Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La indiferencia de la noche

No estaba muy segura de cuanto tiempo había estado allí, al inicio del corredor alumbrado por un par de velas a medio consumir. Virginia tenía su rostro apacible, tranquilo y extrañamente iluminado, como si la dulce luna hubiese bajado para acrecentar la belleza de la jovencita rubia.

Cerca de las doce y media de la noche el sueño se le había sido arrancado. El repaso de lo experimentado hacía tan solo dos días atrás le había despertado en la memoria, la cual, combinada con el inusual dolor de su corazón, le habían retumbado lo suficiente como para obligarla a levantarse y sentir la obligación de salir de su habitación para tomar aire fresco. Necesitaba despejar sus ideas, encontrar aquello que ya necesitaba y que la estaba perturbando al punto de no descansar.

Sí. Tenía que admitirlo, la noche estaba siendo tan indiferente que podía llevarla a juicio, acusándola de cruel e impertinente.

En su dulce blusón para dormir, con encaje por sobre el pecho y con un coqueto moñito azul en el medio, la jovencita de rulos dorados se aventuró a salir de su habitación a zancadas delicadas, no sin antes recoger una flor amarilla que reposaba con muchas otras en un jarrón en su mesa de noche. Iba descalza, con la intención de no despertar ni a sus hermanos ni a sus padres.

Atravesó el pasillo de su habitación, el cual era acompañado por el resplandecer plateado y melancólico de la luna. La figura de Virginia se dibujó en las baldosas hasta que dio la vuelta y se quedó ensimismada en sus pensamientos.

En ningún segundo dejó de reflexionar. Esos duraznos y delicados labios dejaban expuestas sus ideas, y sus ojos, con un resplandor virgen, reflejaban el dolor de su alma.

Volvió en sí cuando frente a ella se reprodujo todo aquello que hubo experimentado en soledad con el fantasma de Canterville y una diminuta sonrisa surcó su rostro. Bajó la mirada y la posó en sus bien tallados dedos de los pies. Los removió en su lugar, apoyada en sus talones, como si estuviera contando a aquellos diez compañeros.

—Lo siento mucho por mi —dijo Virginia en un murmuro, llevándose las manos tras de sí—. Que la noche deje de ser tan mala, que poco he hecho yo en su contra. Que la soledad abandone estos pasillos, que el día es ya está por llegar y otorgarle su merecido... Cuán abandona se siente esta casa.

Era una emoción que todo ser humano estaba obligado a experimentar, y Virginia no sería la excepción. Levantó la mirada, sus hombros se dibujaron en ese momento altivos en valor y confianza, porque ya no existía la posibilidad de encontrarse con ningún fantasma, con ninguna figura decapitada o algo similar.

Y ese espectáculo que en su tiempo a tanta gente había atraído, le hacía sentir soledad. Ya no estaba el fantasma para tomar sus pinturas y dejar aquella inusual mancha.

El silencio podía ser eterno por las noches. Ya no se escucharía ninguna cadena y ese desengrasante dejaría de gastarse. Y no estaba mal, de hecho, era lo mejor para todos y lo correcto, pero esto no podía borrar esa sensación que le dictaba a la niña que faltaba alguien en casa.

Dio un par de pasos más adelante, con una suavidad y hermosura, tales que parecía Virginia un hermoso Jacinto de agua, danzando dulcemente por sobre la superficie del lago que refleja a la vida. Elevó su diestra, en donde mantenía la flor y la hizo girar con su índice y pulgar.

Por un momento se perdió en el acto, en el color tan dorado de la flor y olvidó que ya era hora de volver a dormir, pues había admitido que echaba de menos a Sir Simon, hombre que, si bien fue malísimo en vida, no es ella la indicada para rechazarlo, sino para ayudarle y dar así el camino al descanso y perdón.

Con lentitud, Virginia dejó la flor reposar en el marco de la ventana mas próxima. La flor vería el amanecer antes de comenzar a secarse y sin ser estudiada por el fantasma de Canterville.

Observó detrás suyo, guardó silencio, como si tuviera la esperanza de que un sonido espectral apareciera detrás con la intención de ponerle los pelos de punta, pero nada. No pasó nada más allá de algunos perros viejos aullando y el canto típico de los grillos; Virginia se echó un suspiro, volvió a sonreír como si Sir Simon estuviera presente, y tras dedicar las buenas noches a la ausencia, dirigió sus pasos a su habitación.

Ya había tomado el aire suficiente, tenía que volver a reposar porque dentro de dos lunas le darían sepultura a los restos de Sir Simon. Virginia abrió la puerta de sus aposentos, segura que de ahora en adelante tendría que superar la indiferencia de la noche, a la cual había perdido la costumbre.  






Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro