9. Madelaine II: La última carta (Parte I)
N. de A.: Aquí está un capítulo que deseaba publicar desde hace años porque me estaba matando no poder hablar de ciertas cosas que al fin van a revelarse. ¡Estoy tan nerviosa como emocionada!
He perdido la cuenta de las veces que lo habré reescrito y cada cual, más diferente que la anterior. Pero quería un capítulo perfecto y no había manera de quedar satisfecha. Jezz es testigo de mi frustración xD. Ya, tras varias semanas sin hacer otra cosa prácticamente que trabajar en el capítulo y frustrarme muchísimo, he decidido por mi propia salud mental que lo publicaré de una vez como lo tengo porque de verdad me estaba volviendo loca jajajajaj.
PD: Aghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh odio a Wattpad!! No sé qué pasa que le ha dado por juntarme las palabras y por más que edito y las separo, me las vuelve a juntar T-T Alguien no quiere que disfrutéis de este capítulo. En fin, he separado todo otra vez y ya parece que si queda bien.
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Recuerdo bien lo que estaba haciendo en el momento en que se anunció públicamente la caída del tirano Kra Dereth: pateaba los traseros de unos asesinos. Las tropas del Rey Hechicero estaban a punto de invadir el bosque de Breogán. Pero todavía no había dado la orden.Las personas más sensatas aguardábamos a que Elatha Pinpetos de la Luna Carmesí cambiara de opinión y dejara de apoyar al tirano. Las cosas estaban tensas, sobre todo porque ninguno de los dos bandos parecía ya respetar las fronteras de los mapas. Mas la esperanza aún flotaba en nuestros agitados corazones.
Entonces, esos idiotas tuvieron que atrapar a unas hadas y abusar de ellas. Yo pasaba, de pura casualidad por allí, recolectaba hierbas para luego preparar mis pócimas curativas. Durante todo el conflicto me había mantenido neutral, y así quería permanecer hasta el final. Las hadas de Breogán me conocían. Sabían que yo respetaba su bosque,que pasaba de las ambiciones más comunes.
Pero toparme con un atajo de gilipuertas abusando de unas muchachas inocentes iba más allá de las alianzas de esta guerra. Al fin y al cabo, mi trabajo consistía en matar demonios. Y mis espadas conocían la sangre de demonios más guapos y más inteligentes.
Memorias de un Humilde Cazador de Demonios.
MADELAINE II: LA ÚLTIMA CARTA
Éste es un capítulo un poco extraño para mí. No para quienes estáis leyendo la historia completa, porque cosas más extrañas han pasado y pasarán, pero para mí lo es y bastante, porque, por un lado, era el momento en que empezaba a darme cuenta de que había estado prejuzgando a Manolo desde que le conocí hacía ya varios años, y por otro... bueno, nos ponemos a filosofar sobre una serpiente marina y Adri nos deja una imagen muy ominosa y difícil de olvidar en el capítulo donde se hacen fuertes revelaciones y regresan los pepinos malignos.
Pero empecemos por Manolo y mi injusto juicio hacia su valiosa amistad.
A mi favor, estaba acostumbrada a los cuentos de hadas y, en ellos, los gnomos siempre tenían un papel bastante estereotipado y secundario.Así que siempre había dado por hecho que Manolo era un cursi y un flojo que solo pensaba en cultivar flores y cocinar pasteles.
Sin embargo, ahora que me hallaba en su cabaña, aunque estaba muy fumada, no me pasó desapercibido que su salón se hallaba repleto de libros de filosofía, música y conocimientos medicinales.
—¿Cómo es posible que al tirar de esta cuerda de aquí, una serpiente submarina gigante haya salido disparada contra Idril? —pregunté, conteniédome una sonrisa malévola. Afuera, había empezado a llover y las gotas repiqueteaban contra los cristales.
—Ah, era Demerséfone.
—¿Tiene nombre? ¿Se lo pusiste tú?
Manolo volvió a llevarse la pipa a sus labios e inhaló el humo mezclado con flores. Lo expulsó dibujando anillos de tonos rosados y violetas.
—Oh, no. Las centáurides y los centauros la dejaron a mi cuidado. Era importante que tuviera un nombre.
¿Quién, en su sano juicio, confiaría en alguien tan apacible como el gnomo para dejarle al cuidado de su mascota diabólica? A mi mente llegaron imágenes demasiado disparatadas incluso para mi salud mental de Dini jugando con Demerséfone en el lago.
—¿Por qué es importante eso? —Tenía que arrancarme esas imágenes de la cabeza como diese lugar.
Un destello de satisfacción en sus ojos me hizo comprender que le emocionaba que le preguntara por estos temas, ya que así podría demostrar su sabiduría.
—Porque las cosas que más tememos, son aquellas que no se pueden nombrar o categorizar —Ay, se me había puesto profundo y yo no quería quedar como una humana lenta e ignorante. Le dejé continuar, al fin y al cabo me había curado los oídos y le estaba sumamente agradecida—. Demerséfone es la manifestación del miedo, ignorancia e intolerancia, es decir, M.I.I. Así que, en el momento en que le pusieron un nombre y la clasificaron, dentro del género de las criaturas monstruosas, como una hidra monocéfala, bueno... —sus pupilas centellearon—. Se hizo mucho más manejable, más fácil de intentar comprender y manejar y, por tanto, someter.
Aunque entendía lo que Manolo estaba intentando explicar, no me parecía justo que culparan a la pobre serpiente de todo. Tal vez porque me caía bien por asustar al insufrible de Idril.
—Pero sigue habiendo miedo, ignorancia e intolerancia entre los centauros. ¡Demerséfone es solo una serpiente marina!
—Es un símbolo, Maddie. Demerséfone es la encarnación de todos esos conceptos abstractos, su materialización. La serpiente es una criatura tangible. Así, se nos crea la idea de que dominando a Demerséfone, dominamos a M.I.I. Que es lo que conduce al odio.
—Pero si los centauros son los primeros que se odian entre ellos, ¿no? Los de Luz llevan años en guerra contra los de Oscuridad. Y la serpiente no tiene la jodida culpa de sus dramas.
Sobre toda esta guerra entre la Luz y la Oscuridad, la conclusión a la que había llegado hacía mucho era que luchaban por dotarle de alguna clase de sentido a sus vidas. Al fin y al cabo, los centauros llevaban atrapados ciento ochenta años allí en Léiriú si lo que el Joker nos había contado resultaba cierto.
Recordaba aquella desapacible tarde otoñal, como la de ahora, solo que estábamos los tres vengadores secretos reunidos en nuestro escondite tomando chocolate caliente y churros. Nunca toméis churros con el ridículo del Joker si no queréis soportar sus múltiples comentarios cargados de dobles sentidos.
—Si he entendido bien, vamos a enviar a Manolo y a K. D. a las ruinas encantadas. ¿De verdad es necesario? —cuestionó Adri seleccionando un churro ni muy tostado ni muy blanco.
Lo untó primero en el azúcar, después, lo introdujo en el chocolate espeso, con cuidado de no mancharse los dedos. Lo removió un par de veces siguiendo la dirección de las agujas del reloj y se lo llevó a la boca, también haciendo gala de su gran elegancia para no derramar ni una gota de chocolate. Con todo, una se cayó, pero logró atraparla con su lengua. Los dientes desgarraron la masa crujiente y al tragar, hizo un ruido gutural que al Joker y a mí nos produjo estremecimientos. Se relamió los labios como colofón final. Y todo, para decidir que prefería su tabaco.
—Así que te gustan tostaditos, pero no demasiado negros —comentó el Joker, aparentando su jocosidad habitual. A diferencia de Adri, él se había pringado por completo los dedos y ahora se los rechupaba sin ningún pudor—. ¿Cómo cierta hada oscura? O mi p...
—Te he hecho una pregunta —le cortó acompañando sus frías palabras con una dura mirada mientras se liaba un cigarrillo.
Yo me sonrojaba en silencio, ocultándome en un periódico que fingía leer desinteresadamente. En realidad, había rodeado con tinta roja el nombre del maldito Gelsey cada vez que aparecía —unas diecisiete veces— y los había tachado y pintarrajeado con toda clase de garabatos.
—...Sí, es eso. Me emociona que me prestes atención, querido Adri..— Éste le lanzó una mirada hosca, obligándole a que continuara—. Y claro que es necesario. Maddie quiere la Rosa Dorada.
El Joker aquel día llevaba un traje azul marino ribeteado con hilo plateado. En su mejilla destacaba un ave con las alas extendidas hasta cubrirle un párpado pintada en azul muy oscuro, casi negro.
—¿Y qué le vas a decir al principito sobre K.D.? —intervine.
—¿Qué le voy a decir? —inspiró hondamente hasta casi dejar los ojos en blanco—. Que es su padre.
Adrian negó con la cabeza y yo, me temí lo peor.
—Vamos a ver. Te mueres por reencontrarte con Idril de una maldita vez y por recuperar tu capa, pero nos has hecho ya retrasar la operación tres veces. Esta vez, con la excusa de no se qué rosa dorada y de llevara Idril a Léiriú para que espabile de una vez...
—Por eso deberías devolverme la capa cuanto antes, pero te niegas.
—Te diré sin miramientos lo que creo —prosiguió el íncubo, agitando tan fuerte el cigarro que sostenía que lo apagó—. Eres un cobarde. Estás alargándolo todo al máximo en vez de enfrentarte a la realidad.
—Adri... —Traté de detenerle porque la conversación se había puesto muy peligrosa de repente. No quería que el Joker desapareciera por otros diez meses.
—¡Pareciera que no quieres en realidad que Idril se reúna con su padre!
Se hizo el silencio. El Joker se limitó a agachar la cabeza, ocultando su mirada escarlata en el chocolate. Intenté captar la atención de Adri que me estaba ignorando deliberadamente. Sus cejas se arquearon cuando aspiró el cigarro apagado y se dio cuenta de que algo fallaba.
—Bien. Entonces no queréis ir a Léiriú. No queréis la Rosa Dorada —habló finalmente, sin desclavar los ojos de la taza.
—¡Yo no he dicho eso! —exclamé.
—Y yo tampoco. Solo... te lo digo como tu amigo, Joker. ¿De verdad es necesario todo esto? ¿Es necesario ir a Léiriú?
—Claro que sí. ¿Dónde queda vuestro espíritu aventurero, eh? —inquirió un poco más relajado, todavía sin mirarnos a la cara—. ¿Acaso no tenéis curiosidad por saber qué hay en ese lugar?
—Claro que sí. ¿Qué hay en ese lugar? —pregunté, mojando un churro.
—Centauros y selva, eso es lo que nos ha dicho —se adelantó Adri.
—Y la Rosa Dorada —agregué.
—¡Al descontextualizar las cosas, las estáis simplificando gravemente!—se hizo el ofendido—. Todo tiene sus complejas relaciones.
—¿Y cuál es la relación entre los centauros, la Rosa Dorada e Idril?—cuestionó Adrian, mordaz.
—La historia de la Rosa Dorada... Os la contaré otro día, no es importante. Lo fundamental es que está ahí—. Ellette, no quería pensar ahora en ella. Lo comprendía y esperaba que Adrián también, aunque sí que me gustaría conocer más sobre aquella historia.— Los centauros... bueno, ellos no tienen nada que ver, pero resulta que, por casualidades de la vida, están ahí...
—Guau,qué relaciones más complejas —ironizó el íncubo.
—Adri... Estás más sexy comiendo churros.
¿Pofqué no nof cuentaf la historia de efe lugaf? —pregunté, con la boca llena—. Hafe mufo que no nof cuentaf una de tus historiaf.
—Maddie, por favor, no hables con la boca llena. Es de pésima educación.
¡Encima que le ayudaba! Tragué.
—¿Y tú te has visto cómo comes los churros? ¡Tienes chocolate hasta en la frente!
—Si fuera tan valiente con Idril como lo es con el chocolate, quizás el chico tendría una mejor imagen de él.
El Joker le fulminó con la mirada. Una de sus manos se dirigió a la vaina en la que guardaba sus dagas mágicas mientras fingía que se limpiaba las manos.
—Déjalo entonces. Veo que lo que necesitáis mejor es iros a una habitación de una vez —claudiqué acercándome la fuente con los churros—. Yo me comeré los demás.
—No voy a irme a ninguna habitación con ese íncubo malvado y desconfiado. Hombre de poca fe —proclamó cruzando los brazos, haciéndose el ofendido.
—¿Malvado?—repitió el aludido, indignado—. Lo de desconfiado, por supuesto. ¿De qué otra forma quieres que sea sino? Todos tenemos nuestros secretos, pero lo tuyo está a otro nivel y nos estás arrastrando a tu locura. Lo mínimo que pido es saber algo más sobre esa locura, para atenerme a las consecuencias.
A pesar de que estaban discutiendo, me alegró saber que a Adri ni se le pasaba por la cabeza abandonar el barco. Iría con nosotros hasta el final, fueran cuales fueran las consecuencias de semejante locura.
—Ya la averiguarás, así será más emocionante —insistió el Joker, testarudo.
—Anda, Joker —volví a intervenir, colocándole un churro mojado en chocolate ante la boca—. Cuéntanos la historia de ese lugar, me gusta cómo cuentas las cosas. Y Adri, no le presiones demasiado. Quién sabe, quizás cuando vea al principito de cerca no se puede resistir ante esa melena plateada taaan divina y a esos ojos claros como el cuarzo del amor y acelera las cosas. —¡Uff! Se me removieron las tripas por lo que acababa de decir y casi se me quitan las ganas de seguir comiendo.
Tras resistirse malamente al churro que le estaba ofreciendo, finalmente abrió la boca y mordisqueó solo la parte del churro recubierta de su amado chocolate.
—No sé por qué le tienes tanta manía. No tiene nada que ver con el padre de quita y pon ése que tiene. Es un buen chico.
—Claro, como un hurón cruzado con un cocodrilo. Anda, vamos. ¡Cuéntanos la historia de esas ruinas!
—Qué pesada eres...
El Joker suspiró en silencio mientras terminaba de tragar, cogió una botella de brandy y pegó un largo trago. Adri se recostó en el sillón refunfuñando y liándose otro cigarro, mientras esperaba a que el Joker empezara de una vez. Yo hinqué el codo en la mesa y apoyé mi cabeza, expectante.
—Tras la caída de Kra Dereth, el Concejo Mágico se obsesionó con convertir al temible elfo en una sombra... —empezó a relatar, todavía dándonos la espalda. En mi interior, brinqué de la ilusión que me hacía que accediera a relatarnos otra de sus historias—...Siempre acechante, mas nunca tangible.
Gotas del dorado líquido resbalaron por su mentón.
»Temían que el lugar donde un vez vivió, se convirtiera en un lugar de culto para fanáticos de la Oscuridad, así que resolvieron aislar este fragmento de tierra, llevándolo a otra realidad mediante poderosísimos hechizos. —Con sus manos, empezó a crear sombras con formas similares a un caballo que danzaban al rededor de las tazas—. ¿Los sacrificados? Los centauros que ya vivían en esas tierras siglos antes de que todo este lío sobre el magnabuloso Kra Dereth comenzara.
¿Qué habría realmente en Léiriú como para molestarse en invertir tanta energía mágica en aislar un pedazo de tierra? ¿Sería por la profecía? ¿Acaso los el Concejo la conocían? No, no podían conocerla. No habrían permitido a Idril existir.
»Se les concedió el titulo honorifico de guardianes, ellos se encargarían de custodiar este pedazo de tierra olvidada para que nadie encontrara los restos del mayor tirano jamás concebido... Y también el más sexy. En fin, como si eso tuviera algún sentido.—Él parecía sumamente irritado y yo le supliqué con la mirada que prosiguiera, que estaba intrigada. Adri escuchaba y fumaba sin hacer ningún comentario—. Puesto que no hay mucho que custodiar realmente, desde entonces se dedican a matarse unos a otros para matar el aburrimiento. Fin. Bueno, al menos hasta que lleguemos nosotros a volver a poner las cosas interesantes.
—¿Y eso es todo? —pregunté—. ¿Unos tíos bestias con la mitad de cuerpo de caballo pegándose espadazos desde hace casi ciento ochenta años?
—Hay centauros mujeres también. Quién sabe, quizás así ese gnomo encuentra el amor de una vez y deja de acosarte.
—¡Cómo si no os viniera bien aprovecharos de sus sentimientos!
Si no fuera por eso, no habríamos conseguido nunca una de las reliquias feéricas que necesitábamos y nadie podría vigilar a K. D.
—No lo expongas de esa forma, suena muy feo —me recriminó el Joker, haciéndose el ruborizado.
—He oído también que ahí yacen los restos de los héroes que derrotaron a Kra Dereth —me atreví a agregar.
—Has oído mal —alegó llevándose las manos disimuladamente hacia la vaina de sus dagas mágicas.
—Yo también había oído algo así —aportó Adri.
No me pasó desapercibido cómo el semblante del sombrerero se ensombrecía más y más.
—Pensé que a estas alturas ya os había quedado claro cómo fue derrotado Kra Dereth.
—Pues por eso quería que nos aclararas... —alegué en el tono más conciliador que supe adoptar.
Un relámpago cayó no muy lejos de allí, haciendo que todo el bosque se sorprendiera y cegándonos por unos instantes. El Joker prosiguió sin inmutarse.
—Lo que yace en esas tumbas son los restos de unos idiotas que se creyeron que podían derrotar a Kra Dereth.
—Todos los héroes caen si luchan contra el enemigo equivocado —recitó Adrián aquel viejo proverbio élfico.
—Exacto. Y Kra Dereth era un enemigo invencible. No tenían ni una jodida oportunidad.
Tenía la mandíbula tan tirante, que el ala de su mejilla estaba a punto de echar el vuelo.
—¿Entonces eso es un bosque encantado? ¿Os imagináis que está lleno de pepinos malignos? —pregunté con la intención de aligerar la atmósfera.
—¡Pues ten mucho cuidado porque los pepinos malignos prefieren atormentar humanas entrometidas!
—Curioso, porque yo he oído que los pepinos malignos prefieren a los hombres que se beben el chocolate de los demás sin permiso.
—Yo he oído que prefieren a las que se meten los churros enteros en la boca...
Y seguimos tonteando un rato más sobre las víctimas que preferían los pepinos malignos. Adri se fumaba tranquilo su tabaco mientras nos observaba divagar. Las aguas parecían calmadas una vez más, aunque, afuera, el viento siguiera haciendo traquetear a los árboles. Y, de pronto, el Joker dio un fuerte empujón y tiró al suelo todas las cosas de la mesa, produciendo un gran estrépito. Me quedé paralizada, con el corazón sobresaltado. El macabro bufón nos dio la espalda y se dirigió hacia la ventana.
—Está bien, los pepinos te dejarán en paz... —susurré bastante aterrorizada. Aquel ser tenía que aprender a controlar su ira, no podía andar por la vida teniendo aquellos arrebatos de furia.
Adrian más bien lo contemplaba todo con un interés silencioso.
—Ellos se lo buscaron —proclamó el Joker de repente—. Si fueron idiotas, ¿qué culpa tengo yo?
Al estar vuelto hacia la ventana, no podíamos verle qué expresión tenía. Si de furia o, tal vez, de pesar. ¿El Joker apesadumbrado? Qué va, imposible.
—Nadie ha dicho que tengas la culpa de nada —rompió Adri su mutismo.
—Lo sé. Solo me estaba adelantando a los hechos... Pero quería que al menos vosotros lo supiérais. Ellos se lo buscaron.
Le agradecía que se sincerara con nosotros. Era muy extraño que nos abriera un poco sus sentimientos, los cuáles se esforzaba por mantener confinados bajo capas y capas de dolor y resentimiento.
—Iremos a Léiriú, pues —afirmé—. ¡A Gelsey será el que atormenten los pepinos malignos!
Me solté del Joker y crucé mis manos, formando un aspa, tendiéndoselas a ambos para que me agarraran de las manos. Pensé que me ignorarían, pero Adri se acercó hacia nosotros y me imitó, tomando mi mano y esperando a la del Joker.
—Iremos a Léiriú y que sea lo que el destino quiera —aceptó Adrian.
—Una cosa más —agregó el bufón—. Prometedme una vez más que no le contaréis a nadie lo que sabéis sobre mí. A nadie. Dejadme que yo trate con Idril como estime más conveniente.
Tragué saliva una vez más y cerré los ojos.
—Lo prometo.
—Sólo te estaba dando un consejo..., pero haz lo que quieras. Lo prometo.
—Bien,os llevaré a Léiriú entonces.
Cortó sus palmas con un ágil movimiento en el que las dagas apenas tuvieron tiempo de titilar como estrellas fugaces y nos agarró delas manos fuertemente. Lejos de perturbarme, me sentía feliz. Feliz porque tenía buenos amigos. Con ellos, no volvería a sentirme sola nunca más.
—¿Porqué algo me dice que no nos has contado lo peor? —inquirió Adri.
El Joker sonrió con franqueza.
—No voy a spoilearos la parte más emocionante y sorprendente. No soy un bocazas.
Algo cambió que le hizo tensarse súbitamente. Su desarrollado oído había captado algo. Aquello sólo podía significar que algo muy grave estaba pasando.
—¿Qué ocurre? —pregunté.
—La guarida está protegida por hierro, no puede encontrarnos ningún feérico —nos recordó Adri.
Eso no bastó para tranquilizar al Joker, quien salió al exterior casi tan rápido como una centella, olvidándose incluso de la mancha de chocolate en mitad de su frente. Adri y yo le seguimos, temiéndonos que hiciera alguna locura.
A pesar de la que estaba cayendo, le encontramos refugiado tras unos matorrales.
—¿Qué diantres...?
—Shhh —me mandó callar.
—...Gelsey,nos hemos alejado demasiado del palacio. ¿No había otro día con mejor tiempo para esta excursión?
Erala voz de Idril. El corazón me pegó un vuelco al escuchar que Gelsey estaba con él.
—Por eso hoy es un buen día. La lluvia ocultará mejor nuestras acciones.
Ese acento era inconfundiblemente suyo, aunque se le había suavizado un poco a lo largo de los años viviendo en Llyr. A través de los huecos de las ramitas alcancé a vislumbrar un poco el imponente cuerpo del silfo. Él iba cubierto con una pesada capa con hojas oscuras pegadas a ella que le confería el aspecto de una criatura encantada de los bosques. Idril, sin embargo, solo llevaba sus finas ropas de príncipe y se le estaban calando y llenando de fango.
—Puedo sentir que esta zona está llena de hierro, no me gusta —seguía protestando el principito.
—De eso se trata, así no tendremos miradas entrometidas fisgoneando lo que hacemos. Créeme, preferirás que no te vean en este estado...
Mi mano se había hundido en la tierra blanda. La quité en cuanto recaí en el caracol que tenía al lado. Era gordísimo. El olor a tierra mojada, lluvia, vegetación, me envolvía como una nana y se entremezclaba con la propia fragancia de Gelsey que nunca había sabido describir de forma exacta. Gelsey olía a... Gelsey. A criatura fuerte y peligrosa. Como a bosque de cipreses cuando sus ramas eran agitadas por el viento, masculino como el cuero, con un toque de menta fresca, sensual y exótico como la madera de sándalo, incluso un poco picante como el jengibre y la pimienta. Era lo más cerca suyo que había estado durante décadas.
—¿Qu-qué estado?
Gelsey no se hizo de rogar más. Con un enérgico gesto, unas gruesas raíces brotaron del suelo y se enroscaron por todo el cuerpo del príncipe,inmovilizándolo.
—¡¿Qué vas a hacerme?!
—Si le pone un dedo encima... —susurró el Joker.
—Nos van a descubrir.
Por fortuna, el que tenía el oído desarrollado era Idril y él andaba bastante ocupado muriéndose de miedo como para detectarnos.
—Este entrenamiento es muy importante, Idril. Es fundamental saber cuánta magia puede aguantar tu cuerpo, y aumentar tu resistencia.
—Pero si siempre me insistes en que contenga mi magia. ¡Jamás necesitaré soportarla!
—Precisamente. El día que necesites usarla, no sabrás cuánto puedes aguantar. Y ese día no te quedará más remedio que usarla. Si quieres sobrevivir, tienes que volverte más resistente. Cuánto más resistas, más magia podrás soportar.
Gelsey se cortó su propia palma de la mano y con la sangre, le trazó una runa en la frente.
—Magia de sangre —comprendí.
El Joker estaba de los nervios y si no se había abalanzado ya sobre ellos, estaba segura que se debía a que Adrián estaba manipulando su estado de ánimo.
Gelsey sacó del interior de su capa unas figuritas enigmáticas. Parecían hechas de jade o malaquita, aunque algo me decía que en realidad debían de ser de algún material mágico. Las colocó alrededor de Idril, en forma de cruz estando el híbrido colocado en el vértice. El príncipe se retorció, consiguiendo solamente que las raíces le apretaran con más fuerza.
A continuación, Gelsey le gritó a las densas nubes sobre sus cabezas unas palabras en alguna lengua mágica y salvaje. Las estatuillas empezaron a emitir una luz verdosa y, entonces, Idril se quebró y sus gritos se extendieron por todo el bosque, sacudiéndose en violentos espasmos.
—¡Lo mato! —exclamó el Joker.
Si Gelsey no lo oyó, se debía a que los bramidos de Idril se imponían por encima de todo lo demás. Esas estatuillas estaban emitiendo una energía que le estaba quemando.
—Contente o echarás todo el plan a perder —le rogué al Joker, abrazándole muy fuertemente para que no hiciera ninguna locura—. ¿Recuerdas? Léiriú, la Rosa Dorada...
—¡Suéltame, Maddie!
—¡¡Por favor!!
—Voy a aumentar un poco más la potencia —anunció el malvado silfo.
—Joker, por favor, aguanta.
—Gelsey, por favor... ¡Para! —le suplicaba a su padrastro como podía, a pesar del intenso dolor que se extendía por todo su cuerpo—. ¡Soy demasiado débil, no puedo soportarlo!
—¡Deja de lloriquear y concéntrate!
El aumento de potencia desgarró todavía más al príncipe mitad de Luz, mitad de Oscuridad, y un desagradable olor a carne quemada me hizo percatarme de que le estaban saliendo quemaduras en la piel.
Yo me rehusaba a soltarme del Joker, quien estaba fuera de sí, retorciéndose y pataleando para liberarse, a la vez que sus brazos golpeaban el aire en una necesidad imperiosa de golpear algo. A Adri le sangraba la nariz y tenía los ojos muy fijos en el silfo.Comprendí que tenía que estar intentando hacerle algo a Gelsey para que parara.
—Le arrancaré la piel con los dientes, le haré tragar ácido, echaré mercurio en sus ojos...
—Ya,ya... Idril tiene la sangre de Kra Dereth, podrá con esto... y cuando estemos en Léiriú, donaremos el pene de Gelsey a las centauras y celebraremos nuestra victoria. Porque ya no estás solo. Somos amigos, ¿de acuerdo?
Me agarraba tan fuertemente al Joker, que no sé cómo le dejaba respirar. No me importaba. Seguí susurrándole palabras de alivio al oído, aunque era consciente de que poco consuelo podían darle en esa situación. Maldita sea, Gelsey se había vuelto más despiadado de lo que había imaginado.
Nos caímos al barro, sobre el enorme caracol. Seguí aferrada a él como si me fuera la vida en ello. No había feéricos en la zona, así que no podían oír el sufrimiento de su príncipe, e incluso la luna, en cuarto creciente, y las estrellas tenían un manto de espesos nubarrones que les impedían ver lo que sucedía allí abajo. Pero eso no quería decir que no hubiera más testigos que nosotros. Cada planta, cada animal, cada insecto, se habían tensado y sufrían estremeciéndose también junto a su Protector. Nunca había sentido una atmósfera más densa y cargada.
Poco a poco, los gritos de Idril menguaron. Gelsey había detenido la tortura. No lucía muy convencido de ello, pero sí se le notaba algo más abatido. Quizás Adri había tenido éxito influenciando a alguien tan terco como Gelsey, el caso era que volvió a guardar las figuras y liberó a Idril, atrapándolo entre sus fornidos brazos a tiempo de que se cayera al fango. El chico se había quedado inconsciente y su padrastro le aplicó un ungüento sobre las quemaduras. Por un momento, le vi a punto de ponerle su capa, pero cambió de opinión y simplemente se lo cargó sobre su espalda, poniendo esmero en no mirarle. En silencio, echó a caminar de vuelta hacia el palacio.
Me sentía como si acabara de luchar contra una estampida de toros.
—¡Le tenía tan cerca! —seguía protestando el Joker, ardiendo de rabia—. Habríamos podido acabar con todo en un momento.
—Pues es lo que intentaba decir antes... ¿para qué aplazarlo unos meses más? —Adri también jadeaba por el esfuerzo y se había quedado pálido.
—Si le hubiésemos matado ahora, adiós al plan del torneo mágico —les recordé.
—¡Qué mierda importa!
A mí sí me importaba. El Joker me había puesto la miel en los labios al hablarme de la Rosa Dorada.
—Hemos esperado todos estos años. Podemos esperar un poco más.
El Joker no me habló en semanas. Eventualmente, se le acabó pasando. En el fondo comprendía que era mejor que aguardáramos a lo que pasaría en Léiriú, que obtendríamos una victoria mucho más satisfactoria, o, al menos, eso nos esforzamos en creer. Porque ambos sabíamos que de no haber sido él un cobarde, habría podido deshacerse de mí y quedar como un héroe ante Idril. Pero no se atrevió. Dejó que mis palabras actuaran como un bálsamo paralizante. En Leíriú se desenlazarían todos los nudos.
Poco a poco fui regresando a la cabaña de Manolo con sus característicos olores a flores y té, su tapicería respetuosa con el medio ambiente y sus cientos de libros.
—Yo creo que el verdadero odio de los centauros es para el Concejo Mágico —le respondí al gnomo finalmente, pues debía de estar preguntándose qué me pasaba por la cabeza que tardaba tanto en concluir.
—Empiezas a hablar como los seres de Oscuridad —me dijo esbozando una cálida sonrisa.
Tal vez porque me había juntado demasiado con Adri y el Joker. La verdad era que, en ese momento, no me apetecía filosofar, sino simplemente relajarme un poco. Aquella charla me había dejado una sensación desagradable que se extendía por todo mi cuerpo, haciéndome sentir muy pesada y frágil, aunque la tormenta parecía haber cesado y el cielo volvía a despejarse. Recordar mis momentos con esos dos idiotas siempre solía ponerme de buen humor, pero pesaba sobre nuestras cabezas una sombra que me era difícil ignorar desde que había llegado a Léiriú. No estaba segura de qué podía tratarse, aunque sospechaba que tenía que ver con decidir de una vez qué haría con el torturador de Gelsey y un poco de miedo ante lo que haría si conseguía la Rosa Dorada.
—¿No me digas que has estado leyéndole esos libros de filosofía a Dini?—le pregunté a Lolo tratando de pensar en cosas más alegres.
Él adoptó rápidamente la expresión de culpable y, por un momento, creí que le había preguntado por las hadas caníbales que me había enterado que existían en Léiriú y me confesaría sus crímenes sexuales.
—Él mismo me lo pidió, mi florec... Maddie. Nuestro hijo está en la edad de...
—Nuestro hijo simbólico —le corregí. Al menos ya se le había metido en la mollera que estaba harta de diminutivos y nombres ridículos.
—Nuestro pequeño, ya no es tan pequeño. Solía leerle un cuento siempre, pero tiene mucha curiosidad y sed de conocimientos. Por ejemplo, la última vez que le pude acostar, me pidió que le explicara la diferencia entre los seres de Oscuridad y los de Luz.
¡Nunca se era lo suficientemente mayor como para dejar de disfrutar de un buen cuento! ¡Nunca! ...Al no ser que fueras una persona desengañada, como yo, que había aprendido por las malas a no creer en ellos.
—¿Y qué le contaste?¿Qué unos visten de cuero negro y los otros, de seda blanca?
—Aparte de los gustos estéticos que no está bien generalizar porque se cae en estereotipos... — Ahí él tenía razón. Los de Oscuridad malos y guapos solían ser más sexys, pero ahí estaba Gelsey que era de Luz... —. En el ámbito de la filosofía, las criaturas de Luz defienden el orden, porque mediante el orden se puede volver a la naturaleza más predecible, que se la considera tradicionalmente caótica y salvaje. — A las criaturas de Luz les encantaba hablar del orden, de que había que defenderlo, sobreprotegerlo. Les gustaba que fuéramos predecibles, controlables, ordenados— . Las de Oscuridad, defienden el caos. Pero al final, también buscan someter a los demás mediante la imposición del más fuerte o el más astuto. Luz y Oscuridad son las dos caras de una misma moneda, y por eso, en el fondo, se comprenden a la perfección, puesto que ven y entienden el mundo de la misma forma.
—Aún no puedo creer que pertenezcas a la Corte de Oscuridad —le confesé, tratando de no turbarme mucho por su mirada bicolor, con un ojo tan verde como el musgo y el otro, castaño con motas doradas.
—Durante mucho tiempo, yo y muchos gnomos nos declaramos neutrales, sin darnos cuenta de que la neutralidad no existe; ser neutral significa no hacer nada para cambiar la situación.
Con unos argumentos muy parecidos, había logrado convencer a Adri de que se uniera al grupo rebelde.
—Así que al final, podéis elegir a qué Corte servís. No es algo que el destino pueda determinar.
La sonrisa de Manolo, entonces, se volvió una mueca cosida de melancolía. De repente, me encontré preguntándome acerca de lo que pasaba por su cabeza para que se pusiera así.
—Oh, precisamente al contrario. Si el destino quiere que seas de la Oscuridad, da igual que nazcas en la Corte de Luz. De todas formas, yo soy un heterodoxo, cuchif... Maddie. No veo las cosas como ninguno de ellos. Y, por eso, supongo que ambos bandos me odiarían si escucharan mis ideas.
—Creo que has estado leyendo demasiados libros de filosofía —comenté medio en broma, medio en serio, dejándome hundir más en los mullidos cojines.
—Tienes razón. Ya es hora de pasar a la acción para aplicar todos estos conocimientos. No pueden volverlos tiempos oscuros, Maddie. Nosotros somos demasiado jóvenes para haberlos conocido, pero aun así... sé que no quiero que las cosas vuelvan a ser como en tiempos de Kra Dereth, o peores.
—Pero Kra Dereth.... —empecé a protestar.
—En los tiempos de Kra Dereth, reinaba el odio. En las noticias de la época, solo salían titulares sobre las atrocidades cometidas por el elfo oscuro, mas lo cierto es que todo el mundo cometía atrocidades en esa época, excusándose en M.I. I., . Eran tiempos de mucho odio. No podemos volver a ellos.
Le contemplaba dar su discurso en silencio, con los últimos rayos de aquel largo día inflamando su cabellera y su barba pelirrojas y,también, afilando sus rasgos por el efecto óptico de las sombras.
Era fácil criticarnos a las personas por estar llenas de odio cuando habían tenido una vida idílica o al menos, bastante tranquila. Típico de intelectuales al poder permitirse el lujo de abstraerse en el estudio y la lectura, mientras los demás teníamos que solucionar cómo íbamos a lograr tener algo de comida y un sitio digno donde poder dormir. Pero Manolo tenía razón en que ya era hora de pasar a la acción. Por eso, los rebeldes habíamos atacado tras habérnoslas apañado para estudiar y conseguir comida al mismo tiempo. Por eso, Gelsey debía morir... o las cosas no cambiarían. Criticar al odio,en aquellos tiempos que corrían, resultaba contraproducente, porque ése sería el discurso que usarían los de arriba para mantener su hegemonía, cuando ellos, más que nadie, eran los que odiaban a quienes no estaban de acuerdo con su visión del mundo.
...Puede que estuviera llena de odio por dentro, pero, de todas formas, sabía controlarlo. Eso me gustaba pensar. De alguna forma, el odio me protegía un poco del miedo. Al fin y al cabo, solo era una humana rodeada de seres peligrosísimos y difíciles de comprender.
Entonces... ¿por qué me sentía tan triste?
—Voy a hacer más té, siento que ya he fumado bastante —anunció el gnomo, dejando a un lado su pipa con mucho cuidado.
Se fue a la cocina y yo aproveché para estirarme y remolonear en el mullido sofá; él no me dejaba apoyar los pies, así que lo hacía cuando no me veía. Como un imán, mis ojos saltaron de mis magullados dedos del pie, a las estanterías, y se pasearon por los tomos de todos esos libros, guardianes del conocimiento, que acumulaban polvo día tras día. Todos tenían algún nombre rimbombante o enigmático o escrito en alguna lengua culta sobre el lomo, grabados en pan de oro o en colores blancos o rojos. Menos uno que no tenía título. Era el Libro Sin Nombre.
Y me poseyó una curiosidad fortísima.
Me dirigí, tambaleándome un poco, hasta él y, aprovechando que el gnomo no regresaba, lo extraje de su lugar privilegiado. Pesaba bastante, era un gran tomo que recordaba a los códices de hechicería, así que me senté de nuevo en el sofá, cargando como podía con él,y me lo puse sobre las piernas, mientras daba un par de caladas más a la pipa.
Al abrirlo, una embriagante fragancia que recordaba a una fuerte mezcla de violetas, canela y fruta de la pasión, me envolvió. Venía delas extrañas flores secas pegadas en sus páginas apergaminadas. Era un libro de botánica más, aunque nunca había visto unas flores como ésas. Todo a mi alrededor empezó a girar como si estuviera montada en un tiovivo. Había una flor de loto cuyos pétalos eran de un azul grisáceo menos sus bordes, que desprendían luz fluorescente violeta. Unos dientes de león tan negros como si se les hubiera caído un tarro de tinta encima. Una extraña flor cuya corola parecía los guantes morados de un arlequín. Otra, tenía bigotes como de gato o de alguna otra bestia felina que parecía estar viva. Entre la séptima y octava página, una extraña flor viscosa derramaba lágrimas carmesí también muy espesas. La siguiente me perturbó; se trataba de una planta que sacaba la lengua, una ya muy arrugada por el paso de los años.
Verbena nocturna,dientes de kobold, risa de la perdición, pantera de las ciénagas, llanto embriagador... Reconocí la pulcra caligrafía de Lolo al lado de cada planta con su nombre.
Pero sin duda, lo más intrigante de todo el Libro Sin Nombre, se encontraba entre las dos penúltimas páginas: un retrato en acuarela de Manolo abrazando a una despampanante mujer de piel oscura como el café caramelizado e intenso cabello rojo como las salvias.
La nariz se me arrugó.
Conocía a esa mujer que era un hada oscura por sus orejas triangulares, la sonrisa maliciosa y los patrones de fantasía grabados en su piel.Y comprendí que todas las plantas del códice debían recogerse en bosques de feéricos de oscuridad y que la mujer que abrazaba al gnomo con un gesto entre avergonzada y mujer-que-se-hacía-la-gruñona-y-antipática, aunque en el fondo quisiera sonreír, era nada menos que Nissa, la ex de Adri.
La pipa se me cayó al suelo de la sorpresa.
¡¿Qué diablos estaba haciendo Manolo con esa mujer?! Me sentí como si todas las tazas de porcelana que me rodeaban se pusieran de acuerdo para saltar en mil pedazos a la vez.
Manolo siempre me había parecido un poco pesado, demasiado empalagoso y bonachón como para sentir por él algo diferente la amistad, pero también me había dado la impresión de que se hallaba muy solo pese a su gran corazón del tamaño de un melón, pues era un ser sensible y tímido. ¡¿Entonces qué hacía abrazando a la reina de los Feéricos de Oscuridad?!
Y recordé la imagen del gnomo con el pelo inflamado por los rayos crepusculares y le veía con una sonrisa radiante que apenas le cabía en la cara y el rubor que oscurecía las mejillas de la hermosa hada.
Recordé también que él había insistido ser un príncipe y yo no le había creído. No podía aceptar que esa fuera la forma de encajar las piezas. ¿Manolo casado todo este tiempo con Nissa? Se me hacía inconcebible. Antes me veía yo, fijaros lo que digo que es absurdo e imposible, antes me veía casada con el tarado de Idril que Manolo con Nissa, y con tal de que eso no pasara estaría dispuesta a tomarme una poción de transformación permanente y huir lo más lejos posible de cualquier reino feérico. Lo más seguro era que se tratara solamente de uno de sus concubinos y el muy ingenuo ya se creía príncipe.
Aunque así fuera, Manolo nos había estado engañando a Adri y a mí todo este tiempo. Incluso él me fallaba.
—¡Mi azucarillo!He preparado una fondue de chocolate con fresas...
—¡No te me acerques! —grité, haciéndole pegar un respingo.
Él desvió la cabeza hacia un lado, reparó en el tomo de botánica abierto por el retrato de acuarela y lo comprendió.
—¡Puedo explicarlo todo, Maddie!
—¡Déjame en paz! ¡Estoy harta de vuestras feéricas mentiras!
Y salí corriendo hacia la puerta.
—¡Maddie, espera!
—¡Necesito tomar el aire!
Él tropezó con la pipa que se me había caído y se quemó con sus cenizas, lo que me ayudó para alcanzar la puerta, salir y cerrársela en sus narices.
—¡Y si la abres, te dispararé con el Rayo Rojo! —le advertí, desenfundando mi pistola. Las manos me temblaban como si me estuviera muriendo de frío en lo alto de una montaña. Sabía que la cara se me había enrojecido. Me estaba comportando como una experta reina del drama, todas las emociones acumuladas hasta el momento se me estaban desbordando. Me sentía tonta y furiosa conmigo, con el mundo,con mi madre por haberme contado todas esas historias. Y si ya no creía en la magia, ¿de qué me servía conseguir la Rosa Dorada?
En esta ridícula situación, me percaté de que no estaba sola. En mitad del jardín de la cabaña del gnomo había un misterioso hombre de piel tiznada, vestido con una colección de trapos, cinturones y bolsillos que le dotaban de una apariencia sumamente intrigante, y portaba un laúd. El pelo oscuro le llegaba por debajo de la cintura y lo llevaba recogido en múltiples trenzas. Mi mirada se desvió hacia la única joya que lucía, algo oculta entre esos extravagantes ropajes: un broche dorado con forma de hoja, lacada en carmesí. Hallábase hablando con otro hombre que se encontraba sentado sobre unas escaleras invisibles en mitad del cielo. La luz vespertina me hirió la vista. Con todo, la figura del hombre que flotaba era muy diferente a la de su compañero. Tenía la piel casi tan blanca como la porcelana y su cabello era del color de las hojas de los prunos. Estaba descalzo, sus pies se cubrían de una masa de lodo y hojas secas, aunque sus ropas, blancas y amplias, se ondulaban al son del viento otoñal, completamente inmaculadas.
Me froté los ojos por si estaba teniendo una alucinación. No desaparecieron.
—¿Qué demonios estáis haciendo aquí?
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Resulta que me ha quedado de ¡¡50 páginas de Word!!, por lo que he decidido publicarlo en dos partes. Aquí tenéis la primera mitad y el próximo finde, publicaré el resto! De todas formas es un capi con muchas cosas que asimilar, así que viene bien estos días de espera para no tragar demasiada info de golpe.
Nos vemos la semana que viene. Si os ha gustado, no olvidéis votar el capi y espero vuestros comentarios porque creo que en este capi hay mucho que comentar! Os amodoro <3
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