10. Bardo I: Conversaciones que nunca debieron existir. Primer fragmento.
Sus POV me gustaría que se llamaran El mensajero de las estaciones, en vez de Bardo, pero Wattpad no me deja un título tan largo 😂. Sus capítulos de todas formas van a ser cortitos, pero con mucha información explosiva, aunque creo que se necesitan varias relecturas para comprender muchas cosas.
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Érase una vez... unos idiotas que queríamos ser capaces de amar.
Desde que Madelaine de Villa Dalia se había marchado, me quedé observando el firmamento, malva como una mousse de arándanos. La estrella más brillante que debería estar ahí, se acababa de apagar.
Ya no podrás ni reír, ni dormir ni respirar en paz
hasta que una estrella muera.
Justo como en la canción y, sin embargo, a mi señor Fehlion no parecía importarle mucho.
—Otra diosa verdadera ha caído —dije sintiendo que con esa afirmación, sellaba lo sucedido; al fin y el cabo ese era mi poder; narraba historias y las historias llevan su propia verdad.
—Ya solo quedo yo —comentó el dios del Otoño, justo cuando creí que ya no iba a hacerlo, tras un largo momento de silencio.
—Eso te convierte en el dios más poderoso, ¿no?
—O en el más débil. Cuantos más dioses somos, más fácil es que la gente crea en estas cosas.
Eso me desconcertó porque él había sido el primero que conspiró para deshacerse de ellos y ser el único. Para eso usó a Dereth, ¿no? Si al final sería simplemente un liante, un dios que hacía travesuras sin importar las consecuencias, solo el caos creado.
—Tal vez necesitas ángeles que te acompañen —bromeé.
Fehlion movió muy lentamente su rostro de alabastro y clavó sus sobrenaturales ojos dorados en mí. Así nos encontró el gnomo Manolo, o ta vez debería llamarle por su verdadero nombre: lord Tuireann de la Luna Carmesí, príncipe de los Feéricos de Oscuridad.
—Disculpad, pero empieza a hacer frío y... bueno, ¿queréis tomar chocolate caliente? —nos propuso.
—¿Y la pistola que la humana te ha dado?
—Prefiero el amor al miedo. Espero que no me deis motivos para usarla. Por eso prefiero que todos disfrutemos del chocolate.
Debía admitir que hacía mucho tiempo que no me trataban de esta forma tan... humana.
—La verdad es que hace muchísimo tiempo que no tomo chocolate. Muchas gracias —acepté, sonriendo.
Lord Tuireann regresó al interior de la cabaña, suponiendo que le seguiríamos. Fehlion no se movió.
—¿Fehlion...? Dice que prefiere el amor al odio. Deberíamos entrar.
—Puedes ir sin mí. De hecho pensaba que te gustaba verme lo menos posible.
Ahora me intrigaba saber qué mosca le había picado o qué planeaba, porque eso sí se me hacía inquietante.
—Me intriga tu actitud. Eso es todo —respondí fingiendo calma.
—¿Mi actitud?
—Dejaste ir a la humana. ¿Acaso viste en el futuro que era lo mejor?
—¿Por qué crees que la dejé ir, eh?
Una ráfaga de gélido viento otoñal arrastró varias hojas cerca de nuestros pies.
—Viste que mataba a Gelsey y por eso la dejaste ir.
—Así que, según tú, Gelsey es polvo ahora mismo.
El corazón empezó a latirme muy deprisa y eso era inesperado porque llevaba ciento ochenta años sin moverse ni un poco, desde que el frío mágico de Gheimhridh lo adormeció.
—Tú siempre quieres que el amor triunfe —me reprochó.
—Quiero buenas historias que poder contar... Casi nadie quiere oír historias donde dos amantes no acaban bien.
—Ellos no son amantes.
—Son algo más complejo y profundo, Fehlion.
—De ser todo esto una gran historia que la gente oyera o leyese... ni siquiera ellos serían la pareja favorita.
Reflexioné sobre ello. Sospechaba adónde me estaba conduciendo el dios los pensamientos... pero, ¿adónde quería llegar realmente?
—Tú crees que la preferirían con Idril.
—Eso es lo que el destino dice. Y a la gente le encantan las historias de amor predestinadas.
Se me hacía muy extraño y gracioso oír a Fehlion hablando de estos temas. Ni siquiera se me había ocurrido la posibilidad de que le interesara nada relacionado con la palabra amor, ni sus múltiples conceptos, menos lo haría el romántico.
—¿Más que las historias de amor y odio? —contesté—. Supongo que depende de cómo se cuenten y del sendero de vida recorrido por la gente que disfrutara de la historia, entre otros muchos factores.
Fehlion no añadió nada más. Quería hacerlo, podía sentirlo. Pero no encontraba las palabras para expresar lo que quería decir. En su lugar, las hojas de los árboles más cercanos se oscurecieron. Al fin y a cabo él era pura energía, se comunicaba a través de los efectos que dejaba a su alrededor, no de las palabras.
—No quieres que Madelaine acabe con Idril —le ayudé.
—La hija de Nadine y yo queremos en el fondo lo mismo. El Destino dice que las cosas viejas deben ser reemplazadas por las nuevas. Yo no quiero ser reemplazado, así que se puede decir que lucho contra el Destino, al igual que esa irritante humana de ojos saltones y pelo enmarañado.
Y dichosos fueran mis ojos que vi algo de color en las mejillas del dios.
—Entonces... ¿La enviaste con Gelsey porque sabías que no le mataría?
—Estarás contento.
Me alegraba, sí. Porque me gustan las historias de final feliz más que a nadie..., pero Fehlion no parecía muy contento al respecto. A estas alturas, me sentía completamente intrigado.
—¿Qué es lo que no te convence de todo esto, Señor del Otoño?
—La veo, Mensajero. La veo en miles de posibles destinos, en las miles de líneas temporales que han existido y que existen en este mismo instante y que se entremezclan y barajan con las de ahora y con las nuevas que no dejan de abrirse... Y, en todas ellas, le rodea una corona de luz dorada muy brillante.
Ahora que escribo el recuerdo de esta conversación a posteriori, me pregunto muchas cosas, Fehlion. Porque si tú sabías quiénes te derrotarían... ¿Por qué dejaste a Maddie y Gelsey vivir? Supongo que la respuesta es que en aquel momento me mentiste. Esa es la respuesta obvia, la que hace que todo encaje... y sé que muchas veces nos empeñamos en buscar respuestas retorcidas cuando la claridad se halla ante nosotros... pero sigue sin cuadrarme, señor del Otoño.
Si nunca contaste con la neblina roja, ¿para qué actuaste? ¿Qué habría pasado si Maddie hubiese matado a Gelsey en aquella selva? ¿O si lo hubiese hecho el Joker? Supongo que mis preguntas nunca tendrán contestación. De todas formas, elegí luchar por la mejor historia de todas y no me arrepiento de mi elección. Perdonad esta digresión, retomaré el hilo de la historia.
—¿Una corona de luz? —pregunté—. ¿Como algunas hadas en la oscuridad? Quizás es una changelling, medio hada y medio humana.
—No, no. Es humana por completo. Es la hija de Nadine y ese humano que sacó de una taberna.
—Nadine siempre quiso cambiarlo todo .
Fehlion clavó una vez más —como estaba visto que hacía cada vez que tocaba ciertas cuerdas— sus ojos como dardos de broce fundido en mí y me dedicó una especie de mueca a medio camino entre una sonrisa y una burla.
—Estamos en la línea temporal en la que no lo consigue, y espero que así siga siendo.
—Disculpen... El chocolate se está enfriando. ¿Vais a venir al final o no? —volvió a preguntarnos el gnomo.
—Ahora vamos —respondí—. Vete calentándolo de nuevo, por favor.
Lord Tuireann asintió y volvió a marcharse.
—Mensajero... Estoy empezando a notar que las cosas han cambiado. Antes, era el miedo lo que impulsaba la gente a actuar. Ahora sigue siendo así, pero se empeñan en disfrazarlo de... amor. Idiotas Bahgrá y Gheimhridh...
Seguía sin acostumbrarme a oír esa palabra salir de su boca.
—El amor de una madre por su hijo siempre ha existido.
—Pero ese amor no era lo que hacía que me cantaran canciones...
—Una vez sí lo hacía —le contrarié—. Amaban a la tierra, la veneraban. Todo lo que venía de ella era bueno... y amaban los frutos del otoño.
Ahora era yo el que me había exaltado un poco. Me sentía los ojos chispeantes, alimentados por ese fuego que salía de mi corazón recién reactivado. Había oído que esa humana era buena arreglando máquinas, pero quién iba a imaginar que también podría arreglar este otro tipo de mecanismos.
—Pero eso cambió. Se acabó la Era del Amor y empezó la Era del Miedo. Y, aun así, sobreviví. Lo que cambió fue mi culto.
—Así que si quieres sobrevivir en esta nueva era....
—Mi culto tiene que transformarse. Las historias de terror que cuentan sobre mí, ya no impactan tanto. Y así, esa estúpida canción sobre mi fin cuando una estrella muera, dejará de tener importancia si se cantan nuevas.
—¿Por ese amor disfrazado de miedo? —comenté algo más mordaz. No me gustaba que despreciara las canciones que había compuesto para él.
—Por hacer algo frente a estos nuevos tiempos que vienen. ¿O prefieres que esos usurpadores impongan su orden?
Había cosas que me emocionaban en las palabras del dios y otras que me preocupaban. Al final sólo era su herramienta para adormecer las mentes de las personas, para distraerlas de las cosas que acontecían en la vida real y llevarles a infinitos mundos de fantasía donde lo imposible, era posible. Y, sin embargo, me abochorna un poco admitir que, en ese momento, no hice nada al respecto porque, a pesar de todo, quería aferrarme a la idea de que era esperanza y cosas buenas lo que les transmitía con mi música. Y en ese momento, en mi mente habían empezado a bullir un enjambre de ideas para una historia completamente nueva; una historia que podría brindar más esperanza que ninguna otra. Y necesitaba poner en orden a esos aguijones. Estaba cansado de tener que cambiar los finales de mis historias por finales felices. Fehlion me estaba tentando con una propuesta mucho más interesante.
—Ahora entra en la cabaña, Mensajero, porque te estás perdiendo un chocolate magnabuloso.
Suspiré. A veces se me olvidaba que él podía estar en varios sitios a la vez.
CONTINUARÁ
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