Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7.Nissa I: La semilla del odio

«Todas aquellas razas que no firmaron el Tratado contra Kra Dereth, tendrán que pagar a quienes sí lo hicimos una suma compensatoria por apoyar a semejante tirano»

Uno de los edictos que se aprobaron durante el concilio de Erin.

NISSA I: LA SEMILLA DEL ODIO

Las hojas de los árboles suspiraban, el viento susurraba. Así, entrelazados, se sentían fuertes, se sentían bien. Felices. Adrián no quería perderla y Nissa no quería tener que dejarle.

—¿Adrián?

—¿Mmm?

Pero en el último momento se acobardaba y buscaba la boca de él para no poder meter la pata yéndose de la lengua.

Estaba aterrada. No quería volver a su palacio, sino quedarse ocultos en aquel pedacito de bosque a salvo del mundo entero. Ya tenía ciento sesenta otoños y la consideraban una especie de desviada por no estar interesada en el juego de poder. No le importaba. Les despreciaba a todos.

Adrián le había pedido que se quedara con él un poco más y ella había accedido a pesar de que sabía lo que le deparaba cuando regresara. Adrián, por supuesto que no lo sabía. Tampoco sabía lo de la noche anterior. De hecho, el íncubo prácticamente no sabía nada de su vida en la Corte de los Feéricos de Oscuridad. No conocía lo terrorífico que podía resultar el palacio de Breogán por la noche, iluminado solamente por ojos de ruselkas, cristalizados y fantasmagóricos. Tampoco podía saber de la existencia de la espada de Orna, clavada en medio del Jardín de los Susurros; sus afiladas palabras clavándose en las entrañas con cada frase que susurraba aquella maldita espada. No podía imaginar cuán despiadada llegaba a ser Raissa...

—¿Amor?

Adrián volvía a estar dispuesto. Ella también le deseaba. Siempre se deseaban, así que volvieron a agitarse, ansiosos, y de nuevo hicieron el amor hasta perder la consciencia. Era nuevo para ella todo aquello. Normalmente eran los hombres los que se sacudían hasta la extenuación, pero con Adrián, los papeles se invertían. Eso también estaba empezando a darle miedo.

Despertar mucho más allá del anochecer con el cuerpo saciado y agotado y verse rodeada por los brazos de su amante, Raissa jamás podría arrebatárselo. Él pasaba por completo de los juegos de poder. Estaba loco por ella y sólo por ella. Aunque su hermana lo intentara, fracasaría.

«Como con Kra Dereth»

Las veelas lloraban y los sátiros reían desdeñosamente cuando sus pies descalzos pisaron nuevamente la obsidiana del palacio de Breogán. Su pelo rojo chorreaba agua violeta del lago. Los guardias de la puerta la miraron perniciosamente y uno de ellos corrió a informar a la reina. Elatha Pinpetos de la Luna Carmesí se hallaba sumamente ocupada con un viejo amigo, por lo que no acudió de inmediato. En su lugar, Raissa no tardó en presentarse en el patio. Nissa había tratado de ocultarse tras unos saúcos, pero no podía ocultarle su fragancia a su hermana mayor. Al descubrirla, su piel se volvió de rocío y sus carnosos labios formaron media elipse. Nissa rogó con todas sus fuerzas que Raissa no supiera de Adrián todavía.

Sabes que eso es imposible. Ella ya fantasea con él —susurró la espada de Orna.

—Nissa, hermana —le saludó despectivamente—. ¿Dónde has estado todo el maldito día? Hoy fue Ilmboc, ¡te perdiste Ilmboc!

—No guardo buenos momentos del año pasado como para repetir... —murmuró, dándose media vuelta— Y añadió para sus adentros, convencida de que no la oiría: Muerte sobre tus labios —. Era una maldición común, pero desear la muerte de otro hada no estaba bien visto—. Muerte sobre tus labios.

Raissa la atrapó con su largo látigo de serpiente, enrollándolo en torno al cuello.

—Tuve que ocupar tu papel en el ritual. No existen favores sin deudas, pequeña. —Sonrió, enseñando sus pequeños dientecillos afilados. Entonces, insidiosa, se puso a canturrear:

¿Quién sabe?

Con quién dormirá Nissa?

Pero sé bien que Nissa

Ella no dormirá sola.

Luchó por liberarse. La cabeza del látigo no se lo permitió, mordiendo sus manos. Era inmune al veneno, pero los colmillos se clavaban hasta el hueso. Gimió y como consecuencia, se ahogó en su propio dolor.

—No tienes escapatoria, pequeña desviada.

Nissa se retorcía pese a todo. Se sacudió. Estrujó la serpiente. Pero no lloró. Los guardias miraban desde sus puestos. No se moverían, pero tampoco dejarían de mirar. No podía llorar.

—¿No tendrás un nuevo amante? ¿Algún apuesto príncipe cuyo caballo se lastimó?

El aire se le escapaba. La piel se le estaba poniendo cárdena. Se ahogaba. Se asfixiaba. Y Raissa ya estaba junto a ella.

—Eres mía.

Eres suya. Todo lo tuyo le pertenece.

Se ahogaba. Se asfixiaba. El cuello se le estrechaba como un acordeón...


ESTADIO DE LÉIRIÚ. DE VUELTA AL PRESENTE

¡No! No podría quitarme a Adrián, a él no.

Con estos pensamientos me desperté súbitamente.

Estaba muy aturdida. Me sentía como una hoja de otoño siendo sacudida por los gélidos vientos Del Fin. Oía la voz de Raissa en mi cabeza, pero yo sabía que ella estaba muerta. Evoqué, adrede, la desagradable imagen de su cadáver: los párpados cerrados y marchitos, el cabello desprendido de la nuca. Una vez asimilado que mi hermana no era más que polvo seco, los agudos latidos de mi corazón empezaron a normalizarse, sin embargo seguía sin poder arrancarme su voz de la cabeza. No, no era Raissa. Pero se trataba de alguien que llevaba junto a mí demasiado tiempo. Me sobresalté al sentir la cercanía de Adrián.

—¿Todo bien? —inquirió.

Se encontraba recostado junto a mí ya que los dos estábamos en una lujosa cama con sábanas suavísimas que resbalaban; el codo hundido en el colchón que debía de estar relleno de plumas. Llevaba la camisa blanca desabrochada y bastante arrugada, su cabello negro caía también desordenado y sus ojos destilaban una languidez que no sabía cómo interpretar. Estaban más brillantes y a la vez más oscuros, y me analizaban sin denotar ninguna emoción. Tal vez las contenía, por eso aquel enigmático fulgor.

—Define «todo bien» –respondí jadeando notablemente—. ¿Qué ha pasado?

—¿Nissa?

—¿Me estás escuchando? —le increpé.

Sus párpados se cerraron, aparentemente aliviados. Una luz tenue pero muy caliente disgregaba diferentes sombras por toda su piel curtida. Sombras que en la piel del íncubo parecían cobrar vida propia.

—¿Entonces no recuerdas nada? –me preguntó de nuevo, observándome.

Me examiné a mí misma. Tenía el mismo aspecto desarreglado que él con mi vestido feérico descolocado y mi cabello rojo cayéndome en hondas crispadas por los hombros. Me hice muy consciente también de la humedad entre mis muslos y lo erizado de mi piel.

—¿Si me acuerdo de cómo hemos ido a parar tú y yo a esta extraña cama? –A medida que me recuperaba podía prestarle atención a los elementos decorativos que nos rodeaban. Se trataba de una habitación muy lujosa parecida al estilo del palacio de los Espejos, pero con las esquinas redondeadas. Las paredes estaban revestidas de muselinas con imágenes que no tenían ningún sentido para mí. El suelo estaba todo cubierto por esa hierba lanosa con la que los humanos lo recubrían todo y eso me agobiaba. Lo más inquietante era la iluminación. Allá donde debería haber antorchas, refulgían ojos rojos y azules muy intensamente, casi fluorescentemente, y la luz que irradiaban resultaba pesada y muy caliente—. ¡Sé qué es esta energía! —exclamé, emocionada.

—¿Ah, sí?

—¡Estamos rodeados de elekné! –Quería incorporarme, pero estaba atrapada entre la pared y el cuerpo de él.

—¿Así es cómo llamáis los feéricos de oscuridad a la electricidad?

Parecía divertido por mi ingenuidad. Ya veríamos qué cara ponía cuando le revelara dónde habíamos ido a parar.

—Estamos en el interior de una guarida faé —proclamé.

—No. Cruzamos el portal mágico y llegamos a Léiriú. Esto pertenece al estadio donde se celebrará el torneo. Como fuimos los primeros en llegar nos dieron una habitación. ¿De verdad no recuerdas nada?

Mi respuesta fue una mirada fulminante. No recordaba nada y eso me preocupaba.

—Pues te abalanzaste sobre mí, no supiste controlar tus básicos instintos.

—Oh, pues si eso fue así tendrás que repetirlo porque no lograste dejarme un recuerdo memorable —dije dejándome caer sobre la almohada y exagerando mi entrega. Por muy mullida que fuera la cama, no me gustaba; se encontraba demasiado lejos de la tierra. La seda resbaló de mis hombros—. Vamos, refréscame la memoria.

—Eres muy descarada. Dije que fuiste tú la que se abalanzó sobre mí.

Le analicé desde donde me encontraba recostada. Su cara no traicionaba ninguna emoción, ni sus ojos brillaban de la forma en que lo hacían siempre después de correrse en mi interior y sin embargo, la atmósfera que nos envolvía estaba muy densa.

—¿Hemos follado o no? —pregunté sin rodeos lo que me intrigaba.

Mis ojos atraparon a los suyos, exigentes. La queratina de sus iris se endureció desafiantemente.

—¿Lo hicimos? –preguntó casi en un susurro ronco inclinándose sobre mí y atrapando mis manos con las suyas. Éstas estaban cálidas y sudorosas. Había un sudor agradable mezclado con su perfume masculino, eso me prendía.

El corazón de su pecho parecía igual de inquieto que el mío, buscando la sincronización. Tuve que entreabrir los labios y maldije con mucha intensidad para mis adentros cuando la puerta se abrió súbitamente.

La puerta era de alguna madera robusta, sin embargo no la había visto hasta ahora. ¿Era posible que estuviese oculta entre la pared?

El ser que había cruzado el umbral tenía cuatro patas con pelo denso como cerdas cayendo espesamente. Las pezuñas con manchas de sangre reseca se clavaban en la moqueta. Un centauro y a juzgar por su pelaje negro y rutilante y sus ojos carmesíes, pertenecía a la Oscuridad.

Rekerirosh ahora en la Shala de los Rekuerdosh Pesaroshosh. Vine ahora a traerosh, ¿entendido? –dijo toscamente. Tenía un acento muy marcado y me costó bastante entenderlo.

Miré a Adri, suplicante.

«No vayamos»

—Quedémonos aquí –le pedí.

El íncubo vaciló por unos instantes.

—Tenemos que ir, sino se enfadará –dictaminó.

—¿Quién?

—Enseguida vamos. ¿Se accede por las escaleras centrales? –le preguntó al centauro.

Tomar siempre un ashcensor hasta el shótano. A partir del ashcensor, os eskoltaremos.

Adrián asintió en silencio y tiró de mi brazo, poniéndome en pie.

—Eso de los recuerdos pesarosos no sonó nada bien –le reproché una vez que la puerta se hubo cerrado tras salir el centauro.

—Lo sé, pero son las normas para los participantes. Quieres ganar la reliquia feérica, la archifamosísima Rosa Dorada para ti, ¿no?

Mi rostro se llenó de sorpresa al escuchar cuál era el premio.

—Por supuesto.

—Estás a tiempo de quedarte...

—¿No me crees capaz?

—Eres tú la que está protestando.

Mis dientes rechinaron por el contacto de los filamentos lanosos con los dedos de mis pies. A Adrián parecían hacerle gracia todas mis reacciones.

—Te insistí para que me trajeras hasta aquí. No voy a echarme para atrás.

—Bien, Nissa. Siempre fuiste una testaruda.

Si fuera poseedora de los poderes premonitorios de Ellette no estaría tan tranquila luchando por que me dejara participar, sino tratado de disuadirle a él. No era yo la que corría peligro. Ya no, él me había salvado con el diamante mágico de Gelsey. Pegué un respingo al recordarlo.

—¿Qué ha sido del corazón del Bosque?

Adri volvió a dedicarme una larga y silenciosa mirada y me mostró el jazmín, que llevaba oculto consigo. El diamante sagrado trituraba la luz artificial en cientos de partículas luminosas.

—Tenemos la vida de Gelsey en nuestras manos —exclamé.

—Lo sé. Más vale que Maddie aparezca pronto o no sé cuánto tiempo podré resistir la tentación.

—¿Por qué hay que esperar a una humana?

A Adrián le entristeció el tono de consternación que detectó en mis palabras.

—Porque ella me lo confió a mí, es su dueña, Gelsey se lo dejó a ella hace ya varias décadas.

Me costaba creerlo. El Gelsey que conocía jamás sería tan estúpido como para dejarle su más preciada posesión,su propia vida, en manos de alguien, menos de una vulgar campesina. Adrián, en el fondo, debía de estar pensando como yo. Hacía girar lentamente la reliquia entre sus dedos, observándola con detenimiento.

—Es increíble, ¿verdad? ¿Ahora crees más en los faé? Solo ellos podrían haber creado una flor así.

Mi voz le sacó de su ensimismamiento.

—Tenemos que bajar, nos están aguardando —proclamó guardándose una vez más la reliquia.

Me irritaba que estuviera empeñado en bajar. En el sótano no había nada de interés, conmigo en esa habitación tendría todo lo que anhelaba.

—Me pregunto cómo te las apañarás ahí abajo sin marearte –comenté con socarronería.

—¿A qué te refieres?

Mis ojos verdes se deslizaron por su pecho y prosiguieron por su pelvis hasta detenerse sobre el maravilloso bulto, símbolo de su virilidad.

—Ah, eso. No te preocupes, sabré apañármelas.

Sin que yo se lo permitiera, empezó a recolocarme la seda etérea que se ceñía a mis curvas con tal pericia que se las apañó para que sus dedos evitaran cualquier roce con mi piel.

—¿Seguro? —insistí, cerrando los ojos, sufriendo por aquellla pequeña tortura. Solo me alivió un poco el darme cuenta de que él también estaba sufriendo.

—Vaaamos.

La puerta se cerró mágicamente tras nosotros, sobresaltándome. Se había fusionado de tal manera con las paredes que era como si hubiera desaparecido. No me gustaba lo que sentía a cada paso, la hierba tenía que ser fresca y suave y no seca y lanosa. Seguía el camino de luces fluorescentes. De algún lado tenía que venir toda esa elekné

Ante nosotros se extendía un largo pasillo con forma circular. El pasillo con más puertas que debían llevar a más habitaciones componía la circunferencia. Me asomé a la baranda y una sensación de vértigo contrajo mi estómago. El pasillo estaba a oscuras. La única iluminación provenía de líneas fluorescentes trazadas en el suelo, cálido bajo mis pies descalzos. No comprendía de dónde provenía la fuente del calor. Tampoco podía ver lo que fuera que hubiese en el círculo. Estaba en un piso alto, pero no en el más alto de todos. Al fondo, siguiendo el camino de luz fluorescente, vislumbré unas escaleras ascendentes.

—¿Adónde quieres ir? —me preguntó, alcanzándome.

—¿Es que no te das cuenta?

—Ilumíname...

—¿De qué tiene forma este lugar? La iluminación moderna, el material con que está construido que parece metálico pero no me quema...

Subí corriendo los escalones que por un momento parecían interminables.

—¡Nissa! ¡No es por ahí!

Le ignoré y seguí subiendo escalones. Él era más rápido y más alto que yo, por lo que me alcanzó demasiado pronto y volvió a hacerme bajar hasta la planta en la que estaba nuestra habitación. Nos hallábamos rodeados de luciérnagas estáticas verdes, rojas, ámbar, sólo que no eran luciérnagas, sino pequeños ojos de luz artificial. Cientos de ellos, como si numerosas bestias nos acecharan desde la oscuridad. Un escalofrío me debilitó las piernas.

—El centauro ha dicho que tenemos que tomar el ascensor central. Es la única forma de llegar al sótano.

No tenía ni idea de cómo era un ascensor, así que desistí, dejándole bien claro por la severidad de mi expresión que no me gustaba nada de qué iba todo aquello. Llegamos hasta la plataforma que según Adrián, era el dichoso ascensor central, una puerta metálica en la que sobresalía el relieve de una rosa dorada. Pulsó un botón y tras el vibrar de una campanilla invisible, las puertas metálicas se abrieron. El interior se veía lujoso y las paredes estaban cubiertas de paneles criselefantinos y espejos que no bastaban para cubrir los componentes metálicos.

—Está hecho de acero —inquirí. Adrián no dijo nada—. ¡Quieres que me meta en esa jaula de metal!

—Será solo unos segundos —me prometió atrayéndome mucho contra él. Le odié por hacerme eso.

—No, Adrián, no...

—Si quieres, espérame aquí. Iré yo solo, les explicaré por qué no pudiste bajar al sótano.

Me dolió que me propusiera algo así. Lo hacía por mí, pero en vez de dejarme atrás, ¡debería haber solicitado que nos recibieran en un lugar donde no necesitara meterme en esa caja de metal!

—Ni hablar. Serán capaces de descalificarme del torneo. Solo puede ganar el más fuerte, ¿no? No puede ganarme entonces una estúpida caja metálica.

La exasperación de Adrián traicionó la calma que estaba esforzándose por aparentar, dejando traslucir su malestar. Pero ya era tarde, no iba a detractarme. Él me conocía lo suficientemente bien para saber leer mi determinación.

Al ver nuestra demora, las puertas empezaron a cerrarse. Adri lo impidió, metiendo la mano. Por un momento pensé que se la pillaría; para mi sorpresa, las puertas volvieron a abrirse. Pulsó el último botón de todos y yo obligué a mi cuerpo a meterse dentro del ascensor. Adrián me abrazó de inmediato, como si con su piel pudiera evitar las ondas metálicas. Me aferré a él, aprovechando al menos esa oportunidad de estar así de cerca de él. Sentí algo muy caliente entre nosotros: era el Corazón del Bosque, refulgiendo. Adrián lo había sacado para que su magia me aliviara.

—Soy fuerte, ¿verdad? —murmuré.

—Claro que sí. Si no, jamás te habría amado.

Fui a replicar, entonces las puertas se abrieron por fin. Necesitaba aire y el aliento del bosque sobre mi piel, pero eso parecía mucho pedir. Nos estaba aguardando un centauro tal y como nos habían dicho.

La sala de los Recuerdos Pesarosos recodaba a un extenso teatro a medio montar. El techo estaba muy alto, más allá de todo un entramado de vigas de madera de las que colgaban adornos dorados y broncíneos con formas de estrellas de varias puntas —como las solían representar los humanos—, esferas rotatorias, peces, rombos, notas de música —también de partituras humanas—, espirales, murciélagos y una pareja bailando pegados. No tenía sentido esa mezcla de elementos al no ser que representaran alguna clase de inframundo. La sala tenía forma rectangular; nosotros nos encontrábamos en un extremo y en la otra punta, nos aguardaba de espaldas un hombre muy alto, flanqueado por mecanismos de ruedas dentadas y olas de cartón.

Saludosh. Shoy Firion, el kapitán de los centaurosh de Oscuridad, ¿verdad que lo shoy? Os esperábamosh ahora.

—Saludos —replicó Adrián fríamente, y como si estuviera poseído por la melodía de una flauta mágica, empezó a dirigirse directamente hacia el hombre que estaba de espaldas, solo que sus pasos no eran los de un hombre hipnotizado, sino los de un hombre furioso.

—¡Te habíamos dejado muy claro que en este torneo participarían feéricos! —bramó.

Hacía mucho que no había visto al íncubo mostrando públicamente su enfado, más bien no le había visto nunca así. El centauro parecía preocupado por las formas en que Adrián se había dirigido al que debía ser el organizador de todo esto. Sin embargo, el hombre alto no daba la impresión de sentirse muy afectado por la insolencia del íncubo. O al menos no parecía tener prisa por mostrarse agraviado. Se giró lentamente y comprendí que se trataba de un elfo oscuro, por eso era tal alto. Además, se trataba de uno bastante mayor. Su piel cetrina se había vuelto translúcida por el paso de las estaciones, o quizás porque algo terrible le había pasado y ahora estaba débil. Podía ver las venas bajo sus ojeras, venas de cristal azul. Sus orejas eran puntiagudas, su melena larga y ondulada. Lo más turbador de su aspecto eran, sin duda alguna, sus ojos. No podían ser de un color normal, sino que el derecho era tal y como esperaba de un demonio, mientras que el izquierdo era de azul grisáceo tan pálido que casi parecía blanco, como si estuviera ciego. Volví a buscar la mirada del centauro y un escalofrío me sacudió al comprobar que precisamente él tenía el mismo ojo, pero en el lado derecho. Los del elfo miraban tan distantes que no parecían suyos. Aquella era la mirada de alguien muerto. Lo único capaces de transmitir era una desolación muy honda y frialdad de las entrañas. Empezó a gesticular con sus largos brazos y esa espeluznante mirada se rehusaba a colaborar en la comunicación, como si el brazo que movía perteneciera a un cuerpo ajeno. El corazón se me paró cuando caí en la cuenta de que nos hallábamos ante nada menos que Kra Dereth.

Me entró la tos, por la impresión. Ninguno de los tres hombres era consciente de todo lo que estaba pasando por mi cabeza en aquellos instantes. El centauro estaba pendiente de buscar algo entre unos pergaminos que llevaba.

"Y lo tuvimos en kuenta, ¿no lo hicimosh?" —empezó a traducir.

—¿Ah, sí? —Adrián desde luego no lo creía—. El ascensor es de metal.

"Me parecía dishkriminatorio tratarla diferente, por ser un hada, ¿verdad que lo sería?. Sobre todo kuando nos hallamos en un torneo que buska siempre al más huerte" —seguía traduciendo el centauro los gestos que el elfo oscuro trazaba en el aire.

Mis cavilaciones habían estado en lo cierto, entonces. Sentía una satisfacción extraña, ya que mis emociones en ese momento se hallaban muy revueltas con recuerdos. No era la primera vez que había visto a Kra Dereth. Ocurrió hacía muchos años de todas formas, cuando yo solo era una niña. Y en ese entonces me pareció diferente, todavía mucho más alto, aunque aquello era normal teniendo en cuenta que yo no era más que una renacuaja. El día que le vi, fue el día que visitó a nuestra corte. El día en que un hombre por primera vez rechazó la mano de mi hermana Raissa.

—"Antes demostraste vos ser una mujer muy huerte y valiente. También sois siempre extremadamente atractiva. Como compensación, le diré ahora al bardo que componga ya una kanción en vuestro honor."

El hombre más temido de todos, el más deseado por las mujeres de Oscuridad, el que había rechazado a Raissa, me estaba halagando. Sentí ruborizarme como una chiquilla. Me mordí la cara interna de mis mejillas. Estuve tentada de preguntarle qué se sentía al haber sido derrotado por la llorona de Ellette, pero tuve la sensatez de contener mi lengua.

—Ya te habrán explicado quién soy yo —dije—. Según Adrián estamos inscritos en el torneo.

"Lo hicieron, lo hicieron, ¿verdad?" —Se me hacía extraño hablarle a él y que fuera el centauro el que respondiera en su lugar, sobre todo porque Kra Dereth no hablaría con ese acento. Todo parecía un sueño muy loco—. "Nissa Hipestreaum, Reina de los Feérikos de Oskuridash. Firmantesh número shiete del T.C.K.D, es decir, del Tratado contra Kra Deresh."

—Yo no tuve nada que ver con esa decisión. Era solo una niña por ese entonces...

"Siempre lo shé."

Entonces se acordaba de mí.

—De hecho estoy aquí porque quiero aprovechar el momento de debilidad que atraviesa la Corte de Luz.

El corazón me saltó en el pecho cuando Kra Dereth posó esos perturbadores ojos en mí. Seguía sin dar crédito a que el hombre que tenía delante, una vez hubiera sido el tirano legendario que a todos había impresionado. Estaba frente a Kra Dereth y unos peces de cartón nadaban entre nosotros. ¿Cómo podía haberle derrotado alguien como Ellette?

—¿Qué querías de nosotros? —preguntó Adrián, secamente.

"Que me pongáis al día. ¿Kómo se porta el Joker ahora? ¿Dónde diablosh eshtá Idril?"

Yo no podía ni sabía cómo responder aquellas preguntas. Adrián tomó la palabra:

—Ellos cruzaron por otro portal. Tienen que eshtarr a punto de llegar ya, ahora, ¿lo eshtán?. ¡Maldita sea que se me está pegando esta forma de hablar!

El pecho de Adrián empezó a centellear. El íncubo extrajo el jazmín, que titilaba débilmente embebido en una luz verdosa.

—La vida de Campanillo está en problemas —declaró.

—¿Debería preocuparnos eso? —cuestioné acercándome para mirar.

Entre los pétalos blancos adiamantados, podíamos ver al regente de los feéricos de Luz tirado en el suelo, lleno de heridas y completamente abatido. Junto a él, el payaso estafador al que por lo visto todos llamaban Joker, estaba de la misma guisa.

"Losh centauros no pueden hacerle antes eso. ¡¿Dónde eshtá Idril ya?!" —Por si el tono que el centauro empleó no había sido lo suficientemente imperatativo, el propio Kra Dereth clavó su mirada bicolor en el íncubo.

—No lo sé. —Adrián se encogió de hombros—. Esto no es un espejo mágico, está enlazado a su guardián que es Gelsey, alias Campanillo o Jazmín Parlante o...

Shi no sale Idril es que no está con ellosh. No lo está, ¿verdad? —aportó el centauro.

—Tampoco sale Maddie —observó Adrián—. Así que ellos deben estar bien.

Kra Dereth no se mostraba muy convencido.

"Quien les haya dado esha paliza, sherá seguramente el que gane el torneo."

—Si es que participa... —masculló Adrián—. Creo que debería salir a buscarle. Lleva demasiado tiempo fuera de la carta.

¡Ni hablar! No quería separarme de él ya. Si se iba, le iba a odiar mucho... Sin embargo no dije nada porque no quería actuar como alguien que oprimiese los deseos de Adrián. Por suerte, Kra Dereth tampoco quería dejarle partir.

—"No, no vayash a por él."

—¡Pero...!

"Él she lo buscó antes. Que aprenda. Se kree invencible y todopoderosho y no es consciente de que las cosash ya no son komo una vez fueron, ¿verdad que no lo shon?"

—Aunque se lo tenga merecido. Es mi amigo, voy a ir a ayudarle.

Kra Dereth sacudió la cabeza. Hizo un movimiento de olas con su mano al tiempo que tamborileaba rápidamente los dedos. El centauro tradujo todo ese gesto como:

"¿Desde kuántos años le konoces de antes? Yo le conozco desde hace doshmil, kuando no era más que un cobarde arrogante que le gustaba fanharronear siempre ante losh demásh por poseer esa maldita moneda. El papel del Joker es, shin duda, el que mejor le va de todos losh que juega siempre."

Él conocería muy bien a ese payaso, pero yo conocía a Adrián. Era un terco. Se encaminó previsiblemente haca la salida, determinado a ayudarle.

"Haz lo que quierash pues, yo me quedaré aquí kon la pelirroha".

Al escuchar eso, el íncubo se volvió hacia el elfo oscuro. Me gustó ver frustración en su mirada.

—Ella viene también —declaró—. Necesita tomar el aire fresco.

—El que sea que les haya dado esa paliza, también nos la dará a nosotros —traté de hacerle entrar en razón.

"¡Un hada senshata! Quién lo imaginaría antes y ahora, ¿verdad?".

—Ve, Adrián —le insté. Pero ten muchísimo cuidado.

No quería volver a perderle, no es como que no pudiese vivir sin él, pero no quería imaginarme un mundo así.

"Antesh de vos partir" —intervino el centauro una última vez por Kra Dereth—. "Deberíais echar un vishtazo a esto ahora, verdad que shí." —Y lanzó un pequeño objeto que emitía destellos nacarados.

Adrián lo atrapó con las manos.

—¿Qué es? —inquirió examinando el objeto: una caracola de mar.

"Un eko del pashado". —Ese hombre estaba hecho una caja de sorpresas. Había oído historias de sirenas que se dedicaban a almacenar todos los sonidos, todas las conversaciones del mundo, en pequeñas conchas mágicas. Pero nunca lo había creido realmente posible—. "Me salió bashtante karo de konseguir, pero shabía que algún día me traería útil."

Sonrió y eso me hizo sospechar que lo que fuera que hubiera allí grabado, no iba a ser agradable.

Adrián tiró la caracola al suelo y al romperse en pequeños fragmentos, sus voces fueron liberadas.

«—Ni se os ocurra abrir el cofre hasta que hayáis llegado al bosque de Breogán, ¿entendido?

Me tensé. Era la voz del Joker y Breogán era mi bosque.

—¿Y no será contagioso para nosotros? —preguntó una voz ronca, tosca, una voz desagradable que por lo que fuera, me ponía en sobrealerta. Diría que ya había escuchado esa voz antes...

—Es muy importante que no lo toqueis directamente con vuestra piel si no queréis contagiaros también.

—¿Tan terrible es?

—Es una enfermedad creada por mí, para vengarme de los que una vez me traicionaron. ¡Por supuesto que es peligrosa! Pero no toquéis lo que hay dentro y todo irá bien. Es fundamental que lo tiréis al lago de agua violeta. Lo reconoceréis en cuanto lleguéis ahí. Hacedlo como os digo y os irá bien. Así es como deben hacerse las cosas.

¿Y qué pasa con la temible hechicera que habita allí, en el terrible bosque Brogán o como coño se diga?

—Sí, es la zorra de las canciones, la que hechizó a un príncipe vampiro y le destrozó el corazón literalmente —explicó otra voz, igual de desagradable y violenta, pero más bobalicona.

—Yo he oído que se lo comió y depué le cortó el pene pa' quedárselo como juguete! —aportó una tercera voz muy ronca.

—Es un hada, no una hechicera.Y se da la casualidad de que el pobre protagonista de la canción es amigo mío. Por eso me he esforzado especialmente con esta creación. Haced lo que os digo y seréis recompensados con generosidad.

—Está bien. Más te vale que estés en lo cierto, bufón, o te haremos una sonrisa de payaso de verdad.»

Las voces terminaron de diluirse, pero todos los allí presentes lo habíamos oído alto y claro. Ya comprendía dónde había escuchado antes una voz tan cargada de brutalidad. Y cómo olvidarla, con esos labios llenos de cicatrices por donde salían, ese rostro sanguíneo sin cejas, esa nariz ridículamente delicada que no había manera de que encajase en semejante rostro ni a martillazos. Tampoco había olvidado el blasón que relucía en sus pechos. Mercenarios de la orden del Escorpión Loco. Desconocía todas las instrucciones exactas que el payaso les había dado, pero la verdad fue que esos matones con títulos profesionales esperaron a que estuviera sola bañándome en el lago e intentaron hacer lo que cualquier hombre estúpido y repugnante intentaría hacer. No tuvieron una muerte agradable, pero ya era tarde, el payaso les había mentido y habían sido infectados igualmente, y con ellos yo. Irónico que gracias a que fui yo la infectada, pude salvar al resto del Bosque.

Kreo que mejor iré yo ahora —proclamó Firion, saliendo de la tensa atmósfera.

—Fue todo culpa de él. —Ni grité ni apreté los puños con fuerza, tampoco escupí improperios. Estaba helada de frío y trataba de poner en orden todas mis emociones.

Adrián estaba sombrío y él sí tenía los puños cerrados.

—Nissa, te juro que no sabía nada, y menos que había una puta canción. —Sus palabras no mostraron ninguna mejoría en mí—. Jamás le habría pedido ni a él ni a nadie que te sucediera algo insistió.

A esas alturas ya no tenía ganas de enfadarme con él. Debería, pero sabía que el idiota decía la verdad. Kra Dreth se dejó caer sobre su trono y dobló una pierna, triunfal. La semilla del odio que acababa de plantar había germinado con éxito.


--------------------------------

Chaaaaaaaaaaaaan. Las cosas se van enredando jojjojojo.

Sé que algunos habréis pensado, ¿"nos está jodiendo Lux primero con un capi de Grisel y ahora de Nissa?" Jajajaja no lo he hecho adrede, este capi estaba pensado para ser el número 16 que es cuando empieza a tomar mucha importancia Adri, pero me di cuenta de que este capi tendría que ir realmente aquí porque ven al Joker herido y tal, sino podría causar confusión temporal, así que lo he adelantado xD. Además, Grisel tampoco fue tan odiosa en el capi anterior, ¿verdad? Ni Nissa en este, o yo estoy cegada por mi amor hacia todos los pj jajajaja, pero buen, así habéis podido saber de Adri y K.D. antes de lo planeado :D

Este capi ha sido uno de los que más quebraderos de cabeza le han traído al traductor XD. Inicialmente tenía muchas frases en feérico oscuro, pero cuanto más sé sobre lingüística, menos me gusta el apaño de idioma que he creado, por lo que finalmente lo eliminé hasta que invente oficialmente las diferentes lenguas :$.


Le dedico el capítulo a @AngelaLovix porque ha sido la única lectora que me ha dicho hasta ahora que le gusta Nissa, además en agradecimiento por los supercomentarios que me dejó en Léiriú :) 

Si os ha gustado o no y queréis comentar algo, ya sabéis que es genial cuando votáis, pero cuando dejáis comentarios es ya magnabulosísimo, por lo que os animo a ello :)

Nos vemos la semana que viene con uno de Helena!!...

...Es broma, es broma jajaja. En realidad estaba planeado uno de Rosalie, pero estoy viendo nuevamente que antes debería ir otra vez el chupacámara de Idril, porque sino haría spoiler, además de que leer a Rosalie después del carácter fuerte de Grisel y Nissa puede ser un cambio muy brusco xDD


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro