10.1. D de descubrimientos de Dael.
SEGUNDA PARTE
Llegamos a la puerta de la casa de Dael y antes de bajarme yo, puso la sexta marcha y me bajó él.
—Eres increíble, ¿lo sabes?
—Lo sé —sonreí haciéndome la sensata.
El muchacho cogió el fertilizante del tractor y lo guardó en el lugar donde tuvimos nuestro primer encuentro. Ahora que lo recordaba, fue una escena típica desternillante de cualquier serie o obra de teatro. Salió y cerró la puerta. Acto seguido, abrió la de su casa y me miró.
—¿Entramos?
—¿A tu casa? —le pregunté—. Yo tengo que encerrar el tractor.
—Te acompaño —cerró la puerta.
Encerramos el tractor en mi casa, limpié el cubo que había ensuciado, lo coloqué y antes de cerrar el portón, Dael me hizo salir fuera del terreno y por su propia iniciativa echó la llave. Lo miré sin saber que hacía y opté por esperar a ver qué decía.
Unió nuestras manos entrelazando nuestros dedos y empezamos a andar hacia su casa. Abrió y al echar las luces vi la joya que escondía dentro. Cerró y se quedó mirándome.
—Bienvenida a mí hogar.
—Gracias —sonreí con amabilidad—. Nunca imaginé que fuera así, es muy bonita —me paré a detallar como lo tenía todo y para solo vivir dos hombres, estaba que chispeaba y todo super ordenado.
—¿Ya te habías imaginado que verías una chiquera? —se mofó.
—No, hombre —me reí—. Tampoco eso, pero normalmente si es de campo y viven dos hombres, suelen estar más desastre.
—Siempre me ha gustado que estuviese limpio y tuviera un aspecto agradable.
—Cualquiera lo diría por lo rudo que eres —bromeé.
—Porque eres tú que sino...
Me acerqué a él.
—Sino, ¿qué?
Dael se giró y yo me quedé mirándole la espalda.
—Eliette...
—¿Qué? —dije y además susurré un pensamiento impuro que me vino a la mente.
«Quién fuera esponja para frotar esa espalda».
Y Dael lo escuchó porque sus mejillas estaban empezando a ruborizarse pero no comentó nada. Mejor para mí ya que si lo hubiera hecho... hubiera querido meterme un tiro en la cabeza.
Dael me dio un mando, después de encender la televisión del salón.
—Puedes ver la casa si quieres, voy a ir a la ducha... raro es que no te hayas quejado de mi aroma cerdil.
—Fíjate que hasta ese aroma ya lo veo perfecto —vi cómo se le teñía de rojo más la cara. Era adorable.
Dael se acercó mucho a mi y me dio un beso en la frente.
—No me provoques... no sé cómo puedo actuar cuando estoy cerca de ti —fue a besarme pero en lugar de hacerlo. Desapareció por el pasillo.
«¡Luego me decía que yo era quien lo provocaba!».
El corazón se me iba a salir del pecho. Odiaba lo que estaba sintiendo y más como estaba actuando mi subconsciente dirigiendo a mí cuerpo. Me había prohibido volver a caer... incluso con Dael. Al parecer... el ideal que toda chica en su sano juicio quisiera tener.
Con el permiso de él conocí la casa: dos habitaciones, una cocina, un trastero, un baño —al que obviamente no entré porque estaba duchándose— y por último tenía un huerto con vistas a los olivos.
Mientras estaba haciendo zapping sentada en el sofá, vi un expositor con cuadros —marcos con fotos— y me levanté para dirigirme hacia el después de dejar el mando en la mesa. Habían fotografías antiguas. Supuse que serían sus abuelos, su tío y sus padres. Además, me tomé el atrevimiento de coger una imagen de él que debería tener como quince años y algunas de chiquitito. ¡Qué ternura me dio!
Sin esperarlo, noté un aroma a fragancia masculina y noté que lo tenía detrás mía. Dael se había colocado un chándal negro con el qué estaba de infarto.
—Ellos son mis padres —señaló la foto.
—¿Quieres contarme? No me gustó el ataque de la zorra de tu ex, juro que le habría dado una paliza —confesé dejando el cuadro en su sitio y fue cuando él aprovechó para girarme y ponerme de frente a él.
—Mi madre tuvo un accidente de tráfico con un amante el día que se iba con él y ambos fallecieron en el acto. Mi padre a causa de ello... enloqueció y una vez que se sobrepasó con el alcohol. Hizo una tontería y... se puso delante de las vías del tren cuando uno iba a pasar.
Me estremecí más de lo que esperaba. Nunca creí algo semejante y que una situación tan parecida íbamos a tener en común.
—Lo siento —noté como se emocionaba—. Mis padres también fallecieron pero... otro día retomaremos el tema, ¿de acuerdo?
—Sin problema y yo también lo siento —me acarició el mentón.
—Gracias.
Hubo un silencio entre los dos.
—Eres un trasto, ¿lo sabes? —se quedó mirándome fijamente.
—¿Porqué lo dices?
—Por cómo me defendiste con ellas.
—De eso quería hablar contigo.
—Lo hablaremos. Pero... antes —Dael pareció seguir detallándome de una forma especial.
—¿Porqué me miras así? —mientras obviaba la curiosidad, él capturó mi nuca con una mano y con la otra la cintura.
Sin previo aviso, me besó en medio de un arrebato. Me pilló de sorpresa porque nunca pensé que lo hiciera, siendo tan correcto él. El beso era indescriptible, no fue arrebatador ni pasional como el que yo le di. Estaba cargado de confianza, sentimiento, paz y mucha ternura hasta convertirse en un beso extra romántico. Sabía cómo manejarlo a la perfección y yo... yo no fui capaz de rechazarlo.
«Cómo tuvo la poca vergüenza de decir aquella tiparraca esa atrocidad cuando me estaba resultando lo más bonito de los últimos tiempos».
Los dos cerramos los ojos mientras él me besaba.
—Dael...
—Eliette.
—No tenemos que fingir como antes, nadie nos ve —tan inoportuna yo.
De golpe nos miramos a los ojos.
—No finjo nada, tenía que estar a tu altura. Tú me robaste un beso que me quitó el sentido así que yo te lo debía.
—¿Porqué me lo debías?
—Porque nunca antes tuve el valor de besarte por miedo al rechazo —se sinceró—. ¿Tú fingiste pero te nació o lo hiciste para callar les la boca?
—Cincuenta y cincuenta.
«¡Mierda! ¡No tenía que haberlo admitido que yo también me moría de ganas desde hace días de besarlo! Sorprendentemente... desarrollé ese anhelo desde la primera noche que dormimos juntos».
Dael sonrió.
—La indomable ha confesado —enarqué una ceja.
—No.
—También querías que te besara —afirmó—. O... querías lanzarte tú.
Este hombre me estaba poniendo de los nervios.
—¡Dael, ya para!
Esos brazos fuertes me condujeron hacia el sofá. Se tumbó y me puso sobre él con una manta encima.
—Vale... de acuerdo.
Nerviosa lo miré.
—¿Se puede saber porque te dejas pisotear por un par de mediocres?
Dael pilló con velocidad a quienes me refería.
—No lo hago.
—Si lo haces, yo si me di cuenta a leguas de lo que hacían. Tío, defiéndete.
—No quiero darles el gusto, solo buscan mal rollo y que yo pierda los estribos —confesó.
—No tienes porque perderlos, solo plántate. Tampoco es tan difícil —le ordené.
—De verdad que paso. Enseguida te achacan malos tratos sin tocar a nadie —y una buena verdad argumentó—. No quiero problemas.
Le cogí el mentón.
—No voy a permitir que te vuelvan a atacar y mucho menos reírse de ti.
—Gruñoncita —sonrió y cuando fue a besarme, le puse el moflete—. Oye... no me rechaces.
—Lo haré hasta que espabiles porque sino te voy a dar una patada en los huevos.
Recordé que me defendió ante ellas y si hubiera sido mantequilla en pomada, me hubiera derretido sin necesidad de meterme en el microondas.
—¿Y si no quiero? —me desafió—. Con qué no me besas porque no me espabilo.
—¡Dael, que me estás poniendo negra!
Dael me miró de arriba a abajo.
—Pues yo te veo blanca.
Mi demonia empezó a bailar en mi subconsciente y me invitaba a que fuese yo quien tomase las riendas del asunto. Pero luego la angelita qué vivía en mí no quería ponerle las cosas fáciles.
—Ya se te está pegando mi vacileo... —le reproché.
—Y bastante rápido —me dio un beso en la comisura.
—Pues bueno, como el granjero no va a mover ni un dedo —sonreí—. Ya lo haré yo por él.
—¿Qué piensas hacer?
—En una semana lo sabrás —le acaricié con un dedo su labio inferior. Y si no fuera poca la provocación, le mordí la mandíbula para luego morderme yo el mismo labio también.
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💫La fuente de mi inspiración💫
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Palabras según wattpad: 1432.
Palabras según word: 1408.
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