2. Posible inicio de una mentira
Capítulo 2
Posible inicio de una mentira
Habían transcurridos mis horas de trabajo de manera pacífica, recogí un poco mi escritorio, aun había pilas de documentos, pero al menos un poco más ordenadas, me puse pie cuando mire que el reloj en mi escritorio marcaba las 7:56 pm, tome mi mochila negra que tiene la agarradera larga que se coloca en el hombro, como si fuera un maletín con correa.
Mi hora de salida es a las ocho de la tarde, entrando a la oficina a las nueve de la mañana y así logrando tener dos horas para mi comida, técnicamente son más de ocho horas de trabajo, pero bien, yo no diseñe estas reglas.
Tocan la puerta de mi oficina y se abre la puerta, donde puedo ver a Mina recargada en el marco, sin su saco puesto, usando una camisa de botones color crema y su falda de color gris.
—¿Listo? —Me pregunta con una sonrisa, lo cual asiento y camino hacia la puerta, pero pone su mano en mi pecho.
—¿Qué? —Pregunto mientras guardo mi celular en el bolsillo de mi pantalón formal color negro.
—Tu cabello —se acerca más a mí y pasa sus dedos por mi cabello revolviéndolo o peinando, me hace rodar mis ojos. También me desabotona el primer botón de mi camisa azul y arregla más el cuello de la camisa. —Ahora sí que eres todo un fuckboy.
—Genial porque mi “cita” es con un hombre —hice una mueca y se ríe.
—Cierto, pero te ves más guapo así, ¿Por qué no intentas salir con una chica? —Se llevó su dedo pulgar a su mentón.
«¿En serio me pregunta? Cuando fui ella quien dio más a conocer este estupido rumor»
—Sera mejor que camines o me voy arrepentir de esto —respondí haciendo un mohin.
Firme mi hora de salida en la máquina que estaba en la entrada principal, me despedí de la recepcionista como siempre lo hago, pero esta vez note que sonreía más.
—Te dije —menciona con una sonrisa cómplice —este es el estilo que debes usar, Midoriya.
Le abrí la puerta a la dama quien paso primero y después yo, me acerque más a ella mientras sacaba de mi bolsillo las llaves de mi auto.
—¿De qué sirve? Sabe que gracias a ti que soy gay —le sonreí con cinismo, Mina me regresó la sonrisa nerviosa y solo rechisto. Las luces del auto Lissan LEAF de color blanco se encendieron y ambos abrimos las puertas.
—Hare que las personas piensen que tu verdadera sexualidad es otra, en serio, te lo prometo —decía mientras se colocaba el cinturón e hice lo mismo.
—Mas te vale o te haré que te avergüences en tu cita, o me portare como el hermano mayor —metí la llave en la cerradura y comencé a mover el volante y acelerar para salir del estacionamiento de empleados. —¿A qué lugar vamos?
—Es un bar nuevo, te paso la dirección al celular para que nos dirija la asistente de Google.
No miraba para nada a Mina, me centraba más en lo que tenía enfrente, como pude saqué el celular del bolsillo y se lo di.
—¿Clave?
—1226.
—¿Algo en especial? —Preguntó mientras escuchaba sus uñas chocar en la pantalla, al menos tengo vidrio templado, no me gustaría ver un rasguño leve en mi pantalla.
—Mmm —murmuro sin despegar mis labios y negué —no, nada.
—La mía es la fecha en donde encontré a mi perrito de nombre Pinky —por el rabillo del ojo noté como me mostraba una imagen de un perro de raza pequeña, su pelaje blanco muy esponjoso, pero se ve adorable.
—¿Un perro de nombre Pinky? —Rei un poco y recibí el codazo de Mina —¿Al menos le gusta su nombre? Agradecemos que mira en escalas de grises y no sabe que su pelaje es blanco —podia sentir la mirada de mira sobre su mí, seguro achicando sus ojos.
—Cada vez que lo llamo ladra emocionado.
—Deben ser ladridos de odio por tener ese nombre —volví a reír, escuche un puchero de parte de Mina que se cruzó de brazos y colocó mi celular en el soporte que compré de manos libres. —Qué raro, pensé que estarías mirando lo que guardo en mi celular.
—Ay no, seguro tienes cosas de números, informes de la empresa, cosas de anime, manga y comics, ¿crees que las conversaciones de texto con tu madre son algo que me emociona leer? Definitivamente no —respondió con un tono de voz divertido.
—Auch, qué dolor —fingí mi voz quebrada.
Seguí las indicaciones de la asistente de voz lo cual me llevó por una ruta más corta y sencilla, me aparque en la calle que está ubicado el bar nocturno, cuando mi auto estuvo perfectamente estacionado echó una mirada a Mina que estaba poniendo un labial rosa pastel y hacia los sonidos de un beso que no tengo idea para que. Quité mi cinto de seguridad y abro la puerta, rodeo mi carro y abro la puerta del copiloto para que mi amiga salga.
Ella me sonríe y hace una mueca divertida, toma su cartera de color blanco con su mano izquierda, de nuevo me adelanto para abrir la puerta del bar.
Al ingresar puedo notar que está lleno de personas —de lo más habitual y normal—, la iluminación del bar es tenue con colores amarillos, da un toque de ser un bar rustico porque está construido de madera oscura, aun así, el lugar se ve hermoso. No es como aquellos que todo se ve de colores con tonalidad negra, casi pareciendo un antro que un simple bar, se siente que es hogareño, incluso en el fondo a su derecha tiene una pequeña tarima de madera barnizada donde se puede bailar.
—¿Dónde están? —Pregunte mirando a mi amiga mientras tocaba los nudillos de mi camisa azul. Mina seguía centrada mirando hacia las mesas, podía notar como achicaba más sus ojos, y después mostró una gran sonrisa y alzó la mano saludando, por inercia mire hacia la dirección. —Ah, bien —agregue sintiéndome fuera de lugar.
Y es una sensación que es muy familiar, la incomodidad o sentir que no encajo en ciertas personas o en su grupo no es nada nuevo para un chico que desde su secundaria le hacían bullying por tener gustos “ridículos” hacia los cómics o el anime, pero eso era marginarse de entrar en un grupo social.
Mina comienza a caminar hasta llegar al centro del bar, donde ellos estaban sentados. Cuando fijé mi vista hacia los hombres mis ojos conectaron con los zafiros del chico cabellos dorados, sentí un escalofrío desde mi nuca hasta mi espina dorsal, la sonrisa tan extraña que me regalo me confirmó que aquel hombre de apariencia extranjera era mi cita.
«Mierda, me quiero ir de aquí»
Pensé, mientras fruncía los labios y llegaba a la mesa. Era como pedir ser rescatado por tu madre, pero debía quedarme, al menos Mina no me dijo que debía estar en esta estúpida cita por una hora, me quedaré menos.
Fingir, mantener las apariencias, es sencillo.
—Permíteme —se ofreció el hombre de cabello rojizo, deduje por el color que es tan intenso que se lo teñía, pero para mi sorpresa se ve bien. Como un caballero, él movió la silla de Mina para que se sentara a su lado.
—Gracias —murmuró avergonzada.
Me senté frente a mí, quedando por supuesto a lado derecho del chico extranjero.
—Mucho gusto, mi nombre es Midoriya Izuku —me presenté una vez que me senté. Sonreí, pero al sentir la mirada de ese hombre mi sonrisa se volvió nerviosa.
—Igualmente —sonrió amablemente el hombre de cabello teñido —soy Kirishima Ejiro, puedes decirme como gustes, aunque no creas Mina me ha platicado de ti.
—Bonne nuit —habló con elegancia el extranjero, por su pronunciación me parecía que es francés —Aoyama Yuga —arquee un poco mis cejas, y claramente lo notó. —Mis padres son franceses, pero emigramos a Japón, por lo tanto, me pusieron un nombre asiático.
—Mucho gusto —dijimos al mismo tiempo Mina y yo.
Llegó un camarero, con el típico uniforme de blanco y delantal negro.
—¿Qué van a tomar?
—Old Fashioned —respondió Aoyama.
—Whiskey Sour —dijo Kirishima amablemente.
—Lo mismo —concordó Mina.
No soy de tomar alcohol, no es algo tan sorprendente, así que sé muy bien que si tomo de más se me puede subir, y como soy el que manejo no puedo, pero conocía el nombre de una bebida que es dulce.
—Un negroni —dije sin más, sabía que es una bebida que les gustaba preparar al bartender porque es muy sencilla, solo tiene ginebra, campari y vermut dulce con una cáscara de naranja para darle un sabor amargo y que no sea tan azucarado resaltando así el licor.
El camarero se fue.
—¿Cuántos novios has tenido antes, Izuku?
Aquella pregunta por parte de Aoyama me hizo que tosiera demasiado fuerte, cause unas risas, mis manos se comenzaron a sentir frías y la sudoración se haría presente.
—Ni-ninguno... —respondí sin siquiera mirarlo.
—Que tierno —dijo en un suspiro agradecido. Dios, estaba incómodo lo que le sigue. Mina se cubrió la mitad de su rostro con su cartera blanca, pero por sus cejas levantadas sabía que sonría, lo disfrutaba.
—¿Esta es tu... —junte mis labios pensativos —septuagésima cita no es así, querida amiga?
El rostro de Mina se coloreó de un rojo, parecía una pequeña cereza y sonrió de lado, después ella le sonrió nerviosa a su cita y cuando me miró frunció el ceño.
Cuando el camarero deja las bebidas sobre la mesa soy el primero que toma el pequeño vaso de cristal y me tomo la mitad del líquido anaranjado.
Mientras evadía las preguntas que me hacía Aoyama sobre mis gustos en... respectivos temas sexuales, Mina y Kirishima decidieron ponerse de pie para bailar un poco, por lo que escuche en estos eternos minutos Mina y Kirishima ya tenían semanas hablando por mensajes.
—No quiero ser grosero, pero te diré la verdad, Aoyama —comenzó a hablar en un tono un poco irritado. —No soy gay, perdón, a mi amiga le gusta inventarme una reputación sobre mi sexualidad —después de eso, terminó con mi trago dejando el vaso vacío.
Veo como Aoyama sonríe, eso me hizo preocupar, y rogaba de lo más profundo que el chico respetara lo que le dije. Quizá sus sonrisas solo eran normales, pero no lograba transmitir una seguridad que él creía, era más como tirando a escalofriantes.
—Es una pena, porque eres muy atractivo, siempre los chicos más apuestos son heteros para mi desgracia, ¿te gusta el queso? Mi familia es inversionista de una gran cadena de queso francés —alzó su bebida y tomó.
—¿Un queso gourmet? —Me lleve mi mano a mi mentón —¿no hablaras de la marca de queso Fromages de la Provence? —Hice mi mayor esfuerzo para pronunciarlo en francés, pero cuando Aoyama soltó una pequeña risa sabía que lo había hecho fatal, pero él asintió.
—Correcto —me guiñó el ojo —eres muy simpático Midoriya, podría ser amigos y así te podría dar mi queso —volvió a reír, la forma en que me lo dijo era muy obvia que se refería a otra cosa, aun así, me reí por los nervios.
Del bolsillo de mi pantalón siento mi celular vibrar, a veces olvido que debo ponerlo en un timbre alto, pensé que podría ser mi madre, en estar aquí hablando habían pasado casi una hora desde que salí de la empresa.
Arqueó una ceja cuando miró el nombre del contacto.
—Que extraño —murmure sin bajar mis cejas.
—Mmm —se acercó Aoyama a mirar mi celular —pensé que no eras gay, si no querías conmigo solo dilo —pude identificar su tono ofendido y se cruzó de brazos.
—Te aseguro que no soy gay, en serio —me puse de pie, mi tono nervioso me ganó —es mi supervisor del departamento donde me desempeño, permiso —rápidamente caminé hasta llegar a la salida del bar y respondí la llamada. —Buenas noches, señor Takemushi —salude cordialmente.
—Joven Midoriya —escuche su voz bajita. El señor Takemushi acostumbra a hacer pausas cuando habla por llamada, paciencia es una de mis grandes virtudes, pero sé que cualquier persona se estresa si la otra persona habla despacio —perdone que lo moleste a... —de nuevo una pausa —8:52 de la noche —supongo que echó un vistazo a su reloj más cercano —he olvidado en mi oficina unos documentos y son muy importantes.
—¿Quiere que —ahora era yo quien hizo una pausa, cerré mis ojos y después los abrí mientras me pasaba el celular a mi mano izquierda —se los lleve a su casa?
«Por favor, por favor, por favor, diga que no»
Mina tenía toda la razón, el señor Takemushi abusa demasiado de mí.
—No, entiendo que esto no te corresponde —contestó amable. —Mandare al mensajero que esperara en el elevador que está en recepción, solo quisiera que tú le entregues exactamente qué documentos son. Confío demasiado en ti joven Midoriya.
Me quedé en silencio por al menos un par de segundos, casi un minuto, me giré para ver a través del cristal de la puerta principal, me preocupaba dejar a Mina sola. Vi que estaba ahora en la mesa donde se sirven los tragos, y a su lado seguía aquel chico de nombre Kirishima, noté como mi amiga se reía.
La está pasando bien.
—¿Exactamente qué documentos? —Pregunté sin despegar la mirada sobre ellos.
—Son los pagarés que debemos hacerle a los proveedores. Está en una carpeta amarilla, se los entregarás a Ayasumi Ryusei. Lo conozco, por lo general es él quien envía los documentos al banco, trabaja en la empresa, no te preocupes.
—Bien... —pasé mi mano por mis cabellos y fruncí mis labios. Soy tan amable que no me puedo negar, lástima. —Pase buena noche señor Takemushi.
—Igualmente, joven Midoriya, lamento si le interrumpí alguna noche especial —la línea se había cortado.
—Ninguna noche especial —sonreí con tristeza. Sabía que se refería a que quizá esté cenando con alguna novia, pero no era el caso.
Guardé mi celular y abrí la puerta del bar. Me acerqué a Mina que se escuchaba muy animada charlando con Kirishima.
—Lamento interrumpir —me miraron, después conecté mis ojos a los de mi amiga —Mina debemos irnos, tengo que regresar a la empresa y después llevarte a tu casa.
—Ay no, ¿Ahora que quiere mi jefe? —Preguntó molesta rodando los ojos y guardaba su celular. —Apenas son las nueve.
—¿Midoriya te lleva? —Mas que una pregunta fue una afirmación, pero asentí. Saque de mi billetera un poco de efectivo y se lo entregue al camarero que nos atendió. Mi habilidad con los números tenía ventaja en hacer cálculos mentales rápido. Pague lo que Mina y yo consumimos.
Ella frunció los ojos cuando miró que el camarero me entregara el cambio.
—Pensé que tendría que pagar, así fue el trato —su tono que era dulce sonaba ofensivo. Solo le sonreí.
—Es por arruinar tu cita, perdón.
Suspira derrotada y sonríe con tristeza.
—No, no, no —habló Kirishima. —Yo dejo a Mina en su casa —me quedo en silencio observándolo. —Te juro por mi vida que no le hará nada —cruzo miradas con los ojos color ámbar.
En unos minutos nos pusimos de acuerdo, Kirishima me dio su número telefónico y la dirección del lugar donde trabaja, la verdad no me dio nada de malas vibras. Es todo un caballero. Además, Mina cedió a qué él la dejara en su casa. Por otra parte, me despedí de Aoyama, me entregó un papel chico rectangular con su número, pero me aclaró que era solo para ser amigos, doblo el papelito y lo puse en mi bolsillo.
Cuando salí del bar entré a mi auto, manejé de forma tranquila, pero tampoco lo hice tan lento. Entré a la empresa: Construcciones Uraraka, decía en letras grandes y mayúsculas. La recepcionista no estaba y era de suponerse casi nada, al menos que quisieran tener horas extras y tener un mejor pago. Esto a excepción de los guardias de seguridad de la compañía.
Vi a un joven sentado en las sillas que estaban pegadas a la pared de color blanco. Debo suponer que es el mensajero.
—Buenas noches... —hice una pausa intentando recordar su nombre.
Inmediatamente se puso de pie y me estrechó la mano.
—Ryusei. Ayasumi Ryusei, el mensajero de la empresa, pero más del señor Takemushi —esbozó una sonrisa.
—Mucho gusto, Ayasumi. En unos minutos te llevaré los documentos —él asintió.
Me dirigí hacia el ascensor y presioné el número seis, la planta número seis. Escuchaba la típica música que ponen en los elevadores. Cuando las puertas se abrieron camino directo a mi oficina que es la que está hasta el fondo de este largo pasillo, pero algo me deslumbró.
Detuve mi andar, a tan solo unos cuantos metros del elevador a la izquierda después del cubículo de la secretaria de presidencia estaba la oficina de mi jefa con la luz encendida.
«¿Qué hace la señorita tan tarde?»
Me acerqué con cautela, y escuché unos sonidos extraños, me preocupé y al final descifre que se trataba de sollozos.
Toque la puerta. Y los sollozos se detuvieron.
¡Espera, ¿toque la puerta?!
«¡Imbécil, qué acabas de hacer!»
Trague saliva. Ni siquiera sé porque lo hice, pero fue un impulso.
—¿P-puedo? —Pregunté nervioso.
Bien, si ya había tocado a su puerta no puedo fingir que no lo hice y que no la escuché llorando.
—Ade-adelante —se escuchó su voz quebrada de la señorita.
No tuve más opción que abrir la puerta. Por primera vez en mucho tiempo veía la oficina de mi jefa. No sé comparaba con la antigua oficina que ocupaba el señor Uraraka, está se veía más esencia de una mujer, las paredes seguían del mismo color crema, pero tenía las decoraciones de algunas pinturas, cuadros con fotografías de su familia me imagino y algunas dónde estaba con amigos.
Decidí mirarla. A la señorita Uraraka. Había olvidado como era su rostro, es una mujer muy hermosa, de cabellera castaña hasta el hombro con dos mechones de cabellos que sobresalen y llegan hasta su cuello, sus ojos de color chocolate ahora un poco rojos, sus mejillas siempre están de un color rosa y no es por maquillaje, es completamente natural, su cara es redonda, pero la hace ver tierna.
Su vestimenta es digna del cargo que tiene en la empresa. Un pantalón negro formal y una blusa de manga larga de seda color rosa pastel, aquella blusa holgada se le veía excelente.
No cabe duda que la señorita Uraraka es hermosa.
—¿Sucede algo? ¿Qué puedo hacer para ayudarla? —Me acerqué más hasta llegar a su escritorio. Mi jefa me regaló una sonrisa fingida.
—Estoy bien, Midoriya Izuku -sonrió un poco más —perfectamente bien.
Me había sorprendido que la señorita conociera mi nombre. Era algo que no me esperaba.
—Señorita Uraraka la escuché sollozar y sé que eso es una señal de que no está bien. También sé que no nos conocemos demasiado, pero siempre es bueno soltar todo eso que nos duele, míralo así, como no nos conocemos tanto no tenga miedo en contarse no la voy a juzgar —decidí tomar asiento. Mostré una de mis mejores sonrisas.
No me parece nada justo que una mujer llore. Si está en juego la empresa y esa es su situación también me preocupa, después de todo he visto otras vacantes en diferentes empresas y aquí tienen mejores cosas que ofrecerme.
—Eres una gran persona, Midoriya. Tienes un gran corazón, podría ser que eso vio mi padre en ti y decidió contratarte —me sonrió.
Y no entiendo porque, pero su cumplido me hizo sentir mis mejillas calientes, espero no haberme sonrojado. Sería muy vergonzoso.
—¿Alguna vez te has enamorado de una persona y crees que lo podrás hacer cambiar para bien? —Inició con una pregunta. Ahí entendí que sus sollozos no se debían a la empresa, me sentí aliviado, pero abrumado que su situación fuera un problema romántico.
—Bueno, ¿Cuánta sí me he enamorado y no fui correspondido?
—Si, claro —asintió —. El sentimiento de decepción y dolor será el mismo para ambas situaciones. Fui muy estúpida —se llevó sus manos a sus sienes —creí que podría hacerlo cambiar, pero tengo este defecto de querer salvar a las personas que necesitan ser ayudadas. Veo a un hombre que tiene problemas y pienso que puedo ser su heroína y me enamoro, nos enamoramos y por más que trato de cambiar a esa persona para que sea buena, no me resulta y se cansa de mí. Me dejó —dijo eso último molesta.
—¿Usted rompió con su novio?
—No seas tan formal, Midoriya. Tengo entendido que tenemos la misma edad, pero, ¡Él me dejó! Y después publica en Instagram una foto en dónde está saliendo con su “amiga”, que por cierto decía que no había nada entre ellos —toma su celular y busca, creo yo, la imagen. —Miralos, es un imbécil, pero aun así lo sigo queriendo —tomó el celular para observar mejor la imagen. —Ay, ¿por qué accedí a que me lo presentaran? —Me entregó su celular y después se llevó sus manos a su cara.
Como si tratara de ocultar la vergüenza de salir con un hombre de ese tipo. Baje mi mirada hacia el celular de funda rosa, un chico supongo que la misma edad que nosotros se encontraba abrazado de una mujer de cabellera rojiza o anaranjada, la chica se ve muy linda, pero de quien estaba abrazada el rostro sonriente me daba vibras de una persona prepotente, vestía con ropa casual y leí su nombre de usuario: phantom.neito.
—Ojos azules —concluí después de mirar de forma cautelosa la imagen —las mujeres japonesas caen ante los ojos extranjeros —dije regresando su celular.
La señorita abrió más sus ojos, y parpadeo. Acercó su silla más a su escritorio y me miraba fijamente, eso me había tomado por sorpresa, me puse nervioso y sabía que también rojo. Algo que no quería que pasara.
Levantó su mano y tocó mi mejilla, frotó sus yemas de los dedos con mi mejilla, en ese instante sentí que todo a mi alrededor se había detenido de golpe, no podía ni respirar, era como si hubiera olvidado, pero su toquecito fue suave y delicado.
—Verdes —me sonrió —uno de mis colores favoritos.
Carraspeó y me moví un poco, la señorita Uraraka se dio cuenta de lo cerca que estaba y movió su silla hacia atrás murmurando un «lo siento».
—No elegiste bien —dije para no parecer que me sentía incómodo por lo sucedido, aunque en realidad si lo estaba.
—Lo peor es que tengo que asistir a una gala importante en un mes y había quedado que iríamos juntos, pero debo imaginar que llevara a su nueva novia —se llevó sus manos a su cintura —tendré que verlos, a Kendo y ese idiota juntos, me van a presumir su relación mientras estaré sola, y sé que lo hará, Neito es así, le gusta hablar demasiado, pero ¿Por qué con Kendo? —Me preguntó mirándome, frunciendo el ceño, no estaba molesta, estaba dolida.
—No lo sé, tú eres más hermosa que ella. —Hubo un silencio más largo y eso me puso nervioso. —¿Acaso dije lo que pensé?
Lentamente la señorita asintió y sus mejillas que son rosas estaban ahora de un brillante color rojo, ¿la hice ruborizarse? Oh, no me lo esperaba, pero me siento avergonzado por decirle que se ve hermosa.
Y es porque la señorita Uraraka lo es. Es una mujer muy hermosa, su rostro redondo con un ligero maquillaje en sus ojos y labios es lo que al menos busco en una mujer, que sea ella, que se vea natural, me daba curiosidad de verla con un maquillaje más fuerte, seguro parecía una obra de arte.
Ahora que lo pienso, nunca me había puesto a pensar demasiado en mi jefa, que es una mujer hermosa, no puedo creer que ese idiota de nombre Neito decidiera romper con ella, entiendo que no la conozco tanto y que la belleza no lo es todo de una persona, pero ha hecho cosas increíbles en la empresa, es estricta cuando detecta una injusticia o cuando un empleado se sobrepasa con una mujer, es obvio que la señorita es una gran persona.
—Gracias, Izuku, al menos tú me haces sentir bien con tus comentarios —coloca sus codos en el escritorio y pone su quijada en sus manos mirando aún más, como si me analizará. —Hagamos un contrato.
—¿A qué se refiere, señorita Uraraka? —Arquee una ceja totalmente confundida.
—Ochako —corrigió y abrió un cajón de su escritorio donde sacó una libreta de funda de cuero color rosa. Si, definitivamente su color favorito es el rosa, no cabe duda. —Desde este día hasta que termine todo el asunto con la reunión a la que debo asistir, finge ser mi novio —anotaba algunas cosas en la libreta.
Abrí mis ojos de más.
—¡¿Qué yo qué?!
—Se mi novio, tengamos una relación de mentiras, nos puede beneficiar a ambos, a mi —se apuntó a ella misma —darle celos a Neito, quiero que vea que el rompimiento no me afectó, y a ti te beneficia en que toda la empresa deje de pensar que eres gay, sé que no lo eres, tengo amigos que lo son y tú no tienes esas actitudes —me sonrió.
Me quede parpadeando.
¿Qué clase de broma es esta? Es como haber pedido que me cayera del cielo una novia, y ahora la tenía, o bueno algo así. ¿Fingir estar en la relación? No me gusta tener que fingir tener sentimientos por alguien, debe ser real, no puedo aceptar esto.
—Huh —fue lo único que dije mientras me cruzaba de brazos y fruncí el ceño.
—Por favor, considéralo, habrá más beneficios para ti, ¿sí? Eres mi mejor candidato si se lo pido a mi amigo de aikido sé que eso no le va a doler a Neito —junto sus manos a la altura de su pecho.
Me puse de pie.
—Lo considerare, gracias por la oferta —camine hacia la puerta y la abrí.
—Hablo en serio, espero tu respuesta, Midoriya Izuku.
Cerré la puerta y aún tenía apretando el picaporte, me quedé ahí por unos segundos más. Hoy sí que fue un día demasiado extraño, no en todos lados tu jefa te hace la propuesta de fingir tener una relación.
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