(Fase 6) Canto I: el limbo del poeta
Se quiebra el canto de Hypnos al estruendo, se torna nuevo el sueño de Morfeo.
¡Mas dónde estoy ahora no comprendo!
Obnubilan tinieblas el entorno lóbrego.
Cubierto por los velos del misterio,
por una senda avanzo a paso ciego.
Diviso bosque espeso y cual diorama,
proyecta sombra en los viejos leños
de tan indescifrable panorama.
Anunciase en el viento enaltecido,
que aviva un fuego fatuo en la arboleda,
un viajante de rostro ensombrecido.
—He aquí quien de la prosa fuera,
en sus tiempos maestre respetado,
poeta insigne, si acaso los hubiera,
puedes llamarme Sebastián Melano—se presenta solemne el mencionado.
—Un gusto conocerle, mi estimado.
Soy aquel que Morfeo hizo viajante
de este tétrico sueño no deseado—
le respondo con un bajo semblante.
»Mas sepa disculparme gran maestre, si acaso ha sido breve mi diálogo. ¡La poesía no ha sido mi fuerte!
—Ya veo… —dice entonces, consternado—. En ese caso pido me acompañe.
—¡¿A dónde?!—le cuestiono ya asustado.
—No tema, porque ahí no hay quién le dañe.
Seguimos paso firme hasta un riachuelo.
Alzase allí, tras gruesos muros,
magnífico un castillo al alto cielo.
—¿Cuál es el rey que mora tal palacio? —Absorto lo interrogo en mi embeleso.
—No hay tales reyes—contesta afligido—. Mas varios se han ganado el Campo Eliseo. Y aquel no es un castillo, bienamado. Es templo de un saber que poco ha visto.
Cruzamos el umbral, quedo perplejo:
Excelsa biblioteca sempiterna,
en estante infinito, libro añejo.
¡La fila es colosal, la espera eterna!
—Un secreto os diré, prestad oído:
Este es el Limbo de las musas muertas, mediocres escritores
lanzados al olvido —dice el Poeta, sin mayores vueltas.
Comprendo en un instante la tragedia,
el por qué de yacer en este sitio.
El miedo es una fiera que me asedia:
Y ahora, ¿qué he hacer? ¡Si ya no existo!
La calma sobreviene de repente.
Tal vez no todo esté perdido.
¡Tengo una vía de escape justo enfrente!
—Maestre diga usted, ¿cómo ha salido del Limbo tanta buena gente?
¡No quiero perecer en el olvido!
Ruego tenga piedad muy gentilmente.
—Respuesta ya os he dado, bienamado. El saber enaltece al ser humano. Estudie mucho y tenga por sentado: su alma ha de elevar—
predica ufano.
—¡Pero esta fila es larga y ascendente! ¿Acaso no tendrá ningún atajo?
—El facilismo es mal del impaciente.
No hay recompensa sin mayor trabajo.
Y dicho aquello anuncia el Poeta:
—Noto que en mis palabras no hay reparo. Tu aura es una flama que se aquieta. Mas si insistes, objeción ya no declaro.
Revelase ante mí puerta secreta:
Bestias talladas que me vuelven frágil,
fuerza invisible me arrastra a la grieta
"La vía hacia el descenso siempre es fácil".
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