CAPÍTULO 5
MELISSA
Las marcadas ojeras en mi rostro eran fruto de la terrible noche que pasé. Cada pesadilla había sido más perturbadora que la anterior, despertaba en medio de ellas con el cuerpo flácido y una sensación de electricidad que me invadía por completo. Hambre, tenía hambre. Rodé en mi propia cama, en un intento desesperado por poder conciliar el sueño que sería capaz de apagar ese rugido que hacía mi cuerpo, esas ansías de acabar con todo el esfuerzo del día. No me ganaría.
Logré pasar la noche, con la ropa de cama tirada en el suelo de tanto moverme, y con las ganas de autosabotearme controladas. Un día más. Marqué una X sobre el viernes y sentí una leve sensación de recompensa, como si el universo me estuviera felicitando por no haber sucumbido ante las debilidades más básicas del ser humano. No cederás ante deseos de naturaleza pecaminosa.
Observé mi aspecto en el espejo, podría ser peor. La música de la fiesta se escuchaba claramente desde mi habitación. Mis nervios estaban a flor de piel, tenía muchos motivos para sentirme alterada con la situación. Según Thomas, Jack tenía fotos mías en su teléfono, además de eso, me envió un mensaje a mi celular, pese a que yo jamás se lo había dado, y como si no fuera suficiente con aquello, lo descubrí espiándome. Cualquier persona sensata se alejaría al ver comportamientos tan extraños, pero él había sido mi mejor amigo, debía darle el beneficio de la duda.
Llamé por videollamada a Ana, en momentos así, necesitaba escuchar su dulce voz que era capaz de tranquilizarme ante cualquier dificultad.
—¡Por fin sé de ti! —Ana estaba recostada en su cama, tenía un cintillo en su cabeza y una mascarilla en el rostro. Sabía que había interrumpido su rutina de Skincare.
—Me hubiera gustado llamar antes. —Ajusté la cámara—. Pero no imaginas todo lo que ha ocurrido... —Ana me miró con extrañeza—. Pronto te contaré todo con más detalle, por ahora necesito que me aconsejes qué ponerme, me invitaron a una fiesta...
—Uhh... Imagino que una fiesta en la casa de tu amorcito ¿no? —No quería preocupar a Ana. Si le contaba que la persona que alguna vez me robó el sueño ahora era alguien por completo diferente y seguramente peligroso, solo la alteraría. Ignoré su comentario y solté una risita.
Ana me asesoró en todo mi atuendo, lo sentí casi como si hubiera estado conmigo. Le mostré distintos vestidos frente a la pantalla hasta que uno captó toda su atención. Era un vestido corto de color blanco. Las mangas caían de los hombros, dejándolos al descubierto. La parte de la cintura contaba con un corsé que se ajustaba en la espalda, y la parte baja del vestido realzaba por su gran volumen, era aglobada con vuelos de encaje.
Seleccionó los accesorios. Un collar con forma de luna, y unos zapatos planos con abertura, parecían zapatos de ballet, pero a mí me encantaban.
Tomé los iluminadores y comencé a maquillar mi rostro mientras Ana seguía aconsejándome. Ella sabía cuánto sufrí en el pasado. Fue mi compañera en la secundaria y por lo tanto, testigo de todo el acoso que soporté en esos oscuros años. Si bien, nunca fui una persona muy sociable, el motivo por el cual me cerré a los demás también tenía que ver con esas horribles experiencias.
Quería dejar de ser yo, quería agradarles a las personas.
Mi imagen en aquel entonces era de lo más desagradable. Yo no fui consciente hasta que las burlas se volvieron una constante en mi vida. Las etiquetas te encasillaban en la adolescencia y la mía estaba marcada con tinta permanente porque no había manera de ocultarla, era lo primero que veían en mí: Gorda. No había manera de taparla, la ropa ajustada realzaba lo evidente, y la ropa suelta y holgada delataba los conflictos que tenía con mi cuerpo. Aun así, esta última era una mejor opción. Mi armario en aquella época consistía en prendas de al menos, unas tres tallas más grandes que la mía y todas en color negro.
Sí, parecía el vestuario para un funeral.
—¿Me estás escuchando? —preguntó Ana, logrando que me sobresaltara.
—Sí —mentí.
—Solo sé tú misma, bueno —giró los ojos— ocultando algunos detallitos, tú me entiendes, Mel —agregó mientras yo me aplicaba un poco de rubor y admiraba el perfecto delineado negro en mis ojos. Estaba orgullosa.
Me despedí de Ana, agradeciéndole por milésima vez por ayudarme con mi aspecto. Me vi una última vez en el espejo, me gustaba lo que veía. Era un gran logro contemplarme a mí misma, muchos no lo comprenderían, pero la perspectiva cambia si pasaste años tapando los espejos de tu habitación y desvistiéndote con la mirada baja antes de entrar a la ducha para no ver el reflejo de tu cuerpo desnudo en el espejo.
Ese era un recordatorio de todo lo que perdería si me descuidaba, si me olvidaba de quien era yo antes.
Toqué el timbre de la casa de Jack. En tanto esperaba que alguien abriera la puerta, me percaté de las rosas que estaban en el jardín, las recordaba de cuando viví aquí. Una vez Jack sacó una para mí, al hacerlo se pinchó con las espinas del tallo, aun así me la entregó, con unos ojos brillosos conteniendo su dolor. La recibí con una mano temblorosa; nerviosa de que el chico que me gustaba estaba teniendo un gesto típico de los cuentos que solían leerme. Pensé vagamente que sería la ocasión perfecta para dar un primer beso, pero no pasó. Mi primer beso sería años después, con una persona que no me quería en lo más mínimo y que me cambió más rápido que lo que uno se demora en quitarse los calcetines.
La puerta se abrió y me quedé boquiabierta al tener frente a mí al muchacho restante del cuadro de Adam. La fotografía no le hacía justicia, en persona era aún más atractivo. Su cabello rubio platinado, casi blanco y sus ojos grises me dejaron cautivada.
—Hola hermosa —me sonrió de una manera más que insinuante y atrevida.
—Ehhh... un gusto, Melissa —mencioné mi nombre al acercar mi rostro al de él para saludarlo de beso en la mejilla.
—Lo imaginé. —Tomó mi mano sin previo aviso, haciéndome entrar y cerrando la puerta tras de mí con su otra mano—. Tenía muchas ganas de conocerte.
¿Qué estaba diciendo? ¿Por qué un muchacho como él estaría interesado en conocerme?
—Mike ¿cierto? —Sabía la respuesta, pero él no había mencionado su nombre.
—Ah, vaya, vaya, veo que ya sabes de mí ¿Acaso me estuviste stalkeando en mis redes sociales? —Su mano seguía sosteniendo la mía, haciendo que mis mejillas se sintieran cada vez más calientes. Ese era uno de los grandes problemas de mi tez tan blanca, cuando estaba avergonzada mi cara quedaba como un tomate. Me arrepentí de colocarme rubor.
—¡¿Qué?! —Me alteré—. No, no es nada de eso, te reconocí de la foto que tiene Adam en su habitación. —Alcé la voz ante el griterío que inició cuando sonó la canción Do I Wanna Know? de Arctic Monkeys.
—Ah, entonces has estado en la pieza de Adam. Veo que eres más traviesa de lo que creía. Nosotros nos llevaremos muy bien Melissa, ya lo presiento —susurró en mi oído y aceleró sus pasos, sin soltar mi mano de la suya.
—Espera... dónde vam... —No me dejó terminar. Nos abrimos paso entre la multitud, que para el tamaño de la casa se veía que doblaba su capacidad. Mike apartaba con habilidad a la gente que se cruzaba en nuestro camino hasta llegar a la puerta que daba al patio trasero. El trayecto hasta el jardín me dijo bastante del tipo de fiesta en la que estaba. A un muchacho lo vi vomitar en el macetero de una planta, y junto a él había un grupo de jóvenes que estaban drogándose con cocaína. Me sentía por completo fuera de lugar.
Di un paso sobre el césped y mi vista quedó fija en esos ojos curiosos que me miraban con intensidad. Jack, Adam, y las chicas de la fotografía estaban sentados alrededor de una mesa, sobre esta había una gran cantidad de botellas vacías. Solo había una silla desocupada, debía tratarse de la que había ocupado Mike. Me quedé a un lado sin saber qué hacer o qué decir, no quería empezar dando una mala impresión. Mientras se extendía ese silencio incómodo observé a las dos muchachas. El cabello de Charlotte era precioso, sus puntas ondeadas me recordaban a brasas de fuego ardiente, sus cejas perfectamente definidas y sus ojos color avellana le daban una mirada intrigante e hipnotizante. Algo apartada de los demás, estaba Emma, su piel morena con un cutis perfecto, suponía que debía atraer muchos pretendientes, su cabello oscuro le llegaba hasta los hombros y destacaban unos mechones teñidos de un color rosa intenso, casi fucsia.
—¡Traje a la princesa! —gritó Mike, rompiendo el silencio de una manera más que escandalosa. Percibí que tanto Adam como Jack, se percataron de nuestras manos que seguían entrelazadas—. Ah... ¿esto? —Alzó nuestras manos—. Quedé cautivado con nuestra princesa, así que no pude evitarlo.
—Qué asco —habló la pelirroja— ¿Puedes intentar disimular tu excitación, Mike? ¿No ves que llevo una buena racha de Jack Daniels?
«Esa es Charlotte», murmuró en mi oído. Ya lo sabía, recordaba las palabras de Adam.
—Nadie vomitaría por mi presencia, más bien, suelo causar el efecto contrario. —Mike le guiñó un ojo.
—En esta oportunidad, estoy de acuerdo con Charlotte. Suéltala, Mike —habló Adam.
«A él lo conoces muy bien». Volvió a susurrar Mike, de una manera más que insinuante. Y siguió sosteniendo mi mano, pero para aproximarme a la silla que estaba disponible, sus ojos se desviaron a esta como indicándome que tomara asiento.
—No te preocupes, puedo estar de pie —dije dulcemente.
—No, toma asiento —insistió Mike.
—No, en serio —sonreí.
Mike esbozó una traviesa sonrisa, me tomó del brazo y en un movimiento rápido, me dejó sentada en la silla. Intenté levantarme, pero en ese instante, me presentó a Emma. La chica intercambió una mirada rápida conmigo, no parecía feliz, aunque dudaba de que se tratara de mi presencia. Más bien, se veía incómoda por compartir con ellos.
Observé a Jack y la proximidad que tenía con Charlotte, pude intuirlo desde el instante en que ella tomó su mano; la angustia invadiendo mi pecho. Imaginaba que Jack habría tenido novias en este tiempo, pero otra cosa era verlo con mis propios ojos.
Jack seguía despertando algo en mí, no era igual a cómo me hacía sentir cuando éramos niños, era diferente. Cuando lo veía, una sensación recorría todo mi cuerpo, no tenía claro de qué se trataba, solo sabía que era un sentimiento doloroso. Se asimilaba a cuando querías llorar y no podías, a cuando tenías un nudo en la garganta.
—¿Son nov...?
Adam que había estado bastante callado me interrumpió.
—Son hermanos. —¿Qué? Imposible. Jack era hijo único. De igual forma, me sentí asqueada. Nunca debí haber venido, tenía ganas de llorar.
Charlotte soltó a Jack y le dirigió una mirada furiosa a Adam.
—No la asustes de esa manera, solo vivimos juntos.
—Son hermanastros —corrigió Mike.
—Mi padre es el nuevo esposo de su madre, no compartimos sangre —siguió hablando Charlotte.
Sus padres estaban juntos... y Jack... Jack... tenía algo con Charlotte.
—Con Charlotte nunca seremos novios —Jack hizo una pausa. Y Charlotte lo miró con atención, aunque por un segundo su vista pareció desviarse hacia Emma.
Me sentía algo confundida de lo que implicaban esas palabras, y esa reacción.
—Okeeey, perdona princesa eso fue algo intenso ¿te sirvo algo para tomar?
Sí. Adam fue sincero cuando dijo que Mike "era todo un caso" ahora lo comprendía. Le gustaba el drama, de eso no tenía dudas, se notaba en sus expresiones, pero por ahora, se veía inofensivo. Respecto a las muchachas, Emma aparentaba ser la más tranquila dentro del grupo, y Charlotte... me dejó claro que era bastante intensa. No obstante, ninguno de ellos, se me hacía una mala persona.
—Yo no tomo —dije rápidamente.
—Realmente eres una princesa. Por cierto, tengo curiosidad ¿vas a participar en el juego?
La prueba que no tenía ni una idea de en qué consistía. Esperé si Adam me comentaba algo de lo que hablaron en la tarde, pero dado que no mencionó nada, suponía que Jack no les había dicho en qué se basaba.
Asentí con la cabeza en respuesta a lo que preguntó Mike.
Al hacer alusión a eso, Jack habló:
—Respecto a eso, tú vas a ganar.
Era una afirmación. Lo que implicaba que el juego no sería limpio. No fui la única que lo pensó, porque todos se veían bastante intrigados, incluso Emma que antes de esas palabras parecía estar en otro mundo.
—No somos de hacer trampa. —Charlotte destilaba ira.
—Siempre se puede hacer una excepción —dijo Mike con diversión.
—Tendrás una pista —continuó Jack— De seguro, que recuerdas aquello tan importante que nadie más sabía.
La entonación que usó al decir "recuerdas" me dijo lo suficiente. Se iba a referir a alguno de los secretos de nuestra niñez.
—¿Cuál es la pista? —dije cruzándome de brazos.
—El color de las pesadillas. —Fue su única respuesta.
Rojo.
Nunca podría haber olvidado aquellas horribles pesadillas que atormentaban a mi mejor amigo. Lo perseguían y torturaban igual como si se tratase de alucinaciones que en cualquier momento, se transformarían en realidad. Le repetí tantas veces que eso no existía en vano, que me dolía siquiera recordarlo. Asentí con la cabeza, y Jack esbozó una gran sonrisa. Tenía la vista clavada en mí, como si estuviera analizando cada respiración, cada movimiento, en busca de la más mínima demostración de miedo.
Nos indicó que ya debíamos regresar a la fiesta, y sentí cómo un remolino de nervios quería apoderarse de mi cuerpo. No mentiré, me sentía inquieta. Observé a Adam, que había estado demasiado callado durante la conversación. Me miró con compasión y agachó la cabeza, como si lamentara que estuviera en esta situación.
Dentro de la casa, todos se divertían sin ninguna clase de límites o decencia. Intenté abrirme paso entre ellos, pero me empujaron varias veces sin molestarse en pedir disculpas. Advertí a una muchacha que se besaba con un chico. Vestía una preciosa polera que dejaba al descubierto gran parte de su abdomen. Yo no podía vestir esas prendas; cuando alguien bajaba una cantidad considerable de peso, todos la elogiaban, sin hacer énfasis en detalles que quedaban grabados por siempre en la piel. ¿Por qué yo debía lidiar con esas marcas y ella no? Sentí envidia, y luego, repugnancia de mí misma por tener aquellos pensamientos. La envidia, carcomerá tus huesos, Melissa Fields.
Me quedé junto a Emma, intentando dejar a un lado, aquellos malos sentimientos, que solo dejaban al descubierto que por mucho que me esforzara en ser otra persona, seguía siendo exactamente la misma del pasado.
Jack bajó el volumen de la música y dedicó unas cuantas palabras a Tyler. Escuché algunos sollozos mientras él hablaba. Imaginaba que gran parte de las personas que se encontraban en esta fiesta, lo habían conocido. Giré mi cabeza para ver a Emma y me di cuenta de que ya no estaba junto a mí. Por algún motivo, decidió no quedarse a escuchar lo que decía Jack.
Luego, de unos minutos, Charlotte colocó unas cajas en el suelo. Eran seis cajas de distintos colores. Jack anunció que comenzaría el juego de la noche, y que el privilegiado que eligiera la "correcta" tendría el honor de participar en las bromas de este año junto a ellos. Respira Melissa, ¿qué tan terrible podría haber adentro?
Me posicioné inmediatamente detrás de la caja color rojo; la caja ganadora. En ese momento me percaté que Thomas también estaba participando, lo saludé con una tímida sonrisa mientras él se colocaba detrás de la caja color gris. Lo mismo hizo una muchacha de cabello azul, luego, un chico de cabello rizado y ojos verdes. Y así cada uno hasta que todos habían hecho su elección. Jack comenzó a dar las instrucciones. Una vez que empezara a correr el temporizador de un minuto, tendríamos que poner un pie dentro de la caja. Suponía que algo debía haber en mi caja, que señalaría que era la "ganadora". Intenté no pensar demasiado en eso, Jack sabía cuál era mi mayor fobia, pero dudaba que fuera capaz de hacerme algo tan cruel.
Me percaté de que Adam estaba apoyado sobre la pared, tenía su vista fija en mí y movió su boca sin emitir sonido: Ánimo. «Gracias» intenté responderle de la misma manera.
Me saqué mis zapatos y una vez que inició la cuenta regresiva, coloqué un pie dentro de mi caja. Por un instante, creí que Jack me había engañado. No sentía nada fuera de lo común, pero... lentamente se volvieron visibles ante mis ojos y el pánico me hizo perder la cabeza.
Frágil, débil, malvada.
«Su confianza equivalía al mero hilo de una telaraña. Tejía su red de mentiras con habilidad y destreza, aferrándose a esa realidad que no sería capaz de sostenerse en el tiempo. Por más que lo intentaba, no lograba desprenderse de la casa de esa araña. ¡Pobre!, ¡pobre!, exclamaban los ángeles en el cielo, pedían por su alma sofocada y teñida de negro».
—¿Melissa estás bien? —preguntó una voz. Abrí mis ojos y vi a Adam frente a mí.
—Yo... le tengo fobia a las arañas —dije mientras veía cómo arañas de distintos tamaños, subían por mi pierna.
—Quedan treinta segundos —me calmó Adam— me preocupaste, parecías... —No terminó su idea, quizás no encontró las palabras adecuadas para expresarse.
Mis manos sudaban frío, el tiempo transcurría más lento que nunca. Restregué mis manos en mi vestido, quitándome el sudor de ellas y dirigiendo un rápido vistazo a aquellas arañas que cada vez se acercaban más a la altura de mi abdomen.
En la pared, frente a mí colgaba un pequeño espejo. Me vi a mí misma, mi piel pálida, el color propio de una descompensación o una enfermedad. Una gota de sudor recorría el borde de mi frente, y mis manos temblorosas delataban que por dentro, me estaba muriendo. Mi imagen era repulsiva.
Jack anunció que el tiempo había terminado. Las personas que estaban junto a mí soltaban bufidos de decepción al no haber ganado. Pese a que ya había terminado el juego, me quedé quieta. No sabía qué hacer con esas malditas arañas que seguían avanzando por mi cuerpo. Agradecí que Mike ya se aproximaba a mí, se agachó y sacó cada araña, una por una, dejándolas en una especie de recipiente. Estaba por terminar cuando una voz irrumpió el ambiente.
—¡No se dispersen! —gritó Jack— felicidades, Melissa —se dirigió a mí— imagino lo emocionada que debes estar por la noche de Halloween. —Su ironía era más que evidente.
—Sabes que mi motivación es otra —susurré mientras Mike me quitaba la última araña de mi cuerpo, y se quedaba a un lado mío.
Adam se posicionó del otro lado, como si estuviera respaldándome.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál sería tu motivación? —se burló Jack mientras se acercaba a mí, quedando a tan solo unos centímetros de distancia.
—Recuperar lo que tuvimos en el pasado —respondí con el corazón a mil por hora.
Jack comenzó a reírse como si se tratase del mejor chiste que hubiese escuchado. Sus ojos brillaban con intensidad y euforia; tuve un mal presentimiento. Sin previo aviso, besó mis labios. Su beso no fue suave ni dulce. Invadió mi boca con desesperación y agresividad, como si de esa manera quisiera recordarme algo; como si quisiera dejar un mensaje grabado en mi boca cargado de desafío y odio.
Mis ojos se quedaron muy abiertos, mientras éramos el foco de atención de toda la fiesta. Pasé tanto tiempo añorando este momento con él, pero jamás pensé que se daría de esta manera.
Una vez que me soltó, murmuró en mi oído:
—Te odio.
—Tú no eres Jack. —Fue mi única respuesta.
—Sigue engañando a todos —respondió en voz baja— tú destruiste mis esperanzas. Lo que me hiciste fue cruel, y un día todos se darán cuenta de cómo eres realmente.
Me asusté, y obligué a mis pies a moverse, manteniendo la cabeza baja. No quería ver la expresión que tenía en su rostro. A los pocos segundos me giré sobresaltada. Adam había iniciado una discusión con él, armándose un alboroto. Mike intentaba interceder, colocándose en medio de ambos.
Traté de acercarme, pero unas manos taparon mis ojos.
—Se te acabó la fiesta princesa.
𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇
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