Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. Joker II: Quince coma siete (Parte II)


—¡Jayden, has venido al final! —A Anane parecía que acababa de aparecérsele su bardo favorito para dedicarle el Cumpleaños Feliz.

—Ya ves... —Observó desde el suelo el cuerpo carbonizado de los dos hechiceros y la mano de Killian—. Tenías razón; soy más idiota de lo que creía.

Lo era. Jayden el Cazademonios. Su piel azul le delataba como un changelling, es decir, un humano que de bebé había sido raptado por feéricos mientras dejaban a un doble para que nadie se diera cuenta. A los changellings les alimentaban con comida y bebida feéricas que les iban transformando poco a poco, hasta que dejaban de ser humanos. No eran feéricos, pero sin duda los humanos no reconocerían mucha humanidad en ellos. Y todos sabíamos que el estatus de "ser humano" solo podía ser concebido por los propios humanos. Algunos lograban escapar y este changelling en particular tenía fama de haber dejado un rastro de sangre tras de sí. Se hizo cazador de demonios para poder sobrevivir y saber defenderse de los feéricos que le persiguieran. Estudió y entrenó en diversos templos a lo largo de todo Faecharatiaesse.

Los Héroes de la Idiotez le habían conocido en una de sus múltiples aventuras. Le habían intentado convencer por todos los medios, incluso con los encantos de Anane, que se uniera a ellos. Pero a Jayden no le interesaban mucho las ostras, así que sus súplicas no funcionaron. Le ofrecieron también langostinos, pero eso tampoco le iba. Les insistió que los cazadores de demonios eran neutrales, se limitaban a cazar demonios por una tarifa previamente acordada y no había dinero en el mundo capaz de convencerle de que cazara a Kra Dereth, que además estaba implicado en un asunto político muy serio. Pues toda esta guerra de la Luz y la Oscuridad que tan místico sonaba, es lo que era en realidad: un asunto político muy, muy chungo. Lo que los héroes no sabían era que su neutralidad se debía en realidad a su cobardía. La mayoría de hazañas que circulaban sobre él, las había exagerado en el mejor de los casos. En el peor, se las había inventado. Eso explicaba la cantidad de amuletos y afiches que pendían de sus ropas que no tenían efecto alguno contra demonios de verdad. A mis ojos, esa cobardía parecía inteligencia. Pensaba que, si se había mantenido a salvo y con buena fama, era por su sensatez y buen juicio, pero apareciendo esa noche, demostraba que en el último momento le había dado un acceso de idiotitis aguditis.

Nos incorporamos al mismo tiempo. En lo que él se recomponía los amuletos y recogía sus armas, yo lancé una segunda ráfaga de chispas al cielo y me vendé los ojos con un pañuelo. Contra ese tipo era mejor vendármelos.

—Durante todo este tiempo, le he estado dando vueltas a qué podías ser —me dijo—. ¿Un brujo? descartado, porque de todas las múltiples habilidades que tienes, la metamorfosis no es una de las tuyas.

Empezamos a andar en círculos, con nuestros aceros apuntando amenazadoramente hacia el otro, atentos de cómo movíamos los pies, de cada posible movimiento en falso.

—Un nigromante, tampoco —prosiguió—. o no te habrías aliado con Samyaza.

—Los mejores cazadores de demonios son aquellos que demuestran ser lo suficientemente inteligentes para no morir demasiado jóvenes, así que por curiosidad, ¿cuántos años tienes tú? —No parecía ni llegar a los treinta humanos, pero sabia que se debía a su parte feérica lo que hacia imposible determinar su edad.

—Tengo cuatrocientos noventa y ocho años. —No estaba mal, aunque yo seguía teniendo muchísimos más—. Quedan unos minutos para que sea mi cumpleaños, ¿sabes?

—Entonces seré el primero en felicitarte. Y el último.

Comenzó la danza. Mi arma se acercó a su mano diestra, que la llevaba protegida por un guantelete a diferencia de mis manos quemadas. El acero hizo contacto, pero no fue suficiente. Yo insistí y esta vez nuestras hojas intercambiaron un par de besos suaves, pero con anhelo. El acero de nuestras armas silbaba cada vez que cortábamos el aire, lo que me permitía esquivar sus ataques aunque llevara los ojos vendados. Tip tip tap, sonaban sus pies y me marcaban el compás que debía seguir. Al final, ambos tuvimos que retroceder varios pasos y dejé que tomara posición ofensiva mientras yo me ponía en posición defensiva.

—Debo admitir que eres una gran pareja de baile —le elogié.

—¿Cómo es posible si mis pasos son ligeros como una pluma?

—Tengo un oído excepcional, espadachín.

—¡Soy mucho más que un espadachín!

Golpeó velozmente, primero apuntando hacia mi costado derecho y tuve que hacer un bloqueo a las cuatro, para seguirlo al instante de uno a las seis. Entonces le clavé el tacón de mi bota en su pie derecho. Jayden tuvo ponerse a la pata coja para recogerse el pie que enseguida se le hincharía. Oportunidad que aproveché para saltar y embestirle desde el aire. Mi acero se hundió en la clavícula y se acercó peligrosamente al pulmón. Pero no escuché el dulce sonido de la sangre fluir. Fue Jayden el que ahora se me abalanzó por detrás. Tuve que girar, dejando caer mi cuerpo por debajo de su estoque mientras me apoyaba en el suelo con la mano libre; error fatal porque él seguía teniendo algo así como una katana en la otra mano con la que sesgó el aire, alcanzando a cortarme unos cabellos.

—¿Hiciste una ilusión? —inquirí—. Mis felicitaciones, sobre todo por la parte sonora. —La mayoría de los ilusionistas solo sabían jugar con el sentido de la vista.

E hice algo que odiaba verme obligado a ello, sobre todo con el sentido de la vista anulado. Le escupí un chorro de ácido que me quemó la garganta y me dejaría mal sabor de boca por el resto de la batalla, hasta que pudiera comer un trozo de chocolate. Pero mereció la pena porque le quemé toda la cara. El ácido le goteó por los ojos y la nariz hasta el mentón. De una patada, lo mandé lejos y empuñé mi arma como una lanza, corriendo a apuñalarle con ella. Tuve que detenerme a unos tres pasos de distancia. Un nauseabundo olor me estaba obligado a retroceder.

—No solo sé jugar con la vista y el oído —masculló desde el suelo, limpiándose la cara como podía.

—Aghhh ¿pero qué has hecho ? —le regañó Anane cuya voz sonaba entaponada, así que imaginé que se había pinzado la nariz.

—No sé si lo has notado, pero nos estamos jugando la vida todos...

—Pero al menos no nos tortures en nuestros últimos minutos con semejante hedor.

Jayden se incorporó, satisfecho a pesar de las protestas y del ácido que le escurría por todo el rostro.

—Si te afecta el hedor... eso descarta todos los tipos de demonios hediondos. Mmm... Lástima que no haya tiempo de analizar este ácido, entonces averiguaría qué eres.

—Sigue intentándolo, todavía puedes descubrirlo —le di esperanzas en vano. Era imposible que acertara.

Se lanzó contra mí corriendo en zig-zag, antes de que me recompusiera de las náuseas. Intenté detenerle con una explosión mágica que él esquivó. Tardé dos latidos y medio en comprender que estaba zigzagueando y, al segundo intento, le acerté. Las protecciones que llevaba encima absorbieron casi todo el daño, pero el impacto de nuevo le había alejado unos cuatro pasos de mí. Invoqué un tarro de café y tras olerlo, me lancé de nuevo al ataque. Killian soltó algo así como una carcajada, histérico. Es que yo estoy hecho toda una caja de sorpresas.

A continuación se desencadenaron varias estocadas, contraataques, y fintas. Él intentaba que mi hoja se encallara en las guardas de su estoque y yo me escurría. En cuanto intentaba acercarme, él intentaba cortarme con la katana, pero le dolía la cara agudamente, así que sus movimientos cada vez eran más torpes y lentos. Ya no tenía fuerzas para blandir ambas espadas, así que envainó la katana, ya que en un duelo le servía menos un arma que cortara en vez que apuñalara. Al contar ahora con la fuerza de ambas manos, se recuperó en velocidad y vigor.

—¡Vamos, Jayden ya le tienes! —le animaba su amiguito.

—¡Córtale las pelotas para echársela a los kelpies! —le instaba su amiguita.

Contraatacamos al mismo tiempo. Esquive. Finta. Molinete. Al final ninguno se decidía a arremeter. Los duelos entre profesionales eran lo que tenía; pasábamos más tiempo desplazándonos en círculo que intercambiando estocadas y, cuando al fin uno se decidía a probar algo, el intercambio de toques ocurría de forma demasiado rápida como para que el ojo poco entrenado entendiera qué estaba pasando.

Como ya me estaban cansado los animadores que teníamos, realicé una serie de movimientos hipnóticos con mis dagas. Había cegado a mi contrincante, así a él no le afectaban, pero a nuestro irritante público sí, dejándoles en trance.

—Tampoco puedes ser un asura o un kinnara, esos tienen varios pares de brazos invisibles...

—¿Aún no sabes qué soy? —pregunté fingiendo decepción.

Necesitaba una forma de traspasar su armadura, la pelea se estaba alargando demasiado y el ejército del Rey Hechicero no debería tardar en aparecer. Para entonces, ya quería al cazador bien muerto.

Probé a fingir que intentaba una finta, cuando en realidad el engaño era doble, pero el tipo también lo supo ver llegar.

—Eres demasiado alto para ser un boghart...

Me quité la venda aprovechando que él tenía los ojos quemados por el ácido y no podía saber que me la había quitado. Entonces lo vi claro. El tipo tenía la pierna derecha un poco más corta que la izquierda.

Fingí que el segundo amago de segunda finta era en realidad una trampa para una tercera finta y que lo tenía todo pensado y, aún así, el logró adelantarse a mis intenciones alcanzando a arañar mis manos con un par de estocadas. En ese momento supe que ya le tenía, porque él debía de estar sintiéndose más inteligente que yo al haberme arruinado supuestamente tres fintas.

—¿Sabes? Se te ha pasado por alto un pequeño detalle —le dije, mordaz.

—Lo dudo.

—Resulta que puedo leerte la mente.

Esa revelación me ganó unos granitos de tiempo.

Todo ocurrió demasiado deprisa. Me abalancé contra él. Él alzó su espada sosteniéndola con ambas manos para rechazarme con mayor fuerza sin saber que yo había guardado mi acero. Me deslicé con habilidad y aproveché el retraso de la pierna más corta para meterme dentro de la jaula de acero. Le agarré el cráneo con mis manos.

—¡Jayden! —gritó Killian que fue el primero en recuperarse y se encontró con esa situación.

—¡Espera! ¡Creo que ya sé lo que eres! —exclamó, emocionado, pese a su terrible situación.

El firmamento se llenó en ese momento de las flores irisadas de pólvora que los humanos lanzaban para festejar el cambio de año. Ya era un nuevo día, así que al fin podía darle mi regalo.

—¡Eres el hijo de...!

Le rompí el cuello con un movimiento seco.

—Feliz cuadringentésimo nonagésimo noveno cumpleaños. Nos vemos en el Infierno, si existe.

Killian tenía cubierto con su manos el rostro cuando una lluvia de flechas se nos vino encima. estas eran flechas de ébano blanco. Centauros de Luz. Por el otro lado, de espaldas a la estrella más brillante, nos llovieron flechas de ébano negro. Centauros de Oscuridad. Killian trató de proteger a su amiga como pudo y esta finalmente abrió los ojos.

—¡Putos grises! ¿Es que tenéis caracoles en el culo? ¿A quién queréis asaetar con vuestras flechas? ¡Kra Dereth caerá por nuestra mano!

—¡Lo mismo decimos, Púrpuras del diablo! ¿No os dais cuenta de que es mejor que por una puta vez colaboremos?!

Todo esto lo gritaban en su dialecto, claro. Aún no sabían insultar con creatividad en la Lengua Común.

Lo que faltaba... Esperaba al ejército del Rey Hechicero, pero a los centauros les prefería lejos de todo esto, sobre todo por que les necesitaba para conseguir la energía de la diosa Daira; el último ingrediente. Pero si insistían...

—¡Al final vienen a ayudarnos, Kil!!

—¿Ahora llegan los refuerzos? —inquirió éste, con un hilo de voz ahogada. El humano estaba cayendo en un estado de sopor que parecía ya ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor.

Una nueva lluvia de flechas nos llovió por todos lados. A mi me esquivaban como si emitiera hondas que desviaban a las flechas. Sin embargo, vi cómo una de ellas, con la punta en forma de espiral, se le clavaba a Anane en el costillar, derribándola. Una flecha torniquete, el súcubo estaba jodido. Un ave carroñera graznaba emocionada mientras ella maldecía golpeando el suelo con los puños.

Me pregunté si merecía la pena intentar que al menos ella sobreviviera. Sentí la ondulación en el aire inconfundible de cuando alguien aparecía teletransportándose por un portal mágico.... y lo sentí multiplicado por cientos, rodeándonos. Así que ya estaban aquí.

En el horizonte se empezó a hacer visible una circunferencia de sombras cada vez más nítidas. Cada cien siluetas recortadas por la luz de la luna, se revelaban los estandartes que portaban, mostrando sus colores púrpura con el símbolo de una serpiente enroscada en torno a la piedra filosofal: el estandarte del ejército del Rey Hechicero. Llevaban los estandartes de su raza, pero también en sus pechos relucían las dos sierpes blanca y negra, lo que significaba que tenían permiso para hacer lo que quisieran, ya que se sobrentendía que lo harían por el bien del equilibrio entre la Luz y la Oscuridad.

Aquella noche, el Rey Hechicero había dividido a sus tropas en dos enormes ejércitos. El general Shem o también conocido como El escorpión colmilludo (no queréis saber por qué) había ido al encuentro de mi Generala. Su combate se estaba librando en la otra punta del continente. Sin embargo, a las tropas del general Kufku, las envió a conquistar el bosque de Breogán, el bosque donde vivía la reina de los feéricos oscuros. Cuando lancé esas chispas rojas y doradas al cielo, en realidad les estaba diciendo que vinieran a por mí, si tenían los ovarios y cojones suficientes. Tras una breve pero intensa discusión, al final se decidieron a venir a por mí al ver que no les quedaba tan lejos. Yo solo era un hombre a fin de cuentas, las historias que se contaban de los que osaban adentrarse en territorio de los Feéricos de Oscuridad eran más terroríficas que las que se contaban sobre mí.

—¿Quién es el que está ahora perdido, eh demonio? —se jactó prematuramente Anane, a quien cantidad debía significar más que calidad.

—Yo que tú no cantaría victoria tan deprisa —le advertí.

Las tropas de Kufku extendieron sus brazos hacia nosotros. Digo nosotros porque nos estaban rodeando por todo el claro y no me apuntaban solamente a mí. Los preciosos ojos violeta de Anane se dilataron como discos. ¿Qué sentiría un súcubo cuando percibía emociones que indicaban que algo no iba bien?

—¿¡Qué hacéis, idiotas del culo?! —bramó con las fuerzas que le quedaban, haciendo un esfuerzo descomunal por ignorar el dolor de la flecha torniquete que tenía clavada—. ¡¡Seguimos aquí!!

Killian salió por fin de su estupor indiferente y se unió a los aspavientos de su compañera.

—¡¡¡No disparéis!!!

Los centauros les lanzaron más flechas.

—¡¡¡Estamos aquíiiiii!!! —gritaban, sacudiendo sus brazaletes con una serpiente de plata que les habían otorgado como Héroes de la Luz. Yo miré el mío de ágata y ónice y me lo quité, arrojándolo bien lejos.

Los hechiceros seguían moviendo su boca silenciosamente sin bajar los brazos. Anane no solo sacudía los suyos para adelantar su desangramiento, sino que estaba intentando usar sus poderes para quitarles las ganas de atacar, sin embargo compendió que era demasiado tarde. Sus hechizos estaban prácticamente listos desde hacía tiempo y ya solo les quedaban los últimos retoques, por no mencionar que la sed de sangre y las ansias de una victoria triunfal les podía.

Les habían utilizado. Tanto a ellos como a mí. En el fondo, Anane siempre lo había sabido, aunque nunca pensó que les desecharían de esa forma cuando El Concejo ya no les necesitara. Pero así se trataba a las herramientas; siempre se tiraban cuando ya no servían y se remplazaban por unas nuevas. Me pareció estúpida por decepcionarse de esa forma ante algo que para mí siempre había sido muy evidente. Las raíces de los árboles se retorcieron del éxtasis ante la anticipación del festín que se iban a pegar.

Cuando el cacareado Equilibrio se desbalanceó a favor de la Luz, me pidieron que esparciera la Oscuridad por el mundo entero para restaurarlo. Entonces dijeron que me había pasado de la raya y buscaron a unos pringados para que hicieran de Héroes de la Luz y acabaran conmigo para restablecer el Equilibrio, que por mi culpa oscilaba a favor de la Oscuridad. Y ahora que nos tenían concentrados en el mismo punto, iban a borrarnos del mapa. ¿Se restablecería así el Equilibrio?

Jamás, porque a esta gente no le interesaba el verdadero equilibrio ni un pepino.

Anane lo asimiló al fin y corrió a abrazar a Killian, cubriéndole con todo el cuerpo. Yo me eché mi capa encima. Les miré un momento. Se encontraban a quince coma siete pasos de distancia de mi. Si tan solo se encontraran a unos pasos menos, me daría tiempo a cubrirles a ellos también. Sin embargo, esos quince coma siete pasos eran demasiada distancia. No podía arriesgar mi vida cuando mi hijo estaba a punto de nacer. Una miríada de rayos de luz se dirigieron hacia nosotros como lanzas de sol y me teletransporté justo a tiempo de que uno de ellos alcanzara a hacerle un agujero a mi magnabulosa capa.

Cuando volví, el paisaje estaba bastante cambiado: en el claro de antes, ahora había un cráter gigantesco envuelto en una nube de humo y tierra y los restos de la energía del último poderoso hechizo protector que lanzó Anane. En el centro, Killian temblaba violentamente con los ojos desencajados. El súcubo yacía tirado en el suelo. Sin piernas. Su vestido, encharcado de sangre desde la cintura hasta abajo. Sus ojos estaban quemados; casi todo el pelo se le había desprendido de la cabeza. Apestaba al típico olor de la hechicería y a mucha carne chamuscada. Aunque la carne chamuscada olía bien. La tierra ya no pedía, excitada, ser regada con sangre. El bombazo que se llevó la dejó con empacho.

Los centauros fueron los primeros que se percataron de mi presencia y tensaron sus arcos rápidamente; las venas marcándoseles en los enormes brazos. Yo clavé mi mirada amenazante en el que tenía que ser el general Kufku. Les enseñé el agujero que le habían hecho a mi capa.

—Vosotros sí que os habéis pasado de la raya.

Me convertí en una sombra y empezó la matanza. Al principio, los hechiceros se quedaron paralizados al ver caer a los primeros de los suyos, sin comprender qué estaba pasando. Cuando detectaron la sombra negra y carmesí que les estaba atacando, empezaron a probar varios hechizos, sin mucho éxito. Eran demasiado lentos y filtrarme entre sus armaduras imbuidas de magia inútil contra mí, resultaba demasiado fácil. Intenté evitar a los centauros y solo maté a aquellos que habían bajado sus arcos y ballestas y que trataron de ensartarme con sus lanzas o de rebanarme con sus hachas y espadas. Yo les cortaba con mis dagas como si estuvieran hechos de mantequilla. Los huesos se derrumbaban a mi paso; la carne se vaciaba de sangre. Los gritos se oyeron hasta en la ciudad y los humanos pararon de festejar, sobrecogidos y paralizados por el terror.

Tajaba, tajaba y apuñalaba. Ojos amarillos cargados de pestañas se cerraban. Ojos verdes. Ojos azules. Pezuñas que se hundían una última vez en la tierra. Más ojos azules.Ojos castaños, rojos por la ira. Había cabellos ensangrentados atorados entre mis dedos. Y yo tajaba, tajaba y apuñalaba, siguiendo la música de las armas que golpeaban el suelo al caer, derrotadas. El chasquido de hechizos fallidos que reventaban las manos de quienes intentaban conjurarlos más rápido de lo debido. Nubes de polvo. Caos. Más música macabra. Y ojos anaranjados como topacios que se cerraban por siempre. Corazones que se vaciaban. Piernas doblándose que no soportaban el peso que sostenían.

Tajaba, tajaba y apuñalaba. No solo carne y huesos, sino sueños esperanzas. Una bruja ansiaba reencontrarse con sus amigas para celebrar el año nuevo. Alguien estaba deseando que todo acabara para irse a violar una prostituta hada. Otro soñaba con su ascenso para casarse con su Doradita a la que había dejado embarazada... Había otra bruja que deseaba matar y matar centauros de oscuridad. Un brujo solo quería violar hadas, pero no le importaría hacerse con el súcubo de cabellos violeta; las inhumanas eran su fetiche. Tajaba, tajaba y apuñalaba. Sueños de victoria, de amor, de proteger a los suyos del Mal, fantasías macabras cargadas de odio y resentimiento, ostentación de poder, ganas de gozar la vida, la vida que se les escurría a través de las terribles heridas.

En mitad del fragor de la matanza, los hechiceros que aún sobrevivían empezaron a apelotonarse y crearon una barrera mágica: una pared que parecía de cristal rojo, que logró frenarme unos instantes. ¿De verdad se pensaban que así podrían detenerme? Me daba ganas de reírme de todos ellos en sus propias caras, pálidas por la cercanía de la muerte. Simplemente empujé hasta hacerla añicos y, como un vierto cortante, segué sus vidas y todos ellos cayeron como piezas de dominó.

Me detuve ante el último de ellos que trataba de resguardarse tras unos pergaminos con la tinta todavía fresca. Observé al tipo temblar de terror y no me extrañaba; mi aspecto reflejado en sus anteojos mágicos era abominable, cubierto de sangre desde la coronilla hasta la punta de los pies. A pesar de que tenía los dedos y la nariz manchada de tinta, le reconocí. Era uno de los historiadores de la Corona. R. Scott Bakerix, había leído algunas de sus crónicas. Hubiese preferido a Jörg R. R. Marti, experto en presentar a todos los bandos como personas complejas, libres de sesgos maniqueístas. O a Urlika K. Lewinding, con su mirada profundamente antropológica de los hechos sociales que documentaba. También me habría valido sir Ruffus Patrick, cuya prosa era sencillamente hermosa. Stevenson Erickus tenía una capacidad para transmitir epicidad que, cuando terminaba de leer sus descripciones de batallas, tenía que quitarme la sangre y las tripas de encima. O incluso me habría satisfecho don Andreas Schapoksi, que en mi nada humilde opinión, era el que mejor escribía de todos ellos, sin embargo era más novelista que historiador y sus relatos tendían a mezclar sucesos históricos brillantemente documentados con elementos fantásticos, lo que hacía que los académicos le miraran en menos. Pero al que tenía delante era el puto R. Scott Bakerix, famoso por perturbar a la gente con sus narraciones oscuras y provocadoramente macabras.

—Bueno, supongo que me vales.... —comenté, resignado.

Manché de sangre su pelo rubio con una caricia y, con la daga de la otra mano, le grabé las letras K y D en la mejilla para que recordara quién había sido el autor de esta pesadilla sangrienta.

Y es por esto que fue el puto R. Scott Bakerix el historiador que documentó cómo Kra Dereth aniquiló a los últimos Héroes de Luz, traumatizando a la gente por los siglos venideros.

Los centauros sobrevivientes se habían largado. La batalla había acabado, al no ser que ese humano idiota todavía quisiera seguir tocándome las pelotas, seguramente ahora manchadas de sangre también. Me acerqué hacia él y dejé que el historiador tomara nota, sin embargo el tipo se había desmayado, así que no pudo ver cómo le perdoné la vida a esa sabandija miserable... Tal vez la idiotez sí que era contagiosa y ese cazador de demonios me la había pegado.

Killian se hallaba arrodillado sobre el cuerpo de Anane, gimoteando palabras incomprensibles. Al sentir mi sombra cernirse sobre él, agarró el puñal de la súcubo con la mano que le quedaba y trató de amenazarme, apuntando hacia dónde se suponía que tenía que estar mi corazón, si es que tenía uno. Algunas leyendas contaban que me lo había extraído y guardado en una caja de jade y nácar negro.

Di unos pasos más. La sangre se me estaba metiendo en el ojo, así que tuve que parar un momento a limpiarme. El humano se meó encima, aún así siguió tratando de mirarme de forma desafiante. Desafiantemente patética. Llegué hasta él y le agarré del cuello de su camisa.

—Te perdono la vida, solo porque Ellette es importante para mí como tú jamás podrás comprender... Pero como venga alguien a asesinar a mi hijo por evitar la profecía'de los cojones, te buscaré y te sacaré los ojos con una cuchara antes de devorarte el corazón —siseé—. ¡Ahora largo y déjanos en paz, mono idiota!

Le solté y envainé mis dagas. Me quedé contemplando cómo cargaba a duras penas con lo que quedaba del cuerpo del súcubo. Del resto de sus compañeros no quedaba mucho que mereciera la pena cargar. Me estaba desesperando su lentitud, así que incluso les abrí un portal hasta la ciudad más cercana. Cuando desaparecieron de mi vista, me dejé caer al suelo. Tenía que ser una vista peculiar desde el cielo, todas esas aves carroñeras graznando y pegándose el festín de sus vidas en un círculo, y en el centro, tumbado sobre la tierra todavía caliente que desprendía hélices de humo, yo. Clavé mi vista en la brillante estrella naranja que por momentos parecía crecer. ¿Y si estallaba? Empecé a fantasear con esa idea. En el cielo, podía leerse:

Todos los héroes caen si luchan contra el enemigo equivocado

—Putos dioses... —mascullé clavando las uñas en la tierra hasta partírmelas.

Ahora ya solo podía esperar a que Adri encontrara la carta y decidiera liberarme de este maldito lugar... y a saber cuándo pasaba eso. Los árboles se embriagaban con toda la sangre que había derramado y los glifos de sus troncos refulgían como si los acabaran de dibujar con tinta de rubí. Los humanos siguieron festejando.


CONTINUARÁ

----------

Notas de la autora:

Y aquí se acaban los capis del Joker, al menos hasta que le vuelva a tocar XD. 

🎩 Pido disculpas una vez por la tardanza, las batallas me cuestan y para este capi, aunque no lo parezca, me he tenido que documentar bastante. Normalmente me gusta comentar detalles y curiosidades en las notas de autora, pero estoy pensando que ese tipo de "inside the chapter" lo haré mejor en la página de Facebook de Léiriú (cuando me llegue mi pc nuevo y logre instalar Linux por primera vez en mi vida xD, porque desde el pc en el que estoy no logro entrar en mi cuenta :c)

🎩 Sobre la página de Léiriú, quería fomentarla con una serie de encuestas, entrevistas y actividades varias que tengo planeadas pero al haberseme roto el pc una vez más... (otro Pc que se me ha caido a cachitos en dos años T.T). Pero cuando pueda ponerme a ello lo anunciaré por aquí. Mientras tanto podéis dejarme en los comentarios a quién os gustaría entrevistar. 

🎩 No sé si recordaréis que os dije que podría poner a un pj en la historia con vuestro nombre. ¡Pues yo no lo he olvidado! Solo que espero a las oportunidades que se me presentan xD. Pues en este capi aproveché a llamar al cazador de demonios en honor, a una antigua y fiel lectora mía: yoliburgos, tal y como me pidió. aunque aquí ha salido poquito, será un pj importante el día que escriba la precuela de Léiriú xD. Hace mucho que no sé anda de ti, espero de todo corazón que estés tanto tú como tu familia <3 <3 <3 

🎩 Sobre a las chicas magnabulosas a quienes he dedicado estos dos capis: Jenskog, por haberme animado con esos comentarios y con tu fidelidad <3 y mi querida MissEmerty que ya sé que no leerás este libro hasta que no esté acabado xD. No te lo dedico para meterte presión jajajaa simplemente quería hacerlo desde hace mucho tiempo <3 (que además sé que te llamó la atención Killian desde siempre, aunque creo que no ha resultado ser como imaginabas xD) y aprovecho para desearte lo mejor en esta nueva etapa que empiezas en Wattpad ;) 

🎩 Un anuncio: Estoy preparándome también para empezar a publicar el Pink Rol II (que al final la publicaré como "Donde Dios dejó su videocámara"). Ya he hecho varios anuncios, pero sé que la gente es muy despistadilla. La historia en sí voy a tardar un poco porque esa quiero actualizarla rápido, así que lo estoy dejando lo más preparado posible para simplemente darle a publicar los capis cuando toquen, pero mientras tanto, estoy subiendo apéndices, prólogos y relatos introductorios de los pj. Si os interesa la historia, tenéis que leeros porque son muy importantes para ir conociendo ese universo y a sus multiples pjs. Es una historia con aun mas pjs de Léiriú, así que leed esos apéndices xD. Es de fantasía urbana y agentes secretos, escrita por las mismas locas que creamos Léiriú, así que... ya sabéis qué leer hasta que publique el próximo capi :) 

🎩 Hablando del próximo capi... pues iba a ser uno de Rosalie que ya tengo prácticamente listo (no me he olvidado de ella tampoco!!), pero me he dado cuenta de que spoilea cosas que pasan en los siguientes capis LOL por lo que tendré que retrasar su publicación y en su lugar publicaré uno de un pj muy intrigante que no ha tenido POV hasta ahora chan chaaan! (se admiten apuestas xD).


Y bueno, ya sí que me callo. Por favor:

🎩Si pensáis que esta historia es genial, por favor votad y comentad

🎩Si pensáis que esta historia merecería estar en físico, por favor que menos que al menos dejadme comentarios con vuestros pensamientos ya que es el único pago que pido <3 

🎩 Si pensáis que esta historia merece tanto amor y popularidad como las que tienen 1M de lecturas, por favor votad, comentad y esparcid vuestro amor a Léiriu y el Joker por el mundo!!

Ayúdame a que esta historia llegue lejos <3 <3 <3 Yo hago lo mejor que puedo tratando de escribirla lo mejor y más magnabulosamente posible. Pero el boca a boca y la fama depende de ti <3




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro