ante nuevas opciones. Me alegra saber que, sea por la razón que sea, finalmente pensó en lo mejor para mí y el plan. Porque siendo analítico, haber cortado toda conexión con la señorita Torres de repente no habría hecho más que enviar señales confusas, o mínimamente entablar una actitud un tanto ambivalente.

¡Guau! Demasiado análisis por ahora. Parezco una rata de laboratorio desmontando las pruebas de su último experimento. Es curioso, pero esto de ser Logan Walker está trayendo cambios significativos en, bueno, prácticamente todo. ¿Será que me convertiré en cerebrito? Meh. Cuando uno nace tonto, muere tonto.

Solo espero no perder mi esencia. Por más que lo quiera millones, jamás me convertiría en aquella rigidez inequívoca que tanto caracteriza a mi hermano.

El impredecible descubrimiento de que Miles es en realidad nuestro vecino ha dejado a Ben pasmado. Pero aún más aquel mensaje de Abby. Ella ha tocado... mis genitales. También tocó los de mi hermano. Y ha sido lo suficientemente astuta y perturbadora como para notar que no se trataba de los mismos huevos. ¡Diablos, señorita!

Me trae sin cuidado. No acabará descubriéndonos por unos simples genitales irregulares.

Lo importante es que cada día está más linda y despampanante. Lo que daría por seguir descubriendo... su personalidad. Y otras cosas también, de paso. Pero su personalidad primero. Oh, dios. Hormonas. Malas hormonas, muy malas.

—¿En qué estás pensando? —me dice Miles al ver que estoy completamente perdido en mis pensamientos y que la clase me importa un comino.

—En las pruebas de futbol americano de esta tarde. Estoy un poco...

—¿Cagado? Sí, lo noté. Hoy has hablado menos que de costumbre. Tu cabello no está tan peinado como siempre y anduviste con un cordón desatado toda la mañana y ni siquiera te diste cuenta. Estás bien cagado, Logan —replica sincero. Me pregunto cómo es que hace para saber absolutamente todo de todos los que, de alguna manera, afectan su vida. ¡El lunes me dijo que la señora de limpieza había perdido un embarazo!

—Gracias por tus palabras de siempre. Son muy inspiradoras, ¿lo sabías? —contesto mostrándole mi sonrisa a toda costa. Qué suerte hemos tenido de encontrar un tipo tan interesante y curioso para entablar amistad.

Miles me devuelve una mirada penetrante. Ni ahí atina a una media sonrisa. No, no. Claro que no. Eso fue cosa de la fiesta y nada más. ¿Cuándo tendremos la oportunidad de volver a apreciar su... carisma?

Mi colega sabe que tiene razón y yo también lo sé. Ya estamos a miércoles, y hoy tocan las pruebas de fútbol americano. He tenido la mala suerte de que Grace ha repetido el formato de la semana pasada y ha organizado que yo esté aquí lunes, miércoles y viernes, ya que como Ben salió el sábado eso supuestamente le "ocupó el día que le tocaba".

Seguramente Abby estará allí para corroborar que cumpla con mi parte de la promesa. Parecía una muy buena idea eso de juguetear y aceptar todo lo que me dijera con tal de tenerla cerca, pero ahora que ya estoy a punto de probar una bocanada de uno de los deportes más violentos que existen... Creo que estoy un tanto arrepentido.

Aunque, ¡vamos! Soy Nicholas Moore. Puedo con esto. No me dejaré intimidar por una pelota y unos fortachones con el triple de músculo que yo. Además, tal vez las pruebas no sean tan difíciles después de todo. El entrenador obviamente no me elegirá y habré cumplido con la parte de mi trato y librado del futbol americano para siempre.

Almuerzo con el grupo usual: Oliver, Emma, Miles y la fabulosa Abby conversando nimiedades. El vínculo entre nosotros poco a poco se va solidificando. Comenzamos a parecer un grupo genuino. Por más que solo hablemos pavadas, ya llegará el momento de conocernos a fondo. Al fin y al cabo, recién vamos una semana y media.

Pero al resto no le gusta en absoluto. Los deportistas millonarios en su mayoría me observan con desprecio por compartir tiempo con lo que ellos llaman una «pobre sin remedio» como consideran a Emma. Por convivir en una realidad económica distinta, los ricos piensan que no tiene el derecho de regodearse con el resto de su "nivel". Una auténtica estupidez, sin dudas. Pero pasa. Y puedo ver sus miradas. No me cabe duda que han golpeado al peculiar Miles por la misma razón. ¿Ricos con pobres? Palabra del demonio en esta escuela.

En cambio, a la pobre Emma la hostigan a la inversa. He visto en algunas de las clases como se le desfigura el rostro al ver ciertos mensajes en su celular. No tengo dudas que se tratan de algún tipo de amenaza.

La brecha social en Blestville es preocupante y peligrosa.

El entrenamiento con Grace me ha dado habilidades que nunca creí que tendría. Puedo, en casi todo momento, leer entre líneas las reacciones de las personas de mi entorno y analizar sus personalidades con bastante efectividad. Aunque debo reconocer, a Benjamin se le da con más facilidad que a mí, además de equivocarse menos. Claramente yo soy la sonrisa y él la mente maestra.

Salgo de la cafetería dejando atrás al grupo con los huevos en la garganta. Estoy cagado, ¡estoy muy cagado! Abby para colmo me ha advertido que dentro de un rato irá a ver las pruebas. No quiero ser el hazmerreír de Blestville. No quiero ser el sujeto de burla. ¿Y qué pasa si fallo o soy un desastre en frente de los sin cerebro de los deportistas? Esa posibilidad se volvería realidad.

Camino hacia la puerta trasera que lleva al campo deportivo de la escuela. Las instalaciones son verdaderamente de otro nivel. El estadio de las Águilas de Blestville se cierne imponente con una serie de tribunas gigantescas.

Tan pronto me aproximo al campo auxiliar donde se llevan a cabo las pruebas para los equipos de fútbol americano, siento una mano en mi hombro que me saca del estupor:

—Si te toca Jonah para bloquear tu acceso al touchdown, hazle creer que regatearás para la izquierda dándole todo el peso de tu cuerpo. Luego, transfiere frenéticamente todo a tu derecha y vuelve a cambiar con la misma energía tu peso hacia la izquierda para salir impulsado. Él siempre estará esperando simples regateos sin propulsión en este tipo de entrenamientos. Además, nadie se anima a hacer un doble amague. Lograrás burlarlo —me indica... ¿Cómo se llamaba? Debo mejorar con el tema de los nombres. Oh, ya lo sé. Cristopher. El tipo que me salvó de una muerte segura.

Lo observo medio perdido. ¿Por qué está empeñado en ayudarme?

—¿Me ves cara de jugador de fútbol americano profesional? Sé las cosas básicas, amigo. Pero mírame, soy un flacuchento. Solo estoy aquí para cumplir un reto.

—El reto que te ha impuesto Abby, ¿no? —replica y hace una mueca.

—¿Cómo sabes eso? —contesto. Cristopher me mira en plan «la he cagado».

—Los rumores corren rápido en Blestville —añade, pero no acabo por creérmelo. No seré Ben, pero tampoco soy idiota.

¿Saben quiénes son idiotas? Los boxeadores. Ay, no. Eso ya lo he mencionado. Tengo un bucle mental que no quiere irse y que solo remite a un par de pensamientos fijos: «Abby. Abby. Abby. Estoy cagado. Cagado. Caca. Boxeadores estúpidos. Tengo miedo. Abby. Por Abby. Los boxeadores son tontos, yo también. Abby lo hago por ti. Soy una máquina de hacer tonterías».

—Gracias, Cris. Espero salir con todos mis huesos ilesos —respondo en modo Logan Walker, con mi sonrisa de siempre. Me adelanto de mi compañía para no llegar tarde a las pruebas.

Cada vez que estoy más cerca del entrenador Patrick McAllister, el pulso se me acelera. Dicen que es uno de los tipos más rectos, despiadados y profesionales de todos los equipos deportivos de la región. Con solo contemplarlo a unos cuantos metros de distancia ya puedo sentir su mirada hostigadora.

Una fila de adolescentes tensos se cierne ante mí. Otros al parecer ya han dado el presente y están alistándose, acomodando sus calcetines o estirando las piernas. Algunos incluso se atreven a dar pequeños esprints para despertar la funcionalidad que necesitarán en sus músculos para hacerse notar.

Es increíble la cantidad de candidatos que hay en la pista. He estado escuchando en los pasillos que estar en el equipo de fútbol americano de tu escuela es un puntazo para el currículum. Y bueno, parece que muchos le han hecho caso al cuchicheo.

—¿Nombre? —pregunta el entrenador McAllister fijando su visión en la planilla. Ni siquiera ha atinado a ver mi rostro. Aprecio una barba rasposa y la gorra del equipo de Blestville como los mejores atributos que tiene.

«Patrick, vamos. Al menos podrías haberme mirado. Pero no te preocupes. Te mostraré que no soy uno más de los gorditos que vienen hasta aquí porque su madre los obliga a dejar el Fortnite y hacer algo bueno por sus vidas. Te mostraré cuan apasionado puedo ser por las cosas que realmente amo. Por más que tu deporte me parezca una auténtica locura, te lo mostraré» pienso para mis adentros. Me encantaría largarle todo esto ahora mismo, pero lo único que generaría es ahuyentarlo.

Una adrenalina profunda me ataca de imprevisto antes de responder la pregunta del entrenador. Es como si mi cuerpo se encendiera de repente. Nicholas Moore listo para la acción, bebés.

—Logan Walker, señor —respondo firme y seguro. Patrick por fin me mira y me estudia de arriba a abajo. Se ve que mi presentación simple y concisa le agradó. Algo me dice que este hombre está cansado de que vengan a alabarlo con estupideces para conseguir un lugar en el equipo.

—Espera por aquí. Ponte tu armadura. Comenzamos en cinco minutos —anuncia serio y marcando con una cruz en su planilla. Puedo verlo porque estamos prácticamente a la misma altura. No es un tipo muy alto. Promedio, diría.

Me acerco a las gradas donde todos los contendientes están esperando y levanto la mirada en busca de algún conocido. Para mi sorpresa, el combo completo del desastre me observa expectante: Abby, Emma, Oliver e incluso Miles están sentados con sonrisas en sus rostros, mirando la hora para verme brillar. De más está decir que Miles no está sonriendo.

Tomo la tan prestigiosa armadura que McAllister ha mencionado. Todo me resulta muy pesado, aunque sé que es necesario para no morir en el campo. Soy una especie de armatoste: casco, hombreras, protector bucal, coderas, rodilleras, musleras. No me extrañaría si me dijeran que peso como cinco kilos más.

Mis nervios aumentan, pero también mi adrenalina. Por primera vez en mucho tiempo, siento que puedo hacerme valer por algo más que una partida de Black Ops o una chica que me gusta. Esto realmente podría cambiar la forma de ver las cosas. Me gusta, me gusta cómo me hace sentir.

Pero no todo será tan fácil. Ben no es como yo, estoy seguro. Aún si no me quiebro un hueso en las pruebas, mi hermano jamás podría soportar una cosa como esta.

En fin. Que sea lo que tenga que ser.

—¡Alumnos! Todos a la línea de medio campo. Evaluaremos su velocidad para un esprint de cincuenta metros —grita a todo pulmón Patrick McAllister. Mis rivales se apresuran y corren hacia el lugar indicado. Mantengo mi porte aproximándome con cautela, aun cuando mi corazón está a punto de explotar.

Los ayudantes del entrenador nos ubican en una fila larga. Somos unos treinta candidatos. Uno a uno, nos van llamando por nombres para el pequeño esprint. Los ayudantes cuentan con un cronómetro y McAllister se mantiene fijo con su planilla y su rostro inexpresivo pero temerario. No quiero imaginarme cómo es verlo enojado.

Muchos candidatos son eliminados rápidamente. Patrick les grita un par de groserías e indica por qué ya no pueden continuar en las pruebas antes de mandarlos a casa. Sus más comunes argumentos varían entre la lentitud del aplicante y su técnica de carrera desastrosa.

Veo como los que consiguen un tiempo medianamente decente, son llevados a un triángulo de conos que se encuentra a unos metros. Mientras tanto, deben esperar a que todos los candidatos terminen con su prueba de velocidad. O eso parece.

El tiempo de analizar se acaba. El entrenador comienza a llamarme para que me acerque a la línea de medio campo.

—Saldrás en partida alta. Prepárate —me dice, dándome un par de segundos para acomodarme. Su ayudante está listo para iniciar el cronómetro—. En sus marcas... Listo... ¡Ya!

Mis piernas salen despedidas a toda velocidad antes que mi cerebro les dé la orden de hacerlo. Doy zancadas largas, las más largas que puedo. Siento como la comida del almuerzo sube por mi sistema digestivo y se me planta en la garganta, causando un gusto nauseabundo en mi boca. No es de extrañarme, he leído sobre el ácido láctico y sus efectos en esfuerzos máximos como este.

El esprint acaba mucho más rápido de lo pensado. No sufro los segundos tanto como esperaba, y la sensación de correr a máxima velocidad con la brisa del viento pegándome en la cara se percibió refrescante. No obstante, debo recuperar mi aliento antes de levantar la vista para comprender como me ha ido.

El ayudante del entrenador que esperaba en la línea de llegada se sobresalta al chequear el tiempo que marca su cronómetro. Lo evalúa un tanto perplejo, y se acerca a McAllister al galope. Tan pronto Patrick reconoce la marca, su rostro muestra un ligero cambio de actitud:

—El mejor tiempo que he visto en años para alguien de tu edad, Walker. Buen trabajo. Súmate al resto de tus colegas —vocifera en los cincuenta metros que me separan. Yo todavía estoy recuperando mi ritmo habitual de respiración. Que tome el tiempo que sea, ya estoy feliz por no haber sido el hazmerreír de las pruebas.

Levanto la cabeza hacia mi grupo de amigos, y extiendo los brazos en señal de victoria mientras camino hacia el triángulo de conos. Abby salta frenética, y Emma, Oliver y Miles me dedican un dedito levantado, como diciendo «bueno, ahora sigue y deja de hacer tanto festejo».

Tan pronto me sumo al resto de mis rivales aun en competencia, visualizo en una grada oculta en la lejanía al equipo de las Águilas de Blestville, con Jonah y Cristopher incluidos analizando todo seriamente.

Mis nervios aumentan y las náuseas también. Pero, de alguna forma, logro mantenerme de pie y alejar las desagradables tendencias a lanzar mi almuerzo por todo el campo.

Las siguientes pruebas, según anuncia McAllister, ya no son de eliminación instantánea. Al parecer la idea del esprint de velocidad era para simplemente sacar a todos esos gorditos que mencioné y aquellos que no tienen chance alguna de meterse en el equipo.

—De aquí en adelante todos los candidatos completarán las pruebas. Estaremos publicando a nuestros elegidos en los próximos días —anuncia Patrick reuniéndonos en un círculo imperfecto—. No espero menos que grandeza y coraje. ¿Quieren pertenecer a las Águilas de Blestville? Pues demuestren que son merecedores de tal honor. De lo contrario, tomen sus cosas y vayan a llorar con mamá. Lúzcanse.

Claro que me voy a lucir, McAllister. Lo haré con gusto.

La segunda prueba, aquella de los conos, es de las peores que me podría haber tocado. El ejercicio, según nos explica uno de los ayudantes, consiste en analizar la recepción que uno tiene del balón y el posible lanzamiento en caso de convertirse en quarterback.

Mi reacción es pésima. Veo como McAllister anota decepcionado y escucho como a lo lejos Abby me intenta alentar para no bajar los ánimos. Tierno de su parte. Está yendo mucho más allá de lo que esperaba. Y me gusta.

—Señores, ahora continuaremos con una prueba que testeará su capacidad de regateo y esquive de los rivales. Para ello, nuestro quarterback del equipo oficial, Jonah Watson, buscará derribarlos. Ustedes deberán intentar sobrepasarlo entre el límite de conos que hemos dispuesto —informa Patrick. Mis piernas están cansadas, pero me obligo a pensar en positivo y seguir esforzándome.

No tengo muy claro todavía por qué, pero esto de las pruebas de repente me importa mucho.

Creo que quiero ser parte de las Águilas de Blestville. El público coreando mi nombre, aplaudiendo frenéticos al compás de un relator emocionado y siendo el ídolo de toda la escuela, con Abby Torres encantada en el tipo de persona que me he convertido. Sí, eso suena bastante bien.

Ben me asesinará.

—Walker, vas primero —me dice uno de los ayudantes de McAllister. Mierda, esto no me da la posibilidad de analizar los patrones en la conducta de Watson.

Jonah me goza gustoso. Una media sonrisita burlona se le asoma, claramente mostrando que está con unas ganas tremendas de partirme la cara, y si es posible, mi frágil y flacuchento cuerpo.

Recuerdo las palabras de Christopher antes que me el entrenador me dé la orden de avanzar con el balón por sobre la defensa de Jonah.

Mis músculos ya no responden con la misma fuerza que antes. Están fatigados. La falta de entrenamiento comienza a pagarme factura. No obstante, dejaré hasta la última gota de energía que me quede.

Me aproximo a Jonah seguro de mí mismo. Si va a partirme al medio, por lo menos que sea intentando sobrepasarlo con seguridad. Cuando ya me encuentro lo suficientemente cerca, aplico la teoría de Cristopher marcando de forma alevosa la presión sobre mi extremo izquierdo, como indicándole que estoy a punto de tirarme hacia el lado derecho y esquivarlo a máxima velocidad. Doy el siguiente paso hacia la derecha y él se abalanza sobre mí como un depredador listo para cazar a su presa, pero logro burlarlo y vuelvo a transferir todo mi peso hacia la izquierda para impulsarme y darme a la fuga. Para Jonah es demasiado tarde. Se ha tirado sobre el lado equivocado. Con un hábil movimiento digno de un ninja y un pequeño saltito, he salido ileso.

Jonah refunfuña. Ni siquiera me dedica una mirada hostigadora. Me siento victorioso. Sin importar si me elegirán para el equipo o no, he hecho quedar a Jonah como un inútil ante un simple aspirante más pequeño, frágil e inexperimentado que él.

La fama se me sube a la cabeza. Nah, mentira. Pero se siente bien, sin dudas.

La mayoría de los candidatos no logra ni acercársele un pelín a Jonah. Incluso algunos no se han atrevido a enfrentarlo.

Por último, tocan las jugadas de ataque y defensa que me superan completamente. Dije que sabía lo básico, no que podía meterme a planear estrategias como si fuera el dios del fútbol americano.

Mis humos vuelven a bajar. Veo como McAllister anota en la planilla cada vez que cometo un error de principiantes. Me volteo a ver a mi grupo de amigos y ya no están tan exaltados como antes. Tiene sentido, deben estar cansados. Igual que yo.

—Eso es todo por hoy. Gracias por su participación.

Me alejo del campo auxiliar con un aspecto detonado. Estoy todo acalorado y sudado, no tanto por culpa de la temperatura sino más bien por toda esta armadura que me he tenido que poner. Hace tiempo no recordaba estar tan exhausto. Creo que la última vez que estuve tan cansado fue cuando hice la maratón de veinticuatro horas seguidas de series en Netflix. Principalmente, de Vikingos. Qué serie del bien.

—Veo que eres un hombre de palabra, Logan. No importa si el entrenador te elige o no, para mí eres el mejor de todos —asegura Abby dándome un beso en mi mejilla, mostrando que no le importa en absoluto que soy una babosa de transpiración. Se me paraliza el corazón. La señorita Torres se aleja, y quiero pedirle que vuelva y no se despegue de mí, pero aún no somos nada.

Abby.

—G-gracias —respondo sorprendido. No esperaba un beso en la mejilla para nada. Miles, Oliver y Emma me saludan desde lejos, despidiéndose. Los pierdo en la lejanía y me quedo en el camino que lleva de vuelta a las instalaciones académicas, un poco pasmado por todo lo que pasé en las últimas horas.

Antes que nada, debo pasar por los vestuarios y asegurarme que este olor a putrefacción que tengo no me siga a todas partes. Por suerte me he traído una muda de ropa.

Mientras camino pienso en todo lo que ha pasado en esta semana y media: Logan Walker, La Celda, Abby y su toma de genitales doble, la pelea con mi hermano, el caldeo en el pasillo en el que Miles casi pierde todos los dientes, las pruebas de fútbol americano y tantas, pero tantas nimiedades que se me cruzan y que van a hacer mi mente estallar.

Siento que estoy viviendo todo lo que no he podido hacer en años. El sufrimiento del entrenamiento aislado con Grace y todas esas pamplinas hoy dan un resultado que debo decir que hasta ahora es más positivo que negativo: soy un adolescente normal. Hago cosas de adolescentes. Estoy descubriendo que siento un interés muy profundo por un deporte que nunca creí que tendría y creo que me estoy enamorando de esta cosa tan tierna e impredecible que rodean al aura de Abby. Y si debo ser sincero, me importa un comino que solo pueda vivirlo la mitad de los días y que Ben esté en medio. Esto es mucho mejor que no tener nada.

Pero eso Benjamin no lo entiende. Está tan embroncado con Grace que no puede disfrutar en absoluto. Siento un poco de pena por él.

Llego a los vestuarios que se encuentran a unos cien metros del campo auxiliar donde se han hecho las pruebas. Veo que hay muchas personas allí. Parece que las Águilas de Blestville están alistándose para un entrenamiento.

Comienzo a sacar la ropa de mi mochila para irme a dar una ducha. Me saco la remera y el short empolvado. El espejo que tengo delante prueba una vez más que no estoy a la altura de las circunstancias de los chicos con los que comparto vestuario: mis piernas son angostas, y la musculación de mis brazos y abdominales, si bien no están mal, son un chiste al lado de los jugadores de las Águilas de Blestville.

En todo mi estupor, Jonah me sorprende por detrás:

—Ay, pobrecito. Miren a este niño. ¿Acaso lo han sacado del programa de desnutridos de la Unicef? Deberías alimentarte mejor, ¿sabes? No me gustaría que tuvieras un desafortunado accidente que pudiera causarte un daño irreversible —apunta con un cinismo que me parece preocupante. Solo puedo notar maldad en sus palabras.

El resto de los jugadores de equipo ríen burlones. Parece que ya sabemos quién es el líder negativo de todo este cuento.

—Pues este niño desnutrido te ha hecho pasar papelones en las pruebas —lanzo sin perder la compostura. Me aferro a mis calzones Calvin Klein, clásicos de siempre. La situación es un tanto inusual.

Se hace un silencio atroz. Las sonrisas del equipo se disipan. Jonah se da media vuelta, y sé lo que está a punto de hacer.

Una golpiza se avecina.

Veo cómo se prepara para lanzar el primer golpe. Está a solo unos metros y no tendría problemas en derribarme fácilmente. Posee mucha más fuerza que yo y seguro saldrá vencedor, sin importar cuan ágil intente ser. No debería haber adoptado esa posición en un escenario así. ¿Enfrentarme a Jonah con todos sus colegas mirándolo? Era obvio que intentaría hacerse el machito alfa. Muy estúpido, Nicholas.

Pero el ángel de la guarda me salva otra vez.

—Si llegas a lanzar ese puñetazo, te aseguro que tendrás que pagar las consecuencias. De esas que tú ya sabes —amenaza Cristopher saliendo de la mismísima nada, pero con una fortaleza digna de caballero reinante.

Jonah abre la boca como listo para insultar a Cris, pero se arrepiente. La situación no escala a mayores.

Vuelvo a vestirme y desisto de la ducha. Salgo despedido del vestuario sin agradecerle a Cristopher o pronunciar palabra. Puedo defenderme solo, y la influencia que este tipo tiene sobre el que parece el rey y bravucón de toda la High School me parece incluso más peligroso que Jonah mismo.

No, no, no. Aquí hay algo raro.

Para colmo, Cristopher me sigue detrás. Estamos los dos solos.

—¿Por qué vienes a salvarme la vida siempre? ¿Qué tienes conmigo? —No suelo perder la calma, pero ahora estoy impaciente. Toda la cuestión me tiene un poco nervioso.

Cristopher me hace sentir observado.

—No puedo decírtelo —responde.

—Puedes y debes. Suéltalo ahora.

—No.

—¿Por qué no?

Cristopher recibe un mensaje que de alguna forma lo alivia. Cambia radicalmente su postura.

—Se suponía que no debías saberlo todavía. Pero te has metido en demasiadas peleas.

—¿De qué estás hablando?

La incertidumbre me carcome. No puedo esperar a su respuesta. Para colmo, Cristopher se toma sus segundos antes de largarlo:

—Hola, Ben. Hola, señora Moore —saluda señalando a la cámara que, a pesar de tanto ajetreo, se ha mantenido firme en un extremo de mi remera.

Carajo.

Cristopher sabe sobre la inexistencia de Logan Walker.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA. Espero que el largo del capítulo haya valido la pena xD Disculpen la espera, estoy escribiendo siempre que tengo un tiempito :D No me maten

Gracias por su apoyo genteee <3

Santeeh

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