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20. Mi peor pesadilla: La inseguridad.

Primer amanecer siendo compañeros de piso. ¿O eso no era lo qué éramos?

En realidad, eso no era lo más relevante ahora. Dael y yo hemos compartido algo más que un par de besos y no fue sexo. Sino mi cama, corrijo nuestra cama.

En todos estos años atrás, nunca me sentí tan cómoda durmiendo con alguien aunque alguna cosilla admito que sobraba. Sabía perfectamente que no era la primera vez que dormíamos juntos.

—Buenos días, mi asnita —me besó.

—Buenos días, mi asnito —le aparté un mechón del flequillo del rostro.

Estaba tan guapo despeinado que si por mi fuera, le escondía todos los peines de la casa.

—¿Cómo has dormido?

—Perfectamente, ¿Y tú?

—Mas que perfecto —rozó su naricilla con la mía—. ¿Te traigo el desayuno a la cama o vas a empezar a darme almohadazos o algo por el estilo?

—Ahora vamos juntos a desayunar —le mordí la barbilla y le deposité besos por el cuello—. ¿Tenías que ayudarle al final?

—Si, en cuanto me duche y desayune, iré a ayudarle con las cabrillas.

—Yo iré a hacer el desayuno y así no tardas tanto —me levanté de la cama.

—Podemos hacerlo juntos los dos —se ofreció.

—¿El desayuno?

—El amor —me susurró.

—Esa opción de desayuno me atrae más —jugueteé con sus labios.

«Ay... Dael ya está despertando. ¿Se le habrá pasado el romantiqueo y querrá ir al tema ya? Si es la segunda opción... me podría cambiar los planes».

La alarma del móvil sonó y acto seguido una llamada entrante nos interrumpió.

—Perdón —me dijo antes de responder.

Dael habló durante unos minutos con alguien pero no pude ver quien fue. Luego, colgó y fue al armario rápidamente.

—Voy a ducharme volando —anunció pesaroso—. Al final no me da tiempo a desayunar contigo, lo siento.

«¿Enserio? ¿El primer día y ya hacía eso?».

—No te preocupes.

Dael me besó en la frente, cogió ropa del armario y luego se fue al cuarto de baño. Cuando me disponía a salir de la habitación después de hacer la cama, sonó una notificación en el móvil de mi enamorado. Sigilosamente, me acerqué y me vi tentada a mirarlo. Por suerte no tenía contraseña así que no fue nada difícil ver el mensaje de WhatsApp que había recibido. La destinataria se llamaba:

Alma:

Cuánto echaba de menos pasar un rato contigo. ¿Cuántos años hacían?

Alma:

No te olvides que hoy me instalaré en tu casa, a la vuelta del trabajo espero verte.

Te ama, A.

Empecé a sentir ansiedad y mis mejillas se estaban transformando en un volcán. No podía estar haciéndome eso.

Me entraron ganas de llorar cuando escuché como el agua de la ducha paraba de caer, velozmente le hice una foto con mi móvil, lo dejé en su sitio y bajé a la cocina. Lo único que conseguí hacer, fue un café descafeinado y en cuanto me giré lo tenía justo detrás.

—Perdón, no me dio tiempo a más.

«Mentirosa».

—Tengo bulla pero... si mi ángel me lo preparó yo debo de bebermelo —se bebió de golpe el contenido y me besó—. De verdad, siento tener que irme.

—Descuida.

—Te lo compensaré —me besó y su móvil empezó a sonar. Vio quién era, pero el joven decidió no contestar.

—¿Quién es? —Dael me volvió a besar nervioso y no dijo nada más. Simplemente se largó de casa sin responderme.

«¿Qué me está ocultando? ¿Por qué no me responde? ¿Y si era la tal Alma de Cántaro?».

Me propuse averiguar como diese lugar a ver quién era. Gran fallo el mío el no haber guardado su número de teléfono. El único dato que tenía era que iba a llegar hoy a casa de él. Aguantándome la impotencia, fregué la taza de Dael y la coloqué dándole vueltas al asunto.

«¿Tan pronto me estaba engañando? ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?».

Se me fueron hasta las ganas de desayunar por eso intenté despejarme de otra manera aunque pudiese ser autodestructible para mí. Abrí los cajones de Dael en busca de algo que lo comprometiera y el armario que compartíamos. Estaba todo tan colocado y sumamente detallado que tanta perfección me abrumaba. Dael no era como yo en ese aspecto, ¡hasta tenía los calzoncillos y los calcetines planchados!

«¿Pero dónde se había visto eso? ¡Eso no se plancha!».

Me sentí tan mal de lo que estaba haciendo que hasta sus ronquidos me llegaron a molestar la noche anterior. Indignada, cerré de golpe todo, me senté en la cama y comencé a llorar.

Una hora.

Dos horas.

Tres horas y nadie avisó para venir a comer.

Lo llamé varias veces y le mandé un par de mensajes pero nada de obtener una respuesta. No había ni desayunado, pero a este paso prefería morirme de hambre que comer algo y terminar vomitándolo.

Desesperada vi como daban las cuatro de la tarde y no sabía nada de Dael. Si lo llegaba a saber antes, no hubiera ni salido de casa ante la sorpresa que habían percibido mis ojos.

Dael estaba entrando a su casa agarrando muy estrechamente a una morenaza, alta y con ojos azules como el mar. Me jugaba la mano si era necesario pero, esa debía de ser Alma. Recordé su mensaje y me dieron ganas de potar los pocos jugos gástricos que me quedaran.

Debí desaparecer, pero no. Les eché un par de fotos y me quedé escondida hasta que él salió por la puerta. Esta vez para despedirse se abrazaron muy acaramelados y espera... ¿La estaba besando? La postura que tenía él me impedía ver lo que estaba sucediendo entre ellos dos. En otra ocasión los hubiera enfrentado pero cuando vi que Dael se iba por otro rumbo, entré a la finca, cerré y en el mismo portón, caí llorando como una magdalena. Cuando logré tranquilizarme, me desahogué con todo lo que encontraba por el camino. «No sé cómo no le partí la cara, no sé cómo no los enfrenté. Simplemente, no sabía tantas cosas que, ni yo misma entendía nada».

La puerta de la entrada se escuchó.

—Amor, ¿dónde estás?

«Metete tus malditas palabras por el trasero. ¡Falso de mierda!».

Lo ignoré estando en la cocina. Apareció por la puerta y me miró.

—Pensaba que no estabas.

Me hice la sobresaltada como si fuera una actriz de telenovela. «¿Qué pasa? ¿Él podía no avisar ni responderme y yo debía optar por el papel fiel y sumiso? ¿Qué le tendría que tener la cena en la mesa? ¡Y un mojón pinchado en un palo!».

—No te escuché.

Dael se acercó con una bolsa y sacó un par de hamburguesas con patatas. Después de ponerlo en la mesa, fue a besarme y yo lo esquivé.

—Perdóname, ha sido un día de locos pero te lo puedo compensar —me cogió por la cintura y me miró a los ojos—. ¿Estás bien?

—Solo estoy cansada.

Me aparté de él y le di la espalda.

—¿Y eso? ¿Qué hiciste?

Noté como me giraba hasta que nuestros ojos entraron en contacto.

Al no tener respuesta por mi parte volvió a reaccionar.

—Vamos a cenar y me cuentas tú día —me cogió de la mano y me arrimó a él.

—Ya cené, buenas noches —me separé de él.

—Eliette... enserio —lo dejé desconcertado.

—Necesito irme a la cama, mañana hablamos —dije tajante.

—Estás actuando bastante rara, ¿eh?

Reí de forma amarga.

—¿Yo? ¿Enserio? —evité mirarlo. Dael volvió a cogerme de la mano y yo lo aparté. Pude contemplar como se le aguaron los ojos y yo decidí esquivarle la mirada para no caer al verlo así.

—Hablemos, porfa —me ofreció una silla—. Cómete la hamburguesa aunque no tengas hambre.

—Dael, cuando digo no es no —dije decidida y me giré de espaldas a él—. Has tenido todo el día para contestarme y no lo has hecho, así que aquí te quedas cenando tu solo.

—Mi amor, ¿cómo que no te he contestado? Si no he recibido nada tuyo durante todo el día.

—Saca el móvil.

Él cogió el teléfono y se echó manos a la cabeza cuando vio todas las notificaciones que tenía.

—¡Qué papa frita soy! —me miró con lágrimas—. Perdóname... no estuve lo suficiente pendiente.

—Da igual —vi una notificación de WhatsApp y era de ella—. Respóndele, no te vaya a pasar como conmigo.

La rabia habló en ese instante y no le di opción a explicarme absolutamente nada. Desaparecí de su vista y nada más llegué a la habitación, estallé en llanto. Me puse un pijama y me metí en la cama.

«¿Qué se creía Dael? ¿Qué por vivir conmigo ya me iba a domar? ¡Ni hablar!».

Poco tiempo después lo escuché entrar y llamarme. Cerré los ojos con fuerza para que no me resbalaran las lágrimas y fingí estar dormida. Escuché cómo se cambiaba y se sentaba a mi lado. Ante la falta de respuesta a sus caricias, se tumbó a mí vera. Cuando se dispuso a abrazarse a mí, me levanté de la cama sin darle explicaciones y salí de la habitación dejándolo atrás. Enseguida noté pisadas detrás de mí y como pronunciaba mi nombre. Antes de que le diera tiempo a alcanzarme, entré en la habitación de invitados y cerré con llave por dentro dejándolo fuera de la habitación. A partir de ese momento sufrí un deja vu y lo único que recordaba fue cuando me recosté en la cama, me tomé un somnífero y me venció el cansancio emocional.

Media hora después, me medio desperté y me pareció escuchar como murmullos detrás de la puerta. El ruido parecía como si alguien estuviera llorando y absorbiendo su propio llanto. Me pareció escuchar varias veces nombrar mi nombre pero, estaba tan en trance que hasta pensé que no era real sino producto de mi imaginación. Hasta me llegué a preguntar si lo que había pasado hacía unas horas era real o era parte de una pesadilla.

Las manecillas del reloj fueron corriendo y yo no volví a conciliar el sueño. La única necesidad que tenía en ese momento era abrazarme a mi misma y no parar de llorar.

Mi mente estaba ida y ya no era consciente de si estaba despierta o seguía profundamente dormida, y era todo producto de un ensueño.

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💫La fuente de mi inspiración💫

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🌟Papa frita es la persona que no sirve para nada.

🌟Tener bulla es tener prisa.

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Palabras según wattpad: 1789.

Palabras según word: 1716.

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