9. Actuando en la verdad
Capítulo 9
Actuando en la verdad
Han pasado unos días desde que Ochako me acompañó a la celebración del compromiso de una antigua "amiga" de la universidad. En tan poco tiempo, mi vida ha experimentado varios giros inesperados.
La rutina de trabajo se ve interrumpida por el insistente timbre de mi teléfono personal. Al principio, la llamada de un número desconocido no llama mi atención, pero a medida que persiste, cede a mi curiosidad y decido contestar. ¿Extorsión, alguna deuda olvidada? Como miembro del departamento de finanzas, sé que no debería tener problemas de ese tipo. La preocupación se cuela por un instante, hasta que la realidad me alcanza.
Era Hatsume Mei al otro lado de la línea. Su sola presencia en mi vida después de tantos años me toma por sorpresa. ¿Cómo consiguió mi número? ¿Qué podría querer de mí ahora? La posibilidad de que solo sea una burla más se filtra en el aire.
—Estoy ocupado —respondo con un tono áspero, intentando poner fin a la conversación.
—A-alto —su voz temblorosa pide mi atención. Me limito a escuchar, dudando de la sinceridad detrás de sus palabras. Después de una pausa tensa, continúa: —Lo siento, Midoriya.
Aprieto el teléfono con fuerza, sintiendo la frustración crecer en mi interior. ¿Por qué ahora? ¿Por qué Hatsume decide disculparse después de tanto tiempo? La historia entre nosotros está marcada por su maltrato constante, una sombra que no se disipa con una simple disculpa. Un suspiro escapa de mis labios mientras trato de alejar esos recuerdos desagradables.
Mi mirada se desvía hacia un cuadro en mi oficina, un pequeño escape a la calidez de la pintura de un gatito esponjoso blanco. La conexión con Copito, el gato de Ochako, trae cierta calma a mi atormentada mente.
La llamada inoportuna de Hatsume revela una intromisión en mi privacidad, cortesía de Ochako. Aunque su acción busca la amabilidad, la falta de consulta previa me irrita. La necesidad de espacio se apodera de mí, y mi atención vuelve al mundo exterior.
—Contacté a la señorita Uraraka —decidí guardar silencio, pensando sobre sus palabras. —Me entere que es amiga de mi prometido, le llame a tu novia para que me diera tu número para disculparme. Se que hice muchas cosas malas, solo quería ser aceptaba entre ellos, los de nuestra clase, en la escuela, en la universidad, quería ser popular y social, porque me ayudaría a tener mejor éxito...
—De nuevo —suspire cansado, masajee el puente de mi nariz y me deslice en mi silla giratoria, —una disculpa no puede venir seguida de una excusa. Fueron siete años en donde tu trato hacia mí fue desagradable, no creas que con una disculpa se arreglara todo, no seas ridícula.
—Lo sé, lo entiendo bien —Hatsume murmura entre sollozos a través del teléfono. —Te invitaré a comer, lo hablaremos mejor, en calma, como adultos. Vamos, Midoriya. No seas desinteresado, piensa también en mis sentimientos —gimotea.
—¡¿Y alguna vez pensaste en los míos?! —Mi paciencia se desvanece, y un grito escapa de mis labios. Mina, mi secretaria, entra apresurada en la oficina, visiblemente alarmada por mi reacción. —¡Adiós! ¡No me vuelvas a llamar!
—¿Midoriya? —Mina pregunta con temor, mientras mantengo la mirada fija en ella. Su error al permitir la llamada de Hatsume le pesa, y mi expresión refleja la frustración que siento.
—¿Qué? —Susurra Mina nerviosa. —La señorita dijo que es ingeniera en mecatrónica de la industria Ingenium y quería hablar de negocios contigo... —mueva sus manos nerviosamente. —¿Tan mal estuvo?
—Por dios, Mina. Esa mujer era Hatsume Mei; te había contado hace mucho que había una ex compañera de universidad que me trató mal. No sé por qué lo olvidaste. ¿En serio soy tu amigo? Haz bien tu trabajo al menos.
Después de poner fin a la incómoda llamada con Hatsume, me veo envuelto en una discusión con Mina, mi secretaria. El hecho de que haya pasado por alto la identidad de Hatsume y permitiera su llamada me deja irritado. Mientras intento calmar mi frustración, Mina busca explicarse y ofrece disculpas por su error.
Mina se retira de la oficina, dejándome solo con mis pensamientos revoltosos. Mi mente divaga hacia Ochako y cómo pudo haber proporcionado mi número a Hatsume sin consultarme. La necesidad de claridad y control sobre mi propia privacidad se convierte en una prioridad.
En un instante de reflexión, me doy cuenta de mi propia precipitación y, con frustración palpable, murmuro:
—Ah, soy un imbécil.
Mis manos se posan en mi cabeza, intentando calmar la tormenta interna. Espero que Mina pueda perdonarme, reconociendo que no fue su culpa.
Poniéndome de pie, estiro mis brazos y trueno mi cuello, tratando de liberar la tensión acumulada. Mientras camino por mi oficina, percibo la mirada de Mina desde su cubículo. Su ceño fruncido y su concentración en la pantalla revelan sus pensamientos, y un suspiro escapa de mis labios.
Necesito enmendar mi actitud antes de hablar con Ochako. Salgo de mi oficina y, al cruzar miradas con Mina, noto el ceño fruncido que ella evita dirigirme. Un suspiro más escapa de mis labios. Camino hacia la cafetería, a unos pasos de distancia.
En la cafetería, busco una malteada de fresa y la encuentro. Antes de enfrentarme a Mina, tomo un post-it y un bolígrafo, escribiendo un breve "Lo siento mucho" acompañado de una carita triste. Coloco la nota frente a la bebida y la dejo en su escritorio.
Mina, aunque aún sin prestarme atención directa, mira la malteada y levanta una ceja. Responde con rapidez, pegando otro post-it en su escritorio. "Eres un idiota! >:(".
Una leve sonrisa se forma en mis labios al verla tomar la bebida.
—Anda, ya vete — me dice en un tono más tranquilo, sin despegar su vista del monitor. Agradece de manera breve, pero significativa.
La tensión entre nosotros parece disiparse, al menos por el momento.
A paso normal me dirijo hacia el ostentoso pasillo donde se ubica la oficina de mi jefa. Miro hacia los lados, simplemente por costumbre, las miembros de la mesa redonda se encuentran enfocados en su trabajo, cada oficina se encuentra alejada, y no es seguida de otra.
La oficina de mi jefa está prácticamente a unos 10 o posibles 15 pasos donde se encuentra el elevador de este piso, es la única oficina que si esta más alejada a todas, ya que antes de su oficina se encuentra un gran salón donde se toma acabo las reuniones mensuales sobre el estado financiero de la empresa.
Mis pasos resonaban en el pasillo de la oficina mientras me acercaba. La puerta estaba ligeramente entreabierta, y sin quererlo, escuché fragmentos de una discusión que me desconcertó. Monoma Neito, el exnovio de Ochako, estaba más alterado de lo que debería por unas fotos en Instagram.
—¡No puedes simplemente salir con cualquiera después de nosotros! —Exclamaba Monoma con furia.
—Neito, ya no somos nada. No te debo explicaciones sobre mi vida —respondía Ochako con tono firme.
Mis pasos se detuvieron involuntariamente, y mi corazón empezó a latir más rápido. ¿De qué fotos estaban hablando? Un momento, ¿será que se refiere a esas fotos? Recuerdo que Ochako ha estado tomando fotos de todas nuestras salidas, como evidencia para formar la falsa historia de nuestra relación. Giré la cabeza hacia la puerta, sintiendo la necesidad de intervenir, pero me contuve.
—¡Estás jugando! —Gritaba Monoma, su voz atravesando el pasillo. — ¿Qué tiene él que no tenga yo?
Ochako, visiblemente molesta, respondía con sarcasmo: —Tal vez, simplemente me hace feliz. Algo que tú nunca lograste.
Mi puño se cerró con fuerza. ¿Ochako estaba feliz conmigo? Me inundó una extraña mezcla de emociones, pero no tuve tiempo de procesarlas antes de escuchar algo que me heló la sangre.
—¡No te dejaré ir, Ochako! —Amenazó Monoma, y en mi mente, esa frase resonó como una alarma.
Di un paso adelante, empujando la puerta de golpe. La escena que se desarrollaba en la oficina era más tensa de lo que imaginaba. Monoma tenía a Ochako sujetada de los hombros, y ella intentaba alejarse visiblemente incómoda.
—¡Suelta a mi novia! —Rugí, avanzando con determinación hacia ellos.
Ochako se liberó del agarre de Monoma y dio un paso hacia atrás. Sus ojos se encontraron con los míos, y pude ver una mezcla de sorpresa y alivio en su mirada. Monoma, por otro lado, se enderezó con arrogancia.
—Así que este es el nuevo amante. ¿Te crees mejor que yo?
—No se trata de eso, Neito. Simplemente no eres parte de mi vida. —Ochako hablaba con frialdad.
Me detuve frente a ellos, sintiendo la ira arder en mi interior.
—No tienes derecho a ponerle las manos encima a Ochako. Aléjate de ella.
El aire en la oficina se volvía cada vez más denso con cada palabra que salía de la boca de Monoma. Sentí una rabia creciente mientras exigía que Ochako volviera con él, como si ella fuera su posesión, como si estuvieran destinados a estar juntos. No podía soportar esa actitud arrogante y posesiva. Antes de que pudiera intervenir, Ochako tomó la iniciativa.
—Nunca pensaste que buscarías a otro. Siempre te esperaba, ¿verdad, Neito? Pero te equivocas. No soy tu propiedad, y no me debes esperar. Además, nunca has valorado lo que realmente significa estar con alguien.
Esas palabras resonaron en mi mente. La valentía de Ochako al enfrentarse a Monoma desató en mí una mezcla de admiración y aprecio. Pero la tensión no hacía más que aumentar, y estaba a punto de explotar. Entonces, Ochako tomó una decisión sorprendente: me besó. Un beso breve pero lleno de determinación y significado.
El beso fue una conmoción, un terremoto en mi mundo que había mantenido tan ordenado y controlado hasta ese momento. Ochako, con una decisión que rompía las cadenas de las expectativas y los compromisos, selló sus palabras con un gesto audaz.
Aunque sabía que nuestro noviazgo era una farsa, ese breve pero impactante contacto de sus labios con los míos hizo que mi corazón latiera descontroladamente.
Mis ojos se abrieron por la sorpresa inicial, pero pronto se cerraron automáticamente, dejándome sumergirme en la experiencia. Fue un estallido de sensaciones que nunca había experimentado. El suave roce de sus labios contra los míos, la calidez de su aliento, todo resonó en mi ser de una manera que desencadenó una reacción instintiva.
La adrenalina fluía por mis venas, y mi corazón martilleaba en mi pecho como si estuviera tratando de liberarse. En esos pocos segundos, dejé de pensar en la farsa que habíamos construido y me perdí en el instante, en la conexión inexplicable que se había formado entre nosotros.
Aunque todo esto era parte de una actuación, mi cuerpo reaccionaba de manera genuina. ¿Por qué mi corazón latía con tanta fuerza? ¿Por qué sentía mariposas revoloteando en mi estómago? La lógica trataba de sobreponerse, recordándome que esto no era real, pero mis emociones se estaban escapando de las barreras que intentaba imponer.
Cuando nos separamos, mis ojos se encontraron con los de Ochako. La sorpresa y la determinación brillaban en sus ojos. En ese momento, no podía evitar preguntarme si ella también había sentido lo mismo que yo. Pero, independientemente de eso, entendí que ese beso había marcado una nueva etapa en nuestra farsa cuidadosamente construida. La incertidumbre se mezclaba con la dulzura de la experiencia, creando un sin fin de emociones que se quedó grabado en mi memoria.
Después del beso, Ochako miró a Neito con firmeza.
—Nunca volveré contigo. Estoy feliz con Izuku. Él me valora, se preocupa por mí, algo que tú nunca hiciste.
La risa cínica de Neito resonó en la oficina.
—Veremos cuánto dura tu felicidad. Nuestras familias nos comprometieron desde que éramos niños. Eventualmente, nos casaremos. ¿En serio crees que tu abuelo estará de acuerdo con tu relación?
Cerró la puerta con desdén, dejándonos en un silencio tenso. Ochako jadeaba, y yo, incapaz de contenerme, me acerqué a ella y la abracé con fuerza.
—Estoy aquí, Ochako. No permitiré que nadie te haga daño.
Ella comenzó a llorar, y sus palabras resonaron en mi pecho.
—Nunca seré libre, Izuku. No me dejarán elegir mi vida.
Sus lágrimas caían como gotas pesadas cada una transmitiendo una mezcla de frustración y tristeza. En ese abrazo, traté de ser su apoyo, de transmitirle la fuerza necesaria para enfrentar el desafío que teníamos por delante. Cada latido de mi corazón resonaba con el deseo de protegerla y de demostrarle que estábamos en esto juntos, pase lo que pase.
Silencio. Un silencio incómodo llenaba el espacio del automóvil mientras conducía a Ochako de regreso a su departamento. Su semblante triste, con la nariz enrojecida y los ojos vidriosos, era un reflejo de la tormenta emocional que había desencadenado el encuentro con su exnovio Monoma. Mi corazón se apretó ante la visión de su dolor.
No sabía qué decir. No había palabras mágicas que pudieran borrar las heridas emocionales. En lugar de eso, opté por un gesto sutil, extendiendo mi mano hacia la suya. La tomó sin decir una palabra, y aunque el silencio persistía, sentí que ese contacto sutil era un puente entre nosotros.
Llegamos a su departamento, y al entrar, el gato blanco, Copito, nos recibió con una mirada curiosa. Lo acaricié brevemente y luego lo levanté, entregándoselo a Ochako. Era una pequeña distracción, algo en lo que pudiera enfocar su atención mientras yo preparaba algo en la cocina.
Dejé a Ochako en un cómodo sillón de la sala, y mientras ella jugaba con el gato, me dirigí a la cocina para improvisar una cena rápida. Los sonidos de los utensilios y la estufa crearon una banda sonora tranquila, pero respetuosa de la situación.
Opté por preparar algo simple pero reconfortante —unos fideos de ramen que había entre la despensa agregando unos toppings—. Después de todo, no era el momento para grandes gestos culinarios. Mientras cocinaba, reflexionaba sobre la complicada danza de emociones que acabábamos de experimentar. Aunque nuestra relación era un juego, la conexión que sentíamos estaba lejos de ser ficticia.
«O al menos para mí lo era»
Finalmente, serví la cena y la llevé a la sala. Ochako, que aún sostenía a Copito, me miró con ojos agradecidos. Nos sentamos en silencio mientras disfrutábamos de la comida. En medio de aquel silencio, sentí que nuestras almas se entendían, compartiendo un momento de consuelo que trascendía las palabras.
—¿Por qué eres tan amable, Izuku? —Me preguntó, sin siquiera levantar su mirada del platillo de fideos que le prepare, su voz notoriamente apagada y en un tono bajo.
Detuve mi movimiento con los palillos metálicos, los deje en el plato, pasé el alimento, ¿Cómo debía de responder a eso?
—Te has convertido en una persona importante para mí —dije, acompañado de una sutil sonrisa, finalmente me miro, aquellos ojos color chocolate iluminados por la alegría habían perdido su brillo, se veían incluso más oscuros, como si toda la felicidad se le hubiera escapado.
La veo mover los palillos sobre los fideos en el cuenco de porcelana. Alza sus hombros y se quita el saco de rosa, revelando una blusa elegante color perla, sujeta su cabello con un broche que tenía sobre un bolsillo del saco, ahora su cabello estaba recogido de forma desordenada, descendían dos mechones cafés sobre su sus rendiditas y hermosas mejillas.
Se pone de pie, va hasta el refrigerador y saca una botella de vino, abre un cajón de madera y creo yo que busca dos copas. Con habilidad quita el corcho de la botella, se sienta de nuevo en el suelo —que tenía ya el cojín— y me sirve vino, y en su copa la llena más.
—No deberías de beber —le digo tocando su mano. Ella me mira frunciendo el ceño.
—¿Qué? ¿Tú también me dirás que debo hacer? ¿Quieres elegir por mí? —Me responde molesta, no digo nada, y retiro mi mano, la dejo que pruebe un poco del vino.
Es más serio de lo pensé. Ya antes me conto que su vida era como si ya hubiera estado escrita desde antes de nacer, y que su abuelo es importante, pero, ¿al grado de comprometer a su única nieta con un patán como Monoma Neito?
—No quiero elegir por ti, nadie debería hacerlo, simplemente me preocupo, quiero cuidarte.
Antes de que Ochako terminara todo el líquido carmín, se detiene, baja la copa y me mira, esta vez con tristeza.
—Odio mi vida —se ríe, pero esta risa no es igual a las otras, este sonido está cargado de melancolía y dolor. —¿Por qué tenía que llevar el apellido Uraraka? —Solloza un poco. —La familia de Neito tiene una empresa de mueblería, es muy reconocida en Europa, mi familia, en especial mi abuelo quería que nuestras familias se aliaran para que el imperio fuera más fuerte, a la edad de 17 años me comprometieron —se quedó mirando la copa, como si recordara todo, —yo... bueno, después lo acepte, creí que si miraba a Neito de otra forma, no como un compromiso sino como el hombre de mis sueño, pensé que si me enamoraba de él, podría fingir que esto no era una obligación... pero —me miro, sus lágrimas bajaban lentamente por sus sonrojadas mejillas —solo me partía el corazón, muchas veces me engañó, mi madre lo sabe, pero me dijo que no podía hacer nada. Neito decía que solo porque estamos comprometidos no significa que debe ser fiel a mí, que esto es un negocio más.
No pude evitar apretar mi puño, mi sangre hervir sobre mi piel, ese patán no tenía escrúpulos, ¿Cómo se atrevía a tratar así a Ochako? ¿Cómo podría dormir tranquilo cuando ella sufría por él?
Me distraje por un momento, y Ochako lo aprovechó para beber más. Algo dentro de mí, decía que ella nunca se iba a sincerar conmigo y que por medio del alcohol soltaba todo lo que callaba, aparentando estar bien bajo esa sonrisa perfectamente construida para aparentar ser feliz.
—Hace un año... —bajo la mirada, se tocó la garganta. Me moví de mi lugar para estar a lado suyo, y le tome de la mano, lo que hizo que tuviera valor de hablar, pero no me miraba —trate de huir, quería desaparecer, no quería estar más aquí. Al menos en mi otra vida podría tomar mis propias decisiones, ser feliz, tener una familia donde pueda sentir el amor —sus lágrimas bajaron más y de forma rápida, no podía creer lo que escuchaba, me aterraba la idea de no verla nunca más, así que simplemente la abrace, coloque con suavidad su cabeza en mi pecho, poco me importaba si mi camisa se manchaba de vino, de su labial rosa, de sus lágrimas. —Tu madre, ¡Por dios! —rio un poco, para después sollozar —ni siquiera me conoce tanto y fue tan amable conmigo, me miraba con adoración, me invito a su casa para cocinar juntas, dijo que debía aprender a cocinar katsudon porque es tu favorito.
Sonríe un poco, mi madre siempre ha sido muy amable.
—Por favor, no pienses de esa forma, Ochako —le dije mientras le daba caricias en su cabello. —No creo que pueda borrar todos esos recuerdos amargos que tienes con él, con tu familia, pero permíteme mostrarte lo que es vivir, si pudiera, te mostraría todas las maravillas; te llevaría al espacio, a la playa, a donde quieras, pero déjame estar contigo.
Guardó silencio, como si dudara de mis palabras o peor, que tuviera miedo.
—Te estoy usando, Izuku, ni siquiera debes de tener compasión conmigo...
—No me interesa —la interrumpí antes de que dijera cualquier otra tontería. —Úsame como quieras, puedo ser tu amigo, tu novio, o si lo prefieres, ser tu esposo, todo con tal de que tu familia no te obligue a estar con ese imbécil, solo quiero que seas feliz —aprete su mano.
El siguiente movimiento me tomó por sorpresa. Ochako rompió el abrazo, su mirada cargada de un ligero rayo de esperanza se encontró con la mía. Sus mejillas y su nariz estaban rojas, un indicio claro de que había bebido más de la cuenta. Observé la botella de vino sobre la mesa, más de la mitad desaparecida, y me di cuenta de que no podía dejarla sola en ese estado. ¿Y si ese idiota de Monoma Neito aparecía en su casa? No, tenía que protegerla.
Sin embargo, antes de que pudiera procesar completamente la situación, Ochako contorneó mis mejillas con sus manos y, para mi asombro, sus labios volvieron a encontrarse con los míos. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo mientras mi mente luchaba por comprender lo que estaba sucediendo. ¿Estaba soñando? ¿Cómo podía ser real este segundo beso, más intenso que el primero, cuando estábamos solos y no había necesidad de mantener ninguna farsa?
A pesar de la confusión que embargaba mi mente, no pude evitar dejarme llevar por el impulso del momento. Mis manos se deslizaron por su cintura, mientras que mis labios buscaban los suyos con ansias. Mi pulso se aceleraba con cada segundo que pasaba, y aunque una parte de mí quería romper el contacto y aclarar nuestras emociones, otra parte ansiaba más de ese dulce roce.
En ese instante, entre el vaivén de nuestras respiraciones entrecortadas, me di cuenta de algo sorprendente: estaba enamorado de ella. No importaba cuánto intentara negarlo o racionalizarlo, mis sentimientos eran innegables. Haría lo imposible por proteger su felicidad, incluso si eso significaba desafiar todas las reglas que habíamos establecido.
Después de todo, fingir resultó ser mucho más complicado de lo esperado. Pero en ese momento, con Ochako entre mis brazos y nuestros labios unidos en un beso que desafiaba la lógica, supe que cada complicación, cada momento de incertidumbre, valía la pena. Porque en sus labios encontré la respuesta a todas mis dudas, y en su corazón, el refugio que había estado buscando todo este tiempo.
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