Un mensaje de WhatsApp irrumpió mi jornada de compras por Génave.

Dael:

Apañaíca, ¿dónde estás?

Eliette:

En Génave, haciendo unas compras.

Dael:

¿Te falta mucho?

Eliette:

Pagar e ir a casa. ¿Tú dónde estás?

Dael:

En tu hogar.

Ven, que te tengo una sorpresa.

Eliette:

Pues... ¿qué sorpresa es?

Dael:

Ahora la descubrirás.

Desapareció el en línea de Dael y a mí me picó la curiosidad. Pagué lo que había comprado en la panadería y me dirigí a casa.

Cuando adentré el tractor en mi casa y cerré el portón. Todo estaba como siempre y no había nada extraño. Bajé las dos bolsas de comida, una bandeja, el bolso y cerré el tractor con el mando

Dael debía de estar en el interior de casa porque no había rastro de él así que me dispuse a abrir la puerta cuando escuché a Dael hablar con alguien. ¿Estaría por el teléfono? No escuchaba a nadie más.

—Eliette, ¡ven! —apareció delante de mis ojos Dael cuando estaba en la entradita.

—¿Qué pasa?

—Tu sorpresa te está esperando en el salón.

Enseguida me vinieron dos nombres a la cabeza. Guardé en un armario de la entradita el bolso, puse en la nevera una bandeja de la panadería y dejé el pan en la panadera. También coloqué las existencias de la bolsa con ayuda de él y fui con Dael, el que estaba súper entusiasmado.

El mundo casi se me derrumbó nada más cruzar el umbral de la puerta

Ahí estaba, justo enfrente mía de espaldas. Al lado de la mesa del comedor.

Apreté un puño con firmeza pero me contuve para no darle la vuelta y estamparle un mueble en toda la cara por su poca vergüenza.

—Ezequiel, ¡aquí tenemos a la reina de la casa! —anunció.

«¿Cómo pudo llegar hasta mí...  y como tenía el descaro de darle un nombre falso a Dael? ¡Tremendo mentiroso!».

Axel se giró tras escuchar el anuncio y clavó esa mirada que algún día me cautivó sobre mí.

—Amor —pronunció con una sonrisa ladeada y Dael al escucharlo, puso cara de pocos amigos.

—¿Se puede saber qué haces tú aquí? —sentí náuseas al escuchar salir eso de su boca—. ¿Cómo lo has averiguado?

—Cariño, con tal de encontrarte soy capaz de mover cielo y tierra —no podía con el cinismo que tenía.

Axel me miró de arriba a abajo y mi defensor cambió su expresión.

—Para empezar, le has mentido porque tú nombre verdadero es Axel y no Ezequiel.

—¿Eso es cierto? —se acercó Dael—. ¿Quién cojones eres?

—Si se lo hubiera dicho, tú no hubieses venido tan rápido —se dirigió a mí salvajito—. El amor de su vida —me señaló y mi ira despertó—. Estás preciosa, cariño. Ahora sí... estás impresionante.

Me puse delante de él y lo empujé con rabia.

—¿El amor de mi vida? ¡Más bien eres mi peor pesadilla y el asesino de mi familia! —no pude contenerme y le asesté un golpe detrás de otro en la cara y en el abdomen—. ¡Lárgate de mi casa antes de que te mate! ¿Ahora sí, no? Ahora que resurgí y adelgacé vienes.

Dael me agarró y me alejó de Axel.

—¿Qué está pasando? —me susurró Dael—. ¿Es cierto lo que he escuchado? ¿Te ha hecho daño?

—Él fue mi pareja, por él perdí la cabeza y por su culpa murió mi familia —empecé a arrastrar las palabras conforme las decía. Recordé mientras se lo contaba todo lo que sucedió esa noche y durante el resto de los días.

Dael me abrazó para tranquilizarme.

—No juegues con una acusación así —me miró a los ojos.

—Ojalá lo estuviera haciendo.

—¡Yo no tuve la culpa! Ellos fueron los que se atravesaron en nuestro camino —se defendió.

—¡No seas cínico! Nunca debiste haberte metido estupefacientes ese día y mucho menos engañarme.

—¡Pero que no fue por mi culpa! Ya pagué lo que tenía que pagar y por eso estoy aquí —intentó acercarse y Dael se lo impidió.

—No la toques en tu vida.

—Tu no eres nadie para decirme lo que tengo y lo que no tengo que hacer —se enfrentó a Dael—. No le pongas tu una mano encima.

—Yo hago lo que me sale del arbusto —le gruñó.

—¡Fíjate que sí lo es! —lo defendí—. Ya quisieras tu ser lo gran ser humano que es. ¡Él es mi pareja! —vociferé sin saber lo que acababa de decir.

Axel se rio de forma huraña y Dael se llenó de vida tras escucharme.

—¿Este? ¡Mira que pintas tiene!

—No le llegas ni a la suela de los zapatos —le di una patada en sus partes.

—¿Yo a él o él a mí? —se retorció de dolor

Dael cogió del brazo a Axel y le propinó más de un golpe. El afectado se defendió y le respondió con otro.

Cómo pude los separé y me puse en medio de los dos.

—No me voy a ir sin que me perdones y vuelvas conmigo. ¡Perdóname, por favor!

—¡Jamás volvería con alguien como tú! Eres lo peor que me ha pasado en la vida, ¡ojalá en ese accidente hubieras muerto tú en lugar de ellos!

—No digas eso —vociferó la víctima.

Empecé a darle empujones hasta la entrada.

—¿Qué no lo diga? Si hubieras sido sincero no hubieras puesto a todos en mi contra y mucho menos permitirías que me ultrajaran después de perder a mi familia. ¡Me humillaste!

—Estas muy mami... Quiero que volvamos a ser lo que éramos antes del terrible suceso —era tan subnormal que aún lo seguía intentando. Definitivamente le faltaba un hervor—. Olvida todo y empecemos de nuevo.

—¡Vete si no quieres que te dé una paliza! ¡Déjala en paz! ¿No tuviste bastante con todo lo que hiciste? —me defendió Dael.

—No te metas donde no te llaman, pordiosero.

Abrí la puerta y lo eché fuera pero de poco me sirvió porque Dael reaccionó como no quería que lo hiciera.

—Ahora verás si no me voy a meter —se arremangó los puños de la camiseta y lo condujo hacia el portón del exterior a garrotazos—. Ni se te ocurra volverte a cruzar en su camino porque ella no está sola. ¿Me entiendes? ¡Me tiene a mí y no voy a permitir que le sigas arruinando la vida!

Sujeté por los hombros a Dael.

—Hazlo por mí, no te arruines la vida por él. Déjale irse —le pedí.

—¡Nadie me lo va a impedir! Mírate desgraciado...

Axel empezó a escupir sangre por la boca y antes de que Dael le diera una paliza lo subimos en el coche en el que vino —el que se encontraba unas cuadras más lejos de la casa de Dael—. Lo dejamos en un punto de la cruz roja y una vez lo iban a atender, yo hice que revisaran a Dael a escondidas para que no lo relacionarán y volvimos, pero está vez a su casa. Se cambió y me ofreció un chándal de él para que me cambiara —en un sitio diferente y junto con la ropa de él, puso una lavadora—. Cuando nos quedamos tranquilos y estábamos en la cocina, lo abracé fuerte llorando y él me protegió.

—Perdóname... por meterte en una historia a la que no perteneces.

—Nunca más estarás sola —me besó la frente—. Todo lo que te haga daño a ti, me afecta a mí.

—Gracias —me secó las lágrimas.

—Si vas a llorar que sea porque yo te provoque risas, ¿vale?

—Siempre lo haces —sonreí.

—Me gustó mucho que ante él me presentes como tú pareja, ¿lo sabes? Aclárame algo, ¿lo somos?

—No —le saqué la lengua.

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💫Mi reina💫

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Palabras según wattpad: 1280.

Palabras según word: 1266.

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