12. Joker I: El mar de los sueños olvidados (Parte II)
Me levanté, sacudiéndome el polvo. Esos guardias lo pagarían caro, ¿acaso se creían que yo era una bolsa de basura? ¿Un perro rabioso? Me quedé un momento observando mi alrededor. No era de los que se sobrecogieran con nuevos paisajes, a esas alturas los había visto de todos los tipos, con magia desbordándose por los cuatro costados, así que este lugar lleno de elekné no entraba ni el top diez de lugares más bellos y, aún así, había algo en este lugar que resonaba conmigo.
Los edificios eran realmente feos y aburridos, sin espíritu, pero las brillantes luces de todos los colores me tentaba a divertirme en el interior de ellos. Lo que más me llamó la atención era lo sobrepoblada que estaba esa ciudad y, sin embargo, se trataba de una ciudad inquietantemente silenciosa. Las personas que caminaban por las aceras no hablaban unas con otras, sino que no despegaban sus narices empolvadas y artificiales de un aparato entre sus manos. Los carros no emitían sonido alguno, no se escuchaba ni el repiqueteo de las monedas en los bolsillos, porque pagaban con unas tarjetas metálicas. Sabía que a Adrián le horrorizaría todo esto, pero a mi me gustaba el silencio, así que aprobaba esta clase de progreso, al menos en este aspecto. En realidad, era una ciudad muy inquietante y aterradora y eso, ganaba mi curiosidad. Pero yo tenía que conseguir el último ingrediente, la energía de la diosa Daira.
Elevé la vista al cielo en busca de la enorme estrella naranja, pero la contaminación lumínica impedía ver estrella alguna. Una ciudad sin casi ruido, sin estrellas... De alguna forma se asemejaba a lo que habría sido mi ciudad ideal antes de conocer a Ellette.
—De hoy no pasará. Se lo pediré esta noche... ¡Dios, está hermosa con ese vestido rojo!
Me quedé observando con los ojos entornados al idiota que andaba en círculos y hablaba solo. Me sonaba de algo, pero no lograba recordar de qué, lo cual resultaba asombroso porque tenía un aspecto bastante olvidable. Bueno, muchas chicas y hombres no heterosexuales lo encontrarían "mono", pero eso era todo. Es que yo tenía el listón muy alto.
—Señor, tengo que pedirle algo —me habló.
—¿Me lo dices a mí? —inquirí como si fuera un doctor y él, un parásito que osaba a mostrarse frente a mis narices.
—Sí, he visto cómo se ha enfrentado a ese productor estirado y a esos guardias sin miedo a lo que pudiera ocurrirle. ¡Necesito que distraiga al guardia de la puerta para que pueda colarme en la gala!
—¿Y por qué haría algo así? —espeté, conteniendo las ganas de asesinarle.
—¡Por favor! ¡Se lo ruego! ¡¡La mujer que amo se encuentra ahí dentro, es una de las nominadas...!!
El muy idiota se me había puesto de rodillas y se me había aferrado a las piernas. Las sacudí, intentando sacármelo de encima, sin éxito.
—¡Aléjate de mí, insecto!
Si me rompía mis pantalones de diseño... Yo era muy pudoroso, mi ropa interior no era para irla luciendo (como veis, lo del nudismo Idril lo habría heredado de su madre, no de mí).
—¡¡¡Por favor, se lo suplico!!!
—¡Killian! ¿Qué le estás haciendo a ese pobre hombre? Si querías entrar, sólo tendrías que habérmelo dicho! Soy el presentador de la gala y también estoy nominado.
Vale, esto se estaba poniendo muy pintoresco. Por desgracia, ya recordaba de qué me sonaba ese idiota y el otro que acababa de llegar era el enigmático Bardo que me había ayudado en alguna ocasión a salvar a Ellette de los líos en los que se metía. Le había entregado una historia y él, a cambio, le borró los recuerdos al hada, de forma que ella olvidó lo que había pasado entre nosotros en ese barco. Teniendo en cuenta eso, no le tenía mucho cariño a ese tipo.
—Ah, ¿sí?
—¿De verdad lo habías olvidado? Eres increíble, Kil.
—Si hubieras visto a Ellette con ese vestido rojo, tú también habrías olvidado hasta el cumpleaños de tu madre.
—¡La he visto! Es cierto que está preciosa.
—¡Tienes que ayudarme! He decidido que voy a confesarle mis sentimientos.
—Pero está con Gellard ahora...
¡¿Gellard?! Mejor destruía el edificio entero, acabaría antes que asesinándolos a todos uno por uno.
—¡No me importa! No puedo más. Ya la perdí una vez, no volveré a hacerlo.
¡Ja! Buena suerte con eso porque ella le había friendzoneado desde el primer momento en que se conocieron.
—¿Y usted, señor? —¡¿Se volvían a dirigir a mí?! —. ¿La persona que ama también se encuentra ahí dentro? —me preguntó el bardo.
Le fulminé con mi mirada carmesí. Y, entonces, sonreí.
—Oh, por supuesto. Mi Adri esta ahí dentro y sé que es el mejor actor de todos con diferencia.
Bardo me sonrió de vuelta y eso me sacó un poco de quicio. Normalmente era yo el que exasperaba a los demás, que mis encantos exasperantes no funcionaran, me ponía nervioso.
—Así que se trata de él. Puedo conseguir que el guardia te deje pasar.
—No es necesario. No quiero entrar ahí dentro. Él me buscará aquí fuera, sabe que le estoy esperando. Mientras me iré... a ese casino de allá —dije, señalando el edificio más luminoso de toda la calle.
—Está bien. Bueno, el número con los chicos del coro ya debe de estar acabando, así que vamos dentro, Kil, que tengo una gala que presentar.
Ellos se dirigieron hacia la puerta. El guardia fue a impedírselo, pero el bardo le explicó algo y con cierta desconfianza, les dejó pasar. Yo me dirigí al casino, tal y como había dicho que haría.
En los pocos metros que caminé, pude percibir mejor cómo era esta ciudad. Estaba llena de jóvenes que derrochaban energía y adultos mediocres y que habían perdido todos los colores. Como pasaba en todas las ciudades.
Cuando entré en el casino, esperaba muchas cosas, pero no a la muchacha que se parecía a Maddie jugando con una especie de máquina que indicaba los pasos de baile que debía de ejecutar a tiempo. Debía de llevar ya varias canciones porque el vestido se le pegaba por el sudor y el recogido de fiesta se le había desecho y volvía a llevar el pelo hecho un desastre, como era típico de Maddie. La máquina expulsaba un humo que las luces teñían de rosa y se entremezclaba con otras partículas flotantes.
Me quedé observándola como aturdido por todo el jaleo que fluía a nuestro alrededor. Había espacio para dos jugadores, así que, como si me moviera por el fondo del mar, crucé el bar como un sonámbulo y me subí a la plataforma de al lado, extraje de la cartera que llevaba en el bolsillo mi tarjeta metálica y la pasé por el lector, para activar mi partida.
—¡Si eres el excéntrico del nuevo vecino! —exclamó al verme—. ¡EL QUE SE COMIÓ TODOS LOS DULCES DE CHOCOLATE DE LA PASTELERÍA DE ABAJO Y ME DEJÓ SIN DESAYUNO! —No tenía ni idea de qué me estaba hablando esta chica y la música estaba muy alta, así que agradecía que hablara fuerte para que pudiera oírla, pero con mi oído élfico no necesitaba que me gritara, más bien me irritaba bastante—. ¿QUÉ HACES AQUÍ? ¿TE HA INVITADO ADRI A LA GALA?
—No... Quería darle la sorpresa de hecho, pero ese maldito de Gellardo o cómo se llame se ha puesto celoso de ver que voy mejor vestido que él y no me ha dejado entrar. ¿Y qué estás haciendo tú aquí? Creía haberte visto dentro.
—¿GELLARD TE HA ECHADO? ES QUE ANDA UN POCO PARANOICO CON ESO DE QUE EN ESTAS FECHAS SE CUMPLIÓ EL TIEMPO DE LA CONDENA DEL EX CRIMINAL QUE TUVO ELLETTE. ES SORPRENDENTE QUE ADRI VIVA EN UN BLOQUE DE PISOS COMO EL NUESTRO, ¿VERDAD? A MI TAMBIÉN ME SORPRENDIÓ CUANDO LE CONOCÍ, PERO DESPUÉS, COMPRENDÍ QUE PREFIERE VIVIR DONDE NADIE ESPERE ENCONTRARLE.
Entre los gritos que pegaba y los ruidos de la máquina, iba a salirme dolor de cabeza. Toda la información que me estaba dando me intrigaba y exasperaba por partes iguales. Todo este sinsentido tenía que ser importante, podía sentirlo, que había algo oculto acechándonos. Era como tener una palabra en la punta de la lengua que no había manera que me saliera.
—¡No hace falta que me grites! ¿Y entonces conoces a Gellardo? ¿Y qué es eso del criminal?
—¿QUÉ DICES, NO PUEDO OÍRTE BIEN! —gritó muy concentrada en la pantalla.
La canción había empezado muy lenta, pero al fin se estaba animando la cosa y ya hasta salían cuadrados naranjas y verdes y no solo rosas y azules. Hacía falta la máxima concentración para no pasarse uno. Maddie se lo estaba tomando muy en serio y me preguntaba cuándo comprendería que mirar a la pantalla más bien distraía y era cuestión de seguir el ritmo de la música. Suspiré. No sé cómo se las apañaba esta chica que siempre lograba arrastrarme a sus tonterías, aunque yo era incluso peor.
—¡¿QUE DE QUÉ CONOCES A GELLARDO Y QUÉ ES ESO DEL CRIMINAL? ¡Y ADRI ES MÍO!
—AHHH. ES EL PRODUCTOR DE LEÍRIÚ, AHÍ LE CONOCÍ, PERO NO HE INDAGADO MÁS EN SU VIDA ÍNTIMA —contestó, ruborizándose. Ajá, que no le conocía más, decía la muy mentirosa.
—¿TÚ TAMBIÉN TRABAJAS EN LEÍRIÚ?
—SÍII Y HE CONSEGUIDO LA NOMINACIÓN TAMBIÉN, POR ESO ESTOY AQUÍ. NECESITABA RELAJARME O IBA A DARME ALGO.
Ay, mi pobre cabeza. Por lo menos iban a salirme migrañas.
—¿EN QUÉ APARTADO TRABAJAS TÚ?
No me respondió de inmediato, sino que espero el momento justo para abrir las piernas de un brinco y pisar el cuadrado rosa y verde y, rápidamente, otro salto más y pisó el naranja, pero falló el azul.
—¡EFECTOS ESPECIALES! —contestó al fin—. TENGO POSIBILIDADES DE GANAR, AL FIN Y AL CABO A LAS PELÍCULAS DE FANTASÍA SIEMPRE SUELEN DARLE LOS DE EFECTOS Y VESTUARIO.
¿Película de fantasía? ¿Acaso la película era en realidad erótica? ¿Serían las fantasías de Amiel entre Adri y Kra Dereth? Porque para mí era todo muy real; se trataba de mi vida, la vida real; no una fantasía como la de esos cuentos de hadas.
Estaba visto que todos habían trabajado en la película de Léiriú y me preguntaba quién se habría encargado del vestuario. De hecho, ese debería ser mi trabajo, pero si mis sospechas eran ciertas, había estado muy ocupado en la prisión. Absurdo, yo jamás me habría dejado atrapar. Ya estaba harto del juego musical, así que me bajé de la plataforma.
—Voy a tomarme una copa —proclamé.
La chica que se parecía a Maddie miró a la pantalla en busca de los resultados, esperándose el comunicado de que le había dado una paliza, sin embargo se sorprendió cuando vio que me había ganado.
—No sé por qué, pero pensé que bailabas mejor.
—¿Te parezco del tipo que se pasa los fines de semana en salones de baile?
—¿Salones de baile? —inquirió, riéndose—. No sé de qué siglo has salido, pero lo cierto es que te me haces más bien del tipo que se la pasa en un campo de tiro, entrenando.
—¿Y no te aterroriza eso?
—Bastante, pero ahora sé que te encantan los pasteles de chocolate. ¿Me invitas a una copa?
—Si me sigues contando lo que sabes sobre Ellette y su hijo. Y sobre la vida sexual de Adri.
La chica que se parecía a nuestra inventora favorita asintió y me acompañó hasta la barra y, como estaba medio vacío el casino, nos sentamos donde quisimos, lo más apartados posible de la muchedumbre. Aquel día servían, como edición limitada, cócteles con los nombres de las películas que estaban nominadas. Nos pedimos dos cócteles Léiriú, tenía curiosidad por saber a qué sabría. Aunque si era erótica la película, tal vez debería habérmelo pensado.
—¿Tenéis muchas escenas de sexo Gellardo y tú?
—¿¡Qué?! —inquirió, ofendida—. Te he dicho que lo mío son los efectos especiales. ¡Y Gellard es el productor! Fue gracias a Adri que conseguí este trabajo. Es asombroso, ¿verdad? Una simple estudiante como yo, nominada a un premio Fehlion. Pero les dejé maravillados con mi genialidad.
¿Y qué era lo que juzgaban estos premios Fehlion? ¿El nivel de chifladura?
—¿E Idril en qué está nominado? En mi opinión, estos premios deberían medir la peculiaridad...
Parpadeó, sorprendida por esa pregunta.
—¡Eso se supone que miden! E Idril canta el tema principal junto con esa otra cantante... Roxy. Los dos están muy de moda, aunque son de géneros completamente distintos. Debo admitir que amo ese tema, ojalá gane.
—¿Te gusta la música de Idril?
La chica que se parecía Maddie se ruborizó todavía más; incluso se ruborizaba igual que la humana.
—Me sorprende que un viejo como tú que ni sabía que Idril había hecho el tema de la película, le conozca —contratacó—. Ian es un viejo amigo de la infancia, Idril es su nombre artístico. —La camarera llego con los dos cócteles Léiriú. Era de color principalmente naranja, con algunas partes magenta, verde e incluso azul. Nos los habían adornado con espumillón y un hada de cartón metalizado—. ¡Me pido la amarilla! —Y cogió la copa con el hada amarilla. La usó para remover el elixir y pegó un pequeño sorbo con la pajita, que se iluminó como si fuera fluorescente al contacto con el liquido y el aliento cálido de la loca que se parecía a Maddie—. Ummm sabe exótico y lleva frutas naturales, me gusta.
Mi hada era de color roja. Removí también un poco el contenido y lo probé, sin la pajita radiactiva. Era un sabor bastante peculiar. Muy dulce, para encubrir todo el alcohol que llevaba, pero también ácido y de alguna forma, me producía nostalgia. Esa bebida me recordaba a situaciones del pasado que yo nunca había vivido.
—Está rico, ¿verdad? —me preguntó la humana.
—Servirá para quitarme el sabor a pescado crudo de los canapés.
—¿No había pastas de chocolate?
—¡Si las hay, las encontraré!
La chica perturbadoramente parecida a la loca de Maddie volvió a reír y decidió proseguir con su relato:
—En realidad le conozco desde que jugábamos con instrumentos de juguete. Entonces, se fue al extranjero en busca de fama y lo logró, ahora todas las quinceañeras, y más creciditas también, adornan sus carpetas y los fondos de sus móviles con su cara.
—¿Entonces eres una fan suya o no?
—Sí que me gusta su música —admitió, agachando la mirada y distrayéndose con el hada de su copa—, aunque nunca he podido ir a un concierto suyo. Durante el rodaje de la película no coincidimos porque la música se graba en el estudio y hoy, por fin, se supone que podría al fin presenciar un directo suyo, porque cantarán el tema de Léiriú justo antes de los premios más importantes.
—¿Y qué estás haciendo aquí entonces?
—Ésa es la cuestión... Ni sé por qué, pero me siento demasiado nerviosa. ¿Y si no me recuerda? Ahora que es famoso, está rodeado de chicas... Tal vez es mejor que le vea desde la televisión de aquí —dijo señalando a una enorme caja negra que parecía como de mercurio sólido y que estaba situada en la pared de enfrente.
—Tú sabrás cuánto quieres ver un directo suyo...
Si de verdad le importaba Idril, iría a verle, sino, no era digna de él. En realidad, ninguna hasta ahora me lo parecía. Me sorprendió tener estos pensamientos, porque precisamente, el comportamiento de esa chica tan parecida a Maddie me recordaba al mío. A mí también me aterrorizaba contarle la verdad. ¿Y si me rechazaba? Al Joker parecía quererle como amigo, aunque tenía reticencias por lo del asunto de que asesiné a ese amigo suyo y que se creía que trabajaba para Kra Dereth... Fui a dar otro trago, pero me sentía desagradablemente nostálgico y vulnerable. No me gustaba los efectos que esa bebida producía. Otro trago más y a saber cómo acababa.
—¿Quieres venir conmigo a ver la actuación? —me preguntó.
—No, no es necesario...
—¡Lo digo en serio! Está visto que tienes interés en él y ni siquiera eres un fan de su música...
Así que ella estaba empezando a sospechar.
—¿Y si le rapto?
—Bueno, su familia tiene mucho dinero para pagar el rescate.
—Pensaba que le apreciabas como amigo.
Ella jugueteó con la copa, moviendo su contenido.
—Llevo mucho tiempo sin verle, al menos en persona, me refiero. Y si desapareciera, sé dónde está tu sótano. Podría chantajearte y llevarme una parte del dinero por mi silencio.
—¿Y si decidiera silenciarte definitivamente? Sé dónde vives.
—¡No, por favor! Soy la hija de un gángster, te daría a la larga muchos problemas.
—Oh, claro. Y yo soy el hijo de un dios...
Ella sacó una polvera y puso mala cara al ver su recogido completamente desecho y los labios habían perdido el carmín. ¿Qué pretendía si se ponía a hacer todas esas cosas?
—Eres un tipo muy raro, pero gracias a ti me he decidido. Entraré dentro. ¿Seguro que no quieres venir? Conozco al guardia. Está coladísimo por Roxy. ¡Puedo usar mi influencia y mis contactos para conseguirle una cita con la princesita del pop!
El alcohol la había achispado y ya empezaba a pronunciar un poco extraño. Por fortuna, ella era de las que se animaban en vez de deprimirse más.
—No soporto tanto ego junto en un solo lugar. Lo veré mejor por la... ¿telediversión?.
—¡Televisión! —me corrigió—. Por si decides cambiar de opinión.... —Le dio un último trago a su copa en el que se acabó lo que le quedaba, dejándose un poco al no poder más. Entonces, se puso a rebuscar en su bolso y sacó un antifaz con un bigote postizo—. Gellard está un poco cegato, ¿sabes? Pero el muy terco se niega a usar gafas o lentillas, así que si te pones esto, no te reconocerá.
—¿En serio?
La chica que se parecía sospechosamente a Maddie me colocó el antifaz y el bigote. Sus labios se arquearon en una mueca burlesca.
No podía verme, pero no hacía falta para saber que debía tener un aspecto ridículo.
—¡Adiós, señor extraño! —se despidió ya de camino hacia la salida—. ¡Que sepas que me comeré todas las pastas por ti!
—¡Más vale que te des prisa, que ya están anunciando su número!
Me giré hacia la pantalla y ya habían apagado las luces y el público aplaudía efusivamente. Se oían silbidos femeninos y risitas. Sin duda era el turno de Idril de cantar.
—¿No le ha gustado su copa? —me preguntó la camarera, que se había reclinado sobre la barra y miraba también a la caja-bola de cristal.
—No mucho. No era lo que esperaba.
—¿Quieres probar otro cóctel?
—No, no me gustan en general los cócteles que provocan estados de ánimo.
Unos focos se encendieron colocados estratégicamente para iluminar con su luz blanca solo a Idril mientras que una luz violeta iluminaba a la otra. El resto del escenario quedaba cubierto por una oscuridad aterciopelada.
Por un momento, me sentí como una de esas fanáticas enamoradizas, con el corazón acelerándoseme, aguardando a que saliera la estrella.
Idril llevaba la melena despeinada adrede, para darle un toque más leonino. Se había rapado un lateral de forma que parecía que tenía tatuada en la cabeza una pluma. El resto de la melena que le caía hacia el lado contrario, la llevaba recogida en varias trenzas y se las había sujetado con anillos de plata grabados con runas. Enroscada a su oreja, llevaba una serpiente plateada que creaba el efecto óptico de que sus orejas acababan en punta. Se había hecho reflejos celestes y las raíces más cercanas a la frente se las había teñido de rubio claro. De su nariz colgaba un aro de plata y en su labio, llevaba otro. Además, se había delineado los ojos con khol negro y embalsamado los labios con brillo. Su piel era completamente humana y se debía de haber depilado al completo, pues la chaqueta negra que llevaba sobre unos pantalones ajustados de cuero, era abierta, dejando al descubierto parte de su pecho lampiño. Entre sus dedos desnudos sujetaba una idril de tela. Supuse que estaba en una de esas fases adolescentes en la que le gustaba experimentar, pero a pesar de ello aprobaba su estilismo, porque entendía lo que quería expresar y, dentro de ese estilo, no podía haber elegido un atuendo mejor.
Rosalie tenía la cabeza cubierta por un pañuelo y llevaba una capa de seda rosa que la cubría desde el cuello hasta la punta de los pies, no merecía mucho el protagonismo en un capítulo narrado por mí. Aunque me sorprendió el aspecto demacrado de sus ojeras que ni toneladas de maquillaje habían sido capaces de ocultar y estaba muy delgada, como si acabara de recuperarse de una enfermedad. No, aún había consunción en su cuerpo.
En la pantalla apareció un cartel que indicaba el nombre de los intérpretes. El tema que iba a cantar había sido compuesto por "El mensajero de las estaciones".
Empezó Idril. Su voz era etérea, vibrante. No me esperaba que empezara a cantar en una lengua que desconocía. Habían aparecido pequeñas luces flotantes por todo el escenario de forma que parecían estar cantando luciérnagas o estrellas.
Lex lata, pulvis et umbra cinis
Ultra tuum praesidium,
consumimur igni plebis victis
La orquesta se detuvo e Idril alzó su vista hacia el frente, clavando su mirada en la cámara. La música cambió por completo y se volvió muy dramática y épica, con un toque oscuro.
Te despiertas creyendo que este día terminará por la tarde
Se da por sentado que se plantan las semillas de vida
Pero nada te preparó para los actos de virtud de la naturaleza.
—Es muy bueno, ¿verdad? —inquirió la camarera. Y atractivo. Menos mal que acaba de cumplir la mayoría de edad o me sentiría una criminal.
No quería perderme el espectáculo, así que no la contesté, pero una llama de orgullo ardía en mi pecho.
Es el día del juicio final, ascendiendo, el mundo que conoces está acabando
Los mares se elevarán y las montañas se agitarán
¡Con el poder de la creación!
Ahora llegaba el turno de la princesa, así que me volví hacia la camarera. Examinándola mejor, parecía una elfa oscura.
—¿Cuántos premios crees que Léiriú tiene posibilidad de ganar? —le pregunté.
—Espero que todos, o al menos Adrián se lo lleve porque esta es la película en la que más sexy está de todas las que ha hecho. —Hablaba sin levantar los ojos de la caja y se enroscaba seductoramente un mechón negro como el ébano en su dedo—. Ha sido un año muy flojo, casi ninguna ha destacado especialmente, así que puede llevárselos.
—Ya veo... Adri es magnabuloso.
Rió al reconocer una expresión de la película.
Idril había dominado por completo el escenario. Caminaba con pasos enérgicos y firmes de un lado a otro y junto con su voz onírica, convencía perfectamente como el invocador del apocalipsis. En algún momento de la canción, Rosalie se había desprendido de la capa y ahora estaba en una especie de biquini rosa con flores. Idril la devoraba como la mirada, así como también lo hacía con el público. Las cámaras enfocaron un momento a su madre. Estaba sentada al lado de Gellardo, con los ojos anegados de lágrimas por la emoción. Su acompañante, sin embargo, apretaba los botones de su comunicador. Quise estrangularle ahí mismo, por ni siquiera dignarse a mostrar atención durante el espectáculo de su hijastro.
Oscuro y sombrío, tu destino empezará
En el fuego y el dolor, los dioses acabarán
en este Día del Juicio Final
—Quizás no es alcohol lo que tu cuerpo quiere, sino hacer el salto del elfo en el cuarto de baño —me susurró.
Tal vez el antifaz y el falso bigote no me quedaban tan mal, mi increíble porte hacía imposible que algo me hiciera ver ridículo.
—Veo que has visto la película.
—Por supuesto. Y veo que tú también.
La canción acabó. Llovían pétalos por todo el escenario. Los aplausos parecían que iban a desbordarse del fervor con el que aplaudían. Idril se había quitado la chaqueta y la tiró al público. Incluso en esta realidad alternativa, estaba hecho un exhibicionista. Las cámaras enfocaron a un grupo de actrices peleándose por ella. Fue ahí cuando pude recaer en el tatuaje de un dragón cubierto de flores que dormía en la espalda de mi hijo.
Los cantantes se bajaron del escenario entre apasionadas ovaciones y subió el bardo, pidiendo silencio.
—Ha llegado el momento de anunciar... ¡el premio a mejores efectos especiales!
Entraron por unas cortinas doradas dos personas que había podido conocer: uno era Joshua, el maldito hechicero que había tenido la desfachatez de golpear a Idril, le tenía en mi lista por eso. La mujer que le acompañaba era la híbrida que había tenido la poca inteligencia de elegir el bando del jazmín. Probablemente ambos morirían.
Estaban pasando rápidamente imágenes del trabajo de las personas nominadas.
—Y la persona ganadora del premio Fehlion.... —habló ella.
—...De mejores efectos especiales va para...
La pantalla se dividió para enfocar a las cinco personas nominadas. Joshua, que estaba muy serio, sonrió al leer el nombre. La mueca de ella fue de disgusto.
—¡María Magdalena Almássy y Manolo Bokori!
El recuadro de Maddie se hizo grande hasta ocupar toda la pantalla. La muy ridícula no se lo creía y estaba abrazando a Adri eufóricamente. Mejor dicho, le estaba estrangulando, ignorando al pobre gnomo que intentaba abrazarla también. En realidad no, él estaba rodeado de gente que le felicitaba y abrazaban.
Finalmente, se dirigieron al escenario, a recoger su premio. La joven que se veía como Maddie estaba como en una nube, tratando de arreglarse demasiado tarde el pelo. Mientras subía las escaleras, tuvo la mala pata de tropezar con su propio vestido. La híbrida, en vez de recogerla, se apartó sutilmente, para dejar que Maddie —perdón, María Magdalena— siguiera su trayectoria natural y se pegara de bruces contra el suelo. Sin embargo, no sé cómo se las había apañado el Jazmín que apareció de la nada justo a tiempo para sostenerla.
—Vaya, no solo eres buen productor, sino que también estas hecho todo un héroe —le halagó la híbrida.
—Qué va. Lo que pasa es que estas escaleras están malditas —dijo mientras se aseguraba de que Maddie —digo, María Magdalena—, se hallaba en perfectas condiciones y, salvo porque la cara se le había puesto más roja que el hada de mi cóctel, así era—. Yo casi me mato también el año pasado. Se lo le dicho cien veces a producción.
Las cámaras enfocaron rápidamente las caras de Ellette e Idril. La primera miraba adrede hacia otro lado y el segundo, estaba intentando hablar con la bruja que había proclamado reina de su corazón. ¡¿Qué estaba haciendo esa entrometida aquí?! ¡Idril sería mio! Por fortuna, el bardo intervino y Jazmín regresó a su butaca, devolviendo el protagonismo a quienes lo merecían: los ganadores del premio. ¡¿La estatuilla tenía forma de pie gigante?! Ya sólo faltaba que el que las había diseñado fuera nada menos que el perturbador Flopi.
—Estoy tan emocionada... ¡que se me olvidan las palabras! Mamá, donde quiera que estés, espero que estés orgullosa de tu hija. Espero que mis hermanitos halláis disfrutado de la película, pues mientras trabajaba en ella me imaginaba todo el rato vuestras caras, viéndola. Ian, cantas y haces stripteasses muy bien. Muchas gracias señor Gellard por haber confiado en mí y por haberme salvado. También quiero agradecerle a mis dos excéntricos vecinos, pues me han animado a seguir adelante aún cuando estaba hecha un mar de dudas. —Qué tierna, si hasta me dedicaba a mi el premio. A un ex-convicto, por lo que había podido deducir hasta el momento—. Y, por último, quería dedicarle este premio a toda esa gentuza que ha intentado, por todos los medios, hundirme y evitar que esté hoy aquí arriba. ¡Gracias por brindarme la motivación necesaria, corto y cambio!
Esta chica no tenía remedio. Entre ovaciones y aplausos, le pasó el micrófono a su compañero. Le habían ofrecido un taburete para verse más alto, pero Manolo lo rechazó y cuando consiguió que se hiciera algo de silencio, empezó con su discurso:
—Yo quiero saludar también a mi familia, sobre todo a mi hermana Issa que casi siempre ha sido muy buena conmigo y espero que hoy gane el premio a mejor actriz, lo siento, Ellette. —La gente intercambió risas y susurros mórbidos al tiempo que la cámara enfocaba a ambas mujeres—. Quiero agradecerle a Platón y a todos los filósofos y otros librepensadores que me han aportado sabiduría y serenidad en este complejo laberinto que es la vida. También quería dedicarles unas palabras de aliento a todas aquellas personas que, como yo, sufren constantemente discriminación y burlas por el mero hecho de haber nacido diferentes a la mayoría. Pero las "minorías" en realidad somos mucho más que unos marginados en una esquina. Somos miles, somos millones. Nunca, jamás, dejéis que nadie os hunda solo porque alguien necesita reforzar sus frágiles e inseguros egos. Si nos esforzamos, ¡todos nosotros podemos ser queridos, pero depende de todas las personas del mundo poner un grano de arena para hacer del mundo un lugar mejor!
Si hasta ahora pensaba que a Idril y Maddie les habían aplaudido fuertemente, fue porque no había escuchado los aplausos que le dedicaron a Manolo. Incluso la camarera a mi lado aplaudía efusivamente.
—Ese Manolo es todo un encanto, la verdad. Le han sacado antes con su mujer y es preciosa, es una mujer afortunada ésa.
¿Se pondría Maddie celosa de saber que en esta realidad extraña Manolo tenía otra esposa? ¡¿Y de quién era entonces la custodia de Dini?! Estaban empezando a surgirme muchas, muchas dudas.
>>Una cosa más: tenía que traer a este escenario a alguien que no podía faltar porque se lo merece tanto como nosotros. —Aunque no os lo creáis, sacó un peluche de un dinosaurio rosa. Ahí estaba el pobre Dini; si antes me preguntaba por su suerte...—. Él es nuestro talismán, nos ha estado acompañando en todo el proceso.
Hubo risas y más aplausos, pero yo me sentía afligido por el pobre Dini reducido a un muñeco de felpa. ¿Se aprovecharía la camarera para atacarme en este momento de vulnerabilidad emocional?
—Es tan adorable —suspiró —. Bueno, Léiriú ya lleva uno, no va mal la noche.
Un agudo dolor empezó a martillearme la cabeza. Esa sensación de tener la palabra en la punta de la lengua no había desaparecido. Había llegado el momento de dar el premio al mejor productor y, como podéis imaginar, no me importaba en absoluto. Joshua se había intercambiado por nuestra querida reina Helena, que llevaba un ostentoso vestido dorado y kilos de maquillaje, laca y purpurina. Comenzó la híbrida:
—Y el premio Fehlion a la mejor persona productora va para...
—¿Tienes pepinos malignos? —le pregunté a mi compañera de visionado.
—...Para el hombre más hermoso, inteligente y sexy del planeta entero... El hombre que nos inspira, que nos hace vibrar de pasión con su imaginación, con su voz grave y exótica como aves del paraíso que cantan para llenarnos de placer.... Es decir, ¡¡¡para Producciones Jazmín!!!
El dolor de cabeza arreció y tuve que llevarme un cubito medio derretido a la sien. ¿Qué mierda me pasaba ahora? Por si no tenía suficiente con aguantar a un Gelsey, tenía que ver doble, porque ¡dos Gelseys! subieron al escenario y Helena se le tiró encima a uno para entregarle el pie gigante y, de paso, aprovechó para manosearle y estamparle dos besos en la mejilla. La híbrida también se acercó a darle... a darles dos besos. A diferencia del pintalabios de Ellette, el de ellas era bueno y no les dejaron marcas.
—Gellard, si no te importa, tengo un par de preguntas que hacerte —intervino el bardo.
—Claro que no, adelante.
—Dicen los rumores que ahora eres uno de los hombres más poderosos que existen. Tus enemigos son condenados a desaparecer en el olvido... ¿Qué te llevó a producir una locura como Léiriú?
—Cuando alguien da con la tecla, la mayoría de productores empiezan a soltar dinero para intentar imitar y explotar esa tecla, hasta que la burbuja estalla y se llevan el tortazo. Admito que a veces también lo hemos hecho, necesitamos dinero fácil para poder producir los proyectos que de verdad nos interesan: esos son los que dan con esa nueva tecla y no de los que tratan de imitar —explicó Gelsey I. La sinceridad ante todo.
—Sabemos que si nuestro trabajo no tiene a unos cuantos críticos que odian nuestras producciones con pasión, es que éstas no son lo suficientemente innovadoras y carismáticas. Producimos películas con carisma, con personalidad propia, y Léiriú es el proyecto más personal que podríamos financiar —añadió Gelsey II.
—Bravo, gran respuesta. Estoy muy de acuerdo y espero que vuestras palabras inspiren a más productores. En realidad no sé qué pasa esta noche que estáis dando todos unos discursos magníficos. El año que viene deberíais presentar el equipo de Léiriú la gala.
Estaba por hacer estallar la caja, así que me dirigí al cuarto del baño. Solo. Lo aclaro por si alguien pensaba mal. Necesitaba echarme agua en la cara, asó que me quité los ridículos anteojos.
—¿Y puedo preguntaros por qué habéis elegido de entre todas las posibilidades, a un jazmín como el logo... no, ¡el símbolo! de vuestra compañía?
Sé que os morís por comprender el significado del jazmín, pero yo necesitaba que me diera el aire fresco y poner en orden mis ideas y... mis sentimientos, si tuviera. Pero mi sed de sangre, que era prácticamente lo único que una descorazonada criatura como yo podía sentir, estaba donde debía estar y esa no me daba la gana desecharla.
—Y el premio al mejor diseñador es para... ¡Amiel, por Léiriú!
En la caja había ahora un hombre vestido de despampanante mujer, sonriendo ampliamente y disfrutando de las ovaciones. Y hablo de él en forma masculina porque, al menos cuando yo le conocí, prefería que se le tratara así. Por supuesto que el vestuario tenía que haber sido cosa suya... Sacudí la cabeza y salí al exterior donde el tiempo no parecía haber pasado y, a la vez, sentía que la ciudad había cambiado vertiginosamente. De entre los carros metálicos y la vorágine de luces, mi atención tuvo que llamarla justo una mujer con un vestido rojo y cabellos plateados. Ellette se encontraba subida a la vaya en mitad de un puente, varios metros encima del camino por el que pasaban todos los vehículos. ¿No quedaba poco para que dieran el premio a mejor actriz? Maldita mujer... Iba a ignorarla, pero al comprender lo que esa insensata pretendía hacer, me apresuré en llegar a ella antes de que fuera demasiado tarde.
En realidad no comprendía por qué me preocupaba, si todo era una ilusión. Supongo que ya tenía bastante con saber que fracasé en la vida real, como para tener que soportar la misma mierda dentro de la carta.
Un carruaje naranja se interpuso en mitad del camino y cuando se fue, Ellette se hallaba subida a la barandilla. El viento sacudía su melena. Estaba de espaldas, pero podía adivinar la expresión de su rostro porque había visto el de Idril sentado en ese acantilado numerosas veces.
—¿Qué demonios estás haciendo, tonta?
—Si esa es tu forma de animar a la gente, se te da fatal. ¿Lo sabes?
—Lo sé. Por algo no soy animador.
—Dereth... —La escena parecía sacada de un sueño. Ella miró hacia arriba, hacia el cielo nocturno que nos ocultaba las estrellas—. ¿Por qué has tenido que regresar justo hoy? De entre todos los días posibles... —En ese momento, una nave voladora pasó por encima de nuestras cabezas. Volaba muy alto, apenas era un triángulo de luces rojas y blancas—. ¿Acaso.. has caído como una estrella fugaz?
—A saber qué significan para ti las estrellas fugaces... —Ellette tenía una visión del mundo muy particular. El sol nunca era el sol simplemente. Había sido ella la que comparó las idriles con las estrellas; las hojas seca del otoño, con la fría nieve del invierno. Sabiendo esto, las estrellas fugaces bien podían ser caballos mensajeros del final del mundo.
Por primera vez en décadas, Ellette sonrió de verdad.
—¿Has visto la actuación de Idril?
—La he visto. —No como otros que se la habían pasado jugando a dar botoncitos con el comunicador, posiblemente para mensajearse con María Magdalena o alguna otra ilusa.
El hada esperó a que añadiera algún comentario al respecto, pero no lo hice..
—Acaba de cumplir la mayoría de edad, así que ya no me necesita. Se las sabrá apañar, lo sé.
Fue como si se me acabara de caer una roca encima de los dedos de los pies.
—¿Vas en serio? ¿Qué pretendes lograr con esto?
—No te atrevas a llamarme cobarde, no precisamente tú. El mayor cobarde que he conocido jamás.
—Entonces, ¿de que estás huyendo?
—No huyo de nada, Dereth, Simplemente estoy harta. He aguantado todos estos años por Idril, ahora me merezco pensar en mí por una vez.
—¿De qué huyes, Ellete? —insistí.
—¿Y si lo que quiero es alejarme de ti lo máximo posible?
—...
—...
—¿De mí?
—Tú no sabes lo que es vivir con este peso en mi corazón. Lo he intentado, de verdad que lo he intentado... —No, que no siguiera porque, ¡juro que no quería oírla!—, pero nada ha funcionado, qué se le va a hacer. Me ha llevado mucho valor tomar esta decisión. —CÁLLATE—. ¡Ahora no puedes simplemente aparecer y arruinarme la vida una vez más! ¡No puedes hacerlo!
—Serás ingenua... Tú me has condenado a estos ciento ochenta años de soledad y frustración, cariño. Este es mi reino, el que tú me diste. Así que puedo hacerte todo lo infeliz que quiera, si así lo deseo.
—Inténtalo, si puedes... Porque mientras esté aquí, no permitiré jamás que Idril sea tuyo.
—Idril ya es mío, ¡es mi hijo!
—No, no lo es. Ya te lo dije, ¡así que acéptalo de una vez!
—Si vuelves a decirlo una vez más, te arranco las cuerdas vocales —siseé. Y algo dentro de mí, se fragmentó.
Ella bajó los párpados, con una serenidad que me perturbó y me puso un poco ansioso. Cuando los abrió, supe que nada bueno saldría de ella y recordé dónde me hallaba y quiénes lo habían causado.
—Gelsey... Gelsey lo cuidará de ti...
Esas palabras eran lo que me faltaba por escuchar para que realmente lo hiciera, para que tronchara los huesos de su cuello. Sin embargo, me aparté de golpe, como si tocarla me causara la máxima repulsión. Tocar a Ellette me quemaba, no solo mis manos, sino mi espíritu.
Pero no podía matarla, aunque fuera una ilusión. Por desgracia para ambos, ella pertenecía a todo lo que era más importante para mí, a lo único que importaba en este mundo, y no podía simplemente ir y borrarla del mapa. Por mucho que su desfachatez me hiciera verlo todo de color rojo. Me pregunté si Adri se había dado cuenta de lo mismo y, por eso, prefería perdonar a su hada. Pero yo no era tan idiota, yo no buscaba ser amado. Yo solo quería libertad y los lazos con las personas, nos atan a este mundo. Ellette también buscaba en el sueño eterno la libertad y eran sus lazos de amor y odio hacia mi lo que con tanta desesperación intentaba cortar. Pero en medio estaba Idril. Ella parecía dispuesta a cortar también sus lazos con él; estaba empeñada en que, sin los lazos que le unían a su madre, él estaría mejor; sería mucho más libre. Tal vez se había convencido de esto para justificar que era ella la que en realidad deseaba cortarlos. Se había convencido de que Idril iba a ser más feliz; yo quería todo lo contrario. Eran los demás quienes podían desparecer y dejarme tranquilo con Idril. Nosotros viviríamos, disfrutaríamos de este mundo y de todos los que encontráramos en nuestros viajes. Y nadie iba a impedírmelo, ni siquiera Ellette.
Si quería morir, adelante, que lo hiciera. Más fácil me lo dejaba. Me eché hacia atrás, hacia el otro lado de la carretera. Más vehículos volvieron a pasar, separándonos. Si hasta entonces parecía que todo había sucedido a cámara lenta, el tiempo aceleró, como si el director de esta irónica melodía ordenara cambiar a un compás de mayor denominador.
Tan pronto como había pensado en aquellas palabras, me arrepentí. Sin embargo, los vehículos no dejaban de pasar.
Al otro lado, Ellette volvió a sonreír, pero esa sonrisa no tenía nada que ver con la de antes. Era una mueca fría. Un disparo retumbó en medio de la noche.
—¿Qué le has hecho a Ellette? —Se trataba de ese pesado de Killian. Había llegado hasta aquí y me señalaba con un dedo tembloroso por la furia.
—Yo no he hecho nada.
Los coches dejaron de pasar y ya no había nadie subido en la valla. Ambos nos quedamos petrificados por unos largos latidos de corazón y, después, él se dirigió corriendo hacia la barandilla. Yo fui andando y, al asomarme, solo vi un valle de flores rojas y blancas. La cabeza volvió a dolerme. Había oído que Ellette murió entre flores blancas y rojas. El llorón de Killian se volvió hacia mí una vez más, con el rostro patéticamente desfigurado por el dolor.
—¡La has matado!
—¡Yo no he sido! ¡¡Ha sido ese cabrón de Gelsey!!
¿Qué diantres hacía dando excusas?
Pero entonces, miré hacia un lado y allí en el suelo estaba el cuerpo de Idril, ensangrentado.
—¡Le has matado! ¡Asesino!
Yo no había matado a Idril, sino a Ellette... ¡No! ¡Yo no había sido! Había matado a miles de criaturas, pero no a ellos. Esto no era culpa mía, sino de la idiotez y debilidad de Ellette. Yo lo único que quería era que fuéramos felices. No hacía cosas que no me otorgan placer y no había placer alguno en arrebatarles la vida. No si Ellette no sufría junto a mí.
—Joker, ¿qué has hecho? —Era la chica que se parecía a Maddie —es decir, María Magdalena—, con el rostro brillante por las lágrimas.
—¿Cómo has podido llegar tan lejos? —Ese era Adri, más elegante que nunca.
—He creado un monstruo. —Hacía muchísimo tiempo que no oía esa voz, la voz de Nadine, y, sin embargo, fue como si la acabara de oír hacía unas horas.
—¡Nuestro príncipe! —lloriquearon unas admiradoras locas de Idril.
Su cuerpo permanecía tirado sobre la tierra de alquitrán, el charco de sangre cada vez era más grande y sus labios, más azules.
—Bien, esto ya está llegando demasiado lejos —proclamé completamente hastiado de todo y de todos—. Voy a conseguir el último jodido ingrediente y nada de esto habrá pasado. ¿Me oís? ¿Fehlion? ¿Amiel?
Iba a ponerme mi capa, pero todo empezó a girar como si me hallara en el ojo un huracán de luz. Esta vez recibí una ráfaga de intensos pinchazos en el interior de mi cráneo y empecé a sangrar por la nariz. Cuando todo volvió a quedarse quieto, me hallaba de nuevo en mitad de una selva; seguía siendo de noche, pero aquí las estrellas sí que brillaban con intensidad. Frente a mi, una tumba de piedra. Todavía vacía, pero no por mucho tiempo. Pronto los idiotas que se creían héroes la ocuparían....
O tal vez no, tal vez aquella vez tendrían suerte porque la verdad era que me encontraba muy ocupado pensando en cómo obtener la energía de la diosa y no me apetecía luchar contra ellos. No era la primera vez que en el interior de la carta tenía que revivir este momento, así que matarles una y otra vez ya ni siquiera me divertía.
—Kra Dereth. ¿Qué has hecho con ella, maldito?
Era de nuevo ese pesado de Killian. Esta vez vestía como un campesino normal y corriente, pero venía acompañado de sus amigos. Reconocí a la súcubo de cabellos violetas. Que fuera de la misma raza que Adri no la libraba de mi desprecio. Todos ellos habían contribuido a alimentar las inseguridades de Ellette.
Les ignoré y seguí con mis cavilaciones. Pero ellos eran definitivamente idiotas sin remedio.
—Te he preguntado que dónde está Ellette.
—Respóndenos, Kra Deteh. Al menos nos merecemos saber qué ha sido de ella.
—Morirá si no me dejáis seguir.
Ellos lo interpretaron terriblemente mal, como una amenaza. Como si no hubieran comprendido que quería tener un hijo con el hada y muerta, como que se me haría difícil la cosa. Siempre podía recurrir a Samyaza, pero... no me apetecía tener una esposa e hijos zombis. Supuse que al menos eso sí que alcanzarían a comprenderlo con sus limitados cerebros, pero se veía que les sobrestimé.
—Pues resulta que nosotros tenemos una sorpresa también para ti.
Los ojos de Killian resplandecieron con malicia, inflamándose por la locura.
—¿Una sorpresa? —repetí, al borde de romper a reír—. Mira que hay que ser osado para creer que se me puede sorprender, aún sabiendo mi avanzada edad, aunque no se me note porque me sé conservar muy bien.
Sin añadir nada más a mis comentarios, me mostraron a una mujer que llevaban atada con unas cadenas de hierro con runas inscritas entre sus eslabones. Tenía el cabello negro, y las estrellas le arrancaban destellos violáceos. Su piel era grisácea y sus orejas, triangulares y acabadas en pico; una elfa oscura.
—Tenemos a tu madre, Kra Dereth. Anane piensa que estás tan podrido que no te importa lo que hagamos, pero al menos tengo que intentarlo. O nos dices dónde está Elette, o... —Killian le acercó el filo de su daga a su garganta.
Miré a la súcubo que parecía reprobar lo que estaba sucediendo y luego, a la elfa. Se trataba de una mujer bastante hermosa, con los pómulos afilados y la mandíbula cuadrada, fuerte, contrastando contra una mirada más dulce, pero que en esos momentos centelleaba con una chispa de orgullo ardiente y fría rabia. Era la primera vez que la veía.
Y tal vez la última.
—Estás completamente loco —le dije invocando a mis dagas mágicas.
.......
N. d. A.:
Hasta aquí por hoy. Siento la tardanza >.< La canción que canta Idril no es mía porque quería publicar el capi y no tengo a cabeza ahora para inventar canciones, ya lo cambiaré. Es de Globus y se llama Doomsday.
Por favor, dadme feedback! Soy muy simpática respondiendo comentarios siempre :$
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