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12. Anny y Henry: Confesiones y consejos.

PRIMERA PARTE

—¿Dónde se habrá metido este hombre que no me responde? —me pregunté cuando me senté en una hamaca que puse en una terracita improvisada que hice en el salón para tener mejores vistas. El reloj acababa de dar las cinco de la tarde.

Apenas hacía media hora que vine de una fábrica de aceite para pedir información. Henry me estuvo llamando pero como estaba en una reunión, no pude atenderle. Y ahora qué podía yo... él me evitaba. Si es que me lo tenía más qué merecido.

«¿Habría pasado algo? Ya me estaba preocupando».

Un ratito después, mi móvil empezó a sonar. Se trataba de una llamada de Henriqueto.

—¿Qué porras haces que no contestas?

—¿Y qué porras hacías tú, eh?

—Activa la cámara o llámame por WhatsApp que quiero verte —le pedí.

Henriqueto cortó la llamada y me llamó por la aplicación. Enseguida respondí a la videollamada.

—¿Qué puñetas hacías? ¡Te he llamado antes!

—Anda... pues no me di cuenta —le vacilé.

Un silencio entre los dos se produjo y me quedé mirándolo fijamente. Ese no era mi amigo el que estaba detrás de la pantalla.

—Eres tan insoportable cuando te lo propones...

—Venga ya. Me pillaste en una reunión y nada más vi la perdida, te llamé —espeté.

—Tenía el móvil en silencio —me dijo con una mirada triste—. Salí a correr un rato y ahora acabo de llegar a casa.

Era tan raro que mi amigo no me preguntase por la conferencia. Tenía las mejillas enrojecidas y una expresión decaída.

—¿Y Anny? ¿Está contigo?

—No —me respondió—. No tengo ni idea de dónde está. Igual trabajando o con el chico ese...

—¿Qué? Algo no me cuadra, si os lo contáis todo.

Lo sabía, algo malo había sucedido y ninguno de los dos me había dicho nada.

—Pues...

—Henry, ya dime —lo miré a los ojos aunque fuese por la pantalla—. Explícame bien lo del chaval ese que mencionaste y sobre todo que te ocurre a ti.

—¡Qué ya no aguanto más! —el hombre de acero estalló y se echó a llorar como un niño.

—Explícate y por favor no llores —me partió el alma no poder estar allí con él.

—Anoche cuando llegué a casa pillé a Anny...   —se le entrecortó la voz.

—¿Tirándose a algún ligue?

—Correctísimo. Habían prendas de ropa, ¡por todos lados!

Hubiera preguntado si en su cuarto también, pero como que no era la ocasión. El horno no estaba para bollos.

—¿Y qué pasa? No es la primera vez que ha tenido rollos esporádicos o alguno más duradero.

—Pero esto fue más bestia, no como los otros amigos con derecho que ha traído.

En el ambiente... se palpaban unos celos desorbitantes.

—Anda, no exageres —intenté apaciguar la conversación—. ¿Lo conocemos?

—En la vida, y... nunca antes lo había visto. Ni quiero volver a verlo —seguían cayendo lágrimas por las mejillas.

—Y porque no haces otra cosa.

—¿El qué?

—Primero quítate las lágrimas de los ojos y segundo, te quiero dar un consejo.

Mi hermano me hizo caso y las lágrimas desaparecieron.

—Dime, hermana.

—Actúa ya —le aconsejé en clave.

—¿En qué tengo que actuar?

Resoplé.

—Ármate de valor y plántale un beso para que no se le olvide el resto de su vida.

Henry se quedó a cuadros y se notó que se puso nervioso.

—Te quejas de que la ves liarse con muchos hombres, ¿y a qué esperas para enfrentarte a ella y decirle lo que sientes? Está en tus manos que ella se deje de líos y se centre en ti.

—Pero... qué diablos. Yo no... —se quedó cortado.

—Henry, no me lo niegues y menos a mí que te conozco desde hace mucho ya.

El muchacho tragó saliva.

—Yo no tengo que decirle nada.

—No tienes, sino debes —hablé firme—. Estás loquísimo por ella y muy enamorado. Sino te daría igual con cuántos estuviese.

—No digas nada...

—No, si yo no soy la que tiene que decir nada sino tú. Habla con ella y díselo, como pase el tiempo y las cosas tomen otro rumbo. Lo vas a lamentar.

—Anny no siente nada por mí.

—¿Te lo ha dicho? ¿Acaso lo sabes? Eres el mejor hombre que puede tener a su lado, tío.

—No —negó con la cabeza—. Nunca he hablado con ella de eso ni tampoco se dio ninguna circunstancia romántica entre los dos.

—Pues ya es hora que prepares algo bonito para ella. No hay nadie mejor que tú para nuestra princesa.

—Mucha fe tienes en mi.

—Muchísima, por eso quiero que te muevas y la conquistes.

—¿Aunque ella solo me vea como un amigo?

—Por supuesto, piensa que eso ya lo tienes ganado —intenté hacerlo recapacitar para que se sintiese mejor—. Ahora solo tienes que dar un pasito más.

—¿Una encerrona serviría? ¿Y si con algún pretexto me la llevo a algún lugar bonito? ¿Y si fastidio lo que ya tenemos?

—Llévatela a un sitio y en el trayecto, cambias el rumbo —añadí una opción—. No vas a fastidiar nada, ella no es de esas.

—Lo apunto en mi libreta mental —dijo—. Me da miedo fastidiarla, a veces soy un poco patoso. Ya lo sabes.

—Y si metes la pata, ¿qué? ¿no es mejor forma que esa para hacerlo?

—Según el punto de vista... —escuché la puerta del piso de mi compi abrirse y cerrarse, él se giró y volvió a mirarme.

Me hizo un gesto para que bajase la voz.

—Ya seguiremos la conversación más tarde —me dijo y yo acepté con un gesto.

—¡Henriquetto! ¿Dónde estás? —le gritó.

—Aquí estoy, ven que te tengo una sorpresa.

Mi amigo y yo nos sonreímos.

—¡Voy!

Anny enseguida apareció por la puerta de la habitación de Henry. En cuanto me vio por la pantalla, empezó a gritar como loca.

—¡Nena! —se acercó como alma que lleva el diablo y se sentó al lado de nuestro amigo sobre un puf grande que tenía. Sin pedirle permiso, le arrebató el móvil y enfocó bien para que salieran ambos en la cámara.

—¡Mi preciosa!

—¿Qué tal? Cuánto tiempo sin verte —dijo tan sonriente mi amiga.

—Bien, aquí feliz de estar haciendo lo que me gusta —sonreí y vi como al enamorado se le caía la baba.

—¿Alguna novedad? Yo si tengo que contarte algo —miró a Henry—. Los dos más bien.

—Todo sigue igual, excepto que mandé al carajo a Jairo y de momento no me ha buscado.

—Que plasta de tío, ¿eh?

—Cuéntanos más —agregó Henry.

Los tres nos reímos.

—Primero os cuento eso, y luego me relatáis eso que me estáis ocultando los dos. ¿Os parece?

—Empecemos, pues —agregó Anny.

Ahora que los volvía a mirar, ¡quedaban tan bonitos juntos! Un friki y una barbie, ¿qué mejor combinación?

—Dale, Eliette —me incitó a que comenzará.

Con todo lujo de detalles les conté de principio a fin toda la historia con Jairo aunque una parte ya la sabían. Mis dos amigos se enfurecieron y si lo hubieran tenido de frente, hubieran explotado

—Lo mejor que has hecho, ¡fuera, bicho! —se manifestó mi amigo.

—Anda y que se vaya a tomar viento... ¿quién se cree para hablarte así? Eres libre, si te hubieras acostado con Dael no tendría nada de malo. ¿O ya... ha pasado algo entre el catetillo y tu? —preguntó mi hermana.

—¿Has dejado al otro por Dael? Mira que aún no le ponemos cara y lo queremos ver —entró de nuevo en acción Henry.

—Pues si, pero lo pienso y... ¿Porqué siempre me tienen que salir mal las cosas en el amor?

—Querida, no es que te vaya mal. Es que tú haces que te vaya mal —Anny tan directa como siempre. Henry le dio un codazo.

—Mira que ya puedes decirlo de otra forma

Ambos se miraron.

—Querido, es la reina del autosaboteo. ¿No te das cuenta? Así no deja a nadie expresarse porque ve todo lo malo de los tíos —chasqueó los dedos—. Pero bueno, no te culpo... ese no era digno de ti.

Parecía que estaba delante de una escena de telenovela, toda una pelea matrimonial. ¡Sí señor!

—¿Y qué hago si me sale solo?

—Aquí está tu doctora para darte alguna clase magistral para que te dejes llevar.

—El problema no es que no se deje sino... como se la des tú, el resultado va a ser peor —bromeó.

—Henriqueto...

—Annyuska...

—Va, centrarse y no me ignoréis. Ya tendréis tiempo para discutir luego —bromeé.

—Bueno, a ver pasemos a Dael que me he fijado que has pasado del tema —recordó Anny.

—Concuerdo con ella —apoyó a su amiga..

—Dael... es una especie en extinción.

—¿Te has acostado con él ya? —Anny directa al grano. Henry resopló negado—. ¿Has dejado al otro por él?

—No, a ambas preguntas.

—¿Te gusta el granjero? —preguntó él.

Me quedé en silencio.

—No le gusta... le encanta. Yo quiero ver ese ser que te atrae tanto

—¿Pero porqué respondéis antes que yo?

—Pues sé sincera y afírmalo —Anny queriendo saber más del salseo.

—Dael es un encanto —me salió una sonrisa—. Aparenta ser un tío que no sabe nada pero tiene puntos muy buenos.

—¿Cómo cuáles?

—Es atento, está siempre que lo necesito, tiene buena educación... y es muy gracioso —frené la frase.

Mis colegas se miraron y sonrieron.

—Se ha pillado —dijo él.

—Pero mira que cara y como lo describe, ¡al final llevamos razón con que encontraría al agricultor de sus sueños!

—Que no me he pillado —rebatí.

«No, aún no», replicó mi angelita buena en mi cerebro.

—Pero no puedes negar de que te gusta.

Dentro del alma, me dio un vuelco en el estómago. Nunca lo había pensado pero...  aunque  desearía decir lo contrario. Dael si me agradaba, y más de la cuenta.

—Si.

Les conté las últimas aventuras que viví con él. Incluida la confesión por su parte, cuando nos quedamos dormidos en mi casa, la visita en la suya y el acontecimiento de las tres cerditas —incluida la boda—.

—Te has acostado con él.

—No, él es diferente —lo defendí—. No se dio, ni él tampoco lo ha intentado.

—¿Y a qué esperas? Os atraéis, no tiene nada de malo.

—No quiero divertirme con él de esa forma.

—Pues tonta eres, porque esta vida son dos días y hay que darle alegría al cuerpo —pareció que se le había activado una neurona—. Dale a tu cuerpo alegría, macarena —caturreó.

—Y porqué no haces otra cosa —agregó Henry—. ¿Te hace sentir segura, tienes paz y te sientes en familia estando con él?

Anny lo miró.

—Más de lo que me gustaría.

—Pues ten cuidado que si fue celoso con Jairo... uff.

—Anny, él si actuó así fue porque la quiere aunque no le haya dicho. ¿O sí? —negué con la cabeza.

—También es verdad.

—Escúchame, él ya dio el paso después de todo lo que pasó con la chiquilla esa —espetó—. Ahora, el siguiente dalo tú.

—Dale una oportunidad, no pierdes nada —me aconsejó.

—Tengo miedo a darme una oportunidad con él y que me salga mal —reconocí.

—Cariño, todos no tienen que ser como él —dijo mi amiga.

—Tampoco tienes que machacarte tanto —intervino Henry—. Está siendo distinto a lo que estás acostumbrada.

—No digo que sea como él pero, ya sabes que estoy muy desilusionada en el amor —les recordé—. Me propuse jugar con otros y sobre todo disfrutar sin ataduras.

—Te contradices tú sola, a ver... ¿con cuántos has jugado?

—Jairo, pero no fue exactamente eso.

—Ves, pero no lo haces —comentó Henry.

—Te rayas tú sola, tía.

Suspiré. Sabía que estaban en lo cierto y aunque si fui drástica con Jairo no me arrepentía de haberlo sacado de mi vida.

—Lo sé, pero no quiero hacerle daño a Dael por mis ansías de venganza.

—No es con él con quien te tienes que vengar —dijo firme Henry, que era el más cuerdo en esos momentos.

—Ya —me callé—. Por cierto... ¿cómo va el tema de los papeles y del abogado?

—Tiene el expediente casi cerrado para que entres en acción —sonreí—. En nada, puedes poner tu venganza en marcha.

—Muchas gracias, hablaré con él en los próximos días.

—Que ahora que mencionas al energúmeno... te ha estado buscando y no le hemos dicho dónde estás.

—Que ni se entere. No lo quiero volver a ver.

—Que orgullosos nos sentimos de ti —alabó Henry.

—Menos cuando no se deja llevar con el aceitunero, ejem.

—Ya sabíais que no teníais una amiga perfecta.

—Para nosotros lo eres —Henry miró a Anny y le sacó la lengua.

Sin advertirlo, escuché un ruido fuera de la casa. Era como si alguien hubiese llegado, ¿pero quién sería a estas horas?

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💫La fuente de mi inspiración💫

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Palabras según wattpad: 2045.

Palabras según word: 2104.

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