Dos meses sin conocerse
Terminó de enviarse el archivo.
Quiero que lo leas y me des tu opinión, honestamente, si no es honesta te termino.
¿Eso significa que si no me gusta puedo decirte que es una mierda y no me terminas?
No, no te termino, pero si quieres verme deprimida un mes entero porque me dijiste que algo que me encanta hacer es una mierda, puedes decirmelo. Sólo dime si te gusta o no y qué es lo que te gusta y qué es lo que no te gusta.
Ya. Sólo dame un poco de tiempo. Sabes que me gusta leer, pero no leo tan rápido como quisiera.
Yo te espero. Sólo avísame cuando termines.
Ya.
A veces cuando me da algo para leer suena muy trágica, totalmente contraria a la expresión de alegría constante que mantiene cada vez que la veo. Es como si una mano distinta a la suya fuera la que ha escrito eso y luego a mí me da miedo decirle cómo es que realmente encuentro lo que ha escrito porque la amo y lo último que quiero es ver, mejor dicho, saber, porque ahora no la estoy viendo, que está triste por algo que no sé y que no entiendo. Pero si dejara de ser honesto con ella, me sentiría mal conmigo mismo y en estas situaciones me siento caminando sobre una cuerda floja. Hasta el momento no he tenido problemas. Debo de ser un equilibrista maestro.
Abro el documento. Cuando llego a una línea que me suena muy depresiva lo contrasto con su sonrisa gigante. Creo que los que sonríen mucho lloran mucho también. Tal vez sea bipolar, tal vez sea su forma de desahogarse, tal vez todo esté en mi cabeza. Cierro todo para no distraerme. Comienzo a leer.
Una sombra volátil me cubrió de danzas asesinando a la música de la noche desaparecida, cuando el cielo se llenó de escarlata en momentos de melodías perdidas.
El enjambre de la memoria armoniosa abrió el camino de los andares silenciosos que esperaban a la historia vendida por flamas perdidas de la imagen que no viene y sí va hacia amores furtivos en ausencias queridas.
Y la jauría que sangró torrentes de estrellas; besos en tu reposar sobre mi alma que no se puede liberar bajo mis manos por la inacción que me obliga a acatar los brillos de la tortura.
Manaron los pasos del cielo y los sueños de tu figura cuando me acechó el temor de nunca despertar que me repitió que las flores han secado hasta el polvo en un susurro sacado de una hora en que el reflejo de la muerte se escondió en un pozo.
Me quisieron alejar de ti, llevarme hacia el final de la calle de interminables espejismos en la niebla, de gritos insonoros y dolor en mis ojos.
Las cortantes palabras que me dijiste entre todo este odio incoloro escucharon los murmuros de tu soledad que hacía mucho se había alejado de ti. Un momento de ceguera desolada, un momento que desapareció tu mañana, encontré tu mirada empozada y me incitó a besar tu jugar que grabó en mí los recuerdos más fatídicos de tu regazo; la solitaria gota de tu paraíso que hizo pedazos el entendimiento de la gloria, ahora escondida en una perpetua búsqueda de tu caricia, ahogó tu suave corazón.
El silencio desfallecido de tus labios grises hechos de ceniza de los cielos abiertos, que le dijo a los heraldos apasionados y a la figura del trance melancólico, que no llenaron el vacío de la palabra que se arrastró; sólo quiere abrir mi razón hacia el camino en mis brazos donde tú lloraste y me amaste.
No soy nada de lo que soy en el soslayo de tu abrazo, entre minutos donde la unidad es todo que lleve a la perdida libertad; las flores han secado hasta el polvo contra todo anuncio de verdad.
La lluvia de sordera en la pradera de tu mano en un trazo anunció perpetuidad, y se llevó la imagen ausente que estaba presente en el corte del viento, entre llantos de la enfermedad que curó mi ambigüedad y llamó desde la cordillera de tu brazo al gris simulacro que le dicen amar.
Solo llegué a abrir el suelo que recogió al invitante cielo y plantó flores que secaron el polvo, que sueñan detrás de un velo el deseo que tienen de petición a las nubes para abrir tu corazón y que grabes mi rostro en el núcleo de tus dedos.
Perdí mi nombre entre los sonidos del tiempo, abriéndome paso para escapar en la crujiente corteza; escondiéndome de la añoranza por un mundo mejor en el sacrificio de mi garganta por las flores que secaron hasta el polvo y me dejaron una vida árida.
Mis ojos no pueden despegarse de la pantalla. Creo que ella me dijo varias veces que le gustaban mucho las flores, pero no tengo dinero para comprárselas. Puede ser que haya usado tanto la palabra como una indirecta. No creo, nunca hace ese tipo de cosas y suele decirme todo de frente, por lo menos hasta ahora siempre lo ha hecho. Ahora tengo que pensar bien lo que le voy a decir, para poder ser lo más honesto posible. Abro la conversación con ella. Mejor se lo digo de frente y ya.
No entendí mucho. ¿Cuándo lo escribiste estabas amargada?
No, no estaba amargada, al contrario me sentí contenta de escribirlo porque nunca había hecho algo así, de un solo tirón. Pensé que sería algo que te gustaría. ¿De verdad no entendiste mucho?
En general, ni puta. O sea, en algunas partes me hice una idea de esa parte y en general sí me gustó, pero igual, en general no entendí ni puta.
¿Cómo te puede gustar algo que no entiendes?
Porque sentí un montón de cosas al momento de leerlo, por eso.
O sea, ¿te emocionó un montón leerlo?
No sé cómo describirlo, pero a pesar de no haberlo entendido, me movió.
Eso era lo que quería, que aquel que lo lea sienta algo fuerte. No importa qué, pero que lo sienta.
Lo conseguiste. Tengo tu dibujo.
¡Por fin!
Tampoco me he demorado tanto.
Bueno.
¿Cuándo quieres que te lo dé?
La próxima vez que me beses.
¿Dónde?
Sólo bésame y después dame el dibujo. Tal vez yo no entienda tu dibujo.
¡Qué bien! Estamos en una relación en la que nadie se entiende.
Hasta ahora no nos ha traído ningún problema.
Esperemos que siga siendo así.
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