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5. Gelsey II: El dios del Otoño


No os podéis imaginar cuántas ganas tenía de publicar este capítulo. Disfrutadlo jojojojoj :D

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«Los feéricos no estaban pasando por su mejor momento histórico. La reina Elga acababa de morir envenenada por Kra Dereth y su heredera, la princesa Syra, se había fugado con un tipo cualquiera. Por fortuna para ellos, la menor de las dos hermanas; la irresponsable, irritante, frívola y caprichosa princesa Ellette, acababa de volver de sus aventuras con esa chusma alborotadora. Ella se encargaría de seguir tocando la Canción de la Vida para que las estaciones siguieran rotando y nosotros pudiéramos disfrutar de los suaves vinos de otoño, de los dulces navideños en invierno, de los cerezos en flor en primavera y de las bellas mozas ligeras de ropa en verano. ¡Gracias, dioses!»

Memorias de un historiador crítico.

GELSEY II: EL DIOS DEL OTOÑO

Tras la aparición súbita del dragón, todo se desarrolló de forma muy rápida y caótica. Yo yacía en el suelo, con los ojos cerrados y aferrándome a la hierba tanto como podía mientras esperaba que el dragón no reparara en mí y trataba de recitar silenciosamente un hechizo para, al menos, poder levantarme y salir de ahí. El Joker enarbolaba su espada de doble filo encarando al dragón. Tenía la porte y mirada desafiante del que se creía capaz de cortar a esa criatura en dos. Dini gimoteaba malherido desde el lugar donde se había caído y hasta a mí me estaba empezando a dar lástima. El dragón rugió, expulsando una vaharada vaporosa. Enora se unió, apareciendo de repente. Estaba empapada y cargaba con varios pescados colgando del hombro. Tanto ella como el Joker estaban lo suficientemente locos como para encararse a un dragón de manera tan directa. Esas criaturas escupían fuego, se suponía que tenían una inteligencia al menos mayor que la de los humanos, están cubiertos de escamas duras como el diamante... El Joker iba a decir algo. Sin embargo, el hechicero apareció, interponiéndose entre ambos monstruos.

—¡No la toquéis! —Y lanzó un conjuro que nos cegó con una intensa luz.

Cuando abrí los ojos, todos habían desaparecido y ya casi estaba terminando de anochecer. Una densa niebla me rodeaba. Me pregunté si no habría caído en una ilusión, todo parecía bastante real. No sabía cómo había sucedido, pero me había quedado solo en aquella dimensión desconocida en la que los dragones surcaban el cielo y un dios campaba a sus anchas.

Lo primero que tenía que hacer era curarme, por lo que me arrastré hasta el árbol más cercano que resultó ser un roble. Me lo tomé como buena señal, los robles eran casi sagrados para los de mi clan. Bajo sus ramas me sentía protegido, así que me dispuse a completar el hechizo de sanación. Se trataba de uno muy potente; arreglar mis huesos iba a resultar muy doloroso, tanto que sabía que perdería el conocimiento. Y así fue.

Pero cuando desperté ya no me dolían y mis manos habían quedado cubiertas de un fino tapiz de costras; las heridas se habían coagulado bien, ahora tenían que terminar de cicatrizar.

Eché a caminar hacia donde me parecía que había más luz. Quería encontrar a alguien; a Enora o Maddie o a Idril o a quien fuera. No me gustaba la sensación de sentirme observado por ojos invisibles. Sin embargo, solo me crucé con mantis religiosas luchadoras que querían cortarme en pedacitos y me sentí aliviado al comprobar que podía matarlas casi tan fácilmente como a los peluqueros de Helena. Necesitaba sentirme poderoso después de ese maldito payaso.

Durante todo el tiempo que pasé vagando entre ilusiones, una eternidad, aprendí a comprenderlas. Podía decirse que caminaba sobre una espada. Cuando menos me lo esperaba, la hoja giraba y su filo me hacía trizas. A veces me encontraba con Fionell; su piel carbonizada se deshacía entre mis brazos. Otras, con Madelaine. Su calidez y su sonrisa me invitaban a desistir en mi empeño y a recostarme con ella sobre las hojas secas. Los dragones desaparecieron del cielo que a estas alturas ya debería estar todo amoratado. Una estrella muy refulgente había aparecido, pero el tono dorado del cielo no terminaba de apagarse; una luz mortecina cada vez más viscosa bailaba a mi alrededor y una fría lluvia otoñal me caló hasta el alma y me hizo avanzar penosamente por el profundo fango. Conocí el peor lado del otoño y el lado más débil de mi corazón. Si de verdad todo aquello era obra de un dios, me avergonzaba e irritaba que supiera tanto sobre mí.

Delirando bajo la tortuosa tormenta llegué a alcanzar un momento de clara y extraña lucidez: mis pensamientos alimentaban a Fehlion. Por eso opté por envenenarlo. Me concentré en mis más oscuros deseos de venganza y dejé que engulleran mi mente, cegándome. De esa forma conseguí avanzar entre las ilusiones del dios. Pensaba sólo en rescatar a Helena y en aprovecharme de la profecía para dominar el Mundo, pues con esos únicos objetivos resultaba fácil ignorar la calidez de Madelaine y a los demás fantasmas.

Tras atravesar un huracán de hojas secas, barro y fragmentos de corteza arrancada, di de nuevo con el bastardo presuntuoso del Joker. La piel se me erizó como a un gato al reconocerle. El pelo se me pegaba a la cara, el fango había arruinado mi aspecto de rey, el viento me cortaba la piel y me obligaba a tiritar y de tanto tropezar con nudos de raíces tenía los pies destrozados bajo las empapadas botas de fieltro negro, muy elegantes para vestir, pero inadecuadas para irse de expedición por las ilusiones de un dios caprichoso. Aún así, sonreí amargamente al ver que el payaso no estaba en mejores condiciones que yo: se hallaba atado a un árbol con cadenas mágicas y Ellette le amenazaba con una llama de fuego blanco.

Por un momento me cuestioné si él no formaría parte de la ilusión. Aunque sabía que no era real, prefería evitar a Ellette. Tenía demasiados motivos para estar furiosa conmigo y me daba curiosidad saber cuáles tenía para estarlo con el Joker. No iba a dar media vuelta, por lo que no tenía más remedio que pasar a través de ellos. Ignoré al Joker y pasé por detrás de Ellette. Sentí la mirada asesina del payaso clavada en mí, pero ni me inmuté, aunque por dentro estuviese tan tenso como las cuerdas del arpa de Idril. Entonces, Ellette se volvió hacia mí. Me preparé para enfrentarla, pero su semblante desafiante se vino a bajo. Me miraba con ¿lástima? Ojos de vidrio roto cortantes como la espada mejor afilada. De alguna forma me afectaron más esos ojos que cualquier otro ataque. Me cortaron tan limpiamente que el dolor tardó en llegar, pero cuando lo hizo, la sangre brotó a borbotones.

—Gelsey... Sé que no es a mí a quién buscas en este lugar —me habló Ellette. Estaba tan apagada como siempre.

—Lo siento... pero así son las cosas.

—No tiene por qué ser así. —La mano que antes sostenía la llama mágica, ahora extinta, se cernió en torno a mi brazo.

No quería hablar con ella. No quería soportar el peso de su mirada. No quería verla. El Joker se había quedado inmóvil. El intenso desprecio que sentía le inmovilizaba. Su semblante parecía de piedra; sus ojos, dos fisuras de fuego glacial, dos infiernos. El imperceptible aire que exhalaba por esos labios congelados debía de ser venenoso. Ya no se parecía al demonio presuntuoso que estaba dispuesto a ensartarme como a un pincho moruno.

Mi incomodidad era más que notable. Ellette se había quedado completamente inmóvil y me observaba con los ojos muy abiertos.

—Me pregunto qué buenas serán vuestras habilidades para el combate porque imagino que estaréis aquí por el premio del torneo —resonó de repente una voz que salía de ninguna parte.

Me volví en todas direcciones en busca del dueño de aquella voz que sin duda era el culpable de todo esto, sin embargo no vi a nadie. Ellette tenía ahora la cabeza gacha, parecía una muñeca de porcelana sin vida. El Joker había logrado quitarse las cadenas y permanecía alerta.

—Veo que podías quitarte las cadenas. Así que en el fondo lo estabas disfrutando, ¿eh?

—Ya ves, Gelsey. Soy todo un vividor. —A pesar de su socarronería, buscaba algo ávidamente entre las copas de los árboles.

La voz misteriosa se tornó en risa y entonces recaí en que los hombros del hada temblaban. Ellette reía con esa voz profunda que no le correspondía en absoluto. Resultaba incluso perturbador.

Cuando su cabeza se elevó, sus ojos ya no eran dos pozos de cielo primaveral, sino oro incandescente. El terror me paralizó, era como si unas inquebrantables manos invisibles me inmovilizaran. Sentí algo punzante pinchándome en la espalda. Me giré despacio, haciendo uso de todas mis fuerzas para poder liberarme de las manos y topé de frente con un hombre no muy alto, de cabellos del mismo rojo que el de las hojas de los árboles que nos rodeaban. Vestía con una sencilla camisa y unos pantalones holgados, ambas prendas de un blanco inmaculado, y sus ojos tenían el mismo brillo dorado; me miraban adormilados. Una pálida mano sujetaba firmemente el estilete que me amenazaba.

—Así que tú eres Gelsey. Tienes un pésimo aspecto.

No había rastro de burla en su voz profunda y cadenciosa y aún así sentía que me había clavado un puñal. ¿Qué le respondía a un dios? El cielo estaba de pronto tan saturado que casi podía oler el hierro. Las nubes y la luna eran rojas, como los pétalos de las flores que robaron la vida de Ellette.

—Y tú debes de ser Fehlion. Mentiría si dijera que he oído hablar mucho de ti. A los dioses de las historias me los imaginaba más...

—Más altos —me ayudó el Joker.

—Este cuerpo es sólo una representación física.

Cada vez que Fehlion hablaba con esa voz monocorde y carente de todas las emociones, la sangre se me helaba.

—Soy un silfo, no le debo pleitesía a ningún dios, así que no entiendo de qué va todo esto —dije sin apartar la vista del estilete.

—No tienes idea de lo que eres, pero no importa porque El Otoño os afecta a todos por igual.

—Como ves, la parte de que les gusta hablar haciéndose los misteriosos sí es cierta —alegó el Joker—. ¿Qué estás haciendo tú aquí? Te echamos de una patada hace mucho.

—A una ilusión, más bien. ¿Cuándo comprenderás que nunca serás más poderoso que yo? Da igual cuánto poder absorbas, cuánta magia aprendas. Yo siempre estaré por delante de ti.

—Porque eres un dios —profirió con sorna.

—Lo soy. Uno de verdad, no como ésos para los que trabajas.

—Trabajaba. Y no lo hacía por voluntad propia.

—Y ahora eres un payaso atrapado en una carta. Si tuviera sentimientos, me avergonzaría de ti.

—Como si tú no hubieras formado parte de esa trampa.

—¿Me acusas de la traición de Ellette?

¿De qué demonios hablaban esos dos? El Joker parecía un volcán a punto de explotar.

—Júrame que tú no tuviste nada que ver. Júrame que ella sola sacó la carta de la baraja y lo echó todo a perder.

Los finos labios de Fehlion dibujaron el amago de una sonrisa y volvió a mirarme.

—Fíjate —me dijo—, la parodia de un hombre que un día se creyó libre y ahora se aferra a un clavo ardiendo, a los restos de esa ilusión. Como si no supiera la verdad. ¿Quieres acabar como él, Gelsey?

No entendía por qué me incluía en su absurda conversación.

—Lo siento, no me va el maquillaje.

El acero de Fehlion me quemó el cuello y me arrancó una tira de piel de la cara.

—No es acero —me explicó—. Es un material especial que se fabrica en el templo de Niyati. Todavía no has ido, pero acabarás yendo. Anula la magia.

Su estilete arrojó destellos morados. Sentí mi sangre empapar la mejilla. El Joker aguardaba con las dagas ocultas entre las mangas, albergaba la ilusión de que me desollara.

—No me hace gracia que me desgarren con una espada, ¿sabes? —Fueran de un cristal oscuro o de frío acero.

—Ansías poder, pero te estás ganando muchos enemigos. Yo puedo dártelo. Olvídate de Idril y ríndeme culto. Tendrás la venganza que tanto anhelas.

¿Un dios de verdad me estaba haciendo semejante proposición? El poder al alcance de mi mano, tan solo Fehlion estaría por encima de mí. No tuve ni que pensarme la respuesta. Mis ojos recuperaron el aire desafiante y cuando hablé, mi voz retumbó, serena y orgullosa.

—Jamás.

Nunca me arrodillaría ante un dios. Nadie más que yo decidiría mi destino. No importaba lo que costase. Encontraría el camino a pesar de todas las vidas que tuviera que sacrificar.

—Te arrepentirás de haber rechazado mi oferta.

El Joker se abalanzó sobre el dios antes de que desapareciera, pero sus dagas sólo atravesaron una imagen que se deshizo en hojas secas. Por poco me sacó un ojo.

—Demasiado lento —declaró la voz de Ellette.

—¿Quieres quitarte de encima? —le reproché al bufón.

—Quiere jugar con nosotros. Algo trama.

—Demasiado estúpidos —rio la voz de Madelaine.

Reconocería esa voz en cualquier parte, hasta en medio del espacio sideral. Ya la había escuchando mientras trataba de avanzar por el bosque repleto de ilusiones. Allí estaba Maddie, con unos pantalones marrones, una blusa repleta de manchas de pociones y hollín y sus finos cabellos rubizos recogidos en un moño informal. Algunos le caían por la estrecha frente, ensortijados.

Las dos mujeres nos observaban divertidas y desafiantes. Las dos enarbolaban una espada de cristal negro y sus iris eran de ámbar líquido.

—¡Demasiado cobardes! —proclamaron al unísono.

Resonó el crujido de una rama.

—En la lección de hoy aprenderéis el poder de las ilusiones y comprenderéis por qué el otoño debe perdurar —declaró Fehlion sentado en la rama de un árbol más alto que el resto. ¿Cómo se había subido ahí tan rápido? Qué pregunta, porque era un dios. Sin duda tenía que estar divirtiéndose como hacía mucho que no podía hacerlo, hasta casi parecía expresar emoción.

—A ti debe sonarte de algo, ¿no? —le preguntó Ellette al Joker antes de lanzarse a por él. El hada se movía con una velocidad equiparable a la suya y por poco no logró detener la estocada.

Madelaine me observaba trazando lentamente un círculo a mi alrededor.

—¿Por qué has rechazado la oferta de Fehlion?

«Para estar contigo», me sorprendió una voz interna.

—Sólo quiere utilizarme. Estoy sediento de venganza, no idiota.

La ilusión de la humana me pasó una espada que cogí al vuelo. No sabía de qué estaba hecha la empuñadura, pero no me quemaba. La hoja parecía de acero normal, aunque yo no era ningún experto en espadas.

—Lo mío no es la esgrima. —No quería enzarzarme en otra pelea en la que no tenía posibilidades de ganar. Acababa de salir vivo de pura casualidad en el capítulo anterior. El cuerpo me dolía, y sobre todo, mi orgullo.

—Pruébalo —me invitó, divertida.

Sus pies tomaron impulso y saltó. Me cubrí con la espada, pero no estaba preparado para la fuerza sobrehumana con la que me golpeó. Llovieron chispas azules. Ella se quedó suspendida en el aire unos instantes y mis pies retrocedieron.

—Las ilusiones no pueden herirnos, ¿verdad? —le pregunté al Joker sin dejar de forcejear.

—Eso creía yo, pe-pe... —Él mantenía su propio duelo con Ellette y también estaba teniendo dificultades—. ...Pero estas espadas parecen muy reales —concluyó trazando una media luna sobre el aire que logró cortar un costado de Ellette. La sangre le salpicó los pies y jirones de carne se le habían quedado colgando. Podría haberse regenerado, pero Fehlion debió de pensar que sería más grotesco que las heridas perduraran.

Saqué fuerzas y empujé como si me fuera la vida en ello. Logré que Madelaine retrocediera unos pasos. Su muñeca se quebró y yo me quedé sin saber qué hacer a continuación.

—¡Atácala! —exclamó el Joker agachando la cabeza para esquivar por los pelos un corte que se la habría cercenado.

Madelaine, sin inmutarse, se colocó la muñeca en su sitio. Los huesos crujieron, pero ella parecía insensible al dolor.

No me gustaba la esgrima. Para hacer magia hay que crear, para pegar estocadas mortales hay que engañar al enemigo recibiendo cortes primero antes de poder atestar el corte definitivo. Sujeté la espada sólo con una mano y traté de hacerme con el control de la pelea.

Nuestras espadas volvieron a entrechocar. Se atraían mutuamente con una energía que provenía de nuestros propios cuerpos. Avanzábamos. Retrocedíamos. La tensión se iba entretejiendo a cada puntada y a cada estoque. Quién iba a imaginar que tras haber estado a punto de matarme antes, ahora teníamos que luchar codo con codo. Fehlion lo observaba todo, imperturbable. Madelaine hacía unas piruetas impresionantes. Aguardé y entonces, ataqué con ímpetu. Cada vez que lograba darle, su cuerpo se deshacía en cientos de hojas secas. Recordé la horrible herida de Ellette y en el fondo pensé que era mejor así. Ver a Madelaine herida no era algo que me dejase indiferente.

—Conoces a demasiada gente problemática —le reproché al payaso, falto de aliento.

—Son ellos los que se obsesionan conmigo. No entiendo por qué.

Madelaine volvió a desaparecer entre los árboles. Desde algún lugar me acechaba, mas sólo veía las hojas de las secuoyas girando a mi alrededor. La atmósfera era irreal y me aturdía. Apareció de la nada, por detrás. Me giré a tiempo y, por unos instantes, se transformó en Fehlion. Un parpadeo después volvió a ser Madelaine. Nuestras espadas se reencontraron y se acariciaron con rudeza. Me propinó una patada alta que me dio en la frente y logró derribarme al suelo.

De pronto, era un Gelsey doscientos años más joven que entrenaba con Fionell. Rodamos por la alfombra de hojas hasta que mi maestra logró quedar sobre mí, arañándome el pecho con la maldita espada. Entonces recaí en que el rojo intenso del cielo no podía ser natural. Era fuego: un anillo de llamas nos rodeaba. Fionell empezó a carbonizarse y me miraba como suplicándome que acabara con su tormento. Sin embargo, yo no sabía qué hacer. El olor a pelo y carne quemada me estaba poniendo enfermo. La abracé a pesar de las llamas, para solo sentir cómo sus cenizas se me escurrían. De sus restos surgió de nuevo Fehlion.

—¿Sigues rechazando mi oferta? Es la última vez que te lo ofrezco, no voy a rogarte. Si prefieres morir, yo no voy a hacer nada al respecto.

No había arrogancia ni descaro en su voz sobrenatural. El semblante del dios permanecía sombrío mientras le mantenía todavía abrazado. Sabía que era un arrogante, como todos los dioses, pero él lo daba tan por hecho, que no necesitaba alardear ni hablar con descaro. Fehlion era más bien reservado, algo que contrastaba con su afición por liar las cosas.

—¿Crees que me conformaría con unas ilusiones?

Aquella vez fui yo quien atestó una patada para quitármelo de encima. Logré ponerme de rodillas, pero entonces Ellette arrojó al Joker sobre mí.

Los dos caímos sobre las hojas y el barro.

—Ya no sois tan gallitos, ¿eh? —Ellette se recomponía la larga melena. Tenía varios cortes en la cara, en los brazos y en las manos. Se lamió una de ellas.

—Al fin te tengo, Gelsey —se vanaglorió Madelaine—. ¡Pagarás por haberme abandonado!

—¡Me usaste! —afirmó Ellette acusadoramente.

—Y tú me engañaste —escupió Madelaine sobre el Joker.

—Arruinaste mi vida.

—Me abandonaste, maldito silfo de mierda.

—...Y arruinarás la de Idril...

El Joker les arrojó un puñado de barro, exasperado porque no se callaban. Sobre nuestras cabezas, el cielo se hizo añicos. Un fuerte primer relámpago lo rasgó. Le siguieron gotas de lluvia muy gruesas que se entremezclaron con la sangre de nuestros cortes como si fueran lágrimas.

Conseguí ponerme en pie. Una ponzoña invisible se extendía por mis venas. El Joker también lo consiguió. Jirones de su verdadera piel asomaban entre las grietas de su estropeado maquillaje blanco. Buscaba sus dagas. Encontró una, pero Ellette jugueteaba con la otra. Y pensar que habíamos estado a punto de matarnos hacía unas horas y ahora luchábamos por mantenernos en pie contra nuestras propias ilusiones. Madelaine estaba muy hermosa bajo la tormenta. Su melena ondeaba y me llegaba su fragancia acompañada de un viento gélido y más hojas secas.

Más relámpagos cubrieron el cielo. Las ropas mojadas de ambas mujeres se les pegaban a sus cuerpos como una segunda piel. Sus ojos dorados sentenciaban a muerte. El Joker atacó impulsándose con un par de volteretas tan rápidas que Ellette no pudo esquivarlas del todo. La espada de Madelaine atravesaba mi pecho. Sentía sus labios mojados muy cerca de mí. No tenía ya nada que perder, así que la corté como quien enarbolaba el hacha para cortar leña. Su figura se disolvió entre la lluvia y se teletransportó detrás de mí para golpearme con el puño.

Madelaine cortaba y golpeaba poseída por una furia indómita. Yo me protegía y contraatacaba cada vez más cansado. Ellette asfixiaba al payaso pisándole la cara. Su rostro estaba frío como la luna.

Cuando los pulmones me dolían tan fuertemente que no podía respirar, las imágenes de Madelaine y el hada se multiplicaron y recibí dolor desde todas partes. El dolor cesó por unos instantes, aunque la tormenta había arreciado y hasta el agua de lluvia dolía. Logré entreabrir los ojos y allí estaba Fehlion frente a mí, desarmado. Su semblante permanecía serio e inalterable. Me incorporé. Tenía que arrancar esos ojos dorados.

El Joker se levantó. Su mirada denotaba sed de sangre hacia el dios que tenía delante, pero yo no le veía a él, sólo le prestaba atención al dios.

Con mi orgullo como armadura busqué a tientas mi espada y cerré los dedos fuertemente en torno a la empuñadura. Pesaba toneladas y las cicatrices de mis manos aquella vez sí ardieron. Aún así, me lancé a por el dios.

El Joker se abalanzó sobre su presa.

Me topé contra dos ojos rojos, infranqueables y opacos. La daga del Joker bebía de mi sangre y mi espada latía como un corazón sobre el pecho de él. No había ni rastro del dios y comprendimos que nos había hecho creer que éramos él a ojos del otro; nos habíamos atacado mutuamente.

—¿Habéis tenido ya suficiente? —preguntó Ellette haciéndose oír por encima de la tormenta.

—Todavía no —dijo Madelaine. La lluvia resbalaba por todo su cuerpo, su piel resplandecía bajo la luz de los relámpagos.

Nos pedían un segundo asalto, pero nosotros estábamos para el arrastre. Como ninguno tomaba la iniciativa, fueron ellas las que se lanzaron al ataque.

—¿Sabes? En realidad sólo quería mostrarte el poder de las ilusiones —hablaba Fehlion desde todas partes y ninguna—. Quería verte hundido en la más profunda miseria.

Madelaine golpeaba con el puño, con los pies. Danzaba. Cortaba. Esquivaba y volvía a cortar.

»Quería causarte un dolor encarnizado.

Saltaba. Danzaba. Atacaba.

—Dices no tener sentimientos porque eres un dios. Pero yo sé perfectamente que no es así —le respondió el Joker a Fehlion, que ignoró su ataque verbal y siguió con su discurso:

—En realidad sí que tuve mucho que ver. Cuando le propusimos el plan, nos rechazó de inmediato. Se puso furiosa con nosotros. Temíamos que fuera y te lo contara... Afortunadamente logramos distraerla. Confundirla.

Madelaine mordía. Arrancaba. Intentaba desesperadamente quitármela de encima, pero sus uñas se hundían en mi piel.

—Quebrarla.

Grité. Los relámpagos parecían serpientes de luz. Se asomaban y escondían y cuando salían, mordían con saña haciendo estremecer todo.

»Necesitaba que Ellette regresara a su palacio, por eso colaboré con ellos sin que lo supieran. Hubo que enviarle ilusiones muy poderosas. Tuvimos que manipular sus pesadillas. Debilitarla lo máximo posible para crearle la duda. No sabes cuánto lloró. Cuánto dudó. Pese a todo, se rehusaba a traicionarte. —La voz de Fehlion sonaba tan lejana... y a la vez era lo único que me mantenía consciente, aunque no entendiera nada.

El Joker ya no luchaba. Se había quedado lánguido. El pelo le ocultaba el rostro.

»Al final hubo que convencerla de que Kra Dereth sólo quería usar a su hijo y que la mataría a ella cuando no la necesitara para que no se interpusiera. Nos deshicimos de ti. Kra Dereth fue derrotado y Ellette volvió a su palacio. Tenía que tocar la canción de la Vida... que yo le había enseñado.

El Joker se incorporó. Su rostro era una máscara que inspiraba terror. Sus ojos estaban secos porque era otro monstruo, mas los labios... Los labios se los había mordisqueado y la sangre se mezclaba con el blanco y el negro del maquillaje. Esquivó a Ellette y saltó sobre Fehlion. Éste alzó una mano y rayos dorados arrojaron al payaso contra el suelo.

—Sin Baghrá, ni Gheimhridh, ni Sathair, sólo quedaba... El Otoño. Un cambio así tenía que ocultarlo por un tiempo... Por eso la Canción de la Vida que tocaban los Feéricos de Luz era importante. Ellos la crearon a partir de instrumentos faé para imponer su poder sobre nosotros. Era su forma de decir «no sois necesarios, nosotros también podemos controlar la naturaleza». No me gusta que intenten ser mejor que yo, así que tenía que hacer algo al respecto. La princesa Ellette era perfecta para mis propósitos: una princesa hada que podía permitirse el lujo de ser irresponsable, por lo que prefería danzar en el bosque a tener lecciones de música. De pronto, su madre y su hermana mayor murieron y ella sin saber qué nota era cada cuerda del arpa. Adivinad quién le enseñó a tocarla.

Ni yo podía dar crédito a lo que escuchaba. Si lo que ese loco decía era verdad, entonces todos habíamos estado viviendo en una trampa, ¿cuánto tiempo? Ciento ochenta años. Era demasiado tiempo bajo una ilusión como para que nadie se hubiera dado cuenta.

»Esa nueva canción mantiene viva la ilusión de las Estaciones. La madre enseñó a su hijo, pero ahora el príncipe Idril debe morir. Sin Canción de las Falsas Estaciones desaparecerá la ilusión y se revelará el Otoño Eterno. Así es como debe ser.

Yo trataba desesperadamente de hacer magia, pero nada brotaba de mis manos. Tuve que rodar hacia un lado porque Madelaine se estaba empezando a aburrir del juego y quería ponerme fin. La atrapé entre mis brazos. Ella mordía como una gata furiosa. La estrujé con fuerza. Su cuello parecía tan delicado... Su rodilla se clavó en mi estómago. Me quedé sin aire. El mundo daba vueltas. Empujó. Hojas secas y oro incandescente.

»Nadie se ha percatado del engaño. Todos mordisteis el anzuelo como peces imbéciles.

De pronto, me llegaron imágenes de Fehlion mordisqueando un pescado crudo. Sus afilados colmillos desgarraban la carne rosada, dejando unos hilillos de saliva.

—¿Por qué me has contado todo esto? ¿Vas a matarnos? —La voz del Joker sonó ronca. Se entremezclaba con las gotas de lluvia como la sangre que fluía de nuestros cuerpos.

—¡Por la lección! —Sonrió—. Quería que supieras cuánto sufrió ella, cómo la utilizamos en tu contra. —Sonrió más aún—. Quería verte así de acabado, un pequeño capricho mío, pero no dejaré que sigas adelante sabiendo esto. Quiero que vivas sin ilusión, para que aprendas a valorar las mías, así que no recordaréis nada.

Nada, ada, ada...

La voz de Fehlion se apagaba. Como un sueño. Como una ilusión.

«Me duele todo el cuerpo...»

Hacía mucho frío. Los árboles parecían que iban a arrancar sus raíces de la tierra y se iban a echar sobre nosotros.

—¿Sabes, Fehlion? —El Joker se había puesto en pie. Se tambaleaba, pero una furia tangible le mantenía erguido. Tenía los puños cerrados y escudriñaba el cielo—. No eres el único dios que he conocido. Conocí también a Baghrá y a Gheimhridh —que, por cierto, lo pronunció más o menos como «Guimríd»— y a los demás, pero con esos dos pude hablar muy de cerca y, ¡tenían sentimientos! —exclamó, temblando—. ¡El amor de Baghrá y el dolor de Gheimhridh! Eso sí era una verdadera manifestación de energía... —Se atragantó con su propia rabia. Tuvo que parar su discurso para toser y por un momento pensé que no lograría sobreponerse, que le fallarían las fuerzas y se caería sobre el fango. Entonces, se cubrió el rostro con los brazos, hundiendo los dedos en sus rizos apelmazados. Así se quedó durante un estremecimiento más del cielo.

Dejó de temblar, ya no salía más vaho de sus labios purpurinos, sin embargo sus ojos refulgían de un rojo feroz. Enarboló de nuevo una de sus dagas y con ella señaló hacia el árbol más alto, proclamando con la voz más fría y sobrehumana que había escuchado jamás:

—Un día conocerás algo que te infundirá esperanza y yo te lo arrebataré y lo destruiré frente a tus ojos. ¡¿Me has escuchado?!

El cielo no se inmutó. Lo único que podía hacer era seguir descargando las nubes para disimular unas lágrimas que no existían porque el rostro del Joker no era más que una terrorífica máscara de cera. No había dolor en su amenaza, solo una buena vaharada de odio. Después de aquella escena, el cuerpo del Joker debió de darse cuenta, por fin, tras todos estos años, de que quien fuera que lo hubiera habitado antes ya no existía; solo era el Joker, solo un bufón, y se derrumbó.

—¿Qué se siente al saber que tal vez nada de lo que os da esperanzas es real sino una ilusión perpetuada por mí? —habló desde ninguna parte la voz de Fehlion—. Nunca seréis libres. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NUNCA. NunCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa. nUnCa.

No sé por cuánto tiempo perdí la consciencia. Una parte de mí se resistió todo el tiempo, por eso cuando de entre los destellos de los rayos se materializó una figura de hueso y sombras, no sabía si era real, un sueño u otra ilusión.

Era extremadamente delgado. Como un esqueleto. Avanzaba entre la lluvia hacia nosotros. Levanté la cabeza todo lo que pude, no tenía fuerzas para nada más. El Joker estaba sentado y cabizbajo y todo lo que pasaba a su alrededor le daba igual. La delgada figura seguía avanzando. Chop, chop, chop repicaban las gotas. Tenía el rostro de un cadáver y seguía avanzando hacia nosotros.

«No, hacia mí», comprendí horrorizado.

Quise salir corriendo. Mis dedos sólo resbalaban en la tierra mojada.

El cadáver estaba junto a mí. Extendió una mano huesuda, de largos dedos retorcidos, o que al menos pretendían serlo, y me acarició el pelo que se me pegaba a la cara. Estaba muerto de miedo.

—Tan bello... pero ya no eres tan joven. Tampoco tan poderoso —me susurró una voz que no podía pertenecer a un vivo. Sentía que si continuaba hablándome, se me contagiaría su consunción—. Así no puedo usarte.

«No quiero que me uses»

Gimoteé inconscientemente.

»Tendré que usar al chico. Es el más adecuado.

Sus dientes eran amarillos y castañeaban al hablar. Hacían un ruido estremecedor cuando aspiraban.

»He oído que es muy apuesto también.

Chop, chop, chop.

Esa parodia de mano me acarició una vez más. Un relámpago enceguecedor sacudió el Mundo.

Me despertaron el sonido de los cascos de unos caballos. Estaba confundido y tenía lagunas en la memoria. Se mezclaba lo real con mis sueños extraños. Todo era tan vívido que resultaban imposibles de separar. Yo era Gelsey e iba a dominar el Mundo. Aferrándome a eso podía seguir adelante.

Al abrir los ojos vi a Madelaine corriendo hacia nosotros. Se trataba de la verdadera porque sus ojos ya no eran dorados y sus pasos resultaban más lentos y torpes. La vi agacharse junto al Joker y abrazarle.

CONTINUARÁ....

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Bueno, no sé qué os habrá parecido este capi. Cuando lo escribí hace ya unos cuantos veranos estaba muy frustrada porque no lograba inspirarme y entonces, no sé cómo, lo conseguí y me salió esto y desde entonces he sufrido mucho aguardando este momento xD.

¡¡Quienes estabais preocupadas por Dini, al menos aún respira!XD

Si habéis leído los relatos de Omnisciente Sensual, algunas cosas ya os sonarían. 

Imagino que os acabo de dejar con muchas preguntas y nuevas teorías xD. Hasta aquí llega el primer bloque por así decirlo. Ahora vamos a dar descanso a estos personajes y os mostraré lo que están haciendo otros que también es interesante, antes de volver a esta trama y ya seguirla del tirón. ¡A partir de ahora las cosas se ponen serias!


Muchas gracias por ser lectores tan  genialosos <3

Recordad votar el capi, animaros a comentar (que no muerdo, soy muy maja en las respuestas) y uniros a la página de Facebook de Léiriú a ver si logramos divagar por allá!

Venga, se abre el concurso de adivinar de quién puede ser el próximo capi :DD 



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