Erzébet es una hormiga chiquita, pero muy fuerte. Puede levantar ochenta veces su propio peso, mucho más que sus compañeras de hormiguero. A pesar de ésto, lo más fuerte que ella tiene  no es su mandíbula, si no su voluntad.

   Resulta que cuando adopté a Erzébet como mascota (porque preferí adoptarla de la calle antes que comprarme una que viniera con mañas de princesa) la llevé a casa en el bolsillo de mi saco rojo, una mañana de otoño en la que el viento se la llevaba volando aferrada a una cascara de naranja ¡era mucho viento! Cuando logré rescatarla me miró de tal manera que ya no pude separarme de ella.

   Después de haber logrado acomodarnos en casa, y cuando el sopor empezaba a ganarme , ví que Erzébet se movía diligente por toda la casa. Creí que estaría hambrienta, pero me sorprendió al arrastrar latas y chapitas que había encontrado en el terreno del fondo hasta acomodarlas en un rincón de la sala de estar. Yo no entendía nada. Al principio creí que el sueño me había ganado, pero me pellizqué y terminé gritando como una tonta, así que dormida no estaba.

   La máxima sorpresa me la llevé cuando mi hormiga, ni lerda ni perezosa, terminó de acomodar una tapita de gaseosa frente a las latas y con un fósforo quemado partido al medio... ¡Empezó a tocar un solo de batería!  los vidrios temblaban, el techo empezaba a largar polvillo, los cuadros se descolgaban y mi gata salió volando del susto . Yo estaba dura del asombro, imagínense ustedes.  Tenía ante mí una hormiga. Una hormiga que adopté de mascota. Una hormiga que adopté de mascota y es súper fuerte. Una hormiga que adopté de mascota, que es súper fuerte y encima  baterista. Lo mejor del caso es que Erzébet toca re bien.

   Ya le dije: Cuando estoy en el trabajo tocá todo el heavy metal que quieras, pero mientras yo estoy en casa, que la música sea más tranquila. Últimamente no toca mucho cuando estoy en casa, y a la mañana la noto ansiosa por despedirme. Debe ser porque a Erzébet, mi hormiga mascota y baterista, le encanta el Heavy Metal