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ADN

Mi trabajo en Formato APA de la Microbiología y Genoma Humano me ayudó bastante a conocer la célula con su dote de doble hélice dónde las proteínas unen lazos de afinidad en lugares menos inesperados.

Rafael siempre había sido una persona posesiva en su papel como padre de Raciel. La idea de que Raciel y yo nos hiciéramos una prueba de ADN lo tomó por sorpresa, y su reacción fue inmediata. Se mostró visiblemente molesto, con una mezcla de incredulidad y desconfianza.

—¿Por qué querrían hacerse eso?, preguntó, su voz temblando de indignación. — No hagan caso de patrañas, Yshbel no es mi hija y punto. No hay nada más que discutir.

Rafael comenzó a vedar todas las posibilidades y consentimientos informados, tratando de bloquear cualquier intento nuestro de llevar a cabo la prueba.

—No lo van a hacer — insistía, como si su voluntad pudiera cambiar la realidad.

Su actitud se volvió cada vez más controladora, y la tensión en el aire era palpable.

Sin embargo, había algo en nosotros que no se dejaba vencer tan fácilmente. La curiosidad y la necesidad de respuestas eran más fuertes que sus intentos de detenernos.

Fue entonces cuando la doctora Rosbelys entró en escena. Ella comprendía la situación y la delicadeza del momento. Con discreción y profesionalismo, nos ofreció su ayuda.

La doctora nos guió a través del proceso, asegurándose de que pudiéramos realizar la prueba de manera clandestina. Nos proporcionó los materiales necesarios y nos explicó cómo debíamos proceder sin que Rafael se enterara. Con su apoyo, nos sentimos más seguros y decididos a seguir adelante.

Finalmente, logramos hacer la prueba sin que Rafael sospechara. La adrenalina corría por nuestras venas mientras esperábamos los resultados. Sabíamos que, pase lo que pase, habíamos tomado el control de nuestra búsqueda de la verdad, gracias a la valentía de la doctora Rosbelys y a nuestra determinación. La incertidumbre estaba ahí, pero también una chispa de esperanza.

—Tengo miedo — me dijo Catrina, su voz apenas era un susurro. — Miedo por los resultados de la prueba de ADN entre Raciel y tú.

La tensión en el aire era palpable. Sabíamos que esos resultados podían cambiarlo todo, y la incertidumbre se cernía sobre nosotros como una sombra.

Catrina continuó, su ansiedad creciendo con cada palabra.

—Y no solo eso — añadió, — también temo por la reacción de Rafael. Lo desobedecieron, y no sé cómo lo tomará.

La mención de Rafael hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. Él siempre había sido protector, pero su temperamento podía ser impredecible. Habíamos tomado una decisión arriesgada al seguir nuestro instinto y buscar la verdad, a pesar de sus advertencias. Ahora, las consecuencias de nuestras acciones pesaban sobre nosotros.

Catrina se quedó en silencio por un momento, sus pensamientos claramente atrapados en un torbellino de emociones.

—¿Y si no le gusta lo que descubre?", preguntó, su voz temblando ligeramente. — ¿Y si decide que somos una carga para él?

—Catrina, por favor... — le recriminé — es hora de calmarse. Eso aclarará las dudas de una vez por todas.

Al final de la semana, la noticia cayó como un balde de agua fría. Las muestras de sangre que habíamos entregado para la prueba de ADN se habían perdido en la capital. Raciel y yo nos miramos con incredulidad, una mezcla de frustración y desconfianza se apoderó de nosotros. La doctora Rosbelys, con una expresión grave en su rostro, nos reunió en su oficina.

—Lamento mucho lo que ha sucedido —comenzó, su voz era un susurro lleno de preocupación—. Pero tengo motivos para creer que esto no fue un simple accidente. Alguien parece estar saboteando el proceso.

Las palabras de la doctora resonaron en mi mente. Raciel frunció el ceño, y ambos compartimos una mirada de complicidad. La idea de un sabotaje nos llevó a pensar en quienes podían tener motivos para actuar de esa manera. Y, sin dudarlo, el nombre del profesor Rafael emergió en nuestras mentes.

El profesor Rafael siempre había sido un personaje enigmático, en los últimos meses, su comportamiento se había vuelto cada vez más errático.

—Es mi padre y todo, pero sé de lo que es capaz. — argumentó Raciel.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunté.

—Debemos volver a hacer las pruebas, pero también tenemos que estar atentos —respondió —. Si él está involucrado, no se detendrá aquí.

La doctora Rosbelys asintió, y su mirada se tornó decidida.

—No puedo garantizar que esto no vuelva a suceder, pero haremos lo posible para proteger el proceso. Ustedes deben estar preparados para cualquier eventualidad.

Y así, con un nuevo sentido de urgencia, nos dirigimos al laboratorio para tomar nuevamente las muestras.

Al final de la semana, la espera se convirtió en un torrente de emociones. La mañana del viernes, el sonido del teléfono resonó en la sala, y mi corazón se aceleró. Era la doctora Rosbelys, y su voz transmitía una mezcla de seriedad y preocupación. Cuando escuché que los resultados de la prueba de ADN habían llegado, una parte de mí anhelaba escuchar la confirmación de lo que siempre había creído: que Raciel y yo éramos hermanos. Pero la noticia no fue la que esperaba.

—Los resultados son negativos — dijo la doctora, y esas palabras golpearon mi pecho como un puño cerrado.

Raciel y yo no éramos hermanos. La revelación se sintió como un balde de agua fría, drenando la calidez de mis recuerdos compartidos con él. Pero la doctora continuó, y su tono cambió, revelando una inquietante información.

—Sin embargo — dijo, — hay muchas irregularidades en los resultados. La sangre parece no ser la de ustedes.

Mis pensamientos comenzaron a girar en un torbellino. ¿Qué significaba eso? ¿Por qué la sangre no era nuestra? ¿Había alguna posibilidad de que todo esto fuera un error? La doctora mencionó que el tipo de sangre era diferente, y eso nos dejó más confundidos que nunca.

—¿Me permiten darles un consejo? — nos preguntó con indulgencia la doctora.

—Claro, por favor — respondió Raciel.

—Dejen de buscar respuestas donde ya las tienen. Esto está más claro que el agua.

Ambos nos miramos, y sonreímos. La doctora tenía razón.

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