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14. ¿Cumpleaños feliz?

We, never ever, showed the real us from the start

Only we know 

We, we are, we are the lead in this whole part

Don't think I love you, but I love us

And I ain't gonna turn you down

Turn You Down - NLSN

CAPÍTULO 14

SÁBADO 5 DE OCTUBRE DE 2019

Aun habiendo pasado una semana, la pregunta de Miles todavía me queda grabada en la mente. Posiblemente, porque se trató de uno de los momentos donde más cagado estuve en mi vida. Nicholas jugó con maestranza en una situación crítica para evadir las preguntas de Miles con destreza e inventar una historia paralela que, al final, no acaba de ser del todo mentira. Alegando que nuestra tía era una sobreprotectora compulsiva, Nicholas le explicó a Miles que ella nos pidió que lleváramos una cámara encima para que pudiera asegurarse que nosotros estábamos bien. Podría decirse que Miles se lo creyó a medias, pero eso bastó para sacarnos del paso. Reconozco la habilidad de mi hermano para improvisar y salir airoso de cualquier escenario que le pongan delante.

Miles se mostró reticente a devolver la cámara, pero finalmente accedió al pedido de mi hermano. Por un momento, realmente pareció comprender la relación mía con Miles y utilizó las palabras justas para poder convencerlo. Es como si de repente Nicholas se hubiera comprometido en sobremanera con el plan, asegurándose que Grace no lo mandara a la mierda.

Por más que hizo todo tal cual ella nos pidió e incluso nos sacó de una situación de peligro, Grace jamás se lo recompensaría. Lejos de eso, mi hermano tuvo que afrontar lo que hasta ahora no había vivido en carne propia: los gritos, los insultos, la manipulación emocional, y lo peor de todo... La Celda.

Sí, La Celda. Ese mismo sábado Grace estaba arrebatada. Tan pronto Nicholas volvió a casa, sus ojos se transformaron. Quería arrancarle la cabeza. Se había olvidado que era su sobrino preferido, el siempre cuidado y al que nunca le había dicho más que palabras de amor y cariño.

Por más que me doliera verlo llorar desconsolado y desmoronarse a cada segundo, dejé que Grace siguiera hasta el final hasta que cayera lo más bajo posible. ¿Por qué? Pues porque sin una bofetada de realidad, Nicholas nunca podría despertar de su sueño utópico. Y, además, si tan bien la ha pasado estos años, si tan mierda es mi vida y si tanto sobro en la ecuación, pues bienvenido sea un poco de sufrimiento por todo el dolor que me ha causado, que me sigue causando y que me causará por mucho tiempo por el simple hecho de haber sido tan hiriente y desalmado conmigo.

Cuando te debates entre la vida y la muerte, cuando no sabes si luego del próximo tropezón podrás volver a levantarte, y cuando pendes de un hilo tan fino que el más mínimo roce podría acabar tumbándote, hay que volverse un poquito hijo de puta. Esa es la única manera con la que me aseguro proteger a los míos.

—¡No me obligues a hacer lo que no quiero hacer! —oigo que vocifera mi tía desde su habitación cuando estoy tomando mis cosas para salir a la casa de Miles.

A Grace se la nota más inestable que nunca. Ya le es imposible esconder esas llamadas a desconocidos, porque no para de tirar gritos. Aun cuando siempre se ha alejado lo más posible para que no escucháramos ni una palabra, he llegado a oír que ha estado presionando y amenazando a alguien —o a muchos, quien sabe—. Debe tener que ver con nosotros, de eso no hay duda. El problema es que esas llamadas no las hace con su celular de siempre. Este lo tiene escondido por algún lugar. Alcanzar ese móvil en el momento indicado podría ser la llave de un millar de respuestas. Pero Grace está intocable, y hay que tener mucho cuidado. Con el correr de los días ha logrado calmarse un poco, sobre todo sabiendo que solo debe controlar a uno de sus sobrinos. De todas formas, su estado emocional es una pregunta inconclusa. Por eso he preferido acercarme lo mínimo indispensable y no hacerle preguntas sobre Nicholas. Supuse que aún le quedaba algo de cordura.

Las cosas cambiaron muchísimo desde que Nicholas entró en La Celda. Ha pasado una semana y todavía se rehúsa a sacarlo. De lunes a viernes he estado en la escuela con la fascinante sonrisa de Logan y una falsedad inequívoca para moverme cerca de Abby. La señorita Torres no me ha hablado sobre los temas inconclusos que quedaron luego de la reunión en su casa. Al mismo tiempo, mi hermano ha estado casi sin comer, en una habitación con paredes que simulan ser la muerte en persona y debatiéndose con sus pensamientos en un período que hasta para el soldado más entrenado es enfermizo.

Me equivoqué. Y empiezo a temer por la salud de mi hermano. Una cosa es que me metas a mí en La Celda por dos días, un calculador que analiza absolutamente todo y está acostumbrado a lidiar con sus pensamientos. Otra cosa es meter a Nicholas, un chico dulce, ingenuo, risueño y superficial por una semana dentro de un lugar que puede hacerlo estallar. Lo dice la biología. Las personas necesitamos socializar porque está en nuestra naturaleza. ¿O por qué se vuelven locos los presos que están en confinamiento por mucho tiempo? Las ideas te empiezan a dar vueltas. La cabeza encuentra agujeros negros que uno no creía que existían. No tienes nada claro, porque vamos, hasta tú mismo te sientes en una bola que va tomando velocidad y que no tienes idea como parar.

Siete días y contando. Si Nicholas no sale de La Celda para el final del día, deberé tomar medidas desesperadas.

—Feliz cumpleaños, Miles —digo cuando mi amigo me abre la puerta de su casa. Le entrego mi presente, una pulsera que titula fuck you all. Le guiño un ojo y él ríe por mi elocuencia.

—¿Cómo les fue ayer? —me pregunta cerrando la puerta tras de mí. Entro por primera vez a la casa de Miles. Su hogar es de alta modernidad. Qué pedazo de lugar.

—Ganamos. El junior varsity jugó de visitante, y el entrenador McAllister prefirió cuidar mi hombro. No me han llevado —señalo como intentando darle mucha importancia.

Agradezco que nuestro querido entrenador haya decidido dejarme fuera. Sin las indicaciones de Nicholas y todavía con el miedo intrínseco de entrar a una competición real de futbol americano, no tengo idea que habría hecho. Aplazaré la fecha de mi muerte, al menos por ahora.

Por una esquina que lleva a la cocina se asoma Robert, el comemierda. Me ve y se acerca a un ritmo parsimonioso, como si mi presencia no le afectara ni un poquito:

—¿Qué hace el vendedor de rifas aquí, hijo? —consulta a un tono inexpresivo que marca la psicopatía del padre. Se me pone la piel de gallina. Me recuerda a las preguntas de Grace cuando intenta manipularnos.

—Robert, déjalos. Ya lo hemos hablado. Es el cumpleaños de tu hijo, y sabes bien que él nunca te pide nada. Si quiere invitar a dos cebras y un cobayo, pues que vengan. Tengamos esta fiesta en paz, ¿quieres? —musita la mujer de Robert acariciando su espalda. El padre de Miles no me saca la mirada hostigadora de encima y mi amigo se mantiene mudo e inamovible. Cuando su mujer insiste, por fin acaba dándose vueltas y bufando como un toro embravecido.

La mamá de Miles me resulta de lo más compleja. No acabo de comprender si sus reacciones poco relacionadas tienen que ver con que es una simple ingenua y dominada que no puede o no quiere ver lo que pasa en su casa o la hija de puta mayor que tiene todo y a todos controlados.

Me decanto más por la primera opción. Algo me dice que es una pobre víctima más en todo este embrollo, pero será mejor no sacar conclusiones. No sería la primera vez que una persona me sorprende.

—Así que se te ha ocurrido montar una reunión de tu círculo en tu casa, en frente de los papis con los que te llevas tan bien... ¿A qué se debe? —transmito intentando asomar calma, algo que él parece ha perdido con la entrada de su padre en escena.

—Molestar. Solo eso —sostiene conciso. No quiero decir que está distante, pero sin dudas Miles no está pasando el mejor día. Si tan solo Abby no estuviera aquí... y si tan solo Grace no me estaría observando endemoniada para que cumpla con sus órdenes, tal vez podría indagar más sobre lo que está sucediendo con la persona que más me importa.

—¡¿Cómo no nos invitaste antes?! ¡Pero mira esta casona, por favor! —brama Oliver sacándose la camiseta y tirándose en una piscina larga y espaciada. Aquí sí que se podría hacer una gran pool party.

Miles no ha invitado a Cristopher, lo que no solo me parece coherente sino también excelente. Esa sombría aparición la semana pasada, en lo que fue la última salida de Nicholas hasta el exterior, fue de lo más extraña. ¿Lo peor de todo? Estos días se lo ha notado incómodo, como si estar con nosotros —bueno, conmigo, ya que mi hermano estuvo encerrado como animal de circo—, le causara cierto desencanto. He visto como se ha esforzado por aparentar que todo seguía igual que siempre. Yo sé perfectamente que no es así. Pero con Grace detrás viendo cada uno de mis pasos, ¿qué se supone que debía hacer? Necesito a Nicholas de mi bando como para probar con cualquier estrategia agresiva.

Además de Oliver, Emma y Abby ya están allí. ¿Cómo es posible que siempre somos los últimos en llegar? No sé si es cosa de Blestville que en vez de llegar puntuales todos están ahí minutos antes de cualquier lugar en donde hayan pactado una reunión. «¿A las dos en la casa de Miles? Súper. Llegaré a la una y media». O sea, ¿a quién se le ocurre?

Debo reconocer que Abby tiene un atractivo especial con ese bikini. Deja lucir su figura trabajada, con un abdomen chato que da que hablar y un cuerpo bronceado de muchas horas bajo el yugo del sol. No me extraña. Aprecia la estética y eso está bien. Ahora que he podido ver que no es una niñata superficial, la apoyo. Abby hace lo que le sale de los ovarios y nada ni nadie pueden detenerla.

Emma, en tanto, sigue siendo la sombra de Abby y no parece estar avergonzada de ello. Es tímida por naturaleza y no intenta fingir ser alguien que no es. Simple y sencilla. Sin muchas complicaciones. Aunque, si debo ser completamente sincero, todo el drama con Danny, su pobreza y las drogas me llaman mucho la atención. ¿Será que detrás de esa carita hay también una historia descomunal que contar?

Mierda, mierda, mierda. Ya estoy analizando a todo y todos de nuevo. No han pasado diez minutos y ya me he puesto a pensar sobre las intenciones de la mamá de Miles, el estado de mi amigo, la estética de Abby y el pasado de Emma. No es sano. Contrólate, Ben.

—Hola, guapo —dice Abby dándome un beso en la mejilla, tal cual hizo con Nicholas al despedirse hace una semana. Veo algo distinto en ella hoy, como si estuviera tan relajada que podría decir... o cometer cualquier locura.

—¡No me obliguen a mojarlos! ¡Todos a la piscina! —grita Oliver desde dentro aleteando con las manos y amagando a salpicarnos. Emma y Abby se acercan para entrar por la escalera. Miles y yo estamos con los trajes de baño, pero aún tenemos la camiseta puesta.

—¿Qué pasa con ustedes dos? ¿Miedo a que les veamos las tetitas que tienen? —replica Oliver cuando ve que ambos estamos dudando, lanzándonos miradas inconsistentes.

Me saco la camiseta. Al final, ya no hay mucho de lo que deba avergonzarme. La musculatura de mi cuerpo ha crecido en su justa medida. No tengo el mejor six pack de la historia o los brazos de Jonah, pero cualquiera que me viera aceptaría que mi físico ha evolucionado.

Cuando me saco mi prenda y la dejo sobre la mochila, todos están coreando desde la piscina y haciendo ruidos molestos. No me interesa lo que están diciendo. En cambio, me concentro en Miles que me observa de arriba a abajo sin disimulo. Él está encorvado, mostrando inferioridad. Sus facciones no se le mueven un pelo y baja su cabeza. Algo le sucede.

¿Qué puede estar pasando para que no quiera sacarse la camiseta? Si Miles no fuera Miles, diría que tal vez se siente acomplejado con su cuerpo, que siente vergüenza por su físico y que no quiere que el resto vea lo débil que es. Pero eso no me cuadra con él. Está dañado, está traumatizado. No obstante, eso no tiene nada que ver con su cuerpo. Con unas breves apariciones he podido notar que el problema de raíz viene directo de la familia. Entonces, ¿qué demonios?

—Cariño, ¿puedes venir? Tenemos asuntos pendientes —enfatiza Abby desde la piscina, apoyando sus brazos sobre el suelo caliente. Se ha alejado de Emma y Oliver, que siguen tarareando estupideces y echándose agua encima.

—¡Ya voy! —mascullo conciso, pero mostrándole mi amplia sonrisa—. ¿Qué te sucede?

—No puedo entrar a la piscina sin camiseta —contesta Miles sin sacar la vista de mis pies. Por alguna razón no se atreve a mirarme a los ojos.

—¿Me dirás qué te pasa o tendré que averiguarlo por juicio divino?

—Sin preguntas, ¿recuerdas? Tú respetas mi dolor y yo hago lo mismo con el tuyo. De esa manera nos aseguramos que ninguno salga lastimado —murmura para que el resto no pueda escucharnos. Se atreve a mirarme de reojo por medio segundo. Unos metros nos separan.

—¿Y qué pasará cuando eso ya no sea suficiente? —cuestiono. Miles se encoge de hombros y comprendo que no soltará la más mínima palabra—. Métete así. ¿A quién le importa? Te ves bien en camiseta.

Corro hacia la piscina ofuscado. Mi deseo por desenmarañar el trauma que esconde Miles no me lo olvidaré nunca, pero ya he tenido malas experiencias presionándolo en demasía. Lo que menos necesito ahora con Grace desequilibrada y Nicholas encerrado es pelearme con Miles.

Me tiro de bomba y todo estalla en gotas salpicadas. No hace tanto calor como para meterse y mi cuerpo siente bastante frío. Cuando vuelvo a salir a la superficie, veo como Miles se aproxima a la piscina con pasos cuidados y va metiendo sus pies uno a uno por la pequeña escalera.

Abby me toma por detrás y arrastra sus manos para llevarme lejos del resto. Miles me mira en la lejanía con ese mismo rostro parco con el que lo conocí. Temo por lo que pueda suceder y no se me ocurre como salir de ahí sin ir en contra del plan.

—Hace una semana que quiero hablarte. ¿Me prestas una pizca de tu tiempo, Logan Walker? —susurra Abby sensual, generando un roce entre ambos que me recuerda a cuando me tomó de los huevos por sorpresa. O cuando lo hizo con Nicholas. Está en esa misma posición depredadora.

Abby me sigue tirando para atrás, y me aleja lo más que puede del resto. Ella está de espaldas, pero puedo ver como Oliver y Emma continúan en su propio mundo mientras Miles simula incluirse en el juego con el que se están divirtiendo. Cada tanto me mira de reojo, y yo ya no sé si continuar simulando o golpear a Abby en el rostro y salir de allí. Me está poniendo de los nervios.

Lo único que me tranquiliza es saber que Grace no está observando la escena. Supongo que no se enojará conmigo por eso, ¿verdad? No voy a andar con la cámara en el agua.

Cuando los límites de la piscina se acaban, Abby me da un último empujoncito contra la pared. Nuestros cuerpos están sumergidos bajo el agua, siendo poco más de la cabeza, el cuello y los hombros lo que nos queda fuera.

Estoy encerrado. Apoyo mis brazos en el suelo caliente y me dejo estar en ese vértice sin escapatoria.

—Sí, sí. ¿Qué pasa, Abby? —respondo.

—Quiero explicarte algo —notifica, y se acerca un paso más. La diferencia entre nosotros es escasa. Puedo sentir su aliento. Intento ocultar mi cara de terror—. Te he rechazado en el momento donde parecía que todo era flores para nosotros. Creo que has entendido que no podía confiar en ti cuando tranquilamente podías ser tan hijo de puta como Jonah, ¿verdad? Pues... también me has probado que no, que no eres ese hijo de puta. Y has sido muy respetuoso, ¿sabes? No te separaste de mi lado en todas estas semanas, y jamás diste un paso en falso. Eres chapado a la antigua, Logan. Eso es lo que me gusta de ti. Quieres conquistarme como lo hicieron mis padres el siglo pasado, aun cuando yo he hecho todo para que te sobrepasaras. Agarrarte los huevos, mandarte nudes, o tentarte con mi voz no han sido más que estrategias para ver si eras uno más de esos estúpidos que andan dando vueltas. Eres todo lo contrario, un tiernucho gigantesco. Entonces, he llegado a la conclusión de que te ahorraré trabajo y así podrás saltearte muchos pasos. Lo merecemos los dos por todo lo que hemos atrasado este momento.

Cuando pronuncia su última frase, Abby empieza a acariciarme el pecho. Siente los músculos tonificados y me rodea el cuello con ambas manos.

—No sé si es el mejor momento...

Antes de siquiera poder terminar de hablar, Abby se me abalanza y me da un beso apasionado. No puedo decir si ella lo está haciendo bien porque no tengo nada para comparar. Es mi primera vez. La señorita Torres no me suelta y nuestros labios se entrelazan. De repente el frío corporal se me ha ido y es como si el fuego se apoderara de nosotros. Le sigo la corriente. Echo su cabello hacia atrás y empiezo a quedarme sin aire. Su lengua hace cosas que yo no tenía la más mínima idea que se podían hacer. Ella lleva el control de la situación, y lo está haciendo de maravillas. Por un momento olvido que esa chica no me interesa en absoluto. No me gusta, no me genera nada. Pero... ese beso interminable ha roto con toda secuencia posible y verdaderamente lo estoy disfrutando.

Abby sabe generar placer.

—Déjame ver cómo estamos ahí abajo... —susurra sexy a mi oído dándome un respiro. Mis pulsaciones están fuera de control y siento como si mi corazón se estuviera por salir del pecho. La sangre me hierve. Olvido completamente lo que está sucediendo más allá de ella y yo.

Abby saca una de sus manos de mi cuello y vuelve a besarme con todavía más energía que la primera vez. Siento su mano faltante bajar poco a poco por mi torso hasta que se sumerge debajo del agua. Alcanza mi traje de baño y comienza a frotar su mano por mi amiguito que parece un roble a punto de explotar.

En medio de la lujuria, la voz lejana de Oliver me saca de estupor.

—¡Oigan, ustedes dos! —grita desde el otro lado de la piscina. Como por instinto, aparto a Abby bruscamente.

Me doy cuenta de lo que he hecho. Abby ha logrado engatusarme con todo su encanto y me he olvidado de... absolutamente todo. Grace estará encantada de que he cumplido con mi parte al pie de la letra. Pero... ¿Qué hay de Nicholas? ¿Qué hay de Miles?

Cuando levanto la cabeza, todos están un tanto descolocados. Algo me dice que la escena se había convertido en una mucho más caliente y desubicada de lo que he podido notar. Miles, en tanto, sale de la piscina y me mira decepcionado.

No. No. No.

Abby quiere agarrarme de la mano, pero yo ya no tengo fuerzas para seguir fingiendo. Le digo al oído que ha estado excepcional todo lo que me ha... hecho, pero que debo salir de la piscina.

—Miles —esbozo, pero él se pone la toalla sobre sus hombros sin siquiera levantar la vista. Me acerco a él corriendo aun con el riesgo de caerme, intentando mantener las apariencias—. ¡Miles, te estoy hablando!

—¿Qué pasa? Sigue con tus cosas, Logan. Tenía frío ahí dentro —responde.

—¿No te ha molestado lo que pasó con Abby? Te juro que...

—¿Molestar? Dios, hagan lo que quieran. Me importa tres carajos. Cómele la vagina en el patio si quieres. Solo procura que no se entere el comemierda porque te sacará a patadas en el culo —menciona inexpresivo.

—Pero...

—Yo no me esforzaría tanto, ¿sabes? Está todo en orden. Tú puedes hacer lo que quieras. Yo también. Fin de la historia.

Cada vez entiendo menos.

—¿Q-qué?

—Tú solo métete en tus asuntos, ¿te parece? Y tranquilo, que yo estoy genial. No hace falta que te preocupes —replica.

No puedo seguir aquí. Necesito respirar. Necesito barajar y dar de nuevo porque mi mente ahora está en cualquier lugar menos en el que debe estar.

—Chicos, no me estoy sintiendo bien. Me voy a casa. Disfruten el cumpleaños de este muchachote, que uno no siempre tiene la posibilidad de andar por una casa tan descomunal —agrego siendo lo más superficial que puedo, como para devolverle el golpe a Miles. Me convenzo de que su reacción no ha sido más que otro de sus mecanismos de defensa para protegerse de lo indeseado.

Como la he cagado. Nicholas me odiará. Miles ya se ha decepcionado. Y por alguna razón, Oliver ni siquiera me saluda cuando me voy. Faltaría que Grace me empiece a gritar tan pronto llegue a casa y tendríamos el combo completo.

Me pongo rápido mi camiseta, tomo mis cosas y salgo de la casa de Miles lo más desapercibido que puedo. He venido a pasarla bien y disfrutar un buen rato entre amigos y no he tardado ni más de media hora en cagarla.

Recuerdo la fogosidad del encuentro con Abby y me arrepiento rotundamente. Paralizado ante el terror, no supe qué hacer. Dejarla arrasarme con Miles y el resto ahí fue la peor decisión que podía haber tomado.

Entro a mi casa y Grace está mirando la computadora con mi hermano a su lado. Tiene un aspecto horrible. El rostro demacrado, el cuerpo venido abajo y un olor a putrefacción que se siente a varios metros. Cuando me ve acercarme a ellos, no me dedica la más mínima sonrisa. No hay recibimiento a lo Nicholas. Solo veo oscuridad en sus ojos.

Algo me dice que han estado viendo juntos lo que hice en casa de Miles.

—Miren a quién tenemos aquí, ¡el galán de la semana! —señala soberbia, como buscando alterarme. Nicholas está sentado en una banqueta a su derecha.

—¿Ah? —pregunto descolocado.

—Resulta que tiraste la camiseta de forma que la cámara quedó justo apuntando hacia la piscina, donde Abby y tú dieron una función realmente apasionante. Me saco la galera, Ben. Mostraste que tú también puedes jugar en equipo a favor del plan —afirma sin perder sus aires de superioridad. Por más retorcido que parezca, el hecho de que me haya atenido a su pedido la ha tranquilizado en sobremanera.

Nicholas parece un vagabundo y tengo miedo de seguir acercándome a él. Conociendo a Grace, estoy seguro que le ha hecho ver una y otra vez como Abby se restregaba en mi cuerpo en vez del suyo. Lo alimenta de odio, porque así es ella. Es malvada.

—Lleva a tu hermano a la ducha. Apesta —masculla indiferente, tomando su celular y dejando de darnos importancia.

Tomo a Nicholas por los brazos sin mediar palabra y él se deja arrastrar. No pronuncia el más mínimo sonido hasta que terminamos de subir la escalera y nos acercamos hasta la ducha:

—Creo... creo que empiezo a entender. Casi... casi muero ahí dentro. Yo, yo, tengo la cabeza hecha polvo. No puedo, no quiero pensar más.... ¿Tiene sentido lo que estoy diciendo? —precisa Nicholas abatido. Está extenuado. Las palabras apenas le salen de la boca.

—Perdóname.

—No, no. Eso no. Tú obraste por el plan. Obraste por mi relación con Abby. Gra-gracias. Tú... tú me quieres de verdad.

—¿No estás enojado?

—Con Grace. So-solo con Grace. Per-perdóname tú por haber sido un ciego.

Abrazo a Nicholas y le pido que no diga ni una sola cosa más. Debe recuperarse cuanto antes, debe recargarse.

Mi hermano llora sobre mis hombros, descargando todo ese caudal de emociones que hasta ahora no se le habían permitido emanar. Lo aprieto con fuerza.

Tal vez con este golpe de realidad, por fin Nicholas ha despertado.


¡NO ME ODIEN! Ben y Abby, ¿quién lo diría? El primer beso en todo el libro. ¿Piensan que puede tener consecuencias en la relacion de #Benles? ¿Y qué hay del Nicholas traumatizado? ¿Cambiará de una vez por todas?

Navidad se acerca y espero estén disfrutando este regalo :) Los hermanos Moore y este autor todo loco los quieren mucho.

Santeeeh <3

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