22. Alma.
Eran más de las once de la mañana cuando desperté. Abrí los ojos y observé el espacio dónde me encontraba. Dael no estaba junto a mi y eso me produjo ansiedad. De nuevo brotaron las lágrimas por mis ojos y me hice pequeñita. Me sentía fatal por todo lo que había hecho el día anterior y por lo que pudo pasar.
La puerta se abrió lentamente y vi a Dael pasar con una bandeja.
—Buenos días, asnita —se sentó a mi lado y yo me incorporé—. ¿Estás mejor?
Puso la bandeja sobre mis piernas y me dio un beso en la frente.
—Buenos días, asnito —lo miré apenada—. Un poquito sí aunque estoy aún... como descentrada.
—Eso se arregla desayunando, verás como te sientes mejor.
Contemplé que había desayuno para dos.
—Pero tú desayunas conmigo también.
—Salvo que... tengas un hambre voraz y quieras comértelo todo —sonrió de lado—. Si.
—Lo compartimos, pero... tenemos que —me cortó la frase poniendo un dedo sobre mis labios.
—Será cuando hayamos acabado.
—No te escaquees, promételo.
—No lo haré —lo prometió él.
Como si no hubiera pasado nada, Dael y yo nos comimos los picatostes con el café sin rechistar.
Cuarenta y cinco minutos después terminamos de arreglar la casa y el jardín entre los dos. Cuando todo estuvo en orden, Dael me cogió de la mano.
—¿Te parece bien que hablemos ahora?
—Claro —asentí y me llevó al jardín.
Él se sentó en una hamaca y cuando fui a sentarme en la contigua, hizo un movimiento y quedamos sentados en la misma. Uno frente al otro pero de lado.
—Eliette, quiero que me expliques algo.
—Dime el qué y lo haré.
—Estos dos días has cambiado conmigo y no entiendo porque si venimos de unos días increíbles. ¿He hecho algo malo?
—Si.
—Pues dime el qué porque yo aún no sé a qué te refieres.
—Me has sido infiel.
«Idiota, para serte infiel debe ser pareja y la realidad es que no lo es».
—Eso es mentira, yo no te he sido infiel con nadie —se defendió.
—Pues explícame esto... —saque mi móvil y le enseñé las fotos.
En lugar de angustiarse, pegó una carcajada.
—¡Os estáis besando! ¿Cómo me explicas eso?
—¿A estas alturas no sabes lo que es un beso?
—Dael, no me vaciles que el horno no está para bollos.
Dael me besó, lo hizo tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Ni mucho menos a apartarlo.
—¡Dael! —me ofusqué—. No te rías y deja ya de desviar el tema. Respóndeme alto y claro.
—Ella y yo no nos estábamos besando.
—No estoy tan... segura —insistí en que volviese a mirarlas.
—Te lo juro por mis padres.
—¿Tienes o has tenido algo con ella en plan amoroso?
—No —lo negó rotundamente—. Créeme.
—Dael, sé sincero por favor.
—Con qué te dedicas a espiarme cuando no estoy... no sabía que tenías dotes de espía.
Me eché a llorar por toda la carga que llevaba encima.
—Ey... Foh. No me llores —me abrazó y me sentó en sus piernas.
—¿Tú sabes lo que sentí al verte con ella? ¿Al no verte aparecer en todo el día? ¿Al no responderme?
—Cariño.
—No soporto verte con otra persona porque hace poco he empezado a sentir cosas por ti, te quiero y me muero si te llegas a alejar de mi. Eres lo único verdadero que me queda en la vida —empecé a hablar sin saber que se me estaba yendo la lengua—. ¿Ya no estás interesado en mí, verdad?
Dael debió de sufrir dos impactos mentales. Se emocionó a la misma vez que sonrió.
—Mi loquita —me acarició el labio con la yema de un dedo—. ¿Cómo no voy a estar interesado en ti?
—Pues no estándolo.
—Estoy interesado en ti desde que te cruzaste en mi camino.
—Pero ya no por lo que hice anoche —mencioné.
—Obviamente me dolió pero me da igual y si, los celos me podían —me acarició la cara—. El amor que siento por ti es más inmenso que cualquier traspiés. Te quiero mucho —confesó—. Llegaste a mi vida cuando menos lo esperaba así que no soy tan tonto como para echar por la borda algo que tanto me costó conseguir.
Tragué saliva y lo abracé.
—Eres lo mejor que me ha pasado cuando no tenía esperanzas en nadie.
—Luchemos por lo que sentimos y aprovechemos el paso gigante que dimos —me besó tiernamente—. ¿Sabes? Adoré tu confesión de amor. Jamás me voy a separar de tu lado. ¿Me has entendido?
—Ni yo del tuyo, de verdad... Perdóname.
—Te perdono, mi ángel —lo besé.
—Me comporté como una sin corazón —me desahogué—. Una de las cosas que más me dolió fue dejarte llorando una noche entera. Ni yo sabía que estaba pasando, si hubiera sido al contrario. Jamás te hubiera dejado que pasases en el pasillo la noche y menos llorando. No era mi intención causarte tanto daño
—Un poco cabrona si fuiste —bromeó—. Es normal que hicieses eso, aunque también te digo una cosa.
—¿Si?
—No tuviste que sufrirlo sola ni comportarte mal conmigo.
—Solo buscaba alejarme de ti y poner distancia.
—Pero debiste decirme tus inquietudes y desahogarte. Así nos hiciste más daño a los dos. ¿La confianza es un punto importante en una relación?
—Lo sé —asentí—. Uno de ellos.
—Pues que sea la primera y la última que nos autosaboteamos —espetó—. Siempre que pase algo se habla, la comunicación es la base de la pareja. ¿A qué nos lo vamos a prometer?
—Llevas razón —asentí—. Te lo prometo, mi amor.
—Lo prometo, pequeña mía —piquito me dio—. Perdóname por comportarme mal y por no saber ese día prestarte la atención que te mereces pero es que tuve que hacerlo así para que no te enteraras.
—Te perdono yo también —le besé cogiéndole la cara con las manos—. ¿Qué fue lo que hiciste? ¿Porqué no podía enterarme?
—¿Te acuerdas del cine, no?
—Pues la chica con la que me viste me ayudó a alquilarlo —confesó—. Y, a organizarlo todo bien.
«Qué estúpida eres, te estaba preparando una sorpresa y tú creyendo otra cosa».
—¿Es organizadora o algo?
—No, ella conoce a quien le pertenece y bueno. Yo también —aclaré—. Te confesaré algo... si me vuelves a repetir dos cosas.
—¿El qué? —logré tranquilizarme.
—¿Qué... me dijiste antes?
—Antes, ¿cuándo?
—Cuando se te fue la perola y dijiste lo que piensas. Repítelo, de nuevo pero con un añadido.
—Estas como un cencerro, palabra por palabra no me acuerdo.
—Adórnalo así, mi amor te...
—Mi amor, te quiero... matar —me reí.
—Con lo bonito que has empezado. Di, te quiero con el alma —insistió.
—Te quiero matar y no lo sabe nadie —tararee la canción de Pablo López.
Dael empezó a llorar.
—¿Y ahora qué te pasa a ti? ¿Estás con la regla? —bromeé y lo abracé—. No llores.
—Es que no me creo aún todo lo que pasó y el estar así contigo. Tuve también miedo de perderte —me miró con esos ojillos que me volvían loca.
—¡Ay, mi tonti! —lo abracé—. Ya pasó aunque quisiera saber quien es ella. No es suficiente lo que me has dicho y el motivo por el que está en tu casa.
—Lo sabrás —se levantó y me ayudó a que lo hiciera yo también.
Me acerqué y le quité las lágrimas.
—Así mejor —le cogí la carita con las dos manos y lo besé—. Te quiero mucho.
Dael volvió a emocionarse.
—Oye mi sentimentaloide, que lo digo de corazón no para que llores.
—Me emocionas y me tocas la fibra sensible.
—Eres un encanto.
—¿Un príncipe encantado?
—Tu príncipe encantado —se observó—. Aunque bueno, con estas pintas parezco más bien a Shrek y tú a mí Fiona. Falta que escupa corazones o algo como la dragona.
Me reí con sus ocurrencias.
—Te quiero mucho —pronunció.
—¿Qué dijiste? —lo imité.
Me cogió por la cintura y me elevó.
—Que te quiero, mi burra.
—Aiva, he pasado de Fiona a ser la burra —bromeé.
—Es que eres un mix —me sacó la lengua, me bajó y me besó con pasión—. Vamos a vestirnos, quiero que vayamos a un sitio.
—Ñañaña —le hice burla—. ¿A dónde?
—No comas ansias.
Le mordí el labio inferior y soltó un ruidito de satisfacción.
—Eliette... que no nos vamos al final.
—¿Y?
—Cuando hagamos eso, nos lo dedicamos a nosotros.
—Esta bien pero lo hago para que no digas que siempre te hago la contra
Dael capturó mis labios y empezó a juguetear.
—¡Dael, que luego me dices a mí!
—Ya paro que sino, vaya patas para un banco.
Nos reímos y nos vestimos para poner rumbo a donde me quisiera llevar.
Dael abrió la puerta de su casa y me dejó pasar.
—¿Qué hacemos aquí?
—Demostrarte quién es Alma.
—No es necesario...
—Si lo es —cerró la puerta y la llamó—. Alma, ¿puedes salir?
—Un momento —se escuchó a lo lejos.
—Antes de que te enteres delante de ella... —me susurró en la oreja—. Le has tenido celos a mi prima, so idiota.
Casi me dio un parraque ante esa revelación.
—¿Qué has dicho? Pero si tu tío no tiene hijos... —me quedé blanca.
—Es hija adoptiva, pero no vive por aquí —me sentí avergonzada y sino fuese por él. Hubiera salido por patas. Le había tenido celos... a alguien de su propia familia—. Ella me ayudó con la sorpresa del cine —me dijo al oído—. Se fue hace años a otra población. Ya te contaremos.
—Te mato... —dije entre dientes.
—Luego, pero mátame con amor —me susurró.
La misma chica que vi con él, apareció por la puerta del salón.
—¡Oh! Eliette, ¡por fin te pongo cara! —se abalanzó sobre mí y me dio un abrazo. Yo le respondí del mismo modo—. ¡Encantada! Mi primo no exageraba nada.
—Encantada, Alma —sonreí amable. Era tan bonita como él y ahora que me fijaba, tenían cierto parecido—. ¿Cómo que no exageraba?
«Gilipollas».
—Me enseñó... —algún gesto le hizo que no llegué a ver—. Las fotos que os echasteis juntos, si —mencionó—. Lo tienes loquito, ¿eh? Enamorado completamente.
Miré a Dael, estaba tímido y vergonzoso.
—Le doy la razón —corroboró él.
—Por fin te pongo cara bueno... en verdad —Dael le hizo gesto y desvío tema. Seguramente, iba a decir otra cosa diferente—. Te había visto por la foto de perfil.
Me guardé que yo ya la conocía de lejos pero no vi necesario recordar más mi metedura de pata.
—Y ahora en persona —dije—. Me alegro mucho de haberte conocido y de saber más de la familia de él y ya sabes, aquí tienes una amiga.
—Tu también tienes en mi una amiga.
—Por cierto, gracias por ayudarle con la sorpresa —le agradecí—. Ya me enteré que todo fue gracias a ti.
—Entre los dos más bien —sonrió risueña—. Me llena de satisfacción que te haya gustado.
—Gracias, enserio.
—Bueno, ¿os ofrezco algo de beber?
—Por mi no, gracias —agradecí.
—¿Y tú?
—Tampoco —respondió él.
—¿Tenéis cosas que hacer o planes para el día de hoy? Yo estoy libre, así que —nos comunicó.
—Yo no tengo nada hoy —espeté.
—Yo tampoco, salvo que me salga algún aviso de última hora no.
—Pues ya está decidido, ¡hoy pasáis el día conmigo! —pegó un par de saltitos—. Que tengo que conocer a mi cuñi bien.
Me reí con timidez y Dael me miró.
—¿Estás de acuerdo, cari?
—Aro.
—Pues entonces... vente conmigo, ¡que tenemos muchas cosas de las que hablar! —habló decidida—. Y tú... haz lo que te dé la gana pero esto es una reunión de chicas —me cogió de la mano ella y tiró de mí hacia la cocina.
De lejos escuchamos replicar a Dael.
—¡No os olvidéis de mí! —se quejó—. Cuidadito con ponerme verde.
En ocasiones los días que no se planean oficialmente son los que mejor salen. Me encantó compartir el resto de la jornada con el amor de mi vida y su prima.
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💫Esta novela no hubiera sido posible sin tu ayuda desde el cielo💫
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🌟Aro es claro
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Palabras según wattpad: 1986.
Palabras según word: 1993.
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