6. Acontecimientos inesperados.
Dael y yo acabamos de recoger el tractor que había comprado. Jairo y yo tuvimos una breve conversación y de forma cariñosa nos despedimos. Ya era media tarde.
Tras mi despedida con él, noté como mi vecino no tuvo la decencia de decirle ni adiós. Con la ayuda de Dael me subí al tractor y nos pusimos en marcha.
—Dael, ¿pasa algo?
—La misma pregunta te hice yo anoche y no me la respondiste.
—Lo siento... pero es que no tenía ganas de hablar —confesé.
—¿Porqué? Ya sé que no somos amigos pero... puedes desahogarte conmigo, si quieres.
Respiré hondo.
—Si antes me lo cuentas tu —le dejé caer.
—¿El qué?
—Lo que te ocurre.
Minutos después aparcó el tractor al lado de una casita que según el cartel. Era una compañía telefónica. Dael bajó del tractor, dio la vuelta hasta donde yo estaba, me abrió la puerta y me ofreció su mano.
—Baja —me ordenó.
—¿Porqué? —le repliqué.
—¿No querías ayuda para tener mejor internet y cobertura? Aquí puedes contratar internet o ADSL para casa.
—Si, pero estamos manteniendo una conversación. ¿No te has dado cuenta?
—Que bajes... —dijo con un hilo de voz.
Me negué y me crucé de brazos.
—Primero hablamos, luego miramos lo otro.
Dael refunfuñó, me cogió de la cintura y me elevó hasta cogerme en brazos. Solté un chillido de desaprobación y me dejó en el suelo. Luego, cerró el tractor y se volvió a acercar a mi.
—¿Pero quién te dio permiso para hacer eso? —me quejé.
—Yo mismo, así que vamos.
—No te equivoques, no sigo órdenes ni nadie me doma —dejé claro.
—Mi intención no es domarte así que o andas, o te llevo como una princesa a la ciénaga.
—Es tan paleto que no se da cuenta de que eso es en Shrek. ¿Acaso tienes complejo de serlo?
—Pues mira, un poco si, doña Fiona así que arrea.
—Que no intentes domarme ni me des órdenes, Dael.
—Eso ya lo hace tu amado, tira para adentro —noté cierto resquemor—. En cuanto solucionemos eso, prometo que hablaremos de lo que tu quieras.
Resignada entré delante de él. Un poco distraída escuché las ofertas que me hicieron tanto para la casa como para mí línea móvil.
—Esta creo que me vendría bien —señalé la que tenía el precio más asequible y que además era la que más cuenta traía.
—Procedamos a la contratación —añadió el empleado.
Este me fue preguntando datos personales, me leyó todo lo que entraba en la factura y aparte quiso ver la documentación. Una media hora después, todo estaba arreglado y firmé el contrato.
—Mañana un técnico irá a instalarle los equipos y durante el día hoy podrá disfrutar de la conexión de internet en el dispositivo móvil.
—Gracias —nos dimos la mano.
—Cualquier cosa, llámanos o que Dael me mande un mensaje.
Dael asintió y los tres nos despedimos. Cuando yo ya había cruzado la puerta, escuché como el trabajador intentaba captar la atención de Dael. El cateto se giró y yo me detuve de espaldas.
—Cuida a tu chica, ésta si que es la tuya.
Dael no respondió pero por medio de una sombra vi como le hacía un gesto.
¡Dael no lo había negado!
«¿Cómo que ésta sí que era la suya?».
Cuando me giré a replicar, me encontré a un Dael colorado como un pimiento. Este me cogió de la cintura y me llevó hacia el tractor. Me apoyó en un espacio de este y me acorraló entre sus brazos.
—Sígueme la corriente —me susurró.
—Pues que bien se te dan los colores —bromeé.
—¿Qué quieres decir?
—Que el color rojo es muy obediente en tu cara, se te subió la tonalidad bastante rápido.
—Cállate —gruñó.
—¿Y si no quiero?
Cada vez estábamos más cerca. Nuestros cuerpos entraron en un contacto peligroso.
—Eliette... no me provoques.
Lo rodeé por el cuello y lo atraje más a mí sin acordarme de la persona que salía conmigo.
—Si tengo que fingir ser tu chica, hay que hacerlo bien.
—Nadie dijo que tuvieras que hacer eso.
—Ya pero... ¿Qué harás si no me callo? ¿Me besarás? —ya le empezaba a coger el gustillo para hacerle rabiar.
—Tienes novio —se mordió la lengua—, el cuál hace nada te has despedido de una forma muy cercana.
—Nos estamos conociendo, nada es oficial.
—Pero... le tienes que guardar respeto.
—Tu lo has dicho, yo. Pero tú no, así que puedes hacer lo que quieras —no entendí ni yo porqué me estaba comportando así con Dael.
Dael me cogió en brazos, abrió la puerta del tractor con mi peso sobre él y me subió. Luego, se montó también en el tractor y acercó su cara a la mía. Me dio un beso en la comisura más largo de lo habitual —lo dije como si lo hiciera todos los días—, cogió mi mano y depositó un beso en ella. Instantes después, arrancó y nos pusimos en camino.
—¿Porqué no se lo negaste?
—Igual me convenía —contestó sin perder de vista la carretera.
Durante el trayecto esa respuesta no se me iba de la cabeza.
«¿Porqué le iba a convenir a él? ¿Qué me estaba ocultando?».
La campana de la iglesia acababa de anunciar que eran las nueve de la noche. El tractor ya estaba aparcado y nosotros terminamos de barrer la entrada del coche y el resto de la parcela.
—Me voy a ir yendo ya —me informó Dael mientras se quitaba los guantes de trabajo y los guardaba en un mueble que teníamos. Yo también hice lo mismo.
El ambiente por momentos estaba tenso pero no quería que se fuera. El no tener a mis amigos cerca me estaba costando lo mío sobrellevarlo. La compañía me urgía pero no la del chico que estaba conociendo.
—¿Qué tal unos pinchos y una cerveza?
—Pues no sé, cena lo que te apetezca —por lo visto no captó mi indirecta.
—Dael, medita mis palabras.
Se quedó pensando.
—¿No captas mi mensaje?
Él negó con la cabeza. Se veía a leguas que a este chico le faltaba mucho para espabilar, al contrario que Jairo que ya me hubiera llevado a la cama
—Lo siento, pero me gana el cansancio.
—Quédate a cenar si no tienes nada que hacer.
Al muchacho se le iluminó la cara y no hizo falta decir nada.
—Pero... yo cocino —echó a correr hacia la puerta principal.
Y a mí me sacó una sonrisa su manera de actuar. Definitivamente, este ser era un caso que quisiera descifrar.
Entró con las llaves a la casa y fue a la cocina. Preparó los pinchos mientras yo guardaba el contrato donde tenía todo el papeleo. Seguidamente vi como salía Dael con una fuente de pinchos sin cocinar y por la ventana observé cómo montaba en una zona que había despejada y con flores alrededor una especie de alfombra en el suelo.
Tras hacer eso, encendió la barbacoa que estaba al lado y asó la carne. Mientras hacía la cena, terminó de poner un par de cojines, los cubiertos y cuando se giró me pilló mirándolo. Me giré y desaparecí de su vista.
En la cocina preparé un poco de pan, un bol con cacahuetes y cogí servilletas. También hice un plato con tomate, albahaca y mozzarella.
Cuando lo tenía todo fui hasta donde se encontraba y él en cuanto me vio, me ayudó a colocarlo todo. Entre los dos servimos en un plato la bandeja de pinchos —entiéndase que son las brochetas— y apagamos el fuego. Con su ayuda me senté sobre el asiento improvisado y coloqué el plato. Seguidamente se sentó a mí lado y empezamos a cenar.
Entre risas y batallitas de los dos cenamos. El tiempo pasó volando y se hizo de madrugada. Decidimos recoger y fregar todo lo ensuciado pero para mí sorpresa, en lugar de irse cogió dos mantas del salón. Luego me cogió de la mano y tiró de mí pero yo hacía resistencia.
—Ven y déjate llevar. Quiero mostrarte algo.
Le hice caso y dejé que me guiara. Siguiendo sus pasos volvimos al lugar de antes, se tumbó y me hizo recostarme a su lado.
—¿Ves aquella estrella?
Me miró y asentí.
—A partir de hoy... será la nuestra.
Dael extendió las mantas sobre nosotros, empezamos a hablar un rato hasta que nos quedamos mirando el cielo. Dael acortó distancias y me rodeó con un brazo.
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💫Diez años hace hoy que nuestro abuelo se nos fue, ahora estás con él y sé que os estáis cuidando y divirtiendo como nunca.
Os quiero.
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Palabras según wattpad: 1468.
Palabras según word: 1403.
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