Capitulo 5
Narra Chiara.
Tras un viaje super incómodo para mí a Sicilia ante fuertes mareos y muchas nauseas, llegamos a la vivienda del mafioso. Un castillo, sin exagerar. Era una monstruosidad de tan grande y a la vez áspero por la fachada. Parecía de esos de películas, los cuales pensaba que ya no existían, pero que representa al dueño, propio de su dureza y frialdad.
Me sentía de la realeza maldita, claro que sí. No les voy a decir que no me gusta lo que veo, es asombroso, pero es una lástima que tenga que vivir esta realidad cuando es cruel.
—Ella es Chiara, mi mujer. Por favor cumplir cada cosa que les pida. Está embarazada — le dijo a todo el personal de la casa. Eran seis chicas uniformadas y una señora, que me imagino que era ella la que daba las órdenes y llevaba el control de la casa, quien me sonrió muy amable.
¿Espera qué? ¿Qué dijo? ¿Su mujer?
— Bienvenida señorita, mi nombre es Manuela. Puede contar conmigo para lo que necesite. Que gusto me causa saber que está en espera — me dijo muy contenta —Ellas cumplen con que la casa se mantenga siempre limpia y ordenada. Están a su disposición tanto como yo — señaló a las chicas que estaban formadas en una hilera horizontal frente a mí y a su patrón. — Daniela y Lucia son las chicas de la cocina, se las presento más tarde porque ahora están preparando de cenar—
—Un placer Manuela, muchas gracias a ti y a las chicas— traté de sonreír lo mejor que pude.
—Pueden retirarse, muchas gracias — les habló a las muchachas.
Tras ellas retirarse, un motón de hombres se formó en el mismo lugar.
—Escuchen bien, ella es Chiara, mi mujer. Cada uno ahora tiene que velar no solo por mi seguridad, la de ella también. Incluso, es su vida en estos momentos más importante que la mía, lleva un bebé en su vientre, nuestro hijo. Tiene Chiara prohibida la salida de esta casa sin mí, sin ustedes o sola. Repito, Chiara no sale si no es respaldada por uno de ustedes. ¿Copiado? —
— Sí señor — respondieron todos al unísono.
Este tipo tenía un maldito ejército.
— Pueden retirarse — les habló.
Yo me quedé frizada, mirando el nivel de organización y mando que tenía este hombre.
—Señor, la cena estará servida en unos diez minutos. ¿Algo en especial que quiera cenar la señora? — ni cuanto respeto.
Nicolás me miró.
—La verdad es que no tengo apetito — le dije.
— Pero tiene que comer para que el bebé venga sano y fuerte — me sonrió.
— Siento muchas nauseas, todo últimamente me da mucho asco — le expliqué.
— ¿Todavía con malestares? ¿Cuánto tiempo tiene? — me preguntó preocupada.
— Apenas me enteré hoy, pero llevo días con los síntomas — dije sabiendo lo incomodo que ha sido.
— Pero tienes que hacer un esfuerzo Chiara— el grosero del Mafioso, el que estuvo embarazado y conoce todo el proceso, me mandó.
Lo miré mal.
— Déjela señor y permítame — se dirigió Manuela al mafioso. Agradecí que lo detuviera. —Yo te voy a preparar un juguito super rico para los malestares, te caerá muy bien en el estómago. Es una receta de mi tatarabuela, y te prepararé yo misma una tortillita ligera para que no andes sin nada en el estómago, ¿te parece? — me cayó super bien la señora.
Asentí muy agradecida.
—Gracias, de verdad — le sonreí.
— Y en la habitación, aunque al señor no le guste, le pondré alcanfor en una esquina para el aroma —
¿Aunque al señor no le guste? ¿no dormiríamos en habitaciones diferentes?
Espera que Manuela se retire para que reproches, Chiara.
— Muchas gracias, otra vez — le sonreí una vez más.
Sentía la mirada de Nicolás encima de mí.
— Tranquila, todo va a estar bien. Los primeros días es difícil. Te hago la cenita y los llamo para que bajen, con su permiso, señor — que señora más chula. A penas acabo de llegar y me transmitió mucha confianza.
Escuché a Nicolás carraspear, que por cierto, que bueno que lo hizo.
— ¿Estás loco? ¿Estas perdiendo la cabeza? — no quería gritar.
Lo miré rodar los ojos.
— Vamos arriba, mujer — bufó.
— Escúchame bien primero. ¿Como es eso de que no saldré sola? ¡No soy tu prisionera! — le peleé entre dientes para no gritar.
— Claro que no lo eres, pero estas conmigo ahora y siempre necesitaras protección. La misma que utilizabas tú, eso no deberías de discutirlo conmigo — tenía un poco de razón ahí.
— Okay, dime algo, dormiremos en habitaciones separadas, ¿no? — le cuestioné.
— Imposible. En la misma cama, mi reina. Necesito sentir desde ya las patadas del bebé a medianoche —
Cuanto lo detesto.
— Tus malditos chistes me hartan! ¡Necesito mi privacidad! — esta vez sí le alcé la voz.
— Sshshsh! ¡A mí no me grites Chiara! ¡Y camina! — me tomó del brazo y me hizo subir junto a él las escaleras de su maldito palacio.
Giró el manubrio de su habitación, colocó seguro tras cerrar la puerta y me miró poniendo sus manos en su cadera.
— ¡Escúchame bien, tú y yo somos pareja ante todos desde ya! ¡En Sicilia usted y yo nos amamos! ¿Me escucha? — me alzó la voz esta vez.
— ¿No quieres que nos casemos también? ¿A cuántas cosas me vas a obligar Nicolás? Me drogas, me violas, me embarazas, me secuestras, me obligas a mudarme contigo, a dormir contigo y ¡¿ahora también debo fingir estar enamorada de ti?! — le grité sintiendo mis ojos picar. Ya iba a llorar otra vez.
Lo vi avanzar hacia mi lentamente mientras me miraba con frialdad.
Retrocedí hasta chocar contra la cama.
Me tomó de las manos y las llevó hacia mi espalda.
—Suéltame! — le pedí.
Me hizo caer sobre el colchón y volvió una vez más a estar casi encima de mí.
— No te violé, nunca me pediste que parara, y en tu interior lo sabes. Rebusca en tu memoria y recuerda cómo te aferraste a mi cuerpo, haz un intento — sus labios los rozó con mi nariz.
Cerré los ojos. Se sentía bien y su aroma... olía maravilloso, como esa noche. Su perfume si lo recuerdo muy bien. En estos momentos no me daba nauseas, al contrario, quería seguir oliéndolo.
—Yo no te secuestré. Te traje conmigo porque como la madre de mi hijo que eres, debes estar junto a mí. Necesito vivir la experiencia, sin olvidar mencionar que tenías planes de abortar y debía impedirlo. Lo mínimo que podía hacer era esto — pasó esta vez a jugar con nuestras narices.
Mierda...
— Por último, necesito que durmamos juntos porque si te pasa algo a medianoche quiero estar ahí para socorrerte. El acto sexual fue de dos, por ende, los dos necesitamos estar involucrados en esto — lo escuché decirme.
Les juro que tal vez si viniera de él en otra vida, nosotros con otra historia, le agradecería a Dios por habérmelo puesto en el camino porque sonaba a un buen hombre, un buen papá... pero no era la versión ahora. Ni pensarlo.
—Y ah, tranquila, solo tendrás que fingir estar enamorada de mi por poco tiempo, ya luego te saldrá natural porque será cierto — besó mi mejilla.
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