CAPÍTULO 9
JJ
¿Me sorprendía encontrarme con esa escena al entrar a la casa de Melissa? No, para nada. Siempre dije que era el lobo disfrazado de oveja, o quizás una serpiente; que se enrollaba alrededor de tu cuello hasta extinguir por completo tu respiración.
Odiaba verla con esos nervios a flor de piel tan falsos. Al igual que detestaba que mis amigos la observaran como unos embobados, patéticos que caían ante una mujer que decía unas cuantas palabras endulzadas. ¿Tan idiotas eran? ¿Yo era el único consciente de cómo era ella realmente?
Bueno, tampoco podía juzgarlos demasiado. Cometí el mismo error años atrás, pero en mi defensa, aún era un niño estúpido, que confió en quien no debía. «Conmigo no puedes fingir, Melissa, ¿Cuándo dejarás expuesta a la muchacha que decidió abandonarme? Mientras yo me preguntaba una y otra vez ¿Dónde estás? ¿por qué me dejaste en este infierno llamado hogar? ¿Por qué me traicionaste?»
Descansé mi cuerpo en la pared, y dejé escapar mi sonrisa arrogante ante el miedo que los había dejado paralizados. Disfrutaba el efecto que solían tener mis palabras, como una simple pregunta era capaz de causar el efecto de la dinamita. No tenía dudas de que si gritaba ¡Bu! Adam saldría corriendo espantado, la sola imagen mental me provocó una risotada, pero llevé mi mano a la boca, esperando que fuese suficiente para contenerla.
—Vamos, hombre —soltó Mike con diversión— cuenta el chiste.
Mike era mi camarada, aquella persona que pese a no actuar de la misma forma que yo, sabía que era un amigo de verdad. Quizá no validaba las ocasiones en que traspasaba el límite, tampoco lo juzgaba por ello. Sabía que cualquiera que no supiera todo por lo que pasé, me juzgaría sin piedad, mas no quería dejar expuesta aquella historia, porque si había algo a lo que le temía profundamente era regresar a aquella fragilidad. Aquel deseo que pedí con fuerza a Dios, si es que existía un más allá y nunca fue escuchado.
No quería volver a eso, prefería envolverme en mi propio refugio, y que pasara imperceptible mi interior. De cualquier manera, siempre había sido de esa manera, nadie fue capaz de comprender lo que en verdad, ocurría en la familia Reed. Bueno, nadie excepto una persona. Una maldita hipócrita.
—En otro momento, Mike —respondí, y crucé una mirada con Melissa que ya había terminado de quitarse el suéter, dejando una remera ajustada y de tirantes finos a la vista.
No sabía si me observaba con recelo o con interés. Estaba consciente de los sentimientos que ella había tenido en el pasado, nunca lo había verbalizado, mas se desprendía de la extrema consideración que solía tener, venía a la casa cada vez que podía, reía y jugaba durante horas. Cuando escuchaba esa dulce voz creía que era una niña fascinante, me dejé encandilar, me equivoqué tanto con Melissa. Solamente me provocaba un profundo rechazo percibir cómo ahora se detenía en mi cuerpo.
Tampoco me sorprendía, era un efecto que habituaba producir en las mujeres. La promesa grabada por siempre en mi cabeza, «eres mío, de nadie más» remeciéndose y formando un cataclismo, que únicamente acababa con la luz del amanecer, aquel momento de consciencia que me terminaba de hundir en la miseria. Mis actos eran viles, pero la oscuridad siempre fue parte de mi vida. Suponía que era lo inevitable, nací para formar parte del polvo.
—Mmh... ¿JJ? —preguntó Melissa. En sus manos sostenía un plato de tarta—. Lo hice para ti, bueno... ¡para ustedes! —corrigió de inmediato.
Sonreí sin mostrar los dientes. «Tanta dulzura, Melissa Fields. Casi como todo lo que cocinas» Lo partí, utilizando más fuerza de la que debía con el tenedor.
—Ah, gracias.
—No fue nada, en serio —dijo con voz enérgica.
—¿Y las chicas? —preguntó Mike.
—Charlotte pasó a buscar a Emma, deben estar cerca —contesté. Mike alzó una ceja como si un pensamiento pasara por su cabeza, pero no lo compartió con nosotros.
—¿Entonces vendrán? —Los ojos de Melissa brillaban, como si en verdad, estuviera emocionada por tenernos a todos en su casa—. Iré por más cubiertos, y platos y....
Coloqué los ojos en blanco, lo cual no pasó desapercibido para ella, quedándose inmediatamente muda. Si no compartiéramos aquel evento desafortunado, podría haber imaginado que se trataba de vergüenza, de genuina pureza expuesta en el silencioso suspiro, aguardando, callándose todos sus pensamientos. Pero yo sabía la verdad, y aunque aún quería comprenderla mejor, no debía justificarla. No tenía que hacerlo.
Por más que deseaba encontrar una explicación, debía enfocarme únicamente en el dolor que esparció en mi casa, y en cómo huyó, borrándose del mapa, sin volver con la ayuda que por tanto tiempo supliqué.
—Iré al baño... ¿Dónde está? —pregunté, mi voz salió menos firme de lo habitual.
—Ya sabes, segundo piso, al fondo a la derecha. —Se quedó quieta, y luego giró en mi dirección—. ¿Recuerdas aquella vez que nos recostamos en el parque y al entrar a mi casa me percaté de que había goma de mascar en tu cabello? —soltó una pequeña risita— estuviste horas con la cabeza baja en la bañera, mientras yo intentaba quitarla por completo de tu pelo —agregó en tono maternal— lloraste y creíste que tendrías que raparte. Al volver a entrar a ese baño, recordé ese momento.
Me quedé helado, sin reaccionar mientras sentía el peso de las miradas de Mike y Adam sobre mí; podía escuchar el indicio de sus carcajadas, al dejar expuesto un supuesto lado vulnerable. Algo que difería por completo de la imagen que me encargaba de transmitir a los demás. El miedo, y la agresividad mi escape, un respiro, efímero como todo lo que me rodeaba. Mas, eso no fue lo que me provocó perturbación. Lo que me alteró fue la sinceridad con la que contó aquella situación, sus ojos cafés tan imperturbables, como si se tratase de una verdad absoluta.
¿Ahora qué planeaba?
¿Por qué mentía frente a mis amigos?
¿O solo se burlaba de mí?
Esta era la primera vez que entraba a su casa, y eso ella bien lo sabía.
MELISSA
JJ desapareció de nuestra vista sin responder nada a mis palabras. Un extraño sentimiento me invadió luego de que salieran de mi boca. No era la primera vez que lo experimentaba, mi padre me envolvía en sus brazos cuando sufría esos episodios de desconcierto. Sin embargo, él no estaba. En este momento me encontraba sola con ellos... algo que no se me daba demasiado bien, quedó bastante reflejado con la particular situación que acabábamos de presenciar.
Mike se acercó a mí, al parecer consciente de mi ensimismamiento.
Ana me diría que regresara a tierra, siempre me dejaba en claro la gran desconexión que frecuentaba tener con mi entorno. Quizá se trataba de una de las cosas que más lamentaba de su ausencia, para algunos podría ser alguien superficial y fría, pero a veces se sentía bien tener ese golpe de realidad. Que alguien me hiciese ver mis errores, y cuando no estaba siendo lo suficientemente agradable con los demás.
—No te sientas mal, JJ está algo... —Mike llevó una mano a la altura de su cabeza, haciendo girar un dedo. El mensaje quedaba claro: "está algo loco"—. Tengo fe de que con el tiempo cambiará sus actitudes.
—Le tienes demasiada fe —comentó Adam, su mirada seria me decía que estaba molesto.
—Vamos Adam, es nuestro amigo. Yo jamás perderé la fe en mis amigos. —Su mano la acercó a su pecho, fingiendo como si este le doliese ante la apatía que al menos proyectaba Adam—. ¿Cómo osas Adam? ¿Cómo osas? Para eso estamos los amigos.
—A veces hablas como si aún fuéramos niños —le contestó Adam.
Niños.
—Me agradan las personas que conservan su espíritu de niño —dije, recordando a mis padres.
—A mí también, princesa —respondió en una sonrisa.
Le regresé la sonrisa mientras me excusaba para volver a la cocina. Si llegaban las chicas, entonces debía traer más cubiertos, y ordenar un poco el lugar, estaba hecho un desastre. No obstante, Mike argumentó de inmediato que lo más seguro era que si Charlotte había ido a casa de Emma, entonces no vendrían. Había cierta insinuación en cómo pronunció esas palabras, aunque no fui capaz de entenderlo.
La verdad, me deprimió un poco saber que ellas no vendrían. Me interesaba conocerlas más en profundidad. Especialmente Emma me había intrigado de cierta manera, quería ayudarla en lo que fuese posible. Quizá no tendría las mejores palabras, pero me gustaba sentir que podía darles cierta protección a las personas. Habían dolores que eran demasiado terribles de enfrentar.... la muerte siempre era devastadora.
Subí al segundo piso, en tanto Mike y Adam charlaban sobre la noche de Halloween. JJ estaba demorando demasiado tiempo, y tuve un mal presentimiento de qué podría estar tardándolo tanto.
Efectivamente, pasé por fuera de mi cuarto, encontrándome con él husmeando mis cosas.
Tosí para que se percatara de mi presencia, mas su semblante no cambió. No le importaba ser descubierto, JJ ciertamente no sabía de la vergüenza. Aun así, quería entenderlo, no justificarlo, pero sí comprender el porqué de su accionar tan cuestionable.
—¿Sí? —JJ adoptó una vez más esa postura tan arrogante. Sus manos las pasó por detrás de su espalda, como si escondiera algo.
—¿Qué... qué haces aquí? —Jugué con mis manos, presionando el borde de mi falda.
—Supongo que buscaba algo real, pero puedo ver que no hay nada. Tan falsa como siempre, Melissa Fields. Ni creas que la jugada que me hiciste abajo logrará alterarme. Cada vez caes más bajo.
Sentí mis ojos llorosos. Dolía que me hablara de aquella manera.
—JJ... perdón si dije algo mal. La verdad... por más que le dé vueltas no entiendo qué error cometí. Perdón, Jack...
—Eres muy cruel.
¿Qué?
—Yo...
—Olvídalo, puedes seguir fingiendo cómo si fueras un dulce angelito, pero yo sé la verdad. Yo sé que no eres tan inocente cómo demuestras, me lo dejaste muy claro ese día.
Lo observé, en tanto, la incipiente angustia se apoderaba de mi pecho.
Su cabello castaño atado en un pequeño moño. Su mirada tan penetrante; ojos verdes, cejas pobladas y oscuras.
—¿Qué miras? —preguntó, sacándome del trance— después de todo, —hizo una pausa— no eres en nada diferente al resto de mujeres.
Lo sentí casi como si me hubiera escupido aquellas palabras. Había rabia, y un doble sentido que difería por completo de mis intenciones. No lo estaba viendo de esa manera, únicamente me sentía algo abstraída de mi entorno, de la realidad, de él.
Salió de mi cuarto. Me pareció ver un movimiento extraño con sus manos, como si hubiese guardado algo en medio de su holgada chaqueta negra. No presté demasiada atención, tampoco le recriminé su actuar.
Clavé mis ojos en aquella ventana, la vista en dirección a la casa de JJ. Dolía, por algún motivo, me dolía el alma.
Temí que si alguien me estuviera viendo, creería que realmente no estaba presente. Vería poco reconocimiento y distancia.
JJ no imaginaba el daño que causaba que me hablara de esa manera. Extrañaba a mi amigo, lo necesitaba quizás más que nunca.
Quería retroceder el tiempo, quería un pasado que fuese diferente, pero a veces había que vivir con el peso de lo éramos, de aquellas decisiones que no podían cambiarse.
¿Por qué me odiaba tanto? Yo no quería abandonarlo, también sufrí con la distancia. Al igual que él, viví experiencias que fueron desafortunadas.
Hundí mis uñas en la palma de mi mano. Aquel mal hábito tan engorroso de erradicar por completo.
Únicamente reaccioné con los gritos de Mike, asomándose por la puerta, mientras alababa nuevamente mi comida. En sus manos traía uno de los platos con la tarta que preparé.
Sonreí, y le di mis recetas especiales. Dudaba que Mike las hiciera por su cuenta, pero me conmovía la minuciosa atención que prestaba a lo que le decía. Y agradecí ese momento de distracción. Le agradecí a esos ojos grises su interés en amenizar el ambiente.
Mi corazón se inundó de regocijo.
Un paréntesis ante la ausencia de JJ. Después todo, decidió irse luego de nuestra conversación.
«Ojalá algún día volvamos a entendernos».
𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇
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