I

¿Sabes algo?

Ya te había idealizado.

Si; correcto, así como lo oyes y espero no lo leas.

Te amé desde el primer momento que empecé a usar el corazón, en lugar del Maldito cerebro que me ha hecho desaprobar multitud de examenes.

Al principio nunca te imaginé como una mujer, te veía como la niña mimada de padres influyentes que se cree la gran cosa y nunca se esfuerza con sudor en la frente; ¡A primera vista eras insoportable! Odiosa, malcriada, con un montón de pecas que bañaban tu rostro angelical; y yo ignoraba las maldades que se ocultaban en el destino,

«llegaríamos a ser algo?» me preguntaba siempre.

Pero claro, mi madre también estaba de por medio, nunca aceptaría que muriese enamorado de una pata en el suelo como ella te consideraba. Así que tuve que empezar a tratarte mal, para poder aplacar este sentimiento que me carcomía el alma.

¿Y que gane?

Estar más enamorado de tí.

¿Será que yo tengo la culpa de todo?

A principio te veía toda callada, en una esquina del salón cuchicheando con la Idiota de Catrina; casi siempre hablaban de la mayoría de cosas en que las chicas pasan el día: mirarse al espejo, hablar con ellas mismas, discutir los precios de las uñas y las pestañas, la ropa de moda y algunas veces de la falta de chicos buenos...

¡No éramos compatibles para nada!

Tu de padre bastardo y yo en una familia donde mi padre nunca me comprendía, creo que eso es lo que teníamos en común hasta los momentos.

¡En fin!

No sé si alguna vez leerás estas palabras, pero siento que debo dejar fluir todo lo que guarda mi corazón. Cada letra se convierte en un eco de mis pensamientos, un susurro que busca tu atención, aunque sé que no me la merezco.

Desde el primer instante en que escuché tu nombre, sentí un nudo en mi pecho. Yshbel... tan hermoso y complicado, como un delicado acorde que se escapa de mis labios. Cada vez que intento pronunciarlo, mis palabras se enredan, como yo mismo en la maraña de sentimientos que has despertado en mí. A veces, creo que es un juego cruel del destino, que el universo haya elegido un nombre tan etéreo para alguien tan real y tan inalcanzable.

No puedo evitar recordar los momentos compartidos, las risas que resonaban entre nosotros y las miradas que, aunque fugaces, me hacían sentir como si todo el mundo se detuviera. Sin embargo, al final del día, la realidad se impone como un frío manto que me recuerda que esos instantes fueron solo espejismos, ilusiones que me creé en un rincón de mi mente donde la esperanza se aferra con fuerza.

Aunque mis sentimientos hacia ti son profundos, entiendo que el amor no correspondido es un desierto árido. Cada día que pasa, siento cómo el vacío se expande en mi pecho, y aunque trato de olvidar, tu imagen persiste, como un faro que me guía a la tormenta de mis pensamientos. Es un dolor dulce, una mezcla de añoranza y resignación, que me demuestra que a veces, el amor no es suficiente.

¡No es suficiente!

II

Querido amigo:

Hoy me siento impulsado a escribirte, no solo para desahogar mis pensamientos, sino también para reflexionar sobre una parte de mi vida que ha estado guardada en un rincón oscuro de mi corazón. Te hablo de Yshbel, de ese amor que floreció en medio de sombras y secretos, y de la resistencia que enfrenté por parte de mi madre.

Desde el primer momento en que Yshbel entró en mi vida, supe que había algo especial en ella. Su risa iluminaba incluso mis días más grises, y su presencia me hacía sentir completo. Pero, como bien sabes, la felicidad no siempre se encuentra sin obstáculos. Mi madre, con su mirada crítica y su inquebrantable autoridad, nunca vio en Yshbel lo que yo veía. Sus razones, misteriosas y profundas, nunca fueron reveladas, pero su desaprobación se sentía como un peso sobre mi pecho.

En lugar de enfrentar esta adversidad, decidí tomar el camino del silencio y la indiferencia. Pensé que, al tratar a Yshbel con distancia, podría protegerla de la desaprobación de mi madre y, quizás, a mí mismo del dolor de perderla. Pero, como bien sabes, la indiferencia no es más que una máscara que oculta el verdadero sufrimiento. Cuanto más intentaba alejarme de ella, más dolor me causaba, como si cada gesto frío fuera un recordatorio de lo que realmente deseaba: estar a su lado.

Mis días se convirtieron en un mar de confusión y tristeza. La indiferencia, lejos de ser una solución, se transformó en una prisión de la que no sabía cómo escapar. Me perdí en un laberinto de emociones contradictorias, donde el amor se entrelazaba con el miedo y la frustración. Anhelaba su compañía, pero temía que mis sentimientos nunca fueran correspondidos, especialmente bajo la sombra de la desaprobación materna.

Hoy, mientras reflexiono sobre todo esto, reconozco que he aprendido una lección valiosa. A veces, el miedo a perder lo que amamos nos lleva a tomar decisiones que solo nos lastiman a nosotros mismos. Si pudiera volver atrás, elegiría enfrentar la verdad, dialogar con mi madre y luchar por lo que realmente deseo. Pero la vida es un camino lleno de decisiones y aprendizajes, y esta experiencia, aunque dolorosa, ha sido parte de mi crecimiento.

Espero que al compartir esto contigo, pueda liberar un poco de ese peso que llevo conmigo. Yshbel fue más que una futura novia; fue un recordatorio de que el amor, aunque a menudo complejo y complicado, siempre merece ser defendido. Quizás algún día tenga el valor de reconectar con ella y contarle todo lo que he sentido.

Quizás algún día encuentre la forma de pronunciar su nombre sin que me duela el alma. Quizás aprenda a vivir en un mundo donde ella no sea el centro de mis pensamientos. Pero por ahora, la llevo en mi corazón, como un susurro suave que se niega a desvanecerse.

III

Existe muchos más manuscritos ocultos en las libretas de este joven despechado, pero ya no es menester seguir revelando la intimidad de tan desgraciado muchacho.